Jesucristo instituyó la sagrada Eucaristía:
-para ser alimento de nuestras almas en la comunión
-para ofrecerse en sacrificio a su eterno Padre en la santa Misa
-para ser nuestro compañero en este destierro.
La santa Misa es el sacrificio permanente de la nueva Ley, renovación y continuación del sacrificio de la cruz.
En la santa Misa se renueva el sacrificio de la cruz porque:
-la separación de las especies sacramentales recuerda y representa la separación del cuerpo y de la sangre de Jesucristo en la cruz
-la comunión del sacerdote y de los fieles parece destruir a Nuestro Señor y nos recuerda su muerte y sepultura.
La santa Misa continúa el sacrificio de la cruz porque en uno y otro tenemos un mismo sacerdote, una misma víctima y ambos se ofrecen por los mismos fines.
Entre la santa Misa y el sacrificio de la cruz existen estas diferencias:
-en la cruz Jesucristo derramó su sangre y murió realmente; en la Misa muere sólo místicamente.
-en la cruz Jesucristo se ofreció personalmente; en la Misa se ofrece por manos del sacerdote.
-en la cruz Jesucristo mereció; en la santa Misa nos aplica sus merecimientos.
La santa Misa se ofrece:
-para adorar a Dios
-para agradecer sus favores
-para expiar los pecados
-para conseguir nuevas gracias.
La santa Misa tiene un valor infinito; pero las disposiciones de cada uno limitan su aplicación como expiación y petición.
Oiremos bien la Misa si procuramos el recogimiento exterior y la devoción interior. Para ello:
-uniremos desde el principio nuestra intención con la del sacerdote, ofreciendo el santo sacrificio por los fines por que fue instituido
-acompañaremos al sacerdote en todas las oraciones y acciones del santo sacrificio
-meditaremos la pasión y muerte de N. S. Jesucristo, detestando el pecado que fue la causa de ella
-comulgaremos sacramentalmente o al menos espiritualmente, en el momento en que comulga el sacerdote, participando así en cuanto se pueda, del santo sacrificio.
(1939).
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