“3ª Debemos rezar con perseverancia.
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“Según San Hilario, “el secreto para obtener las gracias está en rezar con perseverancia. A unos despacha el Señor en la primera oración; a otros, en la segunda; a otros, en la tercera, y puesto que no sabemos cuántas veces ha dispuesto Dios que repitamos la súplica para despacharla, es necesario que insistamos siempre en pedir la gracia que deseamos.
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“Si se trata, sobre todo, de perseverancia final, es más necesario que nunca, pues esa es una gracia que no podemos merecer, como enseña el Concilio de Trento (Ss. 6, 12); “sin embargo, en cierto modo podemos merecerla, con la oración, dice San Agustín, ya que, rezando, ciertamente se alcanza”. Por eso, “si queremos obtenerla y salvarnos, la tenemos que pedir a Dios continuamente”, advierte Santo Tomás; que es lo mismo que quiso significar el divino Maestro con aquellas palabras: es necesario orar siempre sin desfallecer (Lc. 18, 1); y el Apóstol con aquellas otras: orad sin interrupción (Tes. 5, 17).
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“No basta, según esto, rezar una vez ni unas cuantas veces, dice Belarmino, pidiendo la perseverancia; “es indispensable pedirla todos los días”. El día que no la pidamos caeremos en pecado mortal, y la perderemos.
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“Escribe San Gregorio, que “Dios quiere darnos la perseverancia, pero a condición de que le importunemos hasta ponerle en la obligación de dárnosla”. Y esa es la razón de aquellas palabras del Señor, insistentes y apremiantes: Pedid y recibiréis; buscad y hallaréis, llamad, y os abrirán… (Lc. 11, 9).
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“Pedid, buscad, llamad, sobre todo cuando aprieta la tentación, para no caer; entonces es cuando más urge pedir, y volver a pedir, hasta que veamos la tentación vencida; entonces debemos repetir sin cesar: “Jesús mío, misericordia; Señor, ayudadme; no permitáis que me aparte de Vos”. Y al mismo tiempo hemos de pedir a Dios el espíritu de oración; esto es, la gracia que Dios prometió a la familia de David: derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén el espíritu de gracia y de oración (Zac. 12, 10).
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“Nótense las palabras gracia y oración: van unidas, como van unidas la oración y la gracia que pedimos. El que así rece, está bien seguro de que no caerá en los lazos que le tiendan los enemigos. Es inútil tender las redes por los aires para cazar volatería, observa el sabio, porque las aves levantan el vuelo y burlan las redes; así burla las tentaciones el que reza, porque con la oración remonta el vuelo hasta Dios, y Dios lo libra de caer”.
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De: Una sola cosa es necesaria.
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