viernes, 30 de abril de 2010

Cardenal Paul Augustin Mayer (R.I.P.)


Esta mañana, en Roma, ha muerto el cardenal benedictino Paul Augustin Mayer (foto), decano en edad del Sacro Colegio y que el próximo 23 de mayo iba a cumplir 99 años. Después del cardenal Alfons Maria Stickler (1910-2007), era el purpurado que más hizo por la causa de la liturgia romana clásica en los años más difíciles previos al motu proprio Summorum Pontificum, habiendo sido el primer presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, cargo desde el que trabajó con sincero empeño y espíritu de comprensión y apertura hacia los fieles vinculados a dicha liturgia. El cardenal Mayer era un buen amigo de la Federación Internacional UNA VOCE, que siempre se sintió apoyada y animada por él.
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Santa Catalina de Siena, Virgen.

Catalina Benincasa, nacida en Sena, en fecha imposible de precisar, se vio desde los siete años favorecida con visiones sobrenaturales. Admitida hacia el 1360 como terciaria de la Orden de Santo Domingo, ejerció una gran influencia con su vida de oración, sus mortificaciones extraordinarias y la irradiación de sus escritos espirituales. Sus continuos llamamientos a la paz civil y a la reforma de la Iglesia hacen de ella una de las grandes figuras del siglo XIV. Murió en Roma el 29 de abril de 1380 extenuada por sus mortificaciones y trabajos. En carta apostólica de 18 de junio de 1939, el papa Pío XII declaró a san Francisco de Asís y santa Catalina de Sena patronos de toda Italia.
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Oración
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Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de la bienaventurada Catalina, vuestra virgen, al mismo tiempo que regocija nuestra alma, la enriquezca con sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.

martes, 27 de abril de 2010

San Pablo de la Cruz.

Clavado estoy con Cristo en la cruz; vivo yo, mas no yo, sino que es Cristo quien vive en mí; vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí, aleluya, aleluya.
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ORACIÓN
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Oh Señor Jesucristo, que, para honrar el misterio de la Cruz, habéis enriquecido a San Pablo de la Cruz con una caridad incomparable, y habéis querido por su ministerio hacer florecer en la Iglesia una nueva familia religiosa, concedednos, por su intercesión, que meditemos sin cesar en vuestra Pasión aquí en la tierra, a fin de hacernos dignos de cosechar sus frutos en el cielo.
Por J. C. N. S.




Altares que ya no están.

Parroquia de Putaendo.
Iglesia de La Merced, Valparaíso, demolida en 1987.

Santuario de Nuestra Señora de Lo Vasquez.


lunes, 26 de abril de 2010

Corpus Dómini nostri.

La fotografía recuerda un momento importante de la vida familiar tradicional, la Primera Comunión de mi hermana Carmen que la recibe de las manos del Reverendo Padre Román (RIP) en el Santuario de Nuestra Señora de Lo Vasquez. En primer plano mi madre; al lado de mi hermana la tía Irene Morales (RIP) y al fondo se observa timidamente mi hermano Diácono Eddie Morales.

domingo, 25 de abril de 2010

Tercer Domingo después de Pascua.

Voy al Padre." Hasta él te seguiremos, Señor, que eres el camino, la verdad y la vida.
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(II clase, blanco) Gloria, Credo y prefacio de los apóstoles. Conmemoración en la segunda oración de San Marcos.
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Jubilate Deo, omnis terra. Saboreando la alegría de la resurrección, canta la Iglesia su gozo y proclama la gloria del Señor.
Pero en la tierra, las fiestas de Pascua no son más que una anticipación de la Pascua eterna. La perfecta alegría nos aguarda en el cielo. Allí tendrá lugar el coronamiento de una vida cristiana practicada con fidelidad.
El programa de esta vida, fiel a sí misma, nos lo traza san Pedro de una manera sencilla a la vez que sublime. El cristiano marcha hacia la patria del cielo por su camino de la tierra, observando continuamente todo cuanto le impone su existencia humana. Sabe que de esta forma agrada a Dios. Las mismas tribulaciones cumplen su cometido: darnos a luz a la vida eterna. Orientada asi plenamente la vida del cristiano hacia el triunfo final, se convierte en un pugilato que ha de instaurar progresivamente en cada uno de nosotros la victoria ya obtenida en la persona del Salvador.
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Jubilate Deo, omnis terra, allelúia: psalmum dícite nómini ejus, allelúia: date gló­riam laudi ejus, allelúia, allelúia, allelúia. Ps. 65. 3. Dícite Deo, quam terribília sunt ópera tua, Dómine: in multitúdine virtútis tuæ mentiéntur tibi inimíci tui. V/ Glória Patri.

sábado, 24 de abril de 2010

De la enseñanza de Benedicto XVI (IV).

“(…) la casa de Dios es la verdadera casa humana. Se convierte en la verdadera casa humana, tanto más cuanto menos pretenda serlo, cuanto más apueste por Dios. Nos basta pensar un momento cómo sería Europa si desapareciesen de ella todas las Iglesias. Sería un desierto de utilitarismo donde el corazón tendría que paralizarse. La tierra se hace inhabitable cuando los hombres sólo quieren construir por y para sí. Pero cuando ceden y brindan su lugar y su tiempo, surge la casa común, se hace realidad un trozo de utopía, de lo terrenalmente imposible. La belleza de la catedral no está en contradicción con la teología de la cruz, sino que es su fruto: nació de la disposición de no construir sólo y para sí la propia ciudad” (Templo construido con piedras vivas, 2005).
“Albert Camus dio expresión estremecedora en una obra temprana, al describir su viaje a Praga, a la vivencia de extranjería, de soledad; en una ciudad cuya lengua no entiende está como un desterrado; el esplendor de la Iglesia es mudo y no consuela. Para el creyente no puede ser así: donde hay Iglesia, donde hay presencia eucarística del Señor, encuentra hogar y patria. Mas para que esto pueda ocurrir se requiere, a la inversa, otra condición: vivir la fe como asamblea y como unidad; que las personas al entrar en el ámbito de la fe, abandonen lo suyo propio y dejen que se produzca en ellas la catolicidad, la adhesión al todo como proceso vivo. Es necesario que asuman la condición de extranjería frente al espíritu de la época y frente a las múltiples formas de chovinismo; tal extranjería es necesaria para que surja en todos los lugares un hogar para la totalidad, para que en todos los lugares encontremos de algún modo la misma casa” (Templo construido con piedras vivas, 2005).
“La predicación cristiana primitiva llamó a la comunidad, a la Iglesia, nuevo templo, construcción de Dios, casa de Dios y cuerpo de Cristo; pero cabe recordar la previa labor conceptual llevada a cabo, por ejemplo, en Qumrám, que aplicó también a la comunidad el nombre de “templo”. Lo importante es que sólo a través de la muerte de Jesucristo alcanzó esta idea su verdadera relevancia. De un lenguaje espiritualista se pasa ahora a la realidad más palpable. El templo espiritual no es ya una metáfora, sino una realidad costeada con el cuerpo y la sangre cuya fuerza vital ha podido atravesar los siglos” (Templo construido con piedras vivas, 2005).

viernes, 23 de abril de 2010

De la enseñanza de Benedicto XVI (III).

“/”Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros”/ ¿Y no tiene pleno sentido la petición de misericordia a Cristo en el momento en que se da de nuevo como cordero indefenso a nuestras manos, él que es el cordero sacrificado, pero también triunfador y posee la llave de la historia (Ap. 5)? ¿Y no es congruente pedirle la paz a él, el indefenso y, como tal, triunfador, especialmente en el momento de la comunión, cuando la paz fue uno de los nombres de la Eucaristía en la Iglesia antigua, porque suprime las fronteras entre el cielo y la tierra, entre los pueblos y Estados, y une a la humanidad en el cuerpo de Cristo?” (Te cantaré en presencia de los ángeles, 2005).
“Nuestras comunidades, cuando celebran la Eucaristía, han de ser cada vez más conscientes de que el sacrificio de Cristo es para todos y que, por eso, la Eucaristía impulsa a todo el que cree en Él a hacerse “pan partido” para los demás y, por lo tanto, a trabajar por un mundo más justo y fraterno. Pensando en la multiplicación de los panes y los peces, hemos de reconocer que Cristo sigue exhortando también hoy a sus discípulos a comprometerse en primera persona: “dadles vosotros de comer” (Mt. 15, 16). En verdad, la vocación de cada uno de nosotros consiste en ser, junto con Jesús, pan partido para la vida del mundo” (Sacramentum caritatis, 2007).
“Eran asiduos –dice San Lucas- en la fracción del pan y en la oración”. Al celebrar la Eucaristía, tengamos fijos los ojos en la sangre de Cristo. Comprenderemos así que la celebración de la Eucaristía no ha de limitarse a la esfera de lo puramente litúrgico, sino que ha de constituir el eje de nuestra vida personal “conformes con la imagen de su Hijo” (Rom. 8, 29)” (El camino pascual, 1990).
“Unir el propio destino a Dios significa múltiples ataques y fracasos exteriores; significa también la angustia interna de no alcanzar el listón de lo debido, el dolor del fracaso, la conciencia de no haber sido auténtico grano de trigo y, lo que es tal vez lo más opresivo, lo más grave de todo: significa la pequeñez de lo hecho frente a la magnitud de lo encomendado. Quien lo sabe comprenderá por qué el sacerdote dice cada día antes del prefacio: “Orad, hermanos, para que este sacrificio mío y vuestro sea aceptable a Dios, Padre omnipotente”. Y abandona entonces la fácil palabrería y, en vez de ello, comprenderá en toda su enorme urgencia y atenderá esta llamada a contribuir a soportar la sagrada carga de Dios” (Servidor de vuestra alegría, 1995).

jueves, 22 de abril de 2010

De la enseñanza de Benedicto XVI (II).

“(…) hay a este propósito una bella sentencia en la exposición del Padrenuestro que hace san Cipriano: “La palabra y la actitud orante requieren una disciplina que requiere la paz y la reverencia. Recordemos que estamos a la vista de Dios. Debemos ser gratos a los ojos divinos incluso en la postura del cuerpo y en la emisión de la voz. La desvergüenza se expresa en el grito estridente; el respetuoso tiende a rezar con palabra tímida… Cuando nos reunimos con los hermanos y celebramos con el sacerdote de Dios el sacrificio divino, no podemos azotar el aire con voces amorfas ni lanzar a Dios con la incontinencia verbal nuestra peticiones, que deben ir recomendadas por la humildad, porque Dios… no necesita ser despertado a gritos…” (Te cantaré en la presencia de los ángeles, 2005 ).
“(…) la preparación de las ofrendas se presenta, a veces, como un momento de silencio. (…) no se concibe como una acción exterior necesaria, sino como un proceso esencialmente interior, cuando se hace patente que el verdadero don del “sacrificio conforme a la Palabra” somos nosotros (…), o hemos de llegar a serlo con nuestra participación en el acto con el que Jesucristo se ofrece a sí mismo al Padre (…). De este modo, este silencio no es una simple espera hasta que se lleve a cabo un acto exterior, sino que el proceso exterior se corresponde con un proceso interior: la preparación de nosotros mismos; (…) nos presentamos al Señor; le pedimos que nos prepare para la transformación. El silencio común es, por tanto, oración común, incluso acción común (…)” (El espíritu de la liturgia, 2001 ).
“/”Orad hermanos para que este sacrificio mío y vuestro…”/ (…) nosotros tenemos que pedir para que se convierta en nuestro sacrificio, porque nosotros mismos, somos transformados en el Logos y nos convertimos, de esta manera, en el verdadero cuerpo de Cristo: de eso se trata. Y esto es lo que hay que pedir en la oración. Esta misma oración es un camino, es caminar nuestra existencia hacia la Encarnación y la resurrección” (El espíritu de la liturgia, 2001 ).
“El que se une al Señor es un espíritu con El”. Se trata de superar, en última instancia, la diferencia entre la actio de Cristo y la nuestra, de modo que exista únicamente una acción, que sea, al mismo tiempo, suya y nuestra –nuestra en el sentido de que nos hemos convertido en un “cuerpo y en un espíritu con El”-. La singularidad de la liturgia eucarística consiste, precisamente, en el hecho de que es Dios mismo el que actúa, y que nosotros nos sentimos atraídos hacia esa acción de Dios. Frente a esto, todo lo demás es secundario” (El espíritu de la liturgia, 2001).
(Las cursivas son nuestras).

miércoles, 21 de abril de 2010

De la enseñanza de Benedicto XVI (I).

“Voy a glosar (…) un bello aforismo de Mahatma Gandhi que hace poco he leído en un almanaque. Gandhi señala los tres espacios vitales del cosmos, cada uno de ellos con su propio modo de ser. En el mar viven los peces y callan, los animales de la tierra gritan; pero las aves, cuyo espacio vital es el cielo, cantan. Lo propio del mar es el silencio; lo propio de la tierra es el grito; lo propio del cielo es el canto. Pero el hombre participa en las tres cosas: lleva en sí la profundidad del mar, la carga de la tierra y la altura del cielo, y por eso le pertenecen las tres propiedades: el callar, el gritar y el cantar. Hoy –podríamos añadir- vemos cómo el hombre, después de perder la trascendencia, le resta sólo el grito, porque sólo quiere ser tierra e intenta convertir el cielo y la profundidad del mar en tierra suya. La liturgia rectamente entendida, la liturgia de la comunión de los santos, devuelve la integridad al hombre. Le invita de nuevo a callar y a cantar abriéndole la profundidad del mar y enseñándole a volar, que es el ser del ángel; elevando los corazones, hace sonar de nuevo en ellos el canto olvidado. Y podemos afirmar, a la inversa, que la liturgia bien entendida nos libra del histrionismo general y nos devuelve la profundidad y la altura, el silencio y el canto. La liturgia bien entendida se conoce en que es cósmica, no grupal. Canta con los ángeles. Calla con la profundidad expectante del universo. Y redime así a la tierra”. (La imagen del mundo y del hombre en la liturgia y su expresión en la música de Iglesia, 2005).
“Siente sentí un interés especial por la liturgia. Cuando estaba en la segunda clase, mis padres me regalaron el primer misal. Eso fue para mí como una gran aventura: adentrarme en aquel misterioso mundo del latín y averiguar qué estaba pasando, qué estaban diciendo, qué significado tenía todo aquello. Y así fue como, a partir de un misalito infantil, llegué al misal completo. Pero fue paso a paso, como un emocionante viaje de exploración” (La sal de la tierra, 2007).
“El Señor anticipa ya en su liturgia el retorno prometido: la liturgia es una parusía anticipada, la irrupción del “ya” en el “todavía no”, como expuso Juan en el relato de las bodas de Caná: la hora del Señor no ha llegado aún; no está cumplido todo lo que ha de suceder; pero ante el ruego de María, de la Iglesia, brinda ya el nuevo vino, ofrece por anticipado el don de su hora” (Te cantaré en presencia de los ángeles, 2005).

lunes, 19 de abril de 2010

Domingo "del Buen Pastor" en Casablanca, Chile.


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Más imágenes aquí.
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Reflexión
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“Ego sum pastor bunus: et cognósco meas, et cognóscunt me meae. Sicut novit me Pater, et ego agnósco Patrem: et ánimam meam pono pro óvibus meis. Et alias oves hábeo quae non sunt ex hoc ovíli: et illas opórtet me adducer, et vocem meam audient et fiet unum ovíle, et unus pastor” (“Yo soy el Buen Pastor, y conozco a mis ovejas, y las ovejas mías me conocen a Mí. Así como el Padre me conoce a Mí, así conozco Yo al Padre, y doy mi vida por mis ovejas. Tengo también otras ovejas que no son de este aprisco, las cuales debo Yo recoger, y oirán mi voz, y se hará un solo rebaño y un solo Pastor”. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem 10, 11-16).
“La figura del buen pastor determina la liturgia de este domingo. El sacrificio del Pastor ha dado la vida a las ovejas y las ha devuelto al redil. Años más tarde San Pedro afianzaba a los cristianos en la fe recordándoles en medio de la persecución lo que Cristo había hecho y sufrido por ellos. (…) Los primeros cristianos manifestaron una entrañable predilección por la imagen del Buen Pastor, de la que nos han quedado innumerables testimonios de pinturas murales, relieves, dibujos que acompañan epitafios, mosaicos y esculturas, en las catacumbas y en los más venerables edificios de la antigüedad. La liturgia de este domingo nos invita a meditar en la misericordiosa ternura de nuestro Salvador, para que reconozcamos los derechos que con su muerte ha adquirido sobre cada uno de nosotros. También es una buena ocasión para llevar a nuestra oración personal nuestro amor a los buenos pastores que El dejó en su nombre para guiarnos y guardarnos.
“En su última aparición, poco antes de la Ascensión, Cristo resucitado constituye a Pedro pastor de su rebaño, guía de la Iglesia. Se cumple entonces la promesa que le hiciera poco antes de la Pasión: pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. A continuación le profetiza que, como buen pastor, también morirá por su rebaño. (…) La imagen del pastor que Jesús se había aplicado a sí mismo pasa a Pedro: él ha de continuar la misión del Señor, ser su representante en la tierra. Las palabras de Jesús a Pedro –apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas- indican que la misión de Pedro será la de guardar todo el rebaño del Señor, sin excepción.
“Sobre el primado de Pedro –la roca- estará asentado, hasta el fin del mundo, el edificio de la Iglesia. La figura de Pedro se agranda de modo inconmensurable, porque realmente el fundamento de la Iglesia es Cristo, y, desde hora, en su lugar estará Pedro. De aquí que el nombre posterior que reciben sus sucesores será el de Vicario de Cristo, es decir, el que haces las veces de Cristo.
“El amor al Papa se remonta a los mismos comienzos de la Iglesia (…) Debemos rezar mucho por el Papa, que lleva sobre sus hombros el grave peso de la Iglesia, y por sus intenciones. Quizá podemos hacerlo con las palabras de esta oración litúrgica: Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius: Que el Señor le guarde, y le dé vida, y le haga feliz en la tierra, y no le entregue en poder de sus enemigos. Todos los días sube hacia Dios un clamor de la Iglesia entera rogando “con él y por él” en todas partes del mundo. No se celebra ninguna Misa sin que se mencione su nombre y pidamos por su persona y por sus intenciones. El Señor verá también con mucho agrado que nos acordemos a lo largo del día de ofrecer oraciones, horas de trabajo o de estudio, y alguna mortificación por su Vicario aquí en la tierra”.
En este Domingo del Buen Pastor oramos filialmente por el querido Papa Benedicto XVI para que Dios le conceda vida y salud corporal y espiritual, para que siga, por mucho tiempo, guiando a la Iglesia Católica que El mismo le ha confiado. Rogamos al Señor para que libre al Sumo Pontífice de sus enemigos y le dé fortaleza para enfrentar los desafíos de cada día. “Gracias, Dios mío, por el amor al Papa que has puesto en mi corazón”, decía san Josemaría Escrivá; ojalá podamos decir esto cada día con más motivo. Este amor y veneración por el Romano Pontífice es uno de los grandes dones que el Señor nos ha dejado.
Y también en este Segundo Domingo después de la Pascua, no podemos dejar de encomendar al Señor, a Monseñor Jaime Astorga Paulsen, quien nos celebra la Sancta Missa en Casablanca en su Forma Extraordinaria, según el querer del Papa Benedicto XVI, en la Iglesia universal. En este día, oramos filialmente por Don Jaime, gran amigo y guía espiritual del Grupo de Fieles Laicos que promueve la Tradición Católica en Casablanca, bajo el amparo de Santa Bárbara, virgen y mártir. Monseñor Astorga con su ejemplo, sus palabras y desvelos apostólicos, es un fiel reflejo del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Que la Santísima Virgen nos lleve a acrecentar nuestro fidelidad al Supremo Pastor Benedicto XVI, y lleve con su mano de Mater et Magistra a feliz término los propósitos del querido Vicario de Cristo.

domingo, 18 de abril de 2010

Segundo Domingo después de Pascua o "del Buen Pastor".

En este nuevo paraíso que es la Iglesia, aprisco del Buen Pastor, los corderos, blancos aún del agua bautismal, acuden a las fuentes de salvación que hace brotar la cruz redentora.
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(II clase, blanco) Gloria. Credo. Prefacio de Pascua.
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sábado, 17 de abril de 2010

Santa María en sábado.


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Antigua foto de 1904, podemos apreciar la fachada de la parroquia que fue derrumbada por el gran terremoto de 1906, vemos la imagen de la Virgen de Lo Vasquez de visita en el pueblo al conmemorarse el cincuentenario del Dogma de la Inmaculada Concepción. De acuerdo a los antecedentes que disponemos, el sacerdote sería el Padre Galáz.
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viernes, 16 de abril de 2010

Ad multos annos.



Feliz cumpleaños Santo Padre Benedicto XVI.

Oremus pro Pontifice nostro Benedicto XVI: Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum ejus

jueves, 15 de abril de 2010

La foto del día.


Una antigua foto de nuestra parroquia, celebrándose una misa de funeral. Se puede apreciar el púlpito que actualmente no existe, fue desarmado. Un altar lateral que hoy le falta la parte superior. El diácono, es el sacerdote don José Moreno, español, de recordada memoria, muerto trágicamente en su patria.

martes, 13 de abril de 2010

sábado, 10 de abril de 2010

Sábado in Albis.

Sacó el Señor a su pueblo lleno de alborozo, aleluya; y a sus elegidos rebosando júbilo, aleluya, aleluya.
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Estación en San Juan de Letrán.
Día litúrgico de 1ª clase. Blanco.
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Al salir de la fuente bautismal habían recibido los neófitos una vestidura blanca, símbolo de la regeneración de sus almas, que san Pablo comenta de una manera impresionante: "Cuantos os habéis bautizado en Cristo, de Cristo os habéis revestido." Ahora bien: en este día, después de la celebración de la misa, tenía lugar su deposición. Por eso el nombre "sábado in albis".
Mas el dejar las vestiduras no debía significar para ellos abandonar la vida santa en la que se les había iniciado. "Guardad en vuestros corazones la luminosa blancura que se os ha dado", predicaba san Agustín. La epístola de san Pedro nos habla magníficamente de la nobleza de los bautizados, pueblo santo, sacerdocio real, templo de piedras vivas, que se ha escogido el Señor para proclamar hasta el fin del mundo la misericordia de que le ha hecho objeto. Los cristianos, pues, deberán mostrarse dignos de este su estado, de la gracia insigne que les ha hecho Dios al llamarlos de las tinieblas a la admirable luz de su reino.
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Allelúia, allelúia.
V/ Haec dies, quam
fecit Dóminus:
exsultémus, et
laetémur in ea.
Allelúia.
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Aquí concluye la octava de la Pascua.

viernes, 9 de abril de 2010

Viernes de Pascua.

El Señor los sacó con esperanza, aleluya; y a sus enemigos los cubrió el mar Rojo, aleluya, aleluya, aleluya.
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Estación en Santa María de los Mártires.
Día litúrgico de 1ª clase. Blanco.
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La estación tiene lugar en Santa María de los Mártires, el antiguo Panteón romano. Seguramente en este santuario es donde más se afirma la victoria de Cristo sobre el paganismo. Este templo, dedicado por la Roma pagana a todos los dioses, lo consagró al culto cristiano el papa Bonifacio IV (608-615), y lo colocó bajo el patrocinio de María, reina de los mártires, al trasladar a él un gran número de reliquias procedentes de las catacumbas.
El evangelio de san Mateo se termina con una primera aparición de Jesús a sus discípulos para enviarlos a misionar por todo el mundo. Hoy, pues, nos recuerda la Iglesia esta misión de salvación, que es la suya propia, en virtud de la cual ha recibido el poder de bautizar y de enseñar. De esta forma se realiza en su seno esta obra de liberación divina que prefiguraba el arca de Noé y de la que están llamados a beneficiarse, de una forma incomprensible para nosotros, los justos de todos los tiempos (epístola).
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Allelúia, allelúia.
V/ Dícite in géntibus:
quia Dóminus regnávit a ligno.
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jueves, 8 de abril de 2010

Jueves de Pascua.

Todos juntos, ¡oh Señor! alabaron tu diestra vencedora, aleluya; porque, abrió la sabiduría la boca de los mudos, e hizo elocuentes las lenguas de los niños, aleluya, aleluya.
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Estación en los doce Apóstoles.
Día litúrgico de 1ª clase. Blanco.
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Por mucho que nos diferenciemos unos de otros, a todos nos unen el bautismo y la gracia de Cristo en una sola familia de incomparable unidad (colecta). En la conversión y bautismo del eunuco etíope queda subrayado este doble carácter de unidad y de universalidad de la Iglesia, el cual se afirma desde el principio como una voluntad manifiesta del Espíritu Santo (epístola).
La emocionante aparición de Jesús a María Magdalena muestra otro aspecto de la vida cristiana no menos grato a nuestros corazones de creyentes: nuestra pertenencia personal a Cristo y el amor que él prodiga a cada uno de los suyos.
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Colecta
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¡Oh Dios!, que has reunido a las diversas naciones en la confesión de tu nombre; haz que los renacidos en las aguas del bautismo tengan una misma fe en su espíritu, y una misma piedad en sus acciones. Por nuestro Señor Jesucristo.
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miércoles, 7 de abril de 2010

Miércoles de Pascua.

Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino, aleluya, que os está preparado desde el principio del mundo, aleluya, aleluya, aleluya.
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Estación en San Lorenzo extramuros.
Día litúrgico de 1ª clase. Blanco.
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Jesús se aparece por tercera vez a sus discípulos y renueva, junto al lago de Genesaret, el milagro de la pesca milagrosa. En estos ciento cincuenta y tres grandes peces que saca Pedro a la ribera no han cesado de ver los Padres a los neófitos, nacidos a la vida sobrenatural en las aguas del bautismo y conducidos por Pedro a los pies de Jesús resucitado.
La misa de hoy canta al mismo tiempo que la resurrección del Salvador, la vida nueva de los bautizados. La entrada en la Iglesia es ya el recibimiento de Dios en su reino (introito) y la Eucaristía presagia el banquete celestial (ofertorio). Con la frecuencia de los sacramentos se renueva la Iglesia y alcanza las gracias de vida sobrenatural que preparan las alegrías de la eternidad (oraciones).
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Allelúia, allelúia.
V/ Surréxit Dóminus vere:
et appáruit Petro.

martes, 6 de abril de 2010

Emaús.

El domingo de Pascua estuvo lleno de una gran actividad por parte de Jesús. Parece como si le consumiera el deseo de manifestarse cuanto antes a todos los suyos. El sabe lo mal que lo han pasado, su desconcierto y su pena. Y quiere cuanto antes sacarles de su tristeza y devolverles la esperanza.
El mismo domingo se apareció a dos discípulos que se dirigían a Emaús, una aldea distante unos doce kilómetros de Jerusalén. Estos habían salido de la ciudad a primeras horas de la tarde y habían oído lo que decían las mujeres acerca del sepulcro vacío. Pero esto no había sido suficiente para levantar en ellos la fe en la resurrección. Encontrar a Jesús vivo después de lo sucedido en el Calvario estaba muy lejos de sus mentes.
Los dos hombres caminaban apesadumbrados por la tragedia del viernes mientras hablaban de los acontecimientos que había tenido lugar, del ir y venir de las mujeres…; también, ¡cómo no!, de los ratos pasados junto al Maestro, de sus esperanzas perdidas…
Jesús resucitado, como un viajero más, les dio alcance y se emparejó con ellos. Pero no percibieron que era El, pues sus ojos estaban incapacitados para reconocerlo. El Señor no quería aún ser identificado y ellos podían haber pensado cualquier cosa menos que el Maestro estaba a su lado.
(…)
En lo hondo de su corazón, estos dos hombres profesan un fervor extraordinario hacia Jesús. Aun estando tan desolados, los discípulos no se han desligado del todo; ciertamente, desbordan admiración hacia su antiguo Maestro.
Jesús les dijo: ¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria?
El nuevo compañero de viaje se mostró muy versado en las Escrituras, pues comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas les interpretaba todos los pasajes referentes al Mesías. (…) Llegaron al término del viaje… y ellos le suplicaron: Quédate con nosotros, porque ya está anocheciendo y va a caer el día.
Jesús presidió la cena y realizó los gestos acostumbrados: pronunció la bendición, dividió el pan, lo distribuyó… como hacía siempre, con su estilo propio. Entonces lo reconocieron; sus gestos eran inconfundibles. Se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Y Jesús desapareció de su presencia. Recordaron como su ánimo había cambiado mientras le escuchaban y su corazón se llenaba hasta rebosar: ¿No es verdad que ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?
La esperanza había nacido en sus corazones y crecía ahora de un modo incontenible. Y con la esperanza renació el amor a su Maestro.
Quédate también con nosotros, Señor… Mane nobiscum, quoniam advesperascit et inclinata est iam diez. Quédate con nosotros, porque ya está anocheciendo y va a caer el día.
Francisco Fernández Carvajal: Como quieras Tú. Cuarenta meditaciones sobre la Pasión del Señor. Madrid: Ediciones Palabra. 1999.

lunes, 5 de abril de 2010

Las Llagas del Cuerpo de Jesús.

La noticia de la resurrección de Jesús se difundió rápidamente por toda la ciudad. Muchos peregrinos, que habían llegado a Jerusalén con motivo de la Pascua, se habían puesto ya en camino; otros permanecían en la ciudad con asuntos diversos. En todos, una conversación predominaba sobre las demás: las noticias sobre la resurrección de Jesús, que muchos habían visto morir crucificado en el Calvario.
Los apóstoles se encontraban reunidos en el cenáculo con las puertas bien cerradas, por miedo a los judíos. Este temor era compatible con la gran alegría que se respiraba por todas partes. Algunos de los presentes ya creían, otros estaban dudosos, pero muy esperanzados. La resurrección de Jesús era el tema de todas las conversaciones en un día lleno de emociones.
Llegaron los de Emaús y comenzaron a explicar lo que les había sucedido en el camino. Estaban aún hablando cuando Jesús se puso en medio de todos y los saludó: Paz a vosotros. Todos se quedaron pasmados. La idea de la resurrección, a pesar de todo, no había penetrado por completo en el corazón de algunos. Los discípulos estaban tan admirados y sorprendidos al verle allí en medio de ellos que no acababan de creer por la alegría, escribe San Lucas. Tan extraordinario es lo que está sucediendo que no dan crédito a sus ojos. Ven allí al Jesús amigo, al que habían seguido desde Galilea, que les mostraba las llagas producidas por la crucifixión. Soy yo mismo, el de siempre, les repetía Jesús. Palpadme, no soy un espíritu… Soy yo, vuestro Maestro…
Era el Señor; pero con el cuerpo ya glorificado. Ahora tenía la plenitud de la vida humana, y su cuerpo estaba liberado de las limitaciones del espacio y del tiempo, por eso pudo entrar en la casa estando cerradas las puertas. No está sometido a las leyes físicas. Pero, a la vez, es un cuerpo humano que puede ser visto y palpado, que podía ser identificado por varios sentidos a la vez: la vista, el tacto, el oído…
(…)
San Juan dice: les mostró las manos y el costado. La lanzada la tenía el evangelista metida en su propio corazón.
Jesús quiso conservar en su cuerpo glorioso estas señales de su Pasión, como muestra de su amor y de su continua intercesión por nosotros. Para los cristianos, esas heridas tiene un significado profundo, pues cada una verdaderamente “limpia, sana, aquieta, fortalece y enciende y enamora” (San Josemaría) En ellas podemos nosotros buscar refugio en los tiempos difíciles, como lo hicieron los santos. “Acudiremos como las palomas que, al decir de la Escritura, se cobijan en los agujeros de las rocas a la hora de la tempestad. Nos ocultamos en ese refugio, para hallar la intimidad de Cristo: y veremos que su modo de conversar es apacible y su rostro hermoso” (Amigos de Dios).
En el corazón sacratísimo de Jesús se encuentran todas las riquezas que podamos desear. En él queremos penetrar nosotros, y “la puerta es el costado abierto por la lanza. Aquí está escondido el tesoro inefable de la caridad; aquí se encuentra la verdadera devoción, se obtiene la gracia del arrepentimiento, se aprende la mansedumbre y la paciencia en las adversidades, la compasión con los afligidos; y, sobre todo, aquí tenemos por fin un corazón contrito y humillado” (San Buenaventura), capaz de amar y de entregarse.
(…)
Miramos a Jesús despacio, y en la intimidad de nuestro corazón le pedimos:
¡Oh buen Jesús!, óyeme
Dentro de tus Llagas, escóndeme…
Francisco Fernández Carvajal: Como quieras Tú. Cuarenta meditaciones sobre la Pasión del Señor. Madrid. Ediciones Palabra. 1999.

domingo, 4 de abril de 2010

Domingo de Pascua de Resurrección.

No está aquí porque ha resucitado.
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La Resurrección de Jesús no es la de un muerto que ha vuelto a la vida, como en el caso del joven de Naín y de Lázaro, que recibieron de nuevo vida terrena; una vida, sin embargo, destinada más tarde a la muerte definitiva. Jesucristo resucitó a una forma de vida gloriosa, y ya no muere más; vive para siempre junto al Padre, y está a la vez muy cerca de nosotros.
La Resurrección y aparición son hechos distintos. La Resurrección no se agota en las apariciones. Estas no son la Resurrección, sino tan sólo un reflejo, una manifestación de ella. Es el mismo Jesús quien se manifiesta, quien se hace ver, el que sale al encuentro. Las apariciones no son el resultado de la fe, no son efecto de la fe, de la esperanza o de un amor y de un deseo muy grande de los discípulos de ver el Maestro. La fe “no produce” la aparición. Es el Resucitado el que toma la iniciativa, el que se hace presente y desaparece en cada ocasión.
También se deduce claramente de los evangelios la continuidad entre el Crucificado en el Calvario y el Resucitado que se aparece en Jerusalén y en Galilea. Se trata del mismo Jesús, reconocido al hablar, al partir el pan… Esta identidad se pone de manifiesto incluso en el aspecto corporal. Así, Jesús invita a comprobar mediante el tacto que es Él mismo, y muestra las heridas de las manos, el costado abierto…
Los evangelistas, y también el mismo Credo, describen las diferentes apariciones del Resucitado con la palabra griega óphte, que se suele traducir por apareció; pero tal vez fuera más exacto decir: se dejó ver. Jesús, después de la resurrección, pertenece a un plano de la realidad que normalmente se sustrae a los sentidos. Sólo así tiene explicación el hecho, narrado por los evangelios, de la presencia irreconocible de Jesús en ocasiones diversas. El ya no pertenece al mundo perceptible por los sentidos, sino al mundo de Dios. Pueden verlo tan sólo aquellos a quienes El mismo se lo concede. Y en esa forma especial de visión participan también el corazón, el espíritu y la limpieza interior del hombre. Así se explica mejor que María Magdalena, los discípulos de Emaús, los apóstoles que se encuentran de pesca en el lago de Genesaret no lo reconozcan al principio.
(…)
¡Con qué amor sale Jesús al encuentro de las almas que lo buscan!¡Qué bueno es para quienes hacen algún intento por acercarse a El! Y cómo desaparecen nuestros pesares cuando descubrimos a Jesús vivo, glorioso, que está a nuestro lado y que nos llama por nuestro nombre. ¡Qué alegría encontrarle tan próximo, tan familiar, poderle llamar con nuestro acento peculiar, que El bien conoce! Nuestra oración es nuestra dicha más profunda. Y también el soporte donde se apoya la vida entera. No dejemos de buscarle si alguna vez no le vemos; si perseveramos, El se hará encontradizo con nosotros y nos llamará por el apelativo familiar, y recobraremos la paz y la alegría, si la hubiéramos perdido. Una sola palabra de Jesús nos devuelve la esperanza y los deseos de recomenzar.
Francisco Fernández Carvajal: Como quieras Tú. Cuarenta meditaciones sobre la Pasión del Señor. Madrid. Ediciones Palabra. 1999.

sábado, 3 de abril de 2010

Sábado Santo.


La sepultura.
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No conocemos con exactitud el modo como los judíos sepultaban a sus difuntos en aquella época. Probablemente, después de bajar el cuerpo de Jesús lo envolvieron en un lienzo, cubriendo su cabeza con un sudario. Luego lo perfumaron y lo ligaron con fajas de lino rociadas de mirra y áloe. Pero, ante la inminencia del descanso festivo, no pudieron ungirle con bálsamo, cosa que pensaban hacer las mujeres pasado el sábado. El mismo Jesús, cuando alabó el gesto de María en la unción de Betania, había anunciado veladamente que su cuerpo no llegaría a ser ungido.
Depositaron el cuerpo de Jesús en el sepulcro con suma piedad, y lo cerraron.
Mientras tanto, las mujeres que acompañaban a la Virgen (entre ellas María Magdalena , María de la de Santiago y Salomé) siguieron de cerca todas estas operaciones y vieron el sepulcro y cómo fue colocado su cuerpo. Regresaron a la ciudad y, antes que fuera demasiado tarde por el descanso sabático, prepararon aromas y ungüentos.
Todos volvieron enseguida a sus casas. Juan, a quien el Señor le había confiado su Madre en el último momento, la llevó consigo, la tomó como suya. Se inició entonces una relación, un intercambio de pensamientos y de afectos que quedará bien reflejado en su evangelio. Algunos discípulos y las santas mujeres quedarían cerca de la Virgen. No parece que celebrasen la cena pascual, como hicieron los judíos esa noche.En cuanto a los judíos, recordaron unas palabras de Jesús acerca de su resurrección al tercer día. Por eso, sin respetar el descanso sabático y la gran solemnidad de la Pascua, se presentaron de nuevo en el pretorio al día siguiente para exponer a Pilato los temores que aún tenían.
(….)
El cuerpo de Jesús ha quedado en el sepulcro. Cuando nació no dispuso siquiera de la cuna de un niño pobre; en su vida pública no tendrá dónde reclinar la cabeza, y morirá desnudo de todo ropaje. Pero ahora, cuando es entregado a los que le quieren y le siguen de cerca, la veneración, el respeto y el amor harán que sea enterrado como un judío pudiente, con la mayor dignidad posible.
No debemos olvidar nosotros que en nuestros sagrarios está Jesús ¡vivo!, pero tan indefenso como en la cruz, o como en el sepulcro. En la Sagrada Eucaristía Jesús permanece entre nosotros. Allí se encuentra verdadera, real y substancialemte presente. Es el mismo de Betania, de Cafarnaún, del Calvario…, aunque ante nosotros aparezca bajo los signos sacramentales del pan y del vino. Estos no nos permiten la alegría de su visión sensible, pero nos dan la seguridad de su presencia real. Non est alius, sed aliter; no es otro, sino que está de otra manera. Tenemos la inmensa suerte de poder tenerle en todos los pueblos y ciudades y en todos los tiempos: Yo estaré con vosotros siempre…, había prometido. Allí nos espera. El sagrario es el lugar privilegiado del amor de Cristo hacia nosotros y de nosotros hacia Él. “La Eucaristía nos acerca siempre a aquel amor que es más fuerte que la muerte” (Juan Pablo II).
Francisco Fernández Carvajal: Como quieras Tú. Cuarenta meditaciones sobre la Pasión del Señor. Madrid. Ediciones Palabra. 1999.

viernes, 2 de abril de 2010

Viernes Santo.

El expolio.
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Alzaron a Jesús en la Cruz. La costumbre judía, al contrario que la romana, no permitía que los cuerpos quedaran completamente desnudos. Se les cubría con un lienzo alrededor de la cintura.
Enseguida los soldados procedieron a repartirse las pertenencias del Señor, que habían guardado celosamente hasta terminar su tarea. Esa era la costumbre. No llevaba Jesús casi nada, pero siempre era algo: la túnica, el manto, las sandalias, el cinturón de cuero, el paño que cubría su cabeza… Hicieron cuatro partes, una para cada soldado. La túnica, que era sin costura, tejida toda ella de arriba abajo (Jn), una buena túnica, la dejaron aparte y echaron suertes sobre ella, pues no querían rasgarla. Se trataba posiblemente de una prenda hecha a mano por su Madre, o por alguna de las mujeres que le seguían en su predicación. El manto podía ser dividido con facilidad siguiendo las costuras de las distintas piezas.
La túnica sin costura fue considerada por los Santos Padres como un símbolo de la unidad de la Iglesia.
San Juan recordará, al escribir su evangelio, la profecía del salmo 22: Se repartieron mis vestidos y echaron a suerte mi túnica. San Marcos añade que los soldados se sentaron mientras procedían al reparto. Allí quedaron, mientras vigilaban para que nadie intentase bajar al reo antes de haber certificado su muerte.
Jesús ha quedado desprendido de todo en la cruz.
“Es el expolio, el despojo, la pobreza más absoluta. Nada ha quedado al Señor, sino un madero.
“Para llegar a Dios, Cristo es el camino; pero Cristo está en la Cruz, y para subir a la Cruz hay que tener el corazón libre, desasido de las cosas de la tierra” (San Agustín).
Señor, a Ti te dejaron sin nada; a tus discípulos a veces no nos falta casi nada… y nos quejamos.
Si estamos cerca del Señor; desprendidos de todo, poco nos basta para andar por la vida con la alegría de los hijos de Dios. Si nos alejamos, nada es suficiente para llenar el corazón, siempre insatisfecho. Los bienes materiales buscados como fin son pobres sucedáneos de la felicidad a la que aspira lo más íntimo de nuestro ser. Muchos buscan la felicidad por esos caminos, y el resultado es siempre el mismo: una profunda tristeza, un gran vacío interior y, no pocas veces, un hondo desaliento.
Señor: si Tú lo quieres todo, tómalo todo. ¿Para qué queremos aun lo más rico y valioso, lo más atrayente, lo de más éxito, si no nos lleva a Ti? Comprendemos bien aquellas palabras de Pablo: todo lo que tengo por basura, con tal de ganar a Cristo. Nosotros también quisiéramos tenerlo todo por basura o, al menos, como algo de poco valor. El Señor es el único tesoro. Todo lo demás sólo tiene sentido en Él, y si no nos separa de Él.
Francisco Fernández Carvajal: Como quieras Tú. Cuarenta meditaciones sobre la Pasión del Señor. Madrid, Ediciones Palabra, 1999.

jueves, 1 de abril de 2010

Jueves Santo.

"Este es mi cuerpo, ésta es mi sangre: haced esto en memoria de mí." Eucaristía y sacerdocio, testamento de amor. E inmediatamente dos respuestas: ternura de Juan, traición de Judas.
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Estación en San Juan de Letrán.
Blanco.
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En el momento mismo en que se tramaba su muerte, instituía el Salvador el medio de perpetuar su sacrificio y de inmortalizar entre nosotros su presencia. La Iglesia, en recuerdo de la cena, celebra hoy el santo sacrificio con una alegría especial. Emplea ornamentos festivos y canta el Gloria al son de las campanas.
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De Missa Solemni Verpertina in Cena Domini.

Propio de la Sancta Missa.