domingo, 2 de agosto de 2009

Noveno domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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Lágrimas de Jesús sobre Jerusalén desagradecida y prevenida de su ruina; cólera santa a la vista del Templo profanado.
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La epístola evoca las terribles pruebas que en otro tiempo atrajeron las infidelidades de muchos israelitas sobre el pueblo que caminaba por el desierto. Con ello se nos recuerda una verdad apremiante: La vocación divina es un privilegio; pero no basta para salvarnos; no hace sino volver más sagrados nuestros deberes de fidelidad. San Pablo nos invita a meditar en esta enseñanza que deduce de la historia de nuestros padres.
Idéntica es la lección del evangelio. Por rehusar el mensaje de paz que le dirige Jesús, se convertirá en ruinas Jerusalén, aun no pasados los cuarenta años de la muerte del Salvador.
También entre nosotros se actualiza la historia del pueblo elegido. Se propaga el mensaje de Cristo, y al lado de los que le reciben, hay otros muchos que rehusan oírle, y, aún entre los que de primer momento le reciben, hace grandes destrozos la prueba necesaria de la fidelidad. Pero Dios siempre será fiel, y hasta el fin querrá nuestro bien y vendrá en nuestra ayuda en la dificultad.
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INTROITUS
Ps. 53, 6 - 7. Ps. ibid., 3
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Ecce, Deus, ádjuvat me,
et Dóminus suscéptor
est ánimae meae: avérte
mala inimícis meis, et in
véritáte tua dispérde illos,
protéctor meus, Dómine.
Ps. Deus, in nómine
tuo salvum me fac:
et in virtúte tua líbera me.
V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

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