domingo, 9 de agosto de 2009

Décimo domingo después de Pentecostés.

(II clase, verde) Gloria, Credo y prefacio de la Santísima Trinidad.
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El orgulloso fariseo que se pavonea, el humilde publicano que se golpea el pecho: "Os digo que el último será justificado y no el otro".
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Los dones que hemos recibido del Señor no proceden de nosotros, sino del Espíritu de Dios. Por tanto, debemos ponerlos al servicio de la Iglesia y de nuestros hermanos con espíritu de humildad.
La parábola del fariseo y el publicano hace resaltar de manera emocionante que de nada podemos enorgullecernos. Hay dos clases de hombres: los santos, que se estiman culpables de todas las faltas, y los pecadores, que de nada se juzgan reos. Los primeros son humildes: Dios los elevará al glorificarlos; los segundos son orgullosos, y los confundirá al castigarlos. Más profundamente define al hombre san Irineo, diciendo que es "el receptáculo de los dones divinos".
Dios no se contenta con llamarnos a la práctica de los mandamientos. Da además su Espíritu para que transforme las almas y les inspire sentimientos cristianos.
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INTROITUS
Ps. 54, 17, 18, 20 et 23. Ps. ibid., 2
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Cum clamárem ad Dóminum,
exaudívit vocem meam,
ab his qui appropínquant mihi:
et humiliávit eos qui est
ante saécula, et manet in atérnum:
jacta cogitátum tuum
in Dómino, et ipse te enútriet.
Ps. Exáudi, Deus, oratiónem
meam, et ne despéxeris
deprecatiónem meam: inténde mihi,
et exáudi me. V/. Glória Patri.
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Los textos propios de la Sancta Missa los obtienes aquí.

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