lunes, 30 de abril de 2012

SANTA CATALINA DE SIENA.


Virgen y Doctora de la Iglesia
n. 25 de marzo de 1347 en Siena (Toscana), Italia;
† 29 de abril de 1380 en Roma, Italia
Patrona de Siena (Italia); Europa; bomberos; enfermos; enfermeros; servicios de enfermería; personas ridiculizadas por su piedad. Protectora contra los incendios; las enfermedades del cuerpo; los abortos espontáneos; las tentaciones (en especial las que atentan contra la virtud de la pureza).
SAN CATALINA DE SIENA, Virgen y Doctora de la Iglesia
Donde está vuestro tesoro,
allí también estará vuestro corazón.
(Lucas 12, 34)
Santa Catalina de Siena tomó el hábito de Santo Domingo a la edad de 18 años. Sus austeridades, ya extraordinarias cuando vivía en la casa paterna, fueron desde entonces ilimitadas. Acaecióle, una vez, ayunar desde el Miércoles de Cenizas hasta la fiesta de la Ascensión, sin tomar alimento alguno fuera del espiritual de la Santa Eucaristía. Para recompensarla, Jesucristo imprimió en su cuerpo virginal los sagrados estigmas de su Pasión, le comunicó una inteligencia maravillosa de las Sagradas Escrituras, y se sirvió de ella para volver de Aviñón a Roma al Papa Gregorio XI, con lo que puso término a los males que desolaban a la Iglesia. Murió en 1380.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA
DE SANTA CATALINA
I. El corazón de Santa Catalina ardía del fuego del amor de Jesucristo. Abrasaban las llamas de este amor en su celo por la salvación de las almas, en su compasión por los pecadores, los pobres y los enfermos. Y tu corazón ¿a quién pertenece? ¿A las riquezas y a los placeres? Entonces es insensible al lamento de los pobres y a las inspiraciones del amor divino. ¡Señor! haced que os ame a Vos solo, y si amo algo más que lo haga por Vos. Dadme un corazón que Os ame (San Agustín).
II. Presentóle el Señor dos coronas, una de oro y otra de espinas, y la Santa eligió la de espinas, diciéndole que quería reproducir en ella la Pasión de su divino Maestro y gozarse en las penas y sufrimientos. Tú, en cambio, quieres en esta vida rosas y placeres; pronto se marchitarán las rosas y te quedarán espinas para toda la eternidad; porque es difícil gozar los bienes de este mundo y los del cielo (San Jerónimo).
III. El pensamiento continuo de la presencia de Dios la hizo salir victoriosa de todas sus tentaciones. Recogíase interiormente pensando en la Pasión de Jesucristo, en los castigos de los condenados y en su propia nada; estas consideraciones tornábanla insensible a las persecuciones de los hombres y hacíanla invencible a los asaltos del demonio. Piensa en Dios y en las verdades eternas, y nada temas ni desees en este mundo. Ahora no piensas sino en la tierra, por que tu tesoro y todas tus esperanzas están en la tierra y no en el cielo. Tu corazón y tu espíritu estarían en el cielo si allí estuviese tu tesoro (San Euquerio).
Meditar sobre la Pasión.
Orad por vuestro obispo.
ORACIÓN
Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de la bienaventurada Catalina, vuestra virgen,
al mismo tiempo que regocija nuestra alma, la enriquezca con sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S.

domingo, 29 de abril de 2012

Tercer Domingo después de Pascua.


Han pasado tres semanas de alegría. Ahora la Resurrección marcha rápida hacia la definitiva exaltación del Cristo, hacia la Ascensión... Hoy empezamos a pensar ya en la separación, y nuestra alegría se empaña con un halo de suave melancolía. Comenzamos levantando al Cielo gritos de Júbilo: "Cantad con júbilo a Dios, toda la tierra, entonad salmos a su Nombre". Pero San Pedro nos recuerda luego que somos extranjeros y peregrinos que todavía no hemos llegado a la Patria conquistada por la sangre de Cristo (Epístola), y que, por tanto, debemos trabajar, caminar y vivir con espíritu de los que se han revestido de Cristo. Reconociendo nuestra debilidad, pedimos a Dios que nos conceda, a todos los que llevamos el nombre de cristianos, la gracia de rechazar cuanto se oponga a este nombre y de seguir cuanto con él conviene (Oración). El primer peregrino es el mismo Cristo, que nos habla ya en el Evangelio de su próxima partida. Pronto va a privarnos de su presencia para poder enviarnos el Espíritu Santo, en el cual encontrarán los Apóstoles, y todos los nacidos y resucitados en Cristo, el valor necesario para llevar dignamente el nombre cristiano.
*

sábado, 28 de abril de 2012

Martirologio Romano (1956).


28 de Abril
SAN PABLO DE LA CRUZ, Confesor
  1. San Pablo de la Cruz, Presbítero y Confesor, que fue Fundador de la Congregación titulada de la Cruz y Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y descansó en el Señor el 18 de Octubre.
  2. En Ravena, el triunfo de san Vidal, Mártir, esposo de santa Valeria y padre de los santos Gervasio y Protasio; a quien, por haber recogido y enterrado con el debido honor el cuerpo de san Ursicino, detuvo el Consular Paulino, y, después de atormentarle en el potro, mandó que lo atrojasen en una profunda hoya, donde con tierra y piedras lo enterrasen, y con tal martirio pasó a unirse con Cristo.
  3. En Atina de Campania, san Marcos, que, ordenado Obispo por el Apóstol san Pedro, fue el primero que predicó el Evangelio a los Equí-colas; y en la persecución de Domiciano, y siendo Presidente Máximo, recibió la corona del martirio.
  4. En Brusa de Bitinia, los santos Mártires Patricio Obispo, Acacio, Menandro y Polieno.
  5. En el mismo día, los santos Afrodisio, Caralipo, Agapio y Eusebio, Mártires.
  6. En Panonia, san Folión, Mártir, en el imperio de Diocleciano.
  7. En Milán, santa Valeria, Mártir, mujer de san Vidal y madre de los santos Gervasio y Protasio.
  8. En Alejandría, el suplicio de santa Teodora, Virgen y Mártir; la cual, rehusando sacrificar a los ídolos, fue llevada a un lugar infame, del que, por especial favor de Dios, súbitamente la sacó un cristiano llamado Dídimo, cambiando con ella el traje; el cual más tarde, en la persecución de Diocleciano, y presidiendo Eustracio, fue con la misma Virgen atormentado, y con ella coronado.
  9. En Tarazona de la España Tarraconense, san Prudencio, Obispo y Confesor.
  10. En Corfinio de los Pelignos, san Pánfilo, Obispo de Valva, ilustre por su caridad con los pobres y por el don de milagros, cuyo cuerpo está sepultado en Sulmona.
  11. En la aldea de san Lorenzo, junto al Sèvre, diócesis de Luzón, san Luis María Grignion de Monfort, Confesor, Fundador de los Misioneros de la Compañía de María y de las Hijas de la Sabiduría, insigne por la forma de vida apostólica, por la predicación y por la devoción a la santísima Virgen; al cual el Papa Pío XII puso en el catálogo de los Santos.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

viernes, 27 de abril de 2012

III Encuentro Summorum Pontificum, en Brasil.


Del 10 al 14 de septiembre de 2012 se celebrará el III Encuentro Summorum Pontificum, en Brasil. Tendrá lugar en la Diócesis de Salvador, primada de Brasil, y contará con la colaboración de la Administración Apostólica de San Juan María Vianney. Más información, en el enlace.


jueves, 26 de abril de 2012

SANTOS CLETO Y MARCELINO.


Papas y Mártires
1: † hacia el año 89
2: † hacia el año 304 en Roma, Italia
SANTOS CLETO Y MARCELINO, Papas y Mártires
Haced, pues, penitencia y convertíos,
a fin de que se borren vuestros pecados.
(Hechos de los Apóstoles 3,19)
San Cleto, discípulo de San Pedro, murió mártir después de un pontificado de doce años. Fue el primer Papa que utilizó en sus cartas la fórmula: Salud y bendición apostólica.
San Marcelino, sucesor de San Cayo, gobernó a la Iglesia con tanto celo como sabiduría. “Junto con otros tres cristianos, Claudio, Cirino y Antonino, fue decapitado”, por confesar la fe de Cristo, después de haber sufrido calumnias e innúmeras angustias, bajo la persecución de Diocleciano.
MEDITACIÓNSOBRE LA DESCONFIANZA
EN UNO MISMO
I. Nada hay más frágil que el hombre; abandonado a su debilidad, es capaz de cometer los mayores crímenes. San Pedro prometió al Salvador que habría de morir antes que abandonarlo y, por unas palabras de una sirvienta, por tres veces renegó de su divino Maestro. ¿Qué más apto para hacernos temblar y para inspirarnos una saludable desconfianza en nosotros mismos? ¿Si han caído las columnas de la Iglesia, qué no nos sucederá a nosotros, que somos débiles como cañas? Señor, he caído por mi propia flaqueza; sólo por vuestra bondad me he levantado (San Agustín).
II. Si has caído en alguna falta, aunque fuese el más horrible de todos los crímenes, no te desanimes por ello; la bondad de Dios sobrepuja infinitamente a tu malicia. Vuelve a tu Padre; Él te espera, te llama y está preparado para recibirte; antes te cansarías de ofenderle que Él de perdonarte.
III. ¿Quieres corregirte de tus faltas? Prevé y huye de las ocasiones en las cuales has sucumbido; si no lo haces, las mismas causas producirán los mismos efectos. Examina tu vida y verás que las ocasiones y las compañías peligrosas son las que, todos los días, te hacen recaer en los mismos pecados. Un piloto no se acerca sino temblando al escollo donde antes naufragó; un convaleciente no se atreve siquiera a tocar el fruto que lo enfermó; solamente el pecador busca las ocasiones en las que se perdió. ¿Qué necesidad hay de ir a tal parte, donde cada día es preciso vencer o perecer? (San Jerónimo).
La desconfianza en uno mismo.
Orad por el Papa.
ORACIÓN
Pastor eterno, considerad con benevolencia a vuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestros bienaventurados mártires y soberanos pontífices Cleto y Marcelino, a quienes constituisteis pastores de toda la Iglesia. Por J. C. N. S.

miércoles, 25 de abril de 2012

LETANÍAS MAYORES O ROGATIVAS.


LETANÍAS MAYORES O ROGATIVAS
Las Rogativas (del latín rogare, rogar) o Letanías (del griego litaneia, súplica u oración), son oraciones solemnes instituidas por la Iglesia para ser rezadas o cantadas en ciertas procesiones públicas y para determinadas y extraordinarias necesidades. Sólo las encontramos en la liturgia dos veces al año: el 25 de abril, fiesta de San Marcos (letanías mayores) y el triduo que precede a la Ascensión (letanías menores).
El Papa y los Obispos pueden prescribirlas a los fieles en las calamidades y necesidades públicas, pero entonces figuran como actos extralitúrgicos. Los calificativos de mayores y menores sólo sirven para distinguir unas de otras.
Las Rogativas de San Marcos son de origen romano y datan, probablemente, del siglo IV. Primitivamente no estuvieron sujetas a día fijo. Fue San Gregorio Magno, en el primer año de su pontificado (590), quien las fijó definitivamente; ora, según unos, para dar mayor pompa a las fiestas que, en tal día, se celebraban para conmemorar el aniversario de la entrada de San Pedro en Roma; ora, según otros, en sustitución de los festejos paganos, llamados “Robigalia”, que en honor del dios Robigus organizaban, ya de antiguo, los labradores romanos, con procesión a través de los campos y sacrificios de animales, para interesar a la deidad en favor de los sembrados.
Nada tienen que ver con la fiesta de San Marcos, establecida mucho después, ni es necesario, por lo mismo, que coincidan ambas. Si la fiesta de San Marcos se traslada, no por eso se trasladan las Rogativas, a menos que ocurran el mismo día de Pascua, en cuyo caso se tienen el martes siguiente.
ORACIÓN
Os suplicamos, ¡oh Dios omnipotente!, que los que en nuestra aflicción confiamos en vuestra misericordia, hallemos en vuestra protección defensa contra toda adversidad.
Por J. C. N. S.

martes, 24 de abril de 2012

SAN FIDEL DE SIGMARINGA.


Mártir
n. 1577 en Hohenzollern, Alemania;
†24 de abril de 1622 en Grisons, Suiza
SAN FIDEL DE SIGMARINGA, Mártir
Os intimamos, hermanos, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo,
a que os apartéis de cualquiera de vuestros hermanos
que proceda desordenadamente.
(2 Tesalonicenses 3, 6)
Desde su infancia, este santo estuvo adornado de todos los dones de la naturaleza y de la gracia. Encargado por una familia noble de acompañar a tres jóvenes en un viaje a través de varios estados de Europa, trató de inspirarles el amor a la religión y el gusto a la piedad, más con sus ejemplos que con sus palabras. Algunas injusticias que no pudo impedir en el ejercicio de su profesión de abogado lo impulsaron a huir de los peligros del mundo. Se hizo capuchino y obró tantas conversiones que los calvinistas resolvieron deshacerse de él. Cayó bajo sus puñales asesinos invocando los nombres de Jesús y de María, el 24 de abril de 1622.
MEDITACIÓNSOBRE LAS BUENAS
Y MALAS COMPAÑÍAS
I. Huye de las malas compañías; insensiblemente se insinúa el vicio e insensiblemente desaparece el amor a la virtud. Acaso resistas en un principio, pero terminarás siendo arrastrado. Te familiarizarás con el vicio y no te avergonzarás ni de decir, ni de hacer lo que dicen o hacen los demás. ¡Desdichado! ¿Acaso tu misma experiencia no te ha demostrado ya cuán peligrosas son las malas compañías? Mira las faltas ajenas como una vergüenza, nunca como un ejemplo (San Euquerio).
II. El demonio no tiene instrumento más poderoso para perder un alma que un mal compañero; es el intérprete de su voluntad y el ejecutor de sus órdenes. Inficiona el entendimiento con sus máximas dañinas; arrastra la voluntad con sus ejemplos perniciosos. Es como un pájaro, a quien el demonio mantiene en su trampa, que busca atraer otros a ella. Opón tú a sus máximas y a sus ejemplos las máximas del Evangelio y los ejemplos de los santos.
III. Abandona lo antes posible esa mala compañía; huye de los habitantes de Sodoma o, de lo contrario, prepárate a perecer con ellos. Rompe con esa amistad peligrosa; por más santo que te creas, te asemejarás a quien frecuentas. Conversa con las almas santas: insensiblemente te inspirarán el amor a la virtud y el horror al vicio.
Huir de las malas compañías.
Orad por la Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis abrasado al bienaventurado Fidel con seráficos ardores de caridad, y que lo habéis coronado con la palma del martirio y con el don de milagros por su celo en la propagación de la fe, os suplicamos en nombre de sus méritos e intercesión, que de tal modo nos confirméis en la fe y en la caridad por vuestra divina gracia que podamos permanecer fieles hasta la muerte en vuestro servicio. Por J. C. N. S.

lunes, 23 de abril de 2012

SAN JORGE.

Mártir
n. hacia el año 275 en Nicomedia, Bitinia;
† degollado hacia el año 303 en Lod, Palestina
Patrono de trabajadores agrícolas; peones de campo; agricultores; granjeros; pastores; ovejas; arqueros; jinetes; caballos; caballeros; caballería; armeros; crusados; soldados; Boy Scouts; Inglaterra (por el Papa Benedicto XIV); leprosos; talabarteros; carniceros.
Protector contra la lepra; enfermedades de la piel; plagas.
SAN JORGE, Mártir
Combate valerosamente por la fe,
conquista la vida eterna para la cual fuiste llamado.
(1 Timoteo 6, 12)
¡Oh! ¡qué hermosa victoria la que este generoso soldado de Jesucristo obtuvo contra los tiranos! Diocleciano le había conferido el cargo de tribuno en recompensa de su valor, pero se lo quitó para castigar su fidelidad a Dios. Fue desgarrado con una rueda erizada de espadas, se le hizo rodar sobre el cuerpo una enorme piedra, se le sumergió en cal viva: salió vencedor en todos estos combates. Pidió entrar en el templo de los ídolos; fue allí conducido y, con una sola palabra, derribó todas las estatuas. Fue, finalmente, degollado, hacia el año 303.
MEDITACIÓNSOBRE EL PERFECTO
SOLDADO DE JESUCRISTO
I. San Jorge fue fiel a Jesucristo. El emperador no escatimó promesas, ni amenazas, ni tormentos para relajar su fidelidad; con todo, nada fue capaz de hacerla vacilar. ¿Cómo soportas tú los sufrimientos? ¿Si se pusiese a prueba tu fidelidad, preferirías antes perder bienes, honores y vida, que la fe? ¡Ay! una palabra te espanta, la prosperidad de un día te hace olvidar a Dios.¿Cómo resistirías la cólera de los tiranos, tú que no puedes resistir las burlas de un amigo? (San Jerónimo).
II. El santo fue tan valiente como fiel, pues no retrocedió ante los más crueles suplicios cuando se trató de defender la causa de Jesucristo. A ti la menor dificultad te espanta; quieres ser santo, pero a condición de sustraerte a las dificultades que se encuentran en el camino de la santidad. Mucho ardor pones en hacer triunfar tus proyectos y empresas; ¿acaso hay un proyecto, una empresa más importante que la de tu salvación?
III. La perseverancia es la virtud que debe asegurar tu salvación. Olvídate, pues, de las obras pasadas; considera lo que te falta para hacer; piensa en la corona que te espera, en Dios que es testigo de tus trabajos, en la eternidad que es la recompensa de éstos, y no te costará tanto sufrir. ¿Cuál es el santo que ha sido coronado sin pasar por la tribulación? Indaga, y verás que todos han sufrido adversidad (San Ambrosio).
La fidelidad a Dios.
Orad por los que son tentados.
ORACIÓN
Oh Dios, que para regocijar nuestras almas nos ofrecéis los méritos y la intercesión del bienaventurado mártir Jorge, concedednos, por vuestra gracia, las mercedes que os pedimos por su intermedio. Por J. C. N. S.

domingo, 22 de abril de 2012

Domingo del Buen Pastor.


Los antiguos cristianos de Roma se reunían hoy en San Pedro. Es el Domingo del Buen Pastor, el cual, después de su Resurrección, nombró a San Pedro, Pastor visible  de todas sus ovejas y corderos. Es el día de acordarnos lo que el Buen Pastor ha hecho por nosotros; "la tierra está llena de la misericordia del Señor.
Justos (bautizados, reconciliados, co-resucitados), alegraos en el Señor" (Introito).
La Misa revela una unidad perfecta. En la Oración volvemos a encontrar al Buen Pastor salvando a sus ovejas de toda suerte de peligros; en la Epístola aparece otra vez el mismo tema en boca de San Pedro.
En el Evangelio es el mismo Cristo quien nos dice: "Yo soy el Buen Pastor...". En la consagración de la Misa el Buen Pastor se hace presente real, personal y sustancialmente ante nuestros ojos bajo la apariencia de pan y vino para inmolarse en el altar. De este sacrificio fluyen hasta nosotros todas las misericordias, todas las gracias y fuerzas de la vida sobrenatural.
La parábola del Evangelio de hoy fue pronunciada por Jesús después de curar al ciego de nacimiento.
Habiendo expulsado los judíos a este ciego de la sinagoga, Cristo le ofrece como asilo su Iglesia y compara a los fariseos con los malos pastores que abandonan a sus ovejas.
La alegoría del buen Pastor ha sido siempre muy saboreada por las generaciones cristianas, y por eso vemos tantas veces representado a Cristo en las Catacumbas del siglo II y III como divino Buen Pastor, que carga con la oveja perdida.
*

sábado, 21 de abril de 2012

SAN ANSELMO.


Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
n. 1033 en Aosta, Italia;
† 21 de Abril de 1109 en Cantórbery, Inglaterra
SAN ANSELMO, Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
El humo de sus tormentos estará subiendo por los siglos de los siglos,
sin que tengan descanso ninguno de día ni de noche.
(Apocalipsis 14, 11)
San Anselmo dejó el mundo en la flor de su edad, y entró en el monasterio de Bec. Elegido arzobispo de Cantórbery, con tanta bondad y dulzura dirigió el rebaño confiado a sus desvelos, que ganó el afecto general. Fue su administración dulce y, sin embargo, de una prudente firmeza, como lo probó defendiendo valientemente los derechos de la Iglesia Romana contra el rey de Inglaterra a quien debía el episcopado. Poco antes de su muerte, impedido por su extrema debilidad de celebrar el Santo Sacrificio, se hizo llevar todos los días a la iglesia para oír Misa. Murió en 1109.
MEDITACIÓNEL PECADO MORTAL
MERECE PENA ETERNA
I. Es artículo de fe que todo hombre que muere en pecado mortal es condenado al fuego del infierno. Después de millones y millones de años, esas míseras víctimas de la cólera de Dios estarán apenas comenzando recién su suplicio. Implorarán la muerte, mas ella no acudirá en su auxilio. Eternidad, ¡qué espantoso es tu recuerdo! No nos pide Dios sino muy poco para que evitemos esta muerte eterna, y no queremos obedecerle (San Agustín).
II. Es justo que los pecadores sufran suplicios eternos, puesto que ofendieron a una Majestad infinita. Es preciso que los condenados sufran tormento mientras perduren en estado de culpa; ahora bien, en él permanecerán durante toda la eternidad, porque han muerto en su crimen y en el infierno no hay perdón que esperar. Los condenados conocieron cuando vivían a qué desgracia se precipitaban pecando; Dios los amenazó con ella para apartarlos del pecado; no obstante, ellos prefirieron ofenderle. ¿No es justo, acaso, que el impío viva siempre para sufrir siempre, puesto que hubiera querido vivir siempre a fin de poder pecar siempre?
III. Los condenados no podrán, mediante ningún sufrimiento, purificarse ni siquiera de un solo pecado mortal. Tanta es la malicia del pecado que si Dios lo castigara según el rigor de su justicia, ni la suma de satisfacciones de todos los hombres, aun cuando sufriesen penas infinitas durante toda la eternidad, podría expiar una sola falta mortal: es un Dios el ofendido, y es un hombre el que satisface. En fin, Dios es justo, y si castiga un solo pecado mortal con una eternidad de penas, es porque el pecado merece este espantoso castigo.
El pensamiento del infierno.
Orad por los herejes y los cismáticos.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis instruido a vuestro pueblo sobre los caminos de salvación por ministerio del bienaventurado Anselmo, haced, os lo suplicamos, que merezcamos tener como intercesor en el cielo a quien en la tierra nos disteis como doctor y guía. Por J. C. N. S.

viernes, 20 de abril de 2012

MERRY DEL VAL, PÍO X Y EL MODERNISMO (y II)

LA FIRME REACCIÓN DE LA SANTA SEDE ANTE LA CRISIS MODERNISTA

Otro de los más conocidos representantes del modernismo, Friedrich von Hügel (1852-1925) estuvo ligado con todos los protagonistas del movimiento por una amistad íntima. Su origen -su padre era austríaco y su madre escocesa-, su dominio de varias lenguas y, sobre todo, su vivísima inteligencia y su sensibilidad para todos los problemas de la época le convirtieron en un insustituible anillo de unión entre los diversos círculos nacionales, hasta el punto de que se le llamaba “el obispo laico del siglo XX”. Escribió diversos opúsculos y sobre todo animó y ayudó en muchas ocasiones a los amigos italianos, franceses e ingleses. Típicamente modernista era su intento de conjugar una fidelidad total y, sobre todo, interior, a la Iglesia con la hostilidad a lo que él llamaba absolutismo curial

En Italia no tuvo el movimiento modernista gran resonancia en el público medio, pero formó un grupo reducido entre algunos intelectuales-herederos o, por 1o menos, ligados idealmente al liberalismo católico del siglo XIX y algunos sacerdotes. Entre ellos podemos recordar a Tommaso Gallarati Scotti, Stefano Jacini y Alessandro Casati, agrupados en torno a la revista milanesa “Il Rinnovamento”. Iniciada en enero de 1907, ya en mayo fue objeto de una amonestación por parte del cardenal prefecto de la Congregación del Indice. El cardenal Ferrari comunicó la amonestación a los interesados y los redactores se declararon plenamente sumisos a la autoridad eclesiástica, pero simultáneamente apelaron a los derechos y deberes de conciencia y creyeron un derecho suyo no renunciar a su iniciativa.

Expresión típica de la mentalidad de la época es la novela de Fogazzaro “Il santo: Benedetto Maironi, tras haber vivido algún tiempo como huésped laico en el convento de Santa Escolástica de Subiaco, ejerce un apostolado taumatúrgico en el pueblecito de Jenne y se acerca a Roma, donde se atrae la admiración de cuantos sienten repugnancia hacia el catolicismo oficial, sofocado por los dogmas y por las leyes. El mismo Papa, al que se aparece Benedetto en modo muy extraño, admite, por lo menos hasta cierto punto, sus consejos y le confía que él mismo tiene que superar muchas dificultades dentro de la propia Curia. Entre tanto, se las apañan los intransigentes para arrancar al gobierno la orden de expulsión para Benedetto. Pero antes de la ejecución de la orden muere Benedetto. En casa de su amigo de Subiaco, Giovanni Selva, se discute un programa de reforma que recoge los temas tantas veces escuchados por el autor en las reuniones con el P. Genocchi, F. X. Kraus y otros. La novela carece de valor estético, pero motivó fuertes polémicas. Fogazzaro se sometió a la condena del Indice (4 de abril de 1906), pero siguió sosteniendo las mismas ideas en algunas conferencias pronunciadas en París algunos meses después, vinculándose al catolicismo liberal y a Rosmini.

Mayor interés aún reviste Ernesto Buonaiuti (1881-1946), profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario de Sant’Apollinare y luego, desde 1915, en la Universidad de Roma. Pasó rápidamente de la moderación inicial, que aun siendo favorable al método blondeliano de la inmanencia no rechazaba lo trascendente, al ataque neto al intelectualismo escolástico y a la áspera polémica de las “Lettere di un prete modernista” (1907) y de la revista “Nova et Vetera” (1908), que reduce el mensaje cristiano a un conato de reforma social y apunta luego hacia las posiciones más próximas al escatologismo de Loisy contenidas en las restantes obras. Parece, no obstante, que después de 1920 su radicalismo experimentó una evolución en sentido opuesto hacia tesis menos lejanas del sentido tradicional, aunque todavía no ortodoxas. Es indiscutible la fascinación que ejercía sobre cuantos le trataban de cerca, mientras se discute, en cambio, su originalidad y valor científico, sobre todo por su excesiva fecundidad y por las frecuentes contradicciones que se advierten en sus obras. La “Storia del cristianesimo” (1942) es una visión sustancialmente negativa de la historia postridentina: la decadencia de la Iglesia es el precio pagado a la lucha contra el jansenismo, que significaba para Buonaiuti el último intento de salvar el auténtico mensaje cristiano. El historiador permaneció en el seno de la Iglesia hasta 1921, bien porque conservase aún la fe, a pesar de todas sus dudas, bien porque pretendía ocultar sus verdaderas intenciones. A1 ser excomulado, se sometió, provocando en seguida nuevas excomuniones en 1924 y 1926 con sus publicaciones posteriores. Privado de su cátedra universitaria a raíz de los Pactos Lateranenses, murió Buonaiuti en 1946, rechazando las propuestas de reconciliación con la Iglesia que le presentó el cardenal Marmaggi, su antiguo superior en el seminario.

Algo distinta fue 1a evolución de Romolo Murri (1870-1944). Este sacerdote de la región de Las Marcas fue, mediante la revista “Cultura Sociale”, uno de los principales animadores del movimiento de la Democracia cristiana, que pretendía ser expresión de la actitud de los católicos en el nuevo clima histórico. Fue el suyo un distanciamiento práctico frente a las posiciones conservadoras de los dirigentes de la obra se unió gradualmente una crítica teórica del cristianismo muy parecida a la de Loisy y la de Tyrrell. Las divergencias disciplinares y doctrinales le llevaron a 1a suspensión a divinis (1907) y a la excomunión (1909), que acentuó en la “Rivista Culturale” el tono antijerárquico de su campaña, pero que fue perdiendo gradualmente el ascendiente entre los jóvenes que había caracterizado los primeros años de su actividad. Murió reconciliado con 1a Iglesia.

Pío X intervino inmediatamente de manera drástica. Le empujaban en esta dirección la conciencia de su responsabilidad, la gravedad real del peligro de las corrientes radicales y la forma furtiva y desleal con que trataban éstas de camuflarse, haciendo muy difícil su identificación. No hay que olvidar tampoco las presiones del ambiente que rodeaba al Papa, aunque sea difícil determinar siempre con objetividad si el primer impulso partía de él mismo o de los que le rodeaban; si los altos funcionarios de la Curia fueron sobre todo ejecutores de las directrices concretas del Pontífice (como quisieran los historiadores más hostiles al Papa) o más bien consejeros escuchados por él con diligencia. Es cierto que los secretarios personales del Papa impidieron o dificultaron muchas veces el acceso a él de personas poco gratas; fenómeno éste no raro en la historia de todos los gobiernos y que ya se había verificado en tiempo de Pío IX.

De todas formas, destacan algunos historiadores que quizás más importante fue la actuación de tres cardenales: el secretario de Estado, Merry del Val, el cardenal De Lai, prefecto de la Congregación Consistorial y el cardenal Vives y Tutó, capuchino, prefecto del Indice. Merry del Val era conocido por su piedad profunda y su severidad ascética, pero también por su temperamento batallador y su celo intransigente. Pío X le había elegido para tal puesto no sólo por su fidelidad y la identificación plena con sus sentimientos, sino también porque apreciaba en él la experiencia que a él mismo le faltaba. Mien¬tras que algunos reducen hoy el papel de Merry del Val al de fiel instrumento en manos de Pío X, otros sostienen que el cardenal intentó, y con resultado, imponer al Papa su propia línea política. Es cierto, con todo, que en diversas ocasiones hizo sentir con más dureza el peso de la autoridad, que el Papa solía usar con mayor dulzura. Los otros dos cardenales no sólo se valieron plenamente de los poderes de sus respectivos dicasterios, sino que invadieron frecuentemente, con aprobación plena del Papa, sectores que no caían bajo su competencia.

Más grave aún fue la actividad que desarrolló Umberto Benigni, profesor de historia en Sant’ Apollinare, predecesor luego de Eugenio Pacelli en la Secretaría de Estado y destituido repentinamente por el cardenal Gasparri por motivos poco claros. En los años críticos del modernismo fundó en 1907 “La Corrispondenza Romana”, que se convirtió en 1909 en “La Correspondance de Rome”, y organizó a sus corresponsales en una asociación secreta, el “Sodalitium Pianum”. Esta sociedad, compuesta de unos cincuenta miembros, se adjudicó la tarea de recoger informaciones reservadas sobre todos los sospechosos, aunque fuesen cardenales o generales de Ordenes religiosas, y transmitirlas directamente al Papa. Pío X aprobó el sodalicio, aunque fuese en forma genérica, y más de una vez le concedió ayudas. Así pudo Benigni organizar a la sombra de la Curia romana, conocedora de todo esto, un auténtico servicio de policía secreta. Resulta difícil distinguir en la actuación del “Sodalitium” (la “Sapiniére”, como lo llamaban amigos y enemigos, tomando pie de las iniciales de la asociación) la preocupación por servir a la Iglesia y la ambición de imponerse a ella misma. Benigni se convirtió de todas formas en la clave del llamado movimiento integrista, que al menos en cierto sentido (como lo admite también Congar), enlaza idealmente con la intransigencia de principios del siglo XIX y evidencia un fondo ideológico muy parecido.

A partir de 1903 se sucedieron las intervenciones pontificias con una constancia que revela una visión muy clara de las metas a alcanzar y una voluntad firme de atajar los peligros del modernismo. En diciembre de 1903, fue condenado Loisy; en 1904 se estableció la visita apostólica a todas las diócesis italianas; a partir de febrero de 1905 se inició la serie de las respuestas de la Comisión Bíblica (trece en nueve años) y poco después (1907) Pío X potenció la autoridad de la comisión, cuyas decisiones obligaban en conciencia a los fieles. En 1906 ocurrió la condena de la novela de Fogazzaro “Il Santo”. Pero el año decisivo fue 1907: En mayo la Congregación del Indice amonestaba a los redactores de la revista “Il Rinnovamento” y en julio el decreto “Lamnentabili” condenaba 65 proposiciones tomadas en su mayor parte de las obras de Loisy, relativas a la autoridad del magisterio eclesiástico, a la inspiración de la Sagrada Escritura, a la objetividad y a la inmutabilidad de los dogmas, a la divinidad de Cristo y al origen divino de la Iglesia y de los sacramentos.

En septiembre apareció la encíclica “Pascendi Dominici gregis", redactada en su mayor parte, al parecer, por el P. Giuseppe Lemius, OMI (1860-1923), si bien con la colaboración de otros teólogos, entre los cuales, sobre todo, el jesuita P. Billot, más tarde cardenal desde 1911. La encíclica se divide en dos partes, teórica y práctica, pero en ambas es idéntica la dureza de tono y las expresiones que recuerdan la “Mirari vos” y la “Quanta cura”. Los modernistas protestaron en seguida argumentando no haber sido comprendidos: Buonaiuti publicó en seguida, de modo anónimo “il programma dei modernisti”, donde declaraba que su pensamiento había sido tergiversado. El autor fue excomulgado, pero siguió celebrando Misa sin permiso.

Dos meses después, en noviembre de 1907, el motu proprio “Praesentia Scripturae” amenazó de excomunión a quien se opusiese a la encíclica. Después de la excomunión de Loisy en 1908 y de la de Murri en 1909, en 1910 el motu proprio “Sacrorum antistitum” imponía a diversas categorías de personas un juramento antimodernista especial, creando con esta medida ciertas dificultades en Alemania entre algunos profesores de Universidad, a los que más tarde se dispensó de la obligación. Se prohibía también a los seminaristas y estudiantes religiosos la lectura de periódicos: “omnino vetamus diaria quaevis aut commentaria quantumvis optima ab iisdem legi”. Simultáneamente se destituía a profesores sospechosos y se prohibían manuales y obras que daban gran margen a la crítica histórica.

Entre 1911 y 1912 fueron retirados de los Seminarios los comentarios bíblicos del P. Lagrange, el texto de historia de Funk, adoptado posteriormente en tantos Seminarios en las nuevas versiones preparadas por Bihlmeyer y Tüchle; entró en el Indice la “Histoire ancienne de 1′Eglise”, de Duchesne (1843-1922), por no destacar suficientemente el carácter sobrenatural de la Iglesia y de adoptar un tono demasiado duro y severo para con la jerarquía. Menudeaban al mismo tiempo las visitas apostólicas a los Seminarios y a las diócesis. En Milán, después de la primera visita tras la decisión de 1904, hubo otras dos inspecciones, en 1908 y 1911; en Perugia se clausuró el Seminario en 1910 y quedó destituido el rector. Un clima general de suspicacia pesaba sobre todos y la reacción antimodernista descargaba en algunas ocasiones indiscriminadamente sobre autores heterodoxos y sobre otros más libres de sospecha.

Los integristas lanzaban en sus periódicos acusaciones contra los personajes más notables y Pío X dejaba actuar a sus responsables, a la vez que recomendaba silencio y paciencia a los calumniados. De esta forma, no sólo el P. Genocchi y el P. Semeria se vieron invitados a salir de Italia, sino que fueron acusados ante Pío X Don Orione, el santo fundador de los Hijos de la Divina Providencia; el cardenal Maffi, arzobispo de Pisa; el general de la Compañía de Jesús, P. Wernz, y su sucesor, el P. Ledóchowski. Los órganos integristas, guiados e inspirados por Benigni, multiplicaron sus ataques un poco en todas las direcciones, pero especialmente contra los jesuitas. El conflicto más grave fue el que enfrentó a Pío X con el cardenal Ferrari, arzobispo de Milán, cuya causa de beatificación está introducida. Pío X se dejó impresionar por las voces que corrían en relación con Ferrari y con la diócesis ambrosiana, no refutó las acusaciones y reprendió e hizo reprender al cardenal por el apoyo que había dado a la prensa moderada, en contraste con la línea explícita del Papa. No es auténtica la frase que, atribuida a Pío X, según la cual parece que reconoció su error; lo cierto es que en Ferrari quedó siempre como una nota de amargura hacia el Papa.

Tomado de Historia de la Iglesia.

jueves, 19 de abril de 2012

LA CRISIS MODERNISTA Y EL PONTIFICADO DE PÍO X (I).

LOS ORÍGENES DE LA CRISIS

Explican los historiadores que la aspiración a una reforma de la Iglesia, presente siempre en todas las épocas, y que se había agudizado hacia la mitad del siglo XIX lo mismo en Italia que en Francia y Alemania (y que en cierto modo se había mezclado con la Cuestión Romana y con el risorgimento italiano), no había desaparecido, ni mucho menos, en los últimos años del siglo XIX y en los primeros del XX. En los ambientes conciliadores italianos, en torno a ciertos prelados abiertos y quizás sensibles a los signos de los tiempos, como el obispo de Cremona Mons. Bonomelli, el de Piacenza, el Beato Mons. Giovanni Battista Scalabrini (en la foto) y el cardenal oratoriano Capecelatro, arzobispo de Capua, reflorecían algunas actitudes reformistas típicas del catolicismo liberal italiano: el primado de conciencia, la conciliación entre autoridad y libertad, la autonomía de la ciencia, la liberación de las estructuras eclesiásticas superfluas, la renovación del culto y el distanciamiento de la política.

Ante la crisis del positivismo y un renacido interés por los problemas religiosos, sacerdotes inteligentes y sinceramente celosos estaban persuadidos, sin duda con buena voluntad, de que podía ser necesario apostar por un catolicismo menos ligado a los esquemas tradicionales, que suscitaban una insuperable desconfianza en la mentalidad moderna. Estas mismas tendencias afloraban en los países alemanes, donde Franz Xaver Kraus desde el “Allgemeine Zeitung” se alzaba contra la centralización romana, Hermann Schell en Würzburgo subrayaba la urgencia de una mayor participación de todos los católicos en la vida de la Iglesia, Joseph Müller en el Reformkatholizismus (1899) y Albert Ehrard (“El catolicismo y el siglo XX a la luz del desarrollo eclesiástico del tiempo presente”, 1901), representaban las pretensiones reformistas.

Junto a este reformismo genérico, que los historiadores han denominado rosminiano, se dibujaba otra exigencia: la de un programa de acción social más neto, que superase los límites en los que había enmarcado León XIII a la democracia cristiana, designada en la encíclica Graves de communi (1901) como “benéfica acción cristiana en favor del pueblo”. Y todavía más profundas eran las exigencias de algunos hombres más dados al estudio que a la acción, conscientes de las lagunas que presentaba la cultura eclesiástica italiana y extranjera a finales lo XIX en el terreno de los estudios positivos. La historiografía reciente (Aubert, Scoppola…) ha subrayado estas lagunas. En filosofía se abusaba fácilmente del argumento de autoridad, los ores modernos eran poco conocidos y el sentido histórico más bien limitado. La historia eclesiástica había sido introducida en los programas demasiado tarde como para que hubiese maestros bien preparados y textos científicamente aceptables 3. En teología se llevaba la palma el método especulativo; basta con pensar en Billot, excelente en la especulación pero bastante pobre en la parte positiva. En general, la Cuestión Romana, el “non expedit”, la intransigencia corriente en los ambientes católicos hacían que mirase con reservas a todo lo que viniese de ámbitos no ligados estrechamente a Roma.

Y, sin embargo, precisamente en aquellos años habían progresado notablemente los estudios positivos, históricos y bíblicos, merced sobre todo a eruditos alemanes, en su mayoría protestantes y racionalistas, y parecían poner a prueba muchos datos tradicionales en la doctrina católica, como la naturaleza de la inspiración, la interpretación del Génesis, la composición del Pentateuco, el origen del libro de Isaías y el valor histórico de los libros del Nuevo Testamento. Las dudas acababan por extenderse a la misma divinidad de Jesucristo y a la naturaleza de su mensaje. Se imponía, pues, la exigencia, vivamente experimentada en los ambientes más abiertos, de profundizar en los problemas y de contar con los nuevos datos, aceptando cuanto incluyesen de válido. Este intento fue realizado por Lagrange en la exégesis y por Duchesne y Batiffol en la historia, por limitarnos a unos nombres únicamente.

Pero no hay que olvidar otro factor: las tendencias de la filosofía moderna, que de una forma u otra se remiten a Kant, fueron desarrolladas y corregidas por Schleiermacher (1768-1834), quien revalorizando el sentimiento despreciado por Kant, fundaba la religión no sobre el imperativo moral, sino sobre el sentido de dependencia de Dios. Posiciones bastante próximas a éstas las había defendido de forma independiente en Italia el grupo de católicos liberales toscanos congregado en torno a Raffaele Lambruschini (1788-1873), para el que los dogmas tenían una función esencialmente negativa e instrumental, excluyendo algunos errores, despertando y manteniendo vivo e1 sentido religioso. En Alemania, Ritschl (1822-1889) había seguido la trayectoria de Schleiermacher y había llamado revelación a la experiencia religiosa inmanente en el hombre. Auguste Sabatier (1839-1901) profundizó estas teorías y las alejó de la ortodoxia católica. Maurice Blondel (1861-1949) en su obra de juventud “L’Action” (1893) hizo un intento de integrar y valorar el núcleo de verdad contenido en estas tendencias, esforzándose por interpretar en sentido ortodoxo el principio de inmanencia, aceptando la premisa del pensamiento moderno, que tiene por criterio único de verdad nuestra experiencia interior, las exigencias íntimas de nuestro ser, fundamentando en él la afirmación de un Dios trascendente. El oratoriano Laberthonniére (1860-1932) insistió, sobre todo, en la necesidad de entender las fórmulas dogmáticas como resultado de una amplia profundización histórica.

Cundía, por tanto, en los ambientes católicos de principios de siglo una sensación de malestar, que presentaba toda una vasta gama de actitudes diversas, que era preciso cribar una por una y que es difícil agrupar bajo un denominador común sobre todo porque como afirmó uno de los exponentes del movimiento, Ernesto Buonaiuti, “el carácter distintivo del Modernismo fue la misma indeterminación de su programa. Nunca atacó un punto concreto de la disciplina oficial”. Ante estas tendencias, se repitió a comienzos del siglo XX bajo Pío X todo lo sucedido a la mitad del siglo anterior en tiempo de Pío IX: La Curia romana, entre otras cosas por el carácter de los dos papas, no supo o no quiso distinguir entre los diversos aspectos, no separó los extremismos de las posiciones moderadas, entre los que creían en la trascendencia, los que dudaban y los que habían perdido la fe, sino que condenó en bloque las pretensiones de la base.

Entre aquellos cuya radicalidad les alejó de la ortodoxia católica en el modo de propugnar la renovación de la Iglesia hay que destacar a Alfred Loisy (1857-1940). Ordenado sacerdote después de largas vacilaciones, que recuerdan las parecidas perplejidades de otro heterodoxo del siglo anterior, Lamennais (condenado por Gregorio XVI), enseñó en el Instituto Católico de París, donde se ganó la simpatía de Mons. Duchesne, el gran historiador de la Iglesia antigua. Probablemente Loisy había perdido ya la fe y permanecía dentro de la Iglesia sólo por inercia. Destituido en 1893 por sus ideas cada vez más atrevidas, aprovechó el tiempo que le dejaba su modesto empleo de capellán de un convento de monjas para intentar una síntesis, que resumió en “L’Evangile et l’Eglise”, publicado en 1902, provocando inmediatamente una fuerte sacudida en los círculos intelectuales franceses y una refutación vigorosa por parte de Grandmaison, del P. Lagrange y de Mons. Batiffol. Ante las críticas y las condenas de diversas autoridades locales, Loisy se sometió, pero ratificando inmediatamente sus ideas en un nuevo libro, “Autour d’un petit livre”, siguiendo un proceder bien conocido en la historia de muchos intelectuales en conflicto con la jerarquía y que una vez más acerca Loisy a Lamennais. El intelectual francés interpretaba en sentido escatológico la predicación de Jesús, negaba la inmutabilidad y el valor objetivo de los dogmas, reducía el valor de la autoridad eclesiástica e introducía una completa separación entre la fe y la historia.

El cardenal Richard, arzobispo de París, se manifestó en seguida adversario decidido de Loisy, pero no consiguió la adhesión de la mayoría del episcopado francés. Tampoco logró disipar las vacilaciones del anciano León XIII, pero sí fue capaz de convencer a Pío X sin dificultades especiales. El 16 de diciembre de 1903, tres meses y medio después de la elección del nuevo Papa, entraban en el “Indice” cinco obras de Loisy, entre ellas las dos que acabamos de nombrar. Tras nuevas alternativas de pasos contradictorios por parte de Loisy, fue éste excomulgado el 7 de marzo de 1908. Nombrado profesor de historia de la religión en el Colegio de Francia, continuó hasta el fin de su vida en su actividad de escritor dentro de una línea cada vez más racionalista, hasta llegar a negar todo el fundamento de la religión cristiana e intentar sustituirla por una religión humanitaria en la que la Sociedad de Naciones y el presidente Wilson ocuparían el puesto de la Iglesia y del Papa. Intelectual reservado y retirado, casi misántropo o al menos fuertemente egocéntrico, no siempre sincero consigo mismo y con los demás, pensador sutil y cáustico, polemista y divulgador brillante, murió sin rectificar su actitud, tras afirmar que se había encontrado modernista sin haberlo pretendido.

En Inglaterra tuvo gran fama George Tyrrell (1861¬1909). Nacido y educado en el calvinismo, se convirtió al catolicismo y entró en 1a Compañía de Jesús. Pasó en seguida del ferviente tomismo a las tesis de los radicales, exaltando la libertad de conciencia en el campo de la investigación teológica. Después de haber caído sobre él varias medidas disciplinarias dentro de la Compañía, andaba buscando un obispo que lo acogiese en su diócesis como sacerdote secular, cuando salió en el “Corriere della Sera” del 3 de diciembre de 1905 su “Lettera confidenziale a un professore di antropología” que hacía tiempo que había sido divulgada clandestinamente. Sostenía Tyrrell que la reciente crítica histórica había demostrado la falsedad de muchos dogmas. Se le expulsó inmediatamente de la Orden y no encontró ningún obispo que le acogiese, quedando así suspendido de sus funciones sacerdotales, aunque no excomulgado. Murió en 1909 y se le dio la absolución bajo condición cuando ya estaba inconsciente. Dotado de una rara agudeza intelectual, profundamente emotivo, de talante nervioso e intolerante, Tyrrell magnificaba la libertad de conciencia y rechazaba toda autoridad, pero no aceptaba réplicas y criticaba ásperamente a los demás. No era precisamente soberbio, antes al contrario caía frecuentemente en la depresión. Jamás logró recuperar la calma ni encontrar su pleno equilibrio interior y siempre se mostró vacilante, ante todo con respecto a sí mismo y a sus propias opiniones.

Tomado de Historia de la Iglesia.

domingo, 15 de abril de 2012

Domingo de Quasimodo o “In Albis”.

Este domingo se llama de Quasimodo por las primeras palabras del Introito, o in Albis, porque los neófitos (adultos recién bautizados; en la antigüedad, en los comienzos del Cristianismo, había más bautismos de adultos que de niños) acababan de dejar sus blancas túnicas. La Iglesia compara a sus hijos con los niños recién nacidos y esa leche que les da de beber (Introito) es la fe en Jesús que les hará triunfar sobre el mundo. Esa fe tiene por fundamento el testimonio del Padre, que en el bautismo de Cristo (agua) le había ya proclamado Hijo suyo; del Hijo, que en la Cruz (sangre), se mostró verdaderamente Hijo del Padre; y del Espíritu Santo (fuego), el cual atestigua por la Resurrección de Jesús la divinidad del Salvador (Epístola).
También nos muestra el Evangelio cómo Cristo, que se apareció dos veces en el Cenáculo, después de confundir la incredulidad de Tomás, alabó a los que, sin haber visto, creen en Él.
Creamos nosotros en Jesús resucitado, y repitamos en presencia de la divina Eucaristía, donde está real y verdaderamente, aquel grito de fe y de humildad de Sto Tomás: "¡Señor mío y Dios mío!"
Cristo ha muerto por nuestros pecados; pero también ha resucitado para revestirnos de su justicia y devolvernos el derecho perdido a la herencia. "¡En tu resurrección, oh Cristo, se alegren cielos y tierra!" porque todos juntamente con Él resucitamos. Que estas alegrías pascuales perduren en nosotros y dejen impresa honda huella en nuestras almas.
Ya hace ocho días que vimos surgir vencedor de la muerte y del infierno. Cada domingo renovemos y honremos la memoria de su Santa Resurrección. Pidamos una gracia, gracia que las resume todas; gracia que tantas veces implora la liturgia de estos sacratísimos días: ut Sacramentum vivendo teneant; que estas fiestas pascuales y las gracias celestiales que en ellas llueven a torrentes, moribus et vita teneamus. Lo que equivale a aquella amonestación que el sacerdote nos dirigió al bautizarnos: serva baptismum tuum, guarda blanca la túnica de tu bautismo, y encendida la luz de la fe que en él se te dió; para que cuando el Esposo venga a llamarte a las bodas, puedas seguirle con todos sus Santos a los palacios del cielo y tener la vida eterna, y el gozo por los siglos de los siglos. ¡Amén, amén. Fiat, fiat!
*

sábado, 14 de abril de 2012

Oremus pro Pontifice nostro Benedicto XVI.

Oremus pro Pontifice nostro Benedicto XVI:
Dominus conservet eum, et vivificet eum,
et beatum faciat eum in terra,
et non tradat eum in animam inimicorum ejus.

jueves, 12 de abril de 2012

Las declaraciones del Obispo de São Carlos, Dom Paulo Sérgio Machado.

Tomado de Roma Aeterna.

Gracias a nuestros siempre atentos y vigilantes amigos de Secretum meum mihi nos enteramos de la aparición, en un boletín diocesano brasileño, del artículo escrito por el obispo de São Carlos, Dom Paulo Sérgio Machado, contra los católicos que desean recuperar los usos litúrgicos de la forma extraordinaria del rito romano y que es, velis nolis, un ataque en sordina pero despiadado al motu proprio Summorum Pontificum del Santo Padre Benedicto XVI. Que un prelado católico entre en liza con semejante espíritu de discordia y falta de caridad es francamente vergonzoso, pero, por desgracia no sorprende a quienes hemos padecido durante décadas una persecución velada pero efectiva por parte de nuestros pastores por el sólo hecho de reivindicar el derecho –reconocido por el Papa– a dar culto a Dios según el uso legado por la Tradición y que el proprio Concilio Vaticano II reconoció como legítimo y digno de promoverse por todos los medios. Publicamos a continuación nuestro comentario (en rojo) al artículo mencionado (cuyo texto va en negro). Nuestro reconocimiento al blog Fratres In Unum, por haber dado la voz de alerta publicando el texto en portugués y a Secretum meum mihi por darnos a conocer la traducción española.



El regreso a la Edad Media

Por: Dom Paulo Sérgio Machado, obispo de São Carlos (São Paulo, Brasil).
31 de marzo de 2012.

Ya el título es engañoso. Para empezar, no dice qué entiende por Edad Media, pero, a la luz del artículo, sin duda el obispo le da una connotación negativa, admitiendo el prejuicio iluminista de una suerte de “Edad de las Tinieblas” (ampliamente desmentido por los historiadores contemporáneos). Pero, hablando de materia litúrgica, debería más bien alegrarse de ese retorno al Medioevo, ya que fue a este respecto una época de “creatividad” y de “libertad”, a la que puso fin la codificación tridentina (por motivos que no es del caso desarrollar aquí). Ahora bien, si recuperar el Misal Romano promulgado en 1570 por san Pío V y nuevamente publicado en 1962 por el beato Juan XXIII es un retorno a la Edad Media, nos tememos que Dom Paulo Sérgio Machado no tiene muchas nociones sobre los períodos de la Historia. En 1570 hacía más de un siglo que aquélla había terminado...


No consigo entender cómo, en pleno siglo XXI, existan personas que quieren el regreso de la Misa en latín con el sacerdote celebrando “de espaldas al pueblo”, usando los pesados ornamentos “romanos”.



La misa en latín, “de espaldas al pueblo” y usando las “pesadas vestiduras romanas” puede referirse perfectamente al rito romano ordinario o de Pablo VI tanto como al rito romano extraordinario o “tridentino”. La edición típica vaticana del Novus Ordo está en latín; no hay en él ninguna rúbrica que obligue al celebrante a oficiar necesariamente vuelto versus populum y no se impone ningún estilo determinado de ornamentos, por lo cual los “romanos” (pesados o no) son compatibles con la forma ordinaria.

Por otra parte, refiriéndonos a la liturgia del usus antiquior no queremos ningún regreso, pues no se trata de que vuelva algo que se había ido (el propio papa Benedicto XVI admite que el misal tradicional nunca fue abrogado y permaneció en principio siempre vigente). Simplemente reclamamos que no se nos siga privando abusivamente de nuestra herencia litúrgica, a la que tenemos perfecto derecho.


Estamos celebrando en este año el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, cuando ya sentimos la necesidad de la realización un Vaticano III, y resulta que nos encontramos con gente que quiere volver al pasado.
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La conmemoración del cincuentenario del Concilio Vaticano II coincide precisamente con una época de revisión de sus interpretaciones y alcances a la luz de la experiencia acumulada a lo largo de todos estos años, la cual no es precisamente positiva en aspectos fundamentales de la vida de la Iglesia (si no, ahí están las estadísticas que muestran: descenso de las vocaciones sacerdotales, deserciones en el clero, abandono de la práctica en los fieles, vacilaciones masivas en el dogma, contestación de la moral católica, etc.). Si la aplicación del Vaticano II ha demostrado ser más problemática que satisfactoria y se requiere una franca revisión de la hermenéutica con la que se la ha llevado a cabo, ¿cómo se puede pensar en un Vaticano III? Plantearlo siquiera, máxime por parte de un obispo, es una irresponsabilidad y, además, un retorno al pasado: ya en 1967, el cardenal Leo Suenens de Malinas abogaba por un Vaticano III al juzgar que las reformas del Segundo eran superficiales. Curiosamente, desde el lado integrista también se propuso la convocatoria de un Vaticano III, pero en sentido inverso al del purpurado belga: en mayo de 1971, el abbé de Nantes organizó en París una campaña bajo el eslogan “Mañana el Vaticano III” para la cual movilizó a la Liga de la Contrarreforma Católica. Como se ve el obispo de São Carlos no es original y además nos retrotrae a los años salvajes del postconcilio, que tantos dolores de cabeza provocaron a Pablo VI. ¿Quién, pues, quiere volver al pasado


Y lo más preocupante es que se trata de personas que frecuentan la universidad, personas que han entrado en la universidad, pero en las que la universidad no ha entrado. Creo que es hora de que nuestros científicos inventen un dispositivo para “abrir cabezas”.


¿Qué quiere decir el obispo con esto? ¿Qué los que deseamos el rito tradicional somos personas obtusas y faltas de inteligencia? Aparte del insulto gratuito, el argumento se vuelve en su contra: si gente preparada y con estudios superiores se siente atraída por la antigua liturgia de la Iglesia y desea rendir culto a Dios con ella, es más bien porque dicha liturgia eleva el espíritu y abre las inteligencias a la experiencia de lo sagrado. Cuanto más educada es una persona, mayor es su receptividad a lo que es un tesoro de la cultura de Occidente, que ha inspirado a grandes artistas de todas las ramas del Arte a lo largo de la Historia y que ha ejercido fascinación sobre espíritus selectos de fuera de la Iglesia, no pocos de los cuales acabaron convirtiéndose a la fe católica precisamente por la belleza de la liturgia.

Y, por otra parte, no es cierto que sólo las personas con estudios superiores desean volver a dar culto a Dios en la forma tradicional: mucha gente sin mayor preparación intelectual intuye la riqueza que ella encierra y desea beneficiarse de ella, a lo que tienen perfecto derecho


El “desconfiómetro” ya está superado, quizás porque esas personas sospechan que están “fuera de línea”, “fuera de época”". Quieren a toda costa, volver al pasado. Viven de milagros y apariciones, de devociones y pietismo, ya felizmente superados.
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¿Qué significa ese galimatías del “desconfiómetro”? En todo caso, cabe desconfiar cuando se impone por la fuerza un rito completamente nuevo y se proscribe ilegalmente el venerable rito antiguo en nombre de ventajas pastorales que, al cabo, no se ven por ninguna parte, pues resulta que desde que se implantó la reforma litúrgica postconciliar por diktat, el panorama de la práctica religiosa se ha vuelto desolador. Quizás estamos “fuera de línea” y “fuera de época”: desde luego no es la nuestra la línea de la decadencia del culto y la desaparición del sentido de lo sagrado, ni nos interesa estar al día en una época que sacrifica lo permanente a lo efímero; la esencia a la moda. Y no, señor obispo, no queremos volver a toda costa al pasado: queremos simplemente recuperar la memoria que prelados como Vd. nos arrebataron a golpe de báculo, queremos gozar tranquilamente de la herencia de la Tradición que nos escamotearon. Queremos que el rito romano clásico sea nuestro presente.

Y en cuanto a eso de que vivimos “de milagros y apariciones, de devociones y pietismo, ya felizmente superados” es una apreciación totalmente gratuita y subjetiva de Dom Paulo Sergio Machado. En primer lugar, milagreros y aparicionistas (lo mismo que escépticos de lo sobrenatural) los hay en todos los campos, también en el de los fieles que asisten a la liturgia postconciliar. Para apreciar y amar el usus antiquior no hacen falta milagros ni apariciones: se basta éste a sí mismo por su valor intrínseco. Lo que no quiere decir, por otra parte, que creer en milagros y apariciones sea malo: si es en conformidad con el juicio de la Iglesia sobre tales fenómenos y dándoles el justo lugar que les corresponde como revelaciones privadas, que no suplantan la Revelación oficial, son incluso cosa buena y provechosa para quienes en ellos creen.

En segundo lugar, ¿a qué se refiere el señor obispo cuando habla de “devociones y pietismo ya felizmente superados”? ¿Tiene algo en contra de la piedad privada? Las visitas al Santísimo, el rosario, la devoción de los Primeros Viernes, la de los Cinco Sábados, la Hora Santa, el Viacrucis, la comunión espiritual, las letanías, los escapularios, etc., ¿le parecen mal? Porque si es así se pone en contra de lo que piensa Roma, que, a través de la Congregación para el Culto Divino, publicó en 2002 un “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia” donde se citan como proemio estas palabras del beato Juan Pablo II:

“La religiosidad popular, que se expresa de formas diversas y diferenciadas, tiene como fuente, cuando es genuina, la fe y debe ser, por lo tanto, apreciada y favorecida. En sus manifestaciones más auténticas, no se contrapone a la centralidad de la Sagrada Liturgia, sino que, favoreciendo la fe del pueblo, que la considera como propia y natural expresión religiosa, predispone a la celebración de los Sagrados misterios”.

Además, es falso y tendencioso decir que quienes queremos el rito romano clásico vivimos de “devociones y pietismo felizmente superados”. Vivimos principalmente de la fe, del santo sacrificio de la misa y de los sacramentos y, sólo en segundo lugar, de las devociones particulares que cada uno tenga a bien tener. Quizás en el pasado se substituyera a menudo la devoción privada a la oración pública de la Iglesia por la desidia de los párrocos en explicar el sentido de las ceremonias del culto al pueblo y por la comodidad de éste en no esforzarse por aprender a tener sentido litúrgico. Pero ello no autoriza a juzgar en bloque a los fieles afectos alusus antiquior, cuya cultura religiosa es, sin duda más ilustrada gracias a los medios con los que se cuenta hoy en día. La misa tradicional suele hoy ser seguida activamente por la mayoría de los que a ella asisten, respondiendo al sacerdote en latín y siguiendo atentamente lo que se desarrolla en el altar. Pocos son actualmente los que rezan otras cosas durante su celebración y aún en este caso, ¿quién es nadie para juzgar sin conocer las circunstancias particulares de cada uno?

Lo del pietismo no se comprende porque que se sepa, los afectos al rito romano clásico no somos protestantes


Imaginemos a un sacerdote que celebra en latín en una capilla rural. “Dominus vobiscum” “Et cum spiritu tuo”. El pueblo sencillo pensará que el sacerdote es preso de locura o, como mínimo, que está maldiciendo.


No hace falta imaginar la celebración en latín en capillas rurales. Fue una realidad hasta los años sesenta del siglo pasado y, a menos que el sacerdote no se hubiera tomado la molestia de catequizar a sus fieles, éstos no pensaban que estuviera loco o echando maldiciones, sino que seguían por lo común la santa misa con sencilla unción. Las palabras del obispo son ofensivas al pueblo, al que no cree lo suficientemente inteligente como para llegar a comprender el rito de la misa ni capaz de seguirlo. Curiosamente, cuando se dio la práctica proscripción de la misa antigua y se impuso la nueva, fueron precisamente los fieles de zonas rurales los que se quedaron mayormente perplejos.


Recuerdo el tiempo de mi infancia, cuando la misa era en latín. Las señoras piadosas, sin entender nada, rezaba el rosario. No tengo nada en contra del rosario (es más: rezo el rosario todos los días), pero el rosario es un rezo, no una celebración.

Pero eso no era culpa de las señoras piadosas, sino del párroco o sacerdote, que no se tomaba la molestia de explicar las sagradas ceremonias, como, en cambio, había ordenado el concilio de Trento que se hiciera. Así pues, lo malo no era el rito en sí, sino la indolencia de sus ministros en hacerlo comprensible y accesible al pueblo. Ahora bien, rezar el rosario durante la misa, dadas esas circunstancias, no era una solución desacertada, pues el rosario es el Evangelio resumido de la Vida, Pasión, Muerte y Gloria de Jesús, que es precisamente lo que se renueva en el sacrificio del altar.



Sólo falta defender el regreso de las famosas “mantillas” que cubrían las cabezas de las mujeres. Y yo pregunto: ¿por qué no las de los hombres? Sería hasta bonito ver a los hombres con “mantillas de encaje”. Pero difícilmente se encontraría a quienes las quisieran usar. A no ser algunos “cabezas de viento” que andan por ahí pretendiendo enseñar el Padre nuestro al párroco.

El antiquísimo y tradicional uso de las mantillas para cubrirse las mujeres la cabeza en la iglesia no es hoy imperativo, pero tampoco está prohibido, por lo tanto, es libre decisión de cada una. Nadie puede obligar a ninguna mujer a llevar mantilla en la iglesia ni impedírselo sea la celebración que fuere: tanto en rito tradicional como en rito moderno. En cuanto a la peculiar propuesta del obispo referente a que los hombres lleven mantilla, simplemente no es tradición cristiana y, de acuerdo con las reglas de trato social, los hombres deben descubrirse cuando están bajo techo. En cuanto a lo que dice de los “cabezas de viento”, no somos nosotros los que pretendemos saber más que nuestros párrocos; más parece que es dom Paulo Sérgio el que pretende enmendarle la plana al Papa, escribiendo este feroz ataque contra su motu proprio“Summorum Pontificum”.


Pero queda la pregunta: ¿qué hay detrás de todo esto? ¿Sólo nostalgia? Pienso que no. Es más que eso: es un deseo morboso, miedo a lo nuevo, aversión al cambio. Es lo que podríamos llamar —para usar una expresión francesa— “laissez faire, laissez passer”, un “dejar de hacer para ver si funciona”. Se trata de un intento de mantener el “status quo”, aunque ese “status quo” beneficie sólo a una media docena. Y los otros que se condenen.


Aquí el único nostálgico morboso, el que tiene miedo a lo nuevo y el que intenta mantener a toda costa el “status quo” es precisamente el obispo. Dom Paulo Sérgio Machado es un nostálgico de los tiempos postconciliares cuando se apabullaba, se ofendía o simplemente se ignoraba a los fieles que querían seguir rindiendo culto a Dios según el rito romano clásico, arbitrariamente suprimido en la casi totalidad del mundo católico, a pesar de que nunca fue abrogado. Tiene miedo a la nueva situación de “pax litúrgica” instaurada por el papa Benedicto XVI con su motu proprio “Summorum Pontificum”, porque sabe que muchos sacerdotes y fieles (sobre todo jóvenes, que no han conocido las controversias del pasado reciente), accediendo al rito antiguo y teniendo libertad de elección podrían pasar a él tranquilamente. Y defiende a capa y espada (por lo que se ve en su vehemente requisitoria contra el derecho reconocido por el Papa a los fieles de dar culto a Dios según la liturgia romana antigua) el “status quo” anterior de dictadura litúrgica en el que durante prácticamente cuatro décadas estuvieron cómodamente instalados los obispos mientras los laicos, cuya voz se suponía que debía ser escuchada en la Iglesia del postconcilio, eran hechos callar. Como al obispo de São Carlos no le gusta el motu proprio, esos “ignorantes” que queremos “la misa en latín”, “de espaldas” y “con pesadas casullas romanas”, que nos condenemos, ¿verdad? Eso antes de cumplir la voluntad del Papa netamente expresada en el motu proprio Summorum Pontificum, en la carta a los obispos que lo acompaña y en la instrucción Universae Ecclesiae.


Para estos puritanos el infierno está lleno de gente, cuando en realidad, es el cielo el que está lleno, porque Dios quiere la salvación de todos. Y no sólo la de apenas una minoría moralista que ve el pecado en todo y para quien el diablo es más poderoso que Dios.


Efectivamente, Dios quiere la salvación de todos, pero no todos se salvan desgraciadamente porque la salvación es un asunto que el Señor ha dejado a la libre elección de los hombres: “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”. Dios no condena; se condena el hombre. Infierno y Paraíso son dos lugares destinados a las almas que, en el momento de la muerte deciden su destino eterno. Pero así como podemos con seguridad afirmar la salvación de determinadas personas, no es lícito presumir la condenación de ninguna, porque nadie sabe lo que pasa entre el pecador y Dios en el instante supremo y la misericordia divina es infinita. Si hay gente obsesionada con el infierno y que manda a él alegremente a los prójimos, ciertamente no es porque a ello le induzca el rito romano clásico: justamente es todo lo contrario. Siempre se han encargado misas a los sacerdotes por los vivos y los difuntos, es decir, en última instancia por la salvación de las almas. Cuando el usus antiquior era todavía universalmente vigente muchos eran los encargos y fundaciones de misas por parte de particulares; con el Novus Ordo, en cambio, la gente ya no es tan generosa, en parte porque ya no se insiste en el valor propiciatorio del santo sacrificio y también porque el número de misas celebradas ha disminuido mucho, lo cual es un dato objetivo.

En cuanto a lo de que la salvación está reservada a “una minoría moralista que ve el pecado en todo y para quien el diablo es más poderoso que Dios”, se trata nuevamente de una apreciación subjetiva y gratuita del señor obispo. ¿De dónde saca semejante conclusión? Con pocos católicos afectos a la liturgia antigua debe haber tratado personalmente –si es que con alguno– porque la visión de un mundo en que todo es inexorablemente pecado y en que el demonio es más fuerte que Dios (luego Dios no sería Dios, sino el demonio) no es sencillamente católica. El pecado y el mal existen ciertamente en el mundo, pero también existe el bien y existe la gracia, que vence al pecado y trasciende el mal. El puritanismo moralista y maniqueo no ha sido nunca católico, sino calvinista.


“Rasgad vuestro corazón y no vuestras vestiduras”, dice el profeta. Gente que se preocupa por lavar las copas, las tazas, y no a las mentes y los corazones. Es la vieja posición de los fariseos —que todavía hoy son muchos— que criticaban a Jesús por sanar en Sábado. Recuerdo la historia de una persona que, al oír la noticia de que "Juan había asesinado a Pedro el Viernes Santo", dijo: “¿por qué no dejó para matarlo el sábado?” Para esta persona el día era lo más importante.
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Llamar “fariseos” a los católicos que simplemente queremos poder dar culto a Dios en paz según un rito legítimamente reconocido por la Iglesia es no sólo una temeridad, sino una falta total de justicia y caridad, especialmente grave viniendo de un obispo. ¿Qué razones tiene para juzgar de nuestra intención y declararnos sin más hipócritas? ¿Cómo sabe si nuestra devoción está de acuerdo o no con nuestra conducta?

Cabe preguntarse si no es más bien al contrario. ¿No hace él como los escribas y los fariseos y como los príncipes de los sacerdotes, que eran los que imponían cargas a los demás y exigían obediencia ciega? Esa misma obediencia que nos han impuesto con prepotencia desde la Jerarquía durante cuatro décadas, negándonos nuestro derecho. Recuerde, además, Dom Paulo Sérgio Machado a la hora de hacer símiles, que en tiempos de Jesucristo los escribas, los fariseos y los príncipes de los sacerdotes eran el poder religioso establecido y Jesús, sus apóstoles y seguidores, la minoría inconformista. Hoy, ¿quién está de qué lado? Los obispos son los que tienen el poder y los “inconformistas” somos nosotros, pues nuestra adhesión alusus antiquior parece ser contraria al establishment oficial. Pero nos cuidaremos bien, a diferencia de lo que hace Dom Paulo Sérgio, de llamarlo a él y a los obispos que como él se comportan “raza de víboras”.


Termino citando a dos pensamientos que hacen pensar: “El pasado es una lección para meditar, no para repetir” (Mário de Andrade, autor de Macunaíma), “Toma del altar del pasado el fuego, no las cenizas” (Jean Jures, líder socialista francés).

Ciertamente, el “pasado es una lección para meditarse, no para reproducirse”. Estamos completamente de acuerdo. No queremos en absoluto ninguna vuelta al pasado, sino vivir nuestra liturgia de siempre en el presente y en el espíritu actual impreso por el papa Benedicto XVI. No queremos volver a un pasado en el que la liturgia era en muchas ocasiones una cosa rutinaria. No queremos volver a un pasado en el que no se explicaba a los fieles el significado de las sagradas ceremonias. No queremos volver a un pasado en el que no se cuidaba el ars celebrandi y el valor de belleza en la liturgia. Tampoco, por supuesto, queremos volver al pasado de proscripción y de penalidades que tuvimos que sufrir por el solo hecho de querer conservar un rito venerable y perfectamente legítimo. Ni al pasado de abusos litúrgicos sin cuento, de escándalos y profanaciones a vista y paciencia de los que, por el contrario, tenían el deber de vigilar para que no se dieran aquéllos. Ni al pasado de la “autodemolición” de la Iglesia, denunciada por el papa Pablo VI y que el propio cardenal Virgilio Noè refirió especialmente a la aplicación de la reforma litúrgica postconciliar (de la que fue uno de los fautores). Lecciones son, por otra parte, que han de meditarse para que no se repitan los mismos errores ni las mismas injustas situaciones.

También concordamos con la cita de Jaurès: “Toma del altar del pasado el fuego, no las cenizas”. Ahora no sirve de nada maldecir lo que estuvo mal y lo que ya no tiene remedio, ni las persecuciones, ni las humillaciones, ni los malos ratos, ni los disgustos, ni los sufrimientos sobrellevados durante cuarenta años. Ya no son sino cenizas y ofrecidos están a Dios como penitencia por nuestras dejaciones e indolencias. Lo verdaderamente importante es tomar el fuego vivo que ha rescatado el Santo Padre de los rescoldos del pasado para encender los corazones en el celo de la casa de Dios que los consuma y hacer de la santa liturgia el lugar privilegiado de nuestro encuentro con Jesucristo en su Iglesia, tanto en la forma ordinaria como en la extraordinaria, que, por mucho que le pese al obispo de São Carlos, son ambas dos expresiones legítimas de la misma “lex orandi”.


O Retorno à Idade Média

Por Dom Paulo Sérgio Machado, bispo de São Carlos, SP – 31 de março de 2012

Não consigo entender como, em pleno século XXI, existam pessoas que querem a volta da Missa em latim, com o padre celebrando “de costas para o povo”, usando os pesados paramentos “romanos”.

Estamos celebrando, neste ano, os cinqüenta anos da abertura do Concílio Vaticano II, quando já sentimos a necessidade da realização de um Vaticano III e encontramos gente que quer retornar ao passado. E, o que é mais preocupante, são pessoas que freqüentaram a universidade, que entraram na universidade, mas a universidade não entrou neles. Penso que é hora de os nossos cientistas inventarem um aparelho para “abrir cabeças”. O “desconfiômetro” já está ultrapassado, mesmo porque estas pessoas não desconfiam que estão “fora de linha”, “fora de época”. Querem, a todo custo, a volta ao passado. Vivem de milagres e aparições, de devoções e pieguismo já, felizmente, ultrapassados.

Imaginemos um padre celebrando em latim numa capelinha rural. “Dominus vobiscum”. “Et cum spiritu tuo”.O nosso povo simples vai pensar que o padre está maluco ou, pelo menos, que o está xingando. Lembro-me de meu tempo de criança, quando a missa era em latim. As senhoras piedosas, não entendendo nada, rezavam o terço. Não tenho nada contra o terço -aliás eu rezo o rosário todos os dias- mas terço é reza, não é celebração.

Só falta defenderem a volta às famosas “mantilhas” que cobriam as cabeças das mulheres. E eu pergunto: por que não a dos homens? Seria até bonito ver os homens de “mantilhas rendadas”. Difícil seria encontrar quem as quisesse usar. A não ser alguns “cabeças de vento” que andam por aí querendo ensinar o pai posso ao vigário.

Mas, persiste a pergunta, o que está por detrás disso? Um saudosismo? Penso que não. É mais do que isso: é um desejo mórbido, um medo do novo. Uma aversão à mudança. É o que poderíamos chamar de -para usar uma expressão francesa – um “laissez faire, laissez passer”, um “deixa estar para ver como é que fica”. É uma tentativa de manter o “status quo”, mesmo que esse “status quo” beneficie a uma meia dúzia. E os outros é que se danem.

Para esses puritanos o inferno está cheio de gente; quando na verdade, cheio está o céu, porque Deus quer salvação de todos. E não apenas de uma minoria moralista que vê pecado em tudo e para quem o capeta é mais poderoso do que Deus. “Rasgai os vossos corações e não as vossas vestes”, diz o profeta. Gente que se preocupa em lavar os copos, as taças, e não as mentes e os corações. É a velha posição dos fariseus – que ainda hoje são muitos - que criticavam Jesus por curar no dia de sábado. Lembro-me da história de uma pessoa que, ouvindo a notícia de que o João havia assassinado Pedro na sexta feira santa, disse: “por que ele não deixou para matar no sábado?“ Para esta pessoa o dia era o mais importante.

Termino citando dois pensamentos que fazem pensar: “O passado é uma lição para se meditar, não para se reproduzir” (Mário de Andrade — autor de Macunaíma); “Leve do altar do passado o fogo, não as cinzas” (Jean Jures — líder socialista francês).

Nosso agradecimento ao leitor Dionisio Lisbôa pela indicação.