lunes, 31 de agosto de 2009

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, VIII.

“La experiencia nos enseña que las almas que tienen oración difícilmente caen en desgracia de Dios, y si alguna vez tienen alguna caída, pronto se levantan y vuelven a Dios, si es no han dejado la oración. “Si en ella persevera –decía Santa Teresa-, por pecados y tentaciones y caídas de mil maneras que ponga el demonio, en fin, tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación, como, a lo que ahora parece, me ha sacado a mí” (Vida, c.8).
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“Todos los santos se santificaron con la oración mental.
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“Ella es aquel feliz horno en que las almas se abrasan en el amor divino: En mi meditación se reanima el fuego (Sal. 38, 4).
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“Tenía San Vicente de Paúl por verdadero milagro que, asistiendo un pecador a las misiones o ejercicios, no se convirtiera; y, sin embargo, quien habla en los ejercicios o en las misiones no es más que un hombre; en la oración mental, el que habla al alma es el mismo Dios: La llevaré a la soledad y le hablaré al corazón.
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“Escribe Santa Catalina de Bolonia: “El que no tiene frecuente oración se priva del lazo que más fuertemente une el alma con Dios; por lo que no será difícil que, al verla sola, el demonio logre conquistarla”. Y añade en otra parte: “¿Cómo se puede creer que hay amor de Dios en un alma que no tiene interés en acercarse a El por la oración?” ¿Dónde se encendían los santos en amor divino sino en la oración?.
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“Por medio de la oración, de tal modo ardía San Pedro de Alcántara, que tuvo que arrojarse en cierta ocasión a un estanque helado, y este comenzó a hervir como una caldera de agua puesta al fuego.
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“San Felipe Neri se inflamaba tanto en la oración que le daban temblores que movían todo su cuarto.
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“San Luis Gonzaga ardía de tal modo en la oración que hasta su mismo rostro aparecía inflamado, y el corazón latía con tanta violencia que parecía iba a saltar del pecho.
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“Por la fuerza de la oración –dice San Lorenzo Justiniano- se vence la tentación, se disipa la melancolía, se refuerza la virtud, se enciende el fervor y se aviva la llama del amor divino” Con razón afirmaba San Luis Gonzaga que “quien no tiene mucha oración, nunca llega a un grado eminente de santidad”.
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De: Una sola cosa es necesaria.

domingo, 30 de agosto de 2009

Santa Rosa de Lima.


XIII domingo después de Pentecostés (II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. En América latina se celebra Santa Rosa de Lima, virgen, patrona principal (I clase, blanco) Se hace conmemoración del domingo.
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La flor hermosa de la virginidad, sólo puede conservarse pura y fragante entre las espinas de la mortificación.
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El día 20 de abril de 1586 nació en Lima, en el Perú, de padres humildes y honrados. Desde niña amó a Dios de todo corazón y le consagró su rara hermosura con voto de virginidad. Esta bellísima Rosa vivió entre las espinas del padecer, porque el deseo que tenía de imitar a Cristo crucificado hízola llevar una vida muy penitente; y, para hacerlo con perfección, a los veinte años recibió el hábito de tercera Orden de Santo Domingo. Se disciplinaba con cadenas de hierro todas las noches, hasta derramar mucha sangre. Pasaba quince días, y a veces un mes, sin comer ni beber, sustentándose con solo el pan del Sacramento y las palabras que proceden de la boca de Dios. Fue muy amiga de la oración y de la soledad, y tuvo espíritu de profecía. Muchas veces se le apareció Cristo en forma de niño, y fue muy favorecida de su Santísima Madre, quien quiso que se llamase Rosa de Santa María. Descanzó en paz el día 24 de agosto, año de 1618, a los treinta y dos de su edad, siendo canonizada por Clemente X el dia 12 de abril de 1671.
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ORACIÓN
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Oh Dios poderoso, dispensador
de todos los bienes, que habéis
provisto a la bienaventurada
Rosa con el rocío de la gracia
celestial, y que la habéis
hecho brillar en América con
el fulgor de la virginidad y
de la paciencia, concedednos
la gracia a nosotros servidores
vuestros, de correr tras el olor
de sus perfumes, y merecer así
llegar a ser un día el buen olor de
vuestro Hijo, que, con Vos y el
Espíritu Santo, vive y reina
por los siglos de los siglos. Amén.
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Los textos propios de la Sancta Missa del domingo los obtienes aquí.

sábado, 29 de agosto de 2009

La degollación de San Juan Bautista.


No hay crimen a que no arrastre la lujuria.
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(III clase, rojo) Conmemoración de Santa Sabina. Gloria y prefacio común. 2ª oración de Santa Sabina.
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Habiéndole robado Hérodes a su hermano Filipo, vivo aún, a Herodías su mujer, con escándalo de todo el pueblo, inflamado San Juan Bautista en celo por la gloria de Dios, abandonó el desierto para reprender al Rey por su inicua conducta, y Herodías buscó la ocasión de quitar la vida al santo profeta.

Aunque Herodes temía a San Juan, sabiendo que era varón santo, con todo eso le hizo prender y llevar a la cárcel. Celebrando el día de su nacimiento con un espléndido convite, después de haber cenado mandó que una hija de Herodías bailase delante de todos los convidados, y ella lo hizo con tal donaire y agrado del Rey, que la ofreció concederle cuanto pidiese, aunque fuera la mitad de su reino. Ella, instada por su vengativa madre, pidió la cabeza de Juan, que no tardó en verla presentada a Herodes, quien mandó entregarla a la joven, de cuyas manos pasó prontamente a las de Herodías.

Venérase en Roma parte de la santa cabeza del glorioso Precursor.
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ORACIÓN
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Haced, os lo suplicamos, Señor,
que la piadosa solemnidad del
bienaventurado Juan Bautista,
vuestro precursor y mártir, nos
obtenga gracias eficaces de salvación.
Vos que, siendo Dios, vivís y reináis
en unidad con el Padre y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos. Amén.

viernes, 28 de agosto de 2009

San Agustín, Obispo, Confesor y Doctor.


Por habituado que uno esté al vicio y al error, siempre encontrará la verdad si la busca de buena fe.
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“Adésto suplicatiónibus nostris, omnípotens Deus:et, quibus fidúciam sperándae pietátis indúlges, intercedénte beáto Augustíno, Confessóre tuo atque Pontífice, consuétae misericórdiae tríbue benígnus efféctum. Per Dóminum”. (Atiende a nuestras súplicas, oh Dios todopoderoso; y pues nos concedes esperar confiados en tu bondad, por la intercesión de S. Agustín, tu Confesor y Pontífice, danos benigno el efecto de tu acostumbrada misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo).
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“San Agustín había sido educado cristianamente por su madre, Santa Mónica. Como consecuencia de este desvelo materno, aunque hubo unos años en que estuvo lejos de la verdadera doctrina, siempre mantuvo el recuerdo de Cristo, cuyo nombre “había bebido”, dice él, “con la leche materna”. Cuando al cabo de los años, vuelva a la fe católica afirmará que regresaba “a la religión que me había sido imbuida desde niño y que había penetrado hasta la médula de mi ser”. Esa educación primera ha sido, en innumerables casos, el fundamento firme de la fe, a la que muchos han vuelto después de una vida quizá muy alejada del Señor.
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“El amor a la verdad que siempre estuvo en el alma de Agustín, y especialmente el leer algunos libros de los clásicos, no le libró de caer en errores graves y en llevar una vida moral lejos de Dios. Sus errores consistieron principalmente “en el planteamiento equivocado de las relaciones entre la razón y la fe, como si hubiera que escoger necesariamente entre una y otra; en el presunto contraste entre Cristo y la Iglesia, con la consiguiente persuasión de que para adherirse plenamente a Cristo hubiera que abandonar la Iglesia; y en el deseo de verse libre de la conciencia de pecado no mediante su remisión por obra de la gracia, sino mediante la negación de la responsabilidad humana del pecado mismo”.
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“Después de años de buscar la verdad sin encontrarla, con la ayuda de la gracia que su madre imploró constantemente llegó al convencimiento de que sólo en la Iglesia católica encontraría la verdad y la paz para su alma. Comprendió que fe y razón están destinadas a ayudarse mutuamente para conducir al hombre al conocimiento de la verdad, y que cada una tiene su propio campo. Llegó al convencimiento de que la fe, para estar segura, requiere la autoridad divina de Cristo que se encuentra en las Sagradas Escrituras, garantizadas por la Iglesia.
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“Nosotros también recibimos muchas luces en la inteligencia para ver claro, para conocer con profundidad la doctrina revelada, y abundantes ayudas en la voluntad para mantener en nuestra alma un estado de continua conversión, para estar cada día un poco más cerca del Señor, pues “para un hijo de Dios, cada jornada ha de ser ocasión de renovarse, con la seguridad de que, ayudado por la gracia, llegará al fin del camino que es el Amor.
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“Por eso, si comienzas y recomienzas, vas bien. Si tienes moral de victoria, si luchas, con el auxilio de Dios, ¡vencerás! ¡No hay dificultad que no puedas superar!”. El Señor nunca niega su ayuda. Y si tuviéramos la desgracia de separarnos de Él gravemente, nos esperará cada instante como el padre del hijo pródigo, como aguardó durante tantos años la vuelta de San Agustín”.
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De: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios, Tomo 7, Madrid: Ediciones Palabra, 1987.

jueves, 27 de agosto de 2009

La Sancta Missa según los santos (V).

San Francisco Javier Bianchi:
"Cuando oigan que yo no puedo ya celebrar la Misa, cuéntenme como muerto".
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San Buenaventura:
"La Santa Misa es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido".
"Hay en la Santa Misa tantos misterios como gotas de agua en el mar, como átomos de polvo en el aire y como ángeles en el cielo; no sé si jamás ha salido de la mano del Altísimo misterio más profundo.
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"San Gregorio el Grande:
"El sacrificio del altar será a nuestro favor verdaderamente aceptable como nuestro sacrificio a Dios, cuando nos presentamos como víctimas".
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Santa Margarita María Alacoque:
Cuando asistía a la Santa Misa, al voltear hacia el altar, nunca dejaba de mirar al Crucifijo y las velas encendidas. Por qué? Lo hacía para imprimir en su mente y su corazón, dos cosas: El Crucifijo le recordaba lo que Jesús había hecho por ella; las velas encendidas le recordaban lo que ella debía hacer por Jesús, es decir, sacrificarse consumirse por El y por las almas.
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San Andrés Avellino:
"No podemos separar la Sagrada Eucaristía de la Pasión de Jesús".

miércoles, 26 de agosto de 2009

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, VII.

“Sin nuestras súplicas, Dios no nos concederá sus gracias, y sin su gracia no podemos observar los mandamientos; por lo cual, el apóstol exhortaba a sus discípulos a una oración continua: Rezad sin interrupción (1 Tes. 5, 17).
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“Todos somos unos mendigos espirituales: Pobre y mendigo soy, decía el salmista; ahora bien: el mendigo no tiene más entradas que las limosnas de los ricos; esa es también nuestra riqueza: el pedir; porque pidiendo, por la oración, obtenemos la gracia de las manos de Dios.
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“Sin oración –asegura el Crisóstomo- es imposible practicar las virtudes”.
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“Y ¿de dónde procede, en realidad, la disolución de costumbres que presenciamos –decía el sabio prelado Monseñor Abelly-, sino de la falta de oración? Dios tiene verdaderos deseos de enriquecernos con sus gracias; “pero quiere que se las pidamos –advierte San Gregorio-; quiere como que le forcemos a dárnoslas por medio de la oración. El que cuida de rezar no es posible que caiga en pecado”, escribe San Juan Crisóstomo; y en otra parte dice que “cuando ve el demonio que acudimos a la oración, deja de tentarnos”.
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“De esta necesidad absoluta en que estamos de orar, nace la obligación moral de la meditación; porque, si no meditamos, viviendo distraídos con los afanes del mundo, no conoceremos nuestras necesidades espirituales, ni los peligros que amenazan a nuestra salvación, ni los medios que hemos de emplear para vencer las tentaciones, ni la misma necesidad en que estamos de orar; con eso abandonaremos las súplicas, y sin ellas vamos seguros a la perdición. (…)
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“De ordinario, las oraciones vocales se hacen distraídamente, más con la voz de la boca que con la del corazón, sobre todo cuando se juntan muchas oraciones, y más aún cuando los que las hacen no tienen oración mental; por eso Dios las oye muy de lejos y apenas si les presta atención.
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“Hay muchos que rezan el Rosario, el Oficio Parvo de la Virgen, y hacen otras devociones exteriores, y, sin embargo, continúan metidos en sus pecados; en cambio, las almas de oración es imposible que permanezcan en pecado: o dejarán el pecado, o dejarán la oración. Lo decía un gran siervo de Dios: “Vida de oración y pecado no pueden estar juntos”.
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De: Una sola cosa es necesaria.

martes, 25 de agosto de 2009

Traditio et Fides.


Bienvenidos a un blog tradicional católico, Traditio et Fides.
Bienvenidos a los que pasais por este blog tradicional católico os invito a seguirlo y a que deis vuestras opiniones que espero sean de agrado de todos... Gracias.
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Tradición y Fe.
Os invito a que descubráis el tesoro que S.S. Benedicto XVI nos ha regalado a toda la Iglesia, que es nada más y nada menos que el mejor regalo que nos a podido dar un Papa; la recuperación de un rito que tiene más de 1.000 años de existencia que fue codificado en 1570 por San Pío V y expresa el sacrificio eucarístico de forma íntegra, además nos traslada espiritualmente hacia tres dimensiones: hacia el Reino de los cielos, donde celebran los ángeles; hacia la celebración de la Liturgia a través de los siglos; y hacia el esperado y por venir Reino de Dios.Esta maravillosa conexión de los cielos con la historia manifiesta que la Liturgia es la vivencia mística y el profundo convencimiento de que "Cristo entre nosotros, estuvo, está y estará", pues en Cristo existe una profunda relación entre el pasado, el presente y el futuro. De esta manera, la Liturgia es algo más que el mero recuerdo de palabras y acciones de Cristo. Es la realización de la presencia real de éste mismísimo Cristo, el cual prometió que estará siempre en donde se reúnan dos o tres en su nombre.

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, VI.


“Sin oración no puede haber fuerza para resistir al enemigo ni para practicar las virtudes cristianas: la oración es para el alma lo que el fuego para el hierro; cuando el hierro está frío es duro y difícil de trabajar, pero “puesto al fuego se ablanda y entonces el forjador le da la fuerza que desea”.
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“Para observar los mandamientos y consejos divinos se necesita tener un corazón blando; es decir, dócil y fácil para recibir las impresiones de las inspiraciones divinas y para ponerlas en práctica, que es lo que pedía Salomón al Señor: Darás a tu siervo un corazón dócil.
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“Al presente, y por causa del pecado, nuestro corazón es naturalmente indócil y duro, porque estando inclinado al placer sensual, recalcitra contra las leyes del espíritu, como se lamentaba el apóstol: Siento en mis miembros otra ley que lucha contra la ley del espíritu (Rm. 7, 23). Sólo se hace blando y dócil el corazón bajo el influjo de la gracia que se le comunica en la oración; al considerar la bondad divina, el amor que Dios nos ha demostrado y los inmensos beneficios que nos ha hecho, se inflama nuestro corazón, se enternece, y se convierte en materia apta para seguir las voces de Dios; pero sin oración el corazón quedará como antes era, duro, reacio y recalcitrante, y acabará en la ruina: El corazón duro acabará mal, y el que ama el peligro en él perecerá (Ecli. 3, 27).
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“Con razón exhortaba San Bernardo al Papa Eugenio que no dejara la oración por el vértigo de los negocios: “Temo, Eugenio, que la balumba de los negocios te arrastre a dejar la oración y la meditación y se te endurezca con esto el corazón, que no podrá aborrecer sus defectos, porque nos los verá”.
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“Quizá a alguno se le ocurra pensar que es cosa perdida y ociosa el tiempo que dan a la oración las almas fervorosas, pudiendo emplearlo en obras útiles, como ellos dicen. Esos tales no saben que en la oración es donde hacen las almas acopio de fuerzas para derrotar al enemigo y practicar las virtudes. De ese reposo proceden las fuerzas, según San Bernardo.
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“Es lo que significaba el Amado con aquellas palabras: Nos despertéis a mi esposa hasta que ella quiera (Cant. 3, 5). Dice hasta que ella quiera, porque el sueño, o sea el reposo que toma el alma en la oración, debe ser voluntario, pero, al mismo tiempo, es necesario para la vida espiritual: el que no duerme no puede trabajar ni seguir el camino, sino que va cayéndose de cansancio. El alma que no reposa y no toma fuerzas en la oración no tiene fuerzas para practicar el bien y resistir a las tentaciones, y va dando tumbos por e camino”.

(De: Una sola cosa es necesaria).

lunes, 24 de agosto de 2009

La Sancta Missa en la vida del cristiano, (IV).


“Ecce Agnus Dei… Domine, non sum dignus… Vamos a recibir al Señor. Para acoger en la tierra a personas constituidas en dignidad hay luces, música, trajes de gala. Para albergara a Cristo en nuestra alma, ¿cómo debemos prepararnos? ¿Hemos pensado alguna vez en cómo nos conduciríamos, si sólo se pudiera comulgar una vez en la vida?
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“Cuando yo era niño, no estaba aún extendida la práctica de la comunión frecuente. Recuerdo cómo se disponían para comulgar: había esmero en arreglar bien el alma y el cuerpo. El mejor traje, la cabeza bien peinada, limpio también físicamente el cuerpo, y quizá hasta un poco de perfume… Eran delicadezas propias de enamorados, de almas finas y recias, que saben pagar con amor el Amor.
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“Con Cristo en el alma, termina la Sancta Missa: la bendición del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nos acompaña durante toda la jornada, en nuestra tarea sencilla y normal de santificar todas las nobles actividades humanas.
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“Asistiendo a la Sancta Missa, aprenderéis a tratar a cada una de las Personas divinas: al Padre, que engendra al Hijo; al Hijo que es engendrado por el Padre; al Espíritu Santo que de los dos procede. Tratando a cualquiera de las tres Personas, tratamos a un solo Dios; y tratando a las tres, a la Trinidad, tratamos igualmente a un solo Dios único y verdadero. Amad la Missa, hijos míos, amad la Missa. Y comulgad con hambre, aunque estéis helados, aunque la emotividad no responda: comulgad con fe, con esperanza, con encendida caridad.
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“No ama a Cristo quien no ama la Sancta Missa, quien no se esfuerza en vivirla con serenidad y sosiego, con devoción, con cariño. El amor hace a los enamorados finos, delicados; les descubre, para que los cuiden, detalles a veces mínimos, pero que son siempre expresión de un corazón apasionado. De este modo hemos de asistir a la Sancta Missa. Por eso he sospechado siempre que, los que quieren oir una Missa corta y atropellada, demuestran con esa actitud poco elegante también, que no han alcanzado a darse cuenta de lo que significa el Sacrificio del altar.
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De: San Josemaría Escrivá: Es Cristo que pasa, 14 de abril de 1960

domingo, 23 de agosto de 2009

Suscípiens autem Jesus.


“Suscípiens autem Jesus, díxit: Homo quídam descendébat ab Jerúsalem in Jéricho, et incidit in latrónes, quie étiam despoliavérunt eum… (Entonces Jesús, tomando la palabra dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, los cuales le despojaron…) Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam 10, 23-37.
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“En el camino de nuestra vida vamos a encontrar gente herida, despojada y medio muerta, del alma y del cuerpo. La preocupación por ayudar a otros, si estamos unidos al Señor, nos sacará de nuestro camino rutinario, de todo egoísmo, y nos ensanchará el corazón guardándonos de caer en la mezquindad. Encontremos a gentes doloridas por falta de comprensión y de cariño, o que carecen de los medios materiales más indispensables; heridas por haber sufrido humillaciones que van contra la dignidad humana; despojados, quizá, de los derechos más elementales: situaciones de miserias que claman al cielo El cristiano nunca puede pasar de largo, como hicieron algunos personajes de la parábola.
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“También encontraremos cada día a ese hombre al que han dejado medio muerto porque no le enseñaron las verdades más elementales de la fe; o se las han arrebatado mediante el mal ejemplo, o a través de los grandes medios modernos de comunicación al servicio del mal. No podemos olvidar en ningún momento que el bien supremo del hombre es la fe, que está por encima de todos los demás bienes materiales y humanos. “Habrá ocasiones en que, antes de predicar la fe, haya que acercarse al herido que está al borde del camino, para curar sus heridas. Ciertamente. Pero sin excluir nunca de nuestra preocupación de cristianos la comunicación de la fe, la educación de la misma y la propagación del sentido cristiano de la vida”. Y procuraremos dar, junto a los bienes de la fe, todos los demás: los de la cultura, la educación, la formación del carácter, el sentido del trabajo, la honradez en las relaciones humanas, la moralidad en la costumbres, el anhelo de justicia social, expresiones vivas y concretas de una caridad rectamente entendida.
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“Un cristiano no puede desentenderse del bienestar humano y social de tanta gente necesitada, “pero no podemos dejar en un segundo plano, nunca jamás, esa otra preocupación por iluminar las conciencias en el orden de la fe y de la vida religiosa”.
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De: Francisco Fernández Carvajal, Hablar con Dios, T. IV, Madrid, Ediciones Palabra, 1987.

Duodécimo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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"Haz también tú de la misma manera": ama a tus hermanos como el buen Samaritano: "amaos los unos a los otros como yo os he amado".
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La parábola del Buen Samaritano contiene dos enseñanzas. Al recordarnos lo que debe ser nuestra caridad, misericordia para con el prójimo, quienquiera que sea, evoca lo que fue la de Cristo con respecto a nosotros. El fue el buen Samaritano que se inclinó sobre la humanidad para curar sus llagas y confiarla a los desvelos de su Iglesia hasta que él vuelva.
Ciertamente, es una gran alegría para la Iglesia el poder prolongar, en nombre de Cristo, entre los hombres este ministerio de bondad, capaz de curar las heridas del pecado y derramar la vida divina en las almas; ministerio de gloria, mucho más noble que el de Moisés, puesto que confiere la verdadera santidad, la que nos ha venido a traer el mismo Cristo, el cual sigue siendo su fuente imprescindible.
Por lo mismo, debe también alegrarnos el prestar ayuda y socorro por amor de Cristo a cualquiera que tenga necesidad; de Cristo, que tanto nos ha amado y nos obliga a asociar el amor generoso y desinteresado al prójimo con nuestro amor a Dios.
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INTROITUS
Ps. 69, 2 - 3. Ps. ibid., 4.
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Deus, in adjutórium meum
inténde: Dómine, ad adjuvándum
me festina: confundántur, et
revereántur inimíci mei, qui
quaerunt ánimam meam.
Ps. Avertántur retrórsum, et
erubéscant, qui cógitant mihi mala.
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 22 de agosto de 2009

Corazón Inmaculado de María.


Fiesta del Inmaculado Corazón de María (II clase, blanco). Conmemoración de san Timoteo, Hipolito y Symforosa, mártires. Gloria, Credo y Prefacio de la Virgen “Et in festivitate”. Visperas del Inmaculado Corazón, conmemoración del domingo.
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Después de consagrar en plena Guerra Mundial todo el género humano al Inmaculado Corazón de María, para ponerlo bajo la protección de la Madre del Salvador, decretó el Papa Pío XII, en 1944, que toda la Iglesia celebrase anualmente una fiesta en honor del Inmaculado Corazón de María, el 22 de agosto, día de la octava de la fiesta de la Asunción.
La devoción del Corazón de María es ya antigua. San Juan Eudes la propagó en el s. XVII, uniéndola a la del Sagrado Corazón de Jesús.
En el s. XIX, Pío VII, primero, y después Pío IX concedieron a muchas iglesias particulares una fiesta del Purísimo Corazón de María, señalada primeramente para el domingo después de la Asunción, y luego para el sábado que sigue a la fiesta del Sagrado Corazón. Al fijar el 22 de agosto la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, y extenderla a toda la Iglesia, le asignó Pío XII como fin el obtener, por intercesión de la santísima Virgen, “la paz entre las naciones, la libertad de la Iglesia, la conversión de los pecadores, el amor a la pureza y la práctica de las virtudes”.
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INTROITUS
Hebr., 4, 16. Ps. 44, 2
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Adeámus cum fidúcia
ad thronum grátiae, ut
misericórdiam consequámur,
et grátiam inveniámus in
auxílio opportúno. Ps. Eructávit
cor meum verbum bonum:
dico ego ópera mea Regi.
V/ Glória Patri.
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viernes, 21 de agosto de 2009

La Sancta Missa en la vida del cristiano, (III).


“Así se entra en el canon, con la confianza filial que llama a nuestro Padre Dios clementísimo. Le pedimos por la Iglesia y por todos en la Iglesia: por el Papa, por nuestra familia, por nuestros amigos y compañeros. Y el católico, con corazón universal, ruega por todo el mundo, porque nada puede quedar excluido de su celo entusiasta. Para que la petición sea acogida, hacemos presente nuestro recuerdo y nuestra comunicación con la gloriosa siempre Virgen María y con una puñado de hombres, que siguieron los primeros a Cristo y murieron por Él
*
Quam oblationem… Se acerca el instante de la consagración. Ahora, en la Missa, es otra vez Cristo quien actúa, a través del sacerdote: Este es mi Cuerpo. Este es el Cáliz de mi Sangre. ¡Jesús está con nosotros! Con la Transustanciación, se reitera la infinita locura divina, dictada por el Amor. Cuando hoy se repita ese momento, que sepamos cada uno decir al Señor, sin ruido de palabras, que nada podrá separarnos de Él, que su disponibilidad –inerme- de quedarse en las apariencias ¡tan frágiles! Del pan y del vino, nos ha convertido en esclavos voluntarios: praesta meae menti de te vivere, et te ille semper dulce sapere: haz que yo viva siempre de ti y que siempre saboree la dulzura de tu amor.
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“Más peticiones: porque los hombres estamos casi siempre inclinados a pedir: por nuestros hermanos difuntos, por nosotros mismos. Aquí caben también todas nuestras infidelidades, nuestras miserias. La carga es mucha, pero Él quiere llevarla por nosotros y con nosotros. Termina el canon con otra invocación a la Trinidad Santísima: per Ipsum, et cum Ipso, et in Ipso…, por Cristo, con Cristo y en Cristo, Amor nuestro, a Ti, Padre Todopoderoso, en la unidad del Espíritu Santo, te sea dado todo honor y gloria por los siglos de los siglos.
*
“Jesús es el camino, el Mediador; en Él, todo; fuera de Él, nada. En Cristo, enseñados por Él, nos atrevemos a llamar Padre Nuestro al Todopoderoso: el que hizo el cielo y la tierra es ese Padre entrañable que espera que volvamos a Él continuamente, cada uno como un nuevo y constante hijo pródigo”.
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De: San Josemaría Escrivá: Es Cristo que pasa, 14 de abril de 1960.

jueves, 20 de agosto de 2009

La Sancta Missa en la vida del cristiano, (II).


“El Confiteor nos pone por delante nuestra indignidad; no el recuerdo abstracto de la culpa, sino la presencia, tan concreta, de nuestros pecados y de nuestras faltas. Por eso repetimos: Kyrie eleison, Christe eleison, Señor, ten piedad de nosotros; Cristo, ten piedad de nosotros. Si el perdón que necesitamos estuviera en relación con nuestros méritos, en este momento brotaría en el alma una tristeza amarga. Pero, por bondad divina, el perdón nos viene de la misericordia de Dios, al que ya ensalzamos –Gloria!-, porque Tú sólo eres santo, Tú solo Señor, Tú solo altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre.
*
“Oímos ahora la Palabra de la Escritura, la Epístola y el Evangelio, luces del Paráclito, que habla con voces humanas para que nuestra inteligencia sepa y contemple, para que la voluntad se robustezca y la acción se cumpla. Porque somos un solo pueblo que confiesa una sola fe, un Credo; un pueblo congregado, en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
*
“A continuación, la ofrenda: el pan y el vino de los hombres. No es mucho, pero la oración acompaña: recíbenos, Señor, al presentarnos a Ti con espíritu de humildad y con el corazón contrito; y el sacrificio que hoy te ofrecemos, oh Señor Dios, llegue de tal manera tu presencia, que te sea grato. Irrumpe de nuevo el recuerdo de nuestra miseria y el deseo de que todo lo que va al Señor esté limpio y purificado: lavaré mis manos, amo el decoro de tu casa.
*
“Hace un instante, antes del lavabo, hemos invocado al Espíritu Santo, pidiéndole que bendiga el Sacrificio ofrecido a su santo Nombre. Acabada la purificación, nos dirigimos a la Trinidad –Suscipe, Sancta Trinitas-, para que acoja lo que presentamos en memoria de la vida, de la Pasión, de la Resurrección y de la Ascensión de Cristo, en honor de María, siempre Virgen, en honor de todos los santos.
*
“Que la oblación redunde en salvación de todos –Orate, frates, reza el sacerdote-, porque este sacrificio es mío y vuestro, de toda la Iglesia Santa. Orad, hermanos, aunque seáis pocos los que os encontréis reunidos; aunque sólo se halle materialmente presente nada más que un cristiano, y aunque estuviese solo el celebrante: porque cualquier Missa es el holocausto universal, rescate de todas las tribus y lenguas, y pueblos y naciones.
*
“Todos los cristianos, por la Comunión de los Santos, reciben las gracias de cada Missa, tanto si se celebra ante miles de personas o si ayuda al sacerdote como único asistente un niño, quizá distraído. En cualquier caso, la tierra y el cielo se unen para entonar con los Ángeles del Señor: Sanctus, Sanctus, Sanctus
*
“Yo aplaudo y ensalzo con los Ángeles: no me es difícil, porque me sé rodeado de ellos, cuando celebro la Sancta Missa. Están adorando a la Trinidad. Como sé también que, de algún modo, interviene la Santísima Virgen, por la íntima unión que tiene con la Trinidad Beatísima y porque es Madre de Cristo, de su Carne y de su Sangre: Madre de Jesucristo, perfecto Dios y perfecto Hombre. Jesucristo concebido en las entrañas de María Santísima sin obra de varón, por la sola virtud del Espíritu Santo, lleva la misma Sangre de su Madre: y esa Sangre es que se ofrece en Sacrificio redentor, en el Calvario y en la Sancta Missa”.
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De: Josemaría Escrivá: Es Cristo que pasa. Extractos de una homilía del 14 de abril de 1960.

miércoles, 19 de agosto de 2009

La Sancta Missa en la vida del cristiano (I).


“La Sancta Missa nos sitúa de ese modo ante los misterios primordiales de la fe, porque es la donación misma de la Trinidad a la Iglesia. Así se entiende que la Missa sea el centro y la raíz de la vida espiritual del cristiano. Es el fin de todos los sacramentos. En la Missa se encamina hacia su plenitud la vida de la gracia, que fue depositada en nosotros por el Bautismo, y que crece, fortalecida por la Confirmación. Cuando participamos de la Eucaristía, escribe San Cirilo de Jerusalén, experimentamos la espiritualización deificante del Espíritu Santo, que no sólo nos configura con Cristo, como sucede en el Bautismo, sino que nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo Jesús.
*
“La efusión del Espíritu Santo, al cristificarnos, nos lleva a que nos reconozcamos hijos de Dios. El Paráclito, que es caridad, nos enseña a fundir con esa virtud toda nuestra vida; y consummati in unum, hechos una sola cosa con Cristo, podemos ser entre los hombres lo que San Agustín afirma de la Eucaristía: signo de unidad, vínculo de Amor.
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“No descubro nada nuevo si digo que algunos cristianos tienen una visión muy pobre de la Sancta Missa, que para otros es un mero rito exterior, cuando no un convencionalismo social. Y es que nuestros corazones, mezquinos, son capaces de vivir rutinariamente la mayor donación de Dios a los hombres. En la Missa interviene de modo especial, repito, la Santísima Trinidad. Corresponder a tanto amor exige de nosotros una total entrega, del cuerpo y del alma: oímos a Dios, le hablamos, lo vemos, lo gustamos. Y cuando las palabras no son suficientes, cantamos, animando a nuestra lengua –Pange, lingua!- a que proclame, en presencia de toda la humanidad, las grandezas del Señor.
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“Vivir la Sancta Missa es permanecer en oración continua: convencernos de que, para cada uno de nosotros, es este un encuentro personal con Dios: adoramos, alabamos, pedimos, damos gracias, reparamos por nuestros pecados, nos purificamos, nos sentimos una sola cosa en Cristo con todos los cristianos.
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“Quizá, a veces, nos hemos preguntado cómo podemos corresponder a tanto amor de Dios; quizá hemos deseado ver expuesto claramente un programa de vida cristiana. La solución es fácil, y está al alcance de todos los fieles: participar amorosamente en la Sancta Missa, aprender en la Missa a tratar a Dios, porque en este Sacrificio se encierra todo lo que el Señor quiere de nosotros.
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“Permitidme que os recuerde lo que en tantas ocasiones habéis observado: el desarrollo de las ceremonias litúrgicas. Siguiéndolas paso a paso, es muy posible que el Señor haga descubrir a cada uno de nosotros en qué debe mejorar, qué vicios ha de extirpar, cómo ha de ser nuestro trato fraterno con todos los hombres”.
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“El sacerdote se dirige hacia el Altar de Dios, del Dios que alegra nuestra juventud. La Sancta Missa se inicia con un canto de alegría, porque Dios está aquí. Es la alegría que, junto con el reconocimiento y el amor , se manifiesta en el beso a la mesa del altar, símbolo de Cristo y recuerdo de los santos: un espacio pequeño, santificado porque en esta ara se confecciona el Sacramento de la infinita eficacia”.
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De: San Josemaría Escrivá: Es Cristo que pasa. (Extracto de homilía pronunciada el 14 de abril de 1960).

martes, 18 de agosto de 2009

San Alberto Hurtado, eucarístico.


El 23 de octubre de 2005, el Papa Benedicto XVI elevó al honor de los altares al sacerdote chileno Alberto Hurtado Cruchaga. En este 18 de agosto la Iglesia universal celebra su Pascua hacia la casa del Padre, ocurrida el año 1952.

San Alberto Hurtado fue un fuego que encendió otros fuegos. Esta imagen del fuego es significativa, por cuanto toda vida cristiana que se precie de tal debe, de algún modo, ser como una antorcha encendida que no sólo da calor sino que también alumbra y destella iluminando a la humanidad, por cuanto es una cualidad de Dios revelada en Cristo y que permanece en su Iglesia por obra del Espíritu.

Las múltiples vocaciones sacerdotales y religiosas que logró despertar San Alberto Hurtado, como también vocaciones laicales al servicio del Evangelio, de hombres y mujeres que iluminados por su palabra, que no era más que la Palabra del Divino Maestro, han encarnado el Espíritu evangélico en las tareas temporales de acuerdo al que querer del Magisterio de la Iglesia.

“En su ministerio sacerdotal, marcado por un vivo amor a la Iglesia, se distinguió como maestro en la dirección espiritual y como predicador incansable, transmitiendo a todos el fuego de Cristo que llevaba adentro especialmente en el fomento de las vocaciones sacerdotales y en la formación de laicos comprometidos en la acción social”, decía Juan Pablo II cuando lo beatificó el 16 de octubre de 1994.

Todo lo anterior fue posible por la intensa vida interior, de espiritualidad profunda, ya que vivió la vida con un punto focal hacia el cual tendía y de la que provenía toda su acción, y que muchas veces es soslayada por quienes sólo lo ven como una especie de servidor social.

El centro del cual emanaba la fuerza que explica y nos ayuda a comprender la actividad sacerdotal tan intensa y variada que llevó a cabo el santo chileno, está en que Alberto Hurtado Cruchaga fue un hombre eminentemente eucarístico, lo que puede traducirse en esta impactante frase pronunciada en un retiro de sacerdotes: “¡Mi vida es una Misa prolongada!”. El sentido de la donación y el querer ser pan partido, aparece en pensamientos como estos: “Los sacrificios de mi vida no son para destrozarme sino para prepararme”; “El fin de la vida no es la destrucción, sino la oblación, la colaboración con Cristo”; “Oh, si fuéramos a la Misa a ofrecernos en el ofertorio… la consagración sería el elemento central de nuestra vida cristiana!”.

En otra sorprendente frase nos dice: “Vivir nuestro día como Cristo, ser Cristo para nosotros y para los demás: ¡Eso es comulgar!”.

En este Año Sacerdotal, el Papa Benedicto XVI ha puesto a San Alberto Hurtado Cruchaga como modelo de sacerdote, pues en realidad fue una visita de Dios a nuestra patria como lo dijo Mrs. Manuel Larraín en el sermón de sus exequias; mientras que Juan Pablo II lo llamó “hijo glorioso del continente americano”; en definitiva, un modelo preclaro de santidad para el mundo de hoy.

“Alimentados con estos sagrados misterios, te pedimos, Señor, nos ayudes a seguir los ejemplos de San Alberto, que te rindió culto con devoción constante, y se entregó a tu pueblo en un continuo servicio de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor” (Oración postcomunión).

lunes, 17 de agosto de 2009

El retorno de las misas en latín a Casablanca.

El diario El Mercurio de Valparaíso, el periódico más antiguo de habla hispana, publicó en la edición dominical del día de ayer, una crónica acerca de la Missa Tradicional en Casablanca. La fuente de la entrevista fue nuestro colaborador don Eddie Morales Piña, diácono de la Iglesia de Valparaíso, y no como aparece en la entrada de la publicación.
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"La denominada "Misa Tradicional", en latín, ha vuelto en gloria y majestad a Casablanca, puesto que feligreses han puesto en práctica lo expresado por el Papa Benedicto XVI en el Motu Proprio Summorum Pontificum (2007), sobre la posibilidad de uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970". Seguir leyendo...
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domingo, 16 de agosto de 2009

Undécimo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Conmemoración de San Joaquín, padre de la Santísima Virgen. Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad. 2ª oración de San Joaquín. En algunos lugares, San Roque.
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"Efeta". Abrete, boca muda. Abrete, boca cristiana, para pregonar tu fe.
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Los milagros del Salvador son algo más que un signo de su poder y de su bondad. Simbolizan también lo que obran, por medio de la gracia, en lo íntimo de las almas. El "Efeta = Abríos" que ha curado al sordomudo, lo repite la Iglesia en el bautismo de todos nosotros. La obra de la Iglesia, lo mismo que la de Cristo, es la de abrirnos a las cosas de Dios.
La catequesis cristiana, transmitida fielmente hasta nosotros desde los apóstoles, nos enseña lo que debemos creer y, en primer lugar, la muerte redentora de Jesús y su resurrección, que son la base de nuestra fe. La buena nueva de la salvación, que no cesa de predicar la Iglesia siempre y por doquier, consiste en el acceso de los hombres a Dios por la expulsión de Satanás y la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.
La misa de hoy nos hace cantar a la omnipotente e infinita bondad de Dios, que, después de salvar a su pueblo, le reúne en su Iglesia y le regocija con su protección.
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INTROITUS
Ps. 67, 6 - 7 et 36. Ps. ibid., 2
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Deus in loco sancto suo:
Deus, qui inhabitáre facit
unánimes in domo:
ipse dabit virtútem
et fortitúdinem plebi suae.
Ps. Exsúrgat Deus, et dissipéntur
inimíci ejus: et fúgiant, qui
odérunt eum, a fácie ejus.
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 15 de agosto de 2009

Reflexión: La Asunción de la Virgen María.

“Dichoso el vientre de María, la Virgen, que llevó al Hijo del eterno Padre”.
“La Asunción de María es un precioso anticipo de nuestra resurrección y se funda en la resurrección de Cristo, que reformará nuestro cuerpo corruptible conformándolo a su cuerpo glorioso (Flp 3, 21). Por eso nos recuerda también San Pablo (…) (1 Cor 15, 20-26): si la muerte llegó por un hombre (por el pecado de Adán), también por un hombre, Cristo, ha venido la resurrección. Por Él, todos volverán a la vida, pero cada uno a su tiempo: primero Cristo como primicia; después, cuando Él vuelva, todos los cristianos; después los últimos, cuando Cristo devuelva a Dios Padre su reino… Esa venida de Cristo, de la que habla el Apóstol, “¿no debía acaso cumplirse, en este único caso (el de la Virgen) de modo excepcional, por decirlo así, “inmediatamente”, es decir, en el momento de la conclusión de la vida terrestre? (…) De ahí que ese final de la vida que para todos los hombres es la muerte, en el caso de María la tradición lo llama más bien dormición.
“Assumpta est Maria in caelum, gaudent Angeli! Et gaudet Ecclesia! Para nosotros, la solemnidad de hoy es como una continuación de la Pascua, de la Resurrección y de la Ascensión del Señor. Y es, al mismo tiempo, el signo y la fuente de la esperanza de la vida eterna y de la futura resurrección”(Siervo de Dios Juan Pablo II).
“La Solemnidad de hoy nos llena de confianza en nuestra peticiones. “Subió al Cielo nuestra Abogada, para que, como Madre del Juez y Madre de Misericordia, tratara los negocios de nuestra salvación” (San Bernardo). Ella alienta continuamente nuestra esperanza. “Somos aún peregrinos, pero Nuestra Madre nos ha precedido y nos señala ya el término del sendero: nos repite que es posible llegar y que, si somos fieles, llegaremos. Porque la Santísima Virgen no sólo es nuestro ejemplo: es auxilio de los cristianos. Y ante nuestra petición -Monstra te esse Matrem (Himno litúrgico Ave maris stella)-, no sabe ni quiere negarse a cuidar de sus hijos con solicitud maternal (…)
“Cor Mariae Dulcissimum, iter para tutum; Corazón dulcísimo de María, da fuerza y seguridad a nuestro camino en la tierra: sé tú misma nuestro camino, porque tú conoces la senda y el atajo cierto que llevan, por tu amor, al amor de Jesucristo” (S. Josemaría Escriva).
De: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo 7. Madrid: Ediciones Palabra. 1987.

Asunción de la Santísima Virgen.

(I clase, blanco) Gloria, Credo y prefacio de la Virgen “Et in Assumptione”. Vísperas de la Asunción, conmemoración del Domingo.
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María, alzada al cielo, recibe en el seno de la Trinidad la corona real por manos de su Hijo, en medio de las aclamaciones de la corte de los ángeles.
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El 1º de noviembre de 1950 definía Pío XII el dogma de la Asunción. Proclamaba así solemnemente que la creencia según la cual la Santísima Virgen María, al final de su vida terrestre, fue elevada, en cuerpo y alma, a la gloria del cielo, forma parte realmente del depósito de la fe recibido de los apóstoles. La Virgen Inmaculada, "bendita entre todas las mujeres", por razón de su divina maternidad, y que había recibido desde su concepción el privilegio de ser inmune al pecado original, tampoco debía conocer la corrupción del sepulcro. Para evitar todo dato incierto, el papa se ha abstenido de precisar la manera y las circunstancias de tiempo y lugar en que debió realizarse la Asunción. Unicamente el hecho de la Asunción de María en cuerpo y alma a la gloria del cielo es el objeto de la definición.
La nueva misa de la fiesta pone de relieve la Asunción misma y las conveniencias teológicas de la misma. Ve a María glorificada en la mujer descrita en el Apocalipsis (introito), en la hija del rey vestida con manto de oro, del salmo 44 (gradual), y en la mujer que, con su hijo, será enemiga victoriosa del demonio (ofertorio). Le aplica también las alabanzas tributadas a la victoriosa Judit (epístola), y ve, sobre todo, en la Asunción el coronamiento de todas las glorias que dimanan de la divina maternidad y que María misma ha cantado en el Magníficat (evangelio). Las oraciones nos hacen pedir a Dios la gracia de estar siempre atentos, como María, a las cosas de arriba, de esperar la resurrección gloriosa y de participar de su triunfo en el cielo.
En la liturgia se encuentra el culto de la Asunción desde el siglo VI, en Oriente, y desde el VII, en Roma. En Jerusalén, en Constantinopla y en Roma se organizaban también una procesión en honor de la Santísima Virgen.
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INTROITUS
Ap. 12, 1. Ps. 97, 1
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Signum magnum appáruit in
caelo: múlier amícta sole,
et luna sub pédibus ejus, et in
cápite ejus coróna stellárum duódecim.
Ps. Cantáte Dómino cánticum novum:
quia mirabília fecit. V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.
Más sobre la Fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen aquí.

viernes, 14 de agosto de 2009

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, V.

“La vida del alma que aspira a la santidad debe ser vida de oración.
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“El alma que no ama la oración es difícil, o mejor diría, es moralmente imposible que sea buena.
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“Si veis un alma tibia, decid: esta hace mal la oración, y diréis toda la verdad.
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“El gran empeño del demonio en cuanto a las almas que aspiran a la santidad, es hacerles perder la oración; si lo vence en eso, lo vencerá en todo.
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“Decía San Felipe Neri: “Un religioso sin oración es un religioso sin cabeza”.
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“Pero yo diré más: Un religioso sin oración, ya no es un religioso, sino un cadáver de religioso.
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“En primer lugar, sin oración no hay luz.
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“El que tiene cerrados los ojos –escribe San Agustín- no puede ver el camino que lleva a la patria.
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“Las verdades eternas son realidades espirituales, que no se ven con los ojos del cuerpo, sino con los ojos de la mente; es decir, con el pensamiento y la consideración. Ahora bien, el que no hace oración mental no las puede ver, y, por consiguiente, tampoco ve la importancia de la salvación, ni los medios que debe tomar para conseguirla.
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“He aquí la causa de la pérdida de muchas almas: el descuido en considerar el gran negocio de la salvación y las obligaciones que debemos llenar para salvarnos: La tierra está desolada porque no hay quien reflexione (Jr. 12, 11). Y, en cambio, dice Dios nuestro Señor, cuando se tienen ante los ojos las verdades de la fe, esto es, la muerte, el juicio, la eternidad feliz o desgraciada que nos espera, no se cae en pecado: Acuérdate de los novísimos y no pecarás jamás (Ecli. 7, 40); acercaos a Dios y seréis iluminados, dice el profeta David (Sal. 33, 6); y en otro pasaje nos advierte el Salvador: Tened la cintura bien ceñida y en vuestras manos tened antorchas encendidas (Lc. 7, 35); esas antorchas son las santas meditaciones, según San Buenaventura: “La oración es una antorcha”, porque en ella nos habla el Señor y nos ilumina para que acertemos con el camino de la salvación: Tu palabra es la luz que ilumina mis pasos (Sal. 118, 105).
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De: Una sola cosa es necesaria.

jueves, 13 de agosto de 2009

La Santa Misa según los santos (IV).

San Lorenzo Justino:
"Nunca lengua humana puede enumerar los favores que se correlacionan al Sacrificio de la Misa. El pecador se reconcilia con Dios; el hombre justo se hace aún más recto; los pecados son borrados; los vicios eliminados; la virtud y el mérito crecen, y las estratagemas del demonio son frustradas.
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San Leonardo de Port Maurice:
"Oh gente engañada, qué están haciendo? Por qué no se apresuran a las Iglesias a oír tantas Misas como puedan? Por qué no imitan a los ángeles, quienes cuando se celebra una Misa, bajan en escuadrones desde el Paraíso y se estacionan alrededor de nuestros altares en adoración, para interceder por nosotros?".
"Yo creo que sí no existiera la Misa, el mundo ya se hubiera hundido en el abismo, por el peso de su iniquidad. La Misa es el soporte poderoso que lo sostiene ".
“Una misa antes de la muerte puede ser más provechosa que muchas después de ella…
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San Felipe Neri:
"Con oraciones pedimos gracia a Dios; en la Santa Misa comprometemos a Dios a que nos las conceda ".
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San Pedro Julián Eymard:
"Sepan, oh Cristianos, que la Misa es el acto de religión más sagrado. No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de su alma, que asistir a Misa devotamente, y tan a menudo como sea posible ".San Bernardo:"Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación ".
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Tomado de ICRSS.

miércoles, 12 de agosto de 2009

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, IV.

“3ª Debemos rezar con perseverancia.
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“Según San Hilario, “el secreto para obtener las gracias está en rezar con perseverancia. A unos despacha el Señor en la primera oración; a otros, en la segunda; a otros, en la tercera, y puesto que no sabemos cuántas veces ha dispuesto Dios que repitamos la súplica para despacharla, es necesario que insistamos siempre en pedir la gracia que deseamos.
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“Si se trata, sobre todo, de perseverancia final, es más necesario que nunca, pues esa es una gracia que no podemos merecer, como enseña el Concilio de Trento (Ss. 6, 12); “sin embargo, en cierto modo podemos merecerla, con la oración, dice San Agustín, ya que, rezando, ciertamente se alcanza”. Por eso, “si queremos obtenerla y salvarnos, la tenemos que pedir a Dios continuamente”, advierte Santo Tomás; que es lo mismo que quiso significar el divino Maestro con aquellas palabras: es necesario orar siempre sin desfallecer (Lc. 18, 1); y el Apóstol con aquellas otras: orad sin interrupción (Tes. 5, 17).
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“No basta, según esto, rezar una vez ni unas cuantas veces, dice Belarmino, pidiendo la perseverancia; “es indispensable pedirla todos los días”. El día que no la pidamos caeremos en pecado mortal, y la perderemos.
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“Escribe San Gregorio, que “Dios quiere darnos la perseverancia, pero a condición de que le importunemos hasta ponerle en la obligación de dárnosla”. Y esa es la razón de aquellas palabras del Señor, insistentes y apremiantes: Pedid y recibiréis; buscad y hallaréis, llamad, y os abrirán… (Lc. 11, 9).
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“Pedid, buscad, llamad, sobre todo cuando aprieta la tentación, para no caer; entonces es cuando más urge pedir, y volver a pedir, hasta que veamos la tentación vencida; entonces debemos repetir sin cesar: “Jesús mío, misericordia; Señor, ayudadme; no permitáis que me aparte de Vos”. Y al mismo tiempo hemos de pedir a Dios el espíritu de oración; esto es, la gracia que Dios prometió a la familia de David: derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén el espíritu de gracia y de oración (Zac. 12, 10).
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“Nótense las palabras gracia y oración: van unidas, como van unidas la oración y la gracia que pedimos. El que así rece, está bien seguro de que no caerá en los lazos que le tiendan los enemigos. Es inútil tender las redes por los aires para cazar volatería, observa el sabio, porque las aves levantan el vuelo y burlan las redes; así burla las tentaciones el que reza, porque con la oración remonta el vuelo hasta Dios, y Dios lo libra de caer”.
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De: Una sola cosa es necesaria.

martes, 11 de agosto de 2009

La Santa Misa según los santos (III).

Santo Tomás de Aquino:
"La celebración de la Santa Misa tiene tanto valor como la muerte de Jesús en la Cruz".
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San Francisco de Asís:
"El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote".
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Santa Teresa de Jesús:
"Sin la Santa Misa, ¿que sería de nosotros? Todos aquí abajo pereceríamos ya que únicamente eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, ciertamente que la Iglesia no duraría y el mundo estaría perdido sin remedio".
En cierta ocasión, Santa Teresa se sentía inundada de la bondad de Dios. Entonces le hizo esta pregunta a Nuestro Señor: “Señor mío, ¿cómo Os podré agradecer?” Nuestro Señor le contestó: “ASISTID A UNA MISA”.
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San Alfonso de Ligorio:
"El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa".
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Padre Pío de Pieltrecina:
"Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa misa"
La Misa es infinita como Jesús... pregúntenle a un Ángel lo que es la misa, y El les contestará, enverdad yo entiendo lo que es y por qué se ofrece, mas sin embargo, no puedo entender cuánto valor tiene. Un Ángel, mil Ángeles, todo el Cielo, saben esto y piensan así".
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Tomado de ICRSS.

lunes, 10 de agosto de 2009

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, III.

“Veamos, en tercer lugar, las condiciones que debe reunir nuestra oración, que es lo más importante de la materia.
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“1ª Debe ser humilde. Según el apóstol Santiago, Dios resiste a los soberbios, pero da su gracia a los humildes (Sant. 4,6); la soberbia es un alto muro que se interpone entre Dios y el que reza; la oración del humilde –dice el Eclesiástico-, traspasa las nubes… y no se retira hasta que el Altísimo la atiende (Ecli. 34, 21). Cuando queramos, pues, pedir gracias al Señor, debemos, ante todo, echar una mirada a nuestra indignidad y, sobre todo, a las negras traiciones que a Dios hemos hecho, después de tantos propósitos y tantas promesas, por demasiado confiados en nuestras fuerzas, y llenos de confianza en Él y desesperando de nosotros mismos, podemos orar y pedir a la divina misericordia el favor que deseamos.
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“2ª Debemos rezar con confianza. Leemos en el Eclesiástico que no se ha dado el caso de que alguno haya confiado en Dios y haya quedado confundido (Ecli. 2, 11); es decir, que no haya sido escuchado.
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“Debemos, por consiguiente, rezar con confianza segura, como insinúa Santiago apóstol, sin dudar un punto de que hemos de ser oídos (Sant. 1, 6). Porque le que duda en su oración, es como el oleaje de la mar, movido por los vientos; a ratos confía y a ratos se desanima; el que así reza no piense que ha de recibir nada de Dios (Sant. 1, 7).
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“Necesariamente debemos confiar en la misericordia divina y tener la inquebrantable seguridad de que recibiremos la gracia, y entonces no nos faltará, como el mismo divino Salvador nos lo asegura: todo lo que pidiereis en la oración, confiad en que lo habréis de recibir, y se os concederá (Mc. 11, 12).
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“¿Cómo podemos temer no ser oídos en la oración, cuando Dios, que es la misma verdad, ha prometido escuchar al que ora?”, pregunta San Agustín.
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“Y en otro lugar añade el santo: “Siendo el mismo Dios quien en la Sagrada Escritura tantas veces nos exhorta a rezar, ¿cómo podrá negarnos lo que le pedimos?” No; eso no es posible –responde-, puesto que Dios, “por el hecho de haberlo prometido, se ha obligado a concedernos las gracias que le pidamos”.
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“Pero yo –pensará alguno-, soy pecador y no merezco gracias, sino castigos, y por eso temo: por mi indignidad”.
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“A eso responde Santo Tomás “que la oración consigue las gracias, no por razón de nuestros méritos, sino de la divina misericordia”. Y por eso, sobre aquellas palabras de Jesucristo, pedid y se os dará…, porque todo el que pide recibe (Lc. 11, 9), comenta así el autor del Opus imperfectum: “todo el que pide, sea justo o pecador”, basta que ore.
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“Pero todavía nuestro amoroso Redentor quiere quitarnos de raíz toda desconfianza en la oración: en verdad, en verdad os digo, que si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo concederá (Jn. 16, 33); como si dijera: Pecadores, vosotros no merecéis ser oídos por mi Padre; pero no temáis: pedid las gracias en mi nombre; es decir, por mis méritos, y yo os prometo que os concederá cuanto le pidáis. ¡Qué hermosas son las palabras del apóstol Santiago a este propósito!: Si alguno necesita sabiduría (se entiende amor divino), que la pida a Dios, que la concede a todos con abundancia y a nadie recrimina (Sant. 1, 5). Es decir, que no nos rechaza, poniéndonos delante los disgustos que le dimos, sino que nos acoge y nos atiende, como si entonces se olvidara de todas nuestras ingratitudes”.
(De: Una sola cosa es necesaria).

domingo, 9 de agosto de 2009

Décimo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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El orgulloso fariseo que se pavonea, el humilde publicano que se golpea el pecho: "Os digo que el último será justificado y no el otro".
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Los dones que hemos recibido del Señor no proceden de nosotros, sino del Espíritu de Dios. Por tanto, debemos ponerlos al servicio de la Iglesia y de nuestros hermanos con espíritu de humildad.
La parábola del fariseo y el publicano hace resaltar de manera emocionante que de nada podemos enorgullecernos. Hay dos clases de hombres: los santos, que se estiman culpables de todas las faltas, y los pecadores, que de nada se juzgan reos. Los primeros son humildes: Dios los elevará al glorificarlos; los segundos son orgullosos, y los confundirá al castigarlos. Más profundamente define al hombre san Irineo, diciendo que es "el receptáculo de los dones divinos".
Dios no se contenta con llamarnos a la práctica de los mandamientos. Da además su Espíritu para que transforme las almas y les inspire sentimientos cristianos.
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INTROITUS
Ps. 54, 17, 18, 20 et 23. Ps. ibid., 2
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Cum clamárem ad Dóminum,
exaudívit vocem meam,
ab his qui appropínquant mihi:
et humiliávit eos qui est
ante saécula, et manet in atérnum:
jacta cogitátum tuum
in Dómino, et ipse te enútriet.
Ps. Exáudi, Deus, oratiónem
meam, et ne despéxeris
deprecatiónem meam: inténde mihi,
et exáudi me. V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

sábado, 8 de agosto de 2009

LO MÁS DOLOROSO QUE ME HA TOCADO VIVIR.

Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc.
Obispo de Valparaíso

La trágica muerte de la menor Francisca Silva y todo lo relativo a su velatorio y funerales ha sido lo más doloroso que me ha tocado vivir en mis ya 42 años de sacerdote. He sentido como nunca la impotencia del ser humano frente al dolor moral extremo y la imposibilidad de decir palabras de consuelo. Por eso cuando fui al velorio, en la modesta casa de la población “Glorias Navales”, no pude decir nada. Me limité a acompañar en silencio a la familia y a hacerles cariño en medio de su dolor inconmensurable.
Al día siguiente fue la Misa de funeral. Tuvimos que hacerla fuera del templo porque era una multitud la que quería participar. En el centro el pequeño y sencillo ataúd blanco que tenía encima una hermosa foto del bautizo de Francisca.
Tuve que hablar, aunque con el corazón desgarrado. Y dije que no hay palabras humanas capaces de consolar a unos papás que han perdido a su hijita, a unos abuelitos que han perdido a su nieta. Porque siento que en verdad no las hay. Y es entonces cuando tenemos que aferrarnos a la Palabra de Dios, la única que puede dar sentido a toda nuestra vida y a todo en nuestras vidas. Y recordé las palabras de Jesús: “Dejen que los niños vengan a mí…..el que no se hace como un niño no podrá entrar en el Reino de los Cielos”.
Pero dije también que el momento tan tremendo que estábamos viviendo era ocasión propicia para preguntarnos cada uno qué familia estamos construyendo, qué sociedad estamos construyendo, qué Iglesia estamos construyendo. Hasta cuándo vamos a seguir con las peleas, la violencia verbal y las descalificaciones. Hasta cuándo se va a seguir victimizando a las poblaciones pobres, cuando los problemas de violencia, alcoholismo, droga y sexo lamentablemente cruzan toda la sociedad chilena que hemos ido ¿construyendo? Pienso que ha llegado el momento de empeñarnos, cada uno, en la noble tarea de regalar a nuestros niños y jóvenes un mundo bello, un mundo mejor, un mundo más justo y solidario.
Dije también que me apenaba profundamente que poblaciones tan lindas como Las Palmas, en Placeres Alto, o Glorias Navales, en Viña del Mar, no se hayan dado a conocer al país y al mundo a través de los medios por las hermosas realidades que allí se viven todos los días -el trabajo en sus Salas Cunas, Establecimientos Educacionales y Consultorios; la labor desinteresada de las Juntas de Vecinos, Centros de Madres, Clubes Deportivos, Grupos Artísticos, Iglesias y Entidades Religiosas; la entrega encomiable de sus múltiples Voluntariados, etc.- sino por este horrendo crimen.
Durante la Misa hubo quienes pidieron a gritos la pena de muerte. Los comprendo. Es una expresión espontánea de dolor y un clamor por que se haga justicia, porque lamentablemente la opinión pública, y particularmente el mundo de los pobres, siente que no se está haciendo justicia en Chile. Les dije que hay que dejar que los tribunales hagan serena y eficientemente su labor. Que pienso que, dados los detalles horribles que hemos ido conociendo, en este caso se debería aplicar la pena máxima que contempla nuestra legislación. Pero que la sociedad chilena, a través de los poderes públicos que la representan y que ella misma ha elegido, dio un paso importante de humanización suprimiendo la pena de muerte. Debo reconocer que, terminada la celebración, algunas personas me enfrentaron duramente por esto. Pero serenamente lo mantengo.
Pero queda la interrogante fundamental: ¿qué sociedad estamos construyendo? ¿cuáles son los valores que estamos privilegiando en el día a día?.
Pienso que la muerte tristísima de Francisca Javiera Silva, de sólo cinco años de edad, puede ser un acontecimiento que nos ayude a ser mejores.

viernes, 7 de agosto de 2009

La Santa Misa según los santos (II).

San Juan Eudes:
"Para ofrecer bien una Eucaristía se necesitarían tres eternidades: una para prepararla, otra para celebrarla y una tercera para dar gracias"
"Tened por cierto el tiempo que empleéis con devoción delante de este divinísimo Sacramento, será el tiempo que más bien os reportará en esta vida y más os consolará en vuestra muerte y en la eternidad. Y sabed que acaso ganaréis más en un cuarto de hora de adoración en la presencia de Jesús Sacramentado que en todos los demás ejercicios espirituales del día."
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San Cirilo de Jerusalén:
"Así como dos pedazos de cera derretidos juntos no hacen más que uno, de igual modo el que comulga, de tal suerte está unido con Cristo, que él vive en Cristo y Cristo en él."
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San Ignacio de Loyola:
Preparando el altar, y después de revestirme, y durante la Misa, movimientos internos muy intensos y muchas e intensas lágrimas y llanto, con frecuente pérdida del habla, y también al final de la Misa, y por largos períodos durante la misa, en la preparación y después, la clara visión de nuestra Señora, muy propicia ante el Padre, hasta tal grado, que las oraciones al Padre y al Hijo y en la consagración, no podía sino sentir y verla, como si fuera parte o la puerta, para toda la gracia que sentía en mi corazón. En la consagración de la Misa, ella me enseñó que su carne estaba en la de su Hijo, con tanta luz que no puedo escribir sobre ello. No tuve duda de la primera oblación ya hecha"
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El santo cura de Ars, San Juan María Vianney:
“Si conociéramos el valor de La Santa Misa nos moriríamos de alegría”.
"Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella".
"Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa".
"La Misa es la devoción de los Santos".
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San Anselmo:
“Una sola misa ofrecida y oída en vida con devoción, por el bien propio, puede valer más que mil misas celebradas por la misma intención, después de la muerte.”
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Tomado de ICRSS.

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, II.

“De todo lo expuesto debemos deducir cuán necesaria es la oración para alcanzar la salvación.
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“Todos los condenados se condenaron por no haber rezado; si hubieran rezado, no se hubieran perdido: Todos los santos se hicieron santos por la oración; si no hubieran orado, no se hubieran hecho santos, ni siquiera se hubieran salvado.
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“Nos advierte San Juan Crisóstomo: “Abriguemos esta convicción: hay almas muertas porque no se arrojan a los pies de Dios”; es decir, que lo mismo es no rezar que morir o perder la gracia de Dios.
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“Los Padre antiguos se reunieron para deliberar entre sí qué era lo más necesario a un cristiano para salvarse, y convinieron en que lo más necesario era no dejar de la boca aquella plegaria de David: Señor, ven en mi ayuda; Señor, vuelve a socorrerme, porque si tardas en venir, caeré y perderé tu gracia. Si lo hacemos así, nos salvaremos; si no lo hacemos, nos condenaremos.
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“En segundo lugar hay que considerar la eficacia de la oración. Dice Teodoreto que “siendo una la oración, obtiene todos los bienes”.
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“El que ora alcanza cuanto desea, y en esto no puedo menos de admirar el amor que Dios nos tiene y su gran deseo de hacernos bien. ¿Qué mayor amor puede uno demostrar a su amigo que decirle: amigo, pídeme lo que quieras y te lo daré? Pues eso es lo que a cada uno de nosotros nos dice el Señor: Pedid y os daré (Lc 11, 9); (Mt 7,7). Y Dios no señala límites: todo lo que quisiereis, pedidlo, y se os dará (Jn 15, 7).
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“Afirma San Juan Clímaco que la oración puede tanto con Dios, que casi “le arranca a la fuerza las gracias que le pide”. Somos los hombres como unos mendigos, en la expresión de David (Sal 39, 18), pero si queremos ser ricos, en nuestra mano está: con pedir a Dios las gracias, las tendremos seguras, y si le pedimos mucho, se nos dará mucho.
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“David bendecía, con particular fervor, al Señor, por esa su gran bondad de poner siempre su misericordia a disposición de nuestras súplicas; Bendito sea el Señor, que no me niega ni mi oración ni su misericordia (Sal 65, 20). Palabras que glosa así San Agustín: “Mientras veas que no has perdido la oración estás seguro, porque tampoco has perdido la misericordia (Sal 65, 20). Y San Juan Crisóstomo sostiene que, cuando rezamos, “nos oye el Señor, aun antes de que hayamos terminado la oración”. Es Dios mismo quien así nos lo promete: no habrán acabado su petición y ya la habré despachado (Is 65, 24).
Fuente: San Alfonso Mª de Ligorio: Una sola cosa es necesaria.

jueves, 6 de agosto de 2009

Transfiguración del Señor.

“In illo témpore: Assúmpsit Jesus Petrum et Jacóbum, et Joánnem fratrem ejus, et duxit illos in montem excélsum seórsum: et transfigurátus est ante eos. El resplénduit fácies ejus sicut sol, vestiménta autem ejus, facta sunt alba sicut nix…” (En aquel tiempo: Tomó Jesús consigo a Pedro y a Santiago y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y allí se transfiguró en su presencia, resplandeciendo su rostro como el sol, y quedando sus vestiduras blancas como la nieve). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthaeum 17, 1-9.
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“Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, y los llevó a un monte alto y se transfiguró ante ellos… En esto se les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. Esta visión produjo en los Apóstoles una felicidad incontenible; Pedro la expresa con estas palabras: Señor, ¡qué bien estamos aquí!; si quieres haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaba tan contento que ni siquiera pensaba en sí mismo, ni en Santiago y Juan que le acompañaban. San Marcos, que recoge la catequesis del mismo San Pedro, añade que no sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió y una voz desde la nube dijo: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias: escuchadle.
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“El recuerdo de aquellos momentos junto al Señor en el Tabor fueron sin duda de gran ayuda en tantas circunstancias difíciles y dolorosas de la vida de los tres discípulos. San Pedro lo recordará hasta el final de sus días. En una de sus Cartas, dirigida a los primeros cristianos para confortarlos en un momento de dura persecución, afirma que ellos, los Apóstoles, no han dado a conocer a Jesucristo siguiendo fábulas llenas de ingenio, sino porque hemos sido testigos oculares de su majestad. En efecto, El fue honrado y glorificado por Dios Padre, cuando la sublime gloria le dirigió esta voz: Este es mi Hijo, el Amado, en quien tengo mis complacencias. Y esta voz, venida del cielo, la oímos nosotros estando con El en el monte santo. El Señor, momentáneamente, dejó entrever su divinidad, y los discípulos quedaron fuera de sí, llenos de una inmensa dicha, que llevarían en su alma toda la vida. “La transfiguración les revela a un Cristo que no se descubría en la vida de cada día. Está ante ellos como Alguien en quien se cumple la Alianza Antigua, y, sobre todo, como el Hijo elegido del Eterno Padre al que es preciso prestar fe absoluta y obediencia total” (Servus Dei Joannes Paulus II), al que debemos buscar todos los días de nuestra existencia aquí en la tierra.
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“¿Qué será el cielo que nos espera, donde contemplaremos si somos fieles a Cristo glorioso, no en un instante, sino en una eternidad sin fin? “Dios mío: ¿cuándo te querré a Ti, por Ti? Aunque bien mirado, Señor, desear el premio perdurable es desearte a Ti, que Te das como recompensa” (S. Josephmariae Escrivá).
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“Pidamos a Nuestra Señora que sepamos ofrecer con paz el dolor y la fatiga que cada día trae consigo, con el pensamiento puesto en Jesús, que nos acompaña en esta vida y que nos espera, glorioso, al final del camino”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios, Tomo VII, Madrid, Ediciones Palabra, 1987.

miércoles, 5 de agosto de 2009

Necesidad de la oración, I (San Alfonso Mª de Ligorio).

“En primer lugar, por lo que toca a la necesidad de la oración, hay que partir del principio de que no podemos hacer nada sin la gracia actual de Dios. Ahora bien: esa gracia nos asegura el Señor que no la concede sino a aquellos que se la pide: pedid y se os dará (Mt. 7,7). Es muy cierto, como dice Santa Teresa, que quien no pide no recibe (Cm. De Perf. C. 23).
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“Tratándose, pues, de los adultos, la oración es de necesidad de precepto, como se deduce claramente de la Sagrada Escritura: es preciso orar siempre (Lc. 18, 1). Rezad, para que caigáis en la tentación (Mc. 1, 38). Pedid y recibiréis (Jn. 16, 24).
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“Todas estas palabras –es preciso, rezad, pedid- enseñan los doctores, comúnmente, con Santo Tomás, que tienen fuerza de precepto riguroso, gravemente obligatorio para todos. “Todo hombre está obligado a la oración –dice el Angélico-, por cuanto está obligado a procurarse los bienes espirituales, los cuales no se pueden alcanzar sino por la oración (Jn. C. sen. de 15, 9-4, a 1).
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“Y hay tres ocasiones en que el hombre está particularmente obligado a la oración: 1ª, es cuando se encuentra en pecado; 2ª, cuando se halla en peligro de muerte; 3ª, cuando siente el ataque de alguna grave tentación.
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“Y, en general, es doctrina de los teólogos que no se puede excusar de pecado mortal al que, durante un mes, o cuando más dos, no hubiere rezado nada.
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“Pero no es sólo, como decía, de necesidad de precepto la oración, sino que además es de necesidad de medio, como lo prueban San Basilio, San Agustín, San Juan Crisóstomo, Clemente de Alejandría y otros; este término teológico quiere decir que, sin rezar, nos es absolutamente imposible conservar la gracia de Dios y salvarnos; así lo sostiene terminantemente el Crisóstomo: “Es sencillamente imposible perseverar en la virtud sin el auxilio de la oración”. “Y esto –concluye Lessio-, debe tenerse como verdad de fe”.
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“El doctor Angélico, en la tercera parte de la Summa, trata más largamente esta verdad: “Después del bautismo –dice-, necesita el hombre una oración continua para poder entrar en el reino de los cielos”. “Y es que, si bien el bautismo –prosigue-, borra los pecados, quedan todavía por vencer las tentaciones, y no las venceremos sino a fuerza de oración”. Y lo confirma en otro lugar: “Conseguida ya la gracia de la justificación, necesitamos pedir a Dios el don de la perseverancia, para vernos libres del pecado hasta el fin de la vida”.
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“Para mejor comprender esta doctrina, hay que tener en cuenta: primero, que sin especial asistencia de Dios no podemos conservar su gracia por mucho tiempo; sin tardar mucho nos hallaremos caídos en pecado mortal, y es que son tantos los enemigos que de continuo nos combaten, y por otra parte, somos nosotros tan débiles, que si Dios no nos socorre con gracias especiales, mayores que las comunes que a todos dispensa, nos veremos en la imposibilidad de resistir. Esta es pura doctrina de fe, que el Santo Concilio de Trento declara en estos términos: “Si alguno dijere que el hombre justificado puede perseverar en su justificación sin especial auxilio de Dios, o que con él no puede perseverar, sea anatema” (Ss. 2, c. 22).
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“Segundo: hay que advertir que este auxilio especial para perseverar en la gracia, Dios no lo concede, de ordinario, sino a aquellos que lo piden. “Es cosa cierta –escribe San Agustín-, que hay gracias que Dios concede aun a aquellos que no las piden, como el principio de la fe; pero hay otras que tiene preparadas únicamente para aquellos que las piden, tal es la perseverancia final” (De dono persev., c. 16)”.

Fuente: San Alfonso Mª de Ligorio: Una sola cosa es necesaria.

martes, 4 de agosto de 2009

San Juan Bautista María Vianney: guía y médico de las almas.


“Cuando Juan Bautista Mª Vianney iba a ser enviado a la pequeña parroquia de Ars (230 habitantes), el Vicario general de la diócesis le dijo: “No hay mucho amor de Dios en esta parroquia; usted procurará introducirlo”. Y eso fue lo que hizo: encender en el amor al Señor que llevaba en el corazón a todos aquellos campesinos y a incontables almas más. No poseía una gran ciencia, ni mucha salud, ni dinero…, pero su santidad personal, su unión con Dios hizo el milagro. Pocos años más tarde una gran multitud de todas las regiones de Francia acude a Ars, y a veces han de esperar días pata ver a su párroco y confesarse. Lo que atrae no es la curiosidad de unos milagros que él trata de ocultar. Era más bien el presentimiento de encontrar un sacerdote santo, “sorprendente por su penitencia, tan familiar con Dios en la oración, sobresaliente por su paz y su humildad en medio de los éxitos populares, y sobre todo tan intuitivo para corresponder a las disposiciones interiores de las almas y librarlas de su carga, particularmente en el confesionario”. Escogió el Señor “como modelo de pastores a aquel que habría podido parecer pobre, débil, sin defensa y menospreciable a los ojos de los hombres (cfr. 1 Cor 1, 27-29). Dios lo premió con sus mejores dones como guía y médico de las almas”.
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“En cierta ocasión, a un abogado de Lyon que volvía de Ars, le preguntaron qué había visto allí. Y contestó: “He visto a Dios en un hombre”. Esto mismo hemos de pedir hoy al Señor que se pueda decir de cada sacerdote, por su santidad de vida, por su unión con Dios, por su preocupación por las almas. En el Sacramento del Orden, el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de sus tesoros, como le llama San Pablo. Estos tesoros son: la Palabra divina en la predicación; el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que dispensa en la Santa Misa y en la Comunión; y la gracia de Dios en los sacramentos. Al sacerdote le es confiada la tarea divina por excelencia, “la más divina de las obras divinas”, según enseña un antiguo Padre de la Iglesia, como es la salvación de las almas. Es constituido embajador, mediador, entre Dios y los hombres. Entre Dios, que está en el Cielo, y el hombre que todavía se encuentra de paso en la tierra; con una mano toma los tesoros de la misericordia divina, con la otra los distribuye generosamente. Por su misión de mediador, el sacerdote participa de la autoridad con que Cristo construye, santifica y gobierna su Cuerpo, confecciona el sacramento de la Eucaristía, que es la acción más santa que pueden realizar los hombres sobre la tierra.
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“Hoy es un día muy oportuno para que, a través del Santo Cura de Ars, pidamos mucho por la santidad de los sacerdotes, especialmente de aquellos que de alguna manera están puestos por Dios para ayudarnos en nuestro camino hacia El.
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“Hoy pedimos al Señor sacerdotes santos, amables, doctos, que traten las almas como joyas preciosas de Jesucristo, que sepan renunciar a sus planes personales por amor a los demás, que amen profundamente la Santa Misa, fin principal de su ordenación y centro de todo su día, y que orienten sus mejores esfuerzos pastorales, “como en el Cura de Ars, en el anuncio explícito de la fe, del perdón, de la Eucaristía”.
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“Es de justicia que los fieles recen cada día, y de modo particular cuando celebramos la fiesta del Santo Cura de Ars, por todos los sacerdotes, y en especial por aquellos que han recibido el encargo de Dios de atenderlos espiritualmente: de quienes reciben el oro de la buena doctrina, el pan de los Ángeles y el perdón de los pecados. Con palabras de San Josemaría Escrivá, nos enseñan a tratar a Cristo, a encontrarnos con El en el tribunal amoroso de la Penitencia y en la renovación incruenta del Sacrificio del Calvario, en la Santa Misa”.
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios, Tomo 7, Madrid, Ediciones Palabra, 1987.

lunes, 3 de agosto de 2009

Mensaje del Prelado del Opus Dei con motivo del Año Sacerdotal

Sancta Missa Tradicional en Casablanca, Chile.

Capilla Santa Teresita
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La celebración de la Sancta Missa Tradicional en Casablanca, V región, Chile, se llevará a efecto de acuerdo a lo siguiente y en lo sucesivo, si Dios así lo quiere:
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2º domingo de cada mes a las 17:00 hrs.
Capilla Santa Teresita.
Calle Juan Verdaguer casi esquina Santo Toribio.
Oficiada por Monseñor Jaime Astorga Paulsen.
Próxima celebración: 9 de agosto.
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3º domingo de cada mes a las 17:00 hrs.
Templo Parroquial de Santa Bárbara de Casablanca.
Avda. Constitución esquina Avda. Portales.
Oficiada por Monseñor Jaime Astorga Paulsen.
Próxima celebración: 16 de agosto.
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En Nuestro Señor Jesucristo, su Santísima Madre y nuestra Patrona Santa Bárbara, virgen y mártir.

domingo, 2 de agosto de 2009

Reflexión del Noveno Domingo después de Pentecostés.

“El ingréssus in templum, coepit ejícere vendéntes in illo et eméntes, dicens illis: Scriptum est: Quia domus mea domus oratiónis est. Vos autem fecístis illam spelúncam latrónum. Et erat docens quotídie in templo” (Y habiendo entrado en el Templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Escrito está: ¡Mi casa es casa de oración; y vosotros la tenéis convertida en cueva de ladrones! Y enseñaba todos los días en el Templo). Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam 19, 41-47.
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“El Evangelio de la Misa nos muestra a Jesús santamente indignado al ver la situación en que se encontraba el Templo, de tal manera que expulsó de allí a los que vendían y compraban. (…) Lo que principio pudo ser tolerable y hasta conveniente, había degenerado de tal modo que la intención religiosa del principio se había subordinado a los beneficios económicos de aquellos comerciantes, que quizá eran los mismos servidores del Templo. Este llegó a parecer más una feria de ganado que un lugar de encuentro con Dios.
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“El Señor, movido por el celo de la casa de su Padre, por una piedad que nacía de los más hondo de su Corazón, no pudo soportar aquel deplorable espectáculo y los arrojó a todos de allí con sus mesas y sus ganados. Jesús subraya la finalidad del Templo con un texto de Isaías bien conocido por todos: Mi casa será casa de oración. Y añadió: pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones. Quiso el Señor inculcar a todos cuál debía ser el respeto y la compostura que se debía manifestar en el Templo por su carácter sagrado. ¡Cómo habrá de ser nuestro respeto y devoción el templo cristiano –en las iglesias-, donde se celebra el sacrificio eucarístico y donde Jesucristo, Dios y Hombre, está realmente presente en el Sagrario! “Hay una urbanidad de la piedad. Apréndela. Dan pena esos hombres “piadosos”, que no saben asistir a Misa –aunque la oigan a diario-, ni santiguarse –hacen unos raros garabatos, llenos de precipitación-, ni hincar la rodilla ante el Sagrario –sus genuflexiones ridículas parecen una burla-, ni inclinar reverentemente la cabeza ante una imagen de la Señora” (San Josephmariae).
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“Mi casa será casa de oración. ¡Qué claridad tiene la expresión que designa el templo como la casa de Dios! Como tal la hemos de tenerla. A ella hemos de acudir con amor, con alegría y también con un gran respeto, como conviene al lugar donde está, ¡esperándonos!, el mismo Dios. (…)“Cuando se ve a alguien, por ejemplo, hincar con devoción la rodilla ante el Sagrario es fácil pensar: tiene fe y ama a su Dios. Y este gesto de adoración, resultado de lo que se lleva en el corazón, ayuda a uno mismo y a otros a tener más fe y más amor.
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“El incienso, las inclinaciones y genuflexiones, el tono de la voz adecuado en las ceremonias, la dignidad de la música sacra, de los ornamentos y objetos sagrados, el trato y decoro de estos elementos de culto, su limpieza y cuidado, han sido siempre la manifestación de un pueblo creyente. El mismo esplendor de los materiales litúrgicos facilita la comprensión de que se trata ante todo de un homenaje a Dios. Cuando se observa de cerca alguna de las custodias de la orfebrería de los siglos XVI y XVII se nota cómo casi siempre el arte se hace más rico y precioso conforme se acerca el lugar que ocupará la Hostia consagrada. A veces desciende a pormenores que apenas se notan a poca distancia: el arte mejor se ha puesto donde sólo Dios –se diría- puede apreciarlo. Este cuidado hasta en lo más pequeño ayuda poderosamente a reconocer la presencia del propio Dios. (…)“¿Es para nosotros el templo el lugar donde damos culto a Dios, donde le encontramos con una presencia verdadera, real y substancial? (…) Todos los fieles, sacerdotes y laicos, hemos de ser “tan cuidadosos del culto y del honor divino, que puedan con razón llamarse celosos más que amantes… para que imiten al mismo Jesucristo, de quien son estas palabras: El celo de tu casa me consume (Jn 2, 17) (Catecismo Romano, III, 2, n. 27).
Fuente: Francisco Fernández Carvajal: Hablar con Dios. Tomo V. Madrid. Ediciones Palabra. 1987.