domingo, 23 de agosto de 2009

Duodécimo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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"Haz también tú de la misma manera": ama a tus hermanos como el buen Samaritano: "amaos los unos a los otros como yo os he amado".
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La parábola del Buen Samaritano contiene dos enseñanzas. Al recordarnos lo que debe ser nuestra caridad, misericordia para con el prójimo, quienquiera que sea, evoca lo que fue la de Cristo con respecto a nosotros. El fue el buen Samaritano que se inclinó sobre la humanidad para curar sus llagas y confiarla a los desvelos de su Iglesia hasta que él vuelva.
Ciertamente, es una gran alegría para la Iglesia el poder prolongar, en nombre de Cristo, entre los hombres este ministerio de bondad, capaz de curar las heridas del pecado y derramar la vida divina en las almas; ministerio de gloria, mucho más noble que el de Moisés, puesto que confiere la verdadera santidad, la que nos ha venido a traer el mismo Cristo, el cual sigue siendo su fuente imprescindible.
Por lo mismo, debe también alegrarnos el prestar ayuda y socorro por amor de Cristo a cualquiera que tenga necesidad; de Cristo, que tanto nos ha amado y nos obliga a asociar el amor generoso y desinteresado al prójimo con nuestro amor a Dios.
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INTROITUS
Ps. 69, 2 - 3. Ps. ibid., 4.
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Deus, in adjutórium meum
inténde: Dómine, ad adjuvándum
me festina: confundántur, et
revereántur inimíci mei, qui
quaerunt ánimam meam.
Ps. Avertántur retrórsum, et
erubéscant, qui cógitant mihi mala.
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

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