viernes, 7 de agosto de 2009

De la enseñanza de San Alfonso Mª de Ligorio, II.

“De todo lo expuesto debemos deducir cuán necesaria es la oración para alcanzar la salvación.
*
“Todos los condenados se condenaron por no haber rezado; si hubieran rezado, no se hubieran perdido: Todos los santos se hicieron santos por la oración; si no hubieran orado, no se hubieran hecho santos, ni siquiera se hubieran salvado.
*
“Nos advierte San Juan Crisóstomo: “Abriguemos esta convicción: hay almas muertas porque no se arrojan a los pies de Dios”; es decir, que lo mismo es no rezar que morir o perder la gracia de Dios.
*
“Los Padre antiguos se reunieron para deliberar entre sí qué era lo más necesario a un cristiano para salvarse, y convinieron en que lo más necesario era no dejar de la boca aquella plegaria de David: Señor, ven en mi ayuda; Señor, vuelve a socorrerme, porque si tardas en venir, caeré y perderé tu gracia. Si lo hacemos así, nos salvaremos; si no lo hacemos, nos condenaremos.
*
“En segundo lugar hay que considerar la eficacia de la oración. Dice Teodoreto que “siendo una la oración, obtiene todos los bienes”.
*
“El que ora alcanza cuanto desea, y en esto no puedo menos de admirar el amor que Dios nos tiene y su gran deseo de hacernos bien. ¿Qué mayor amor puede uno demostrar a su amigo que decirle: amigo, pídeme lo que quieras y te lo daré? Pues eso es lo que a cada uno de nosotros nos dice el Señor: Pedid y os daré (Lc 11, 9); (Mt 7,7). Y Dios no señala límites: todo lo que quisiereis, pedidlo, y se os dará (Jn 15, 7).
*
“Afirma San Juan Clímaco que la oración puede tanto con Dios, que casi “le arranca a la fuerza las gracias que le pide”. Somos los hombres como unos mendigos, en la expresión de David (Sal 39, 18), pero si queremos ser ricos, en nuestra mano está: con pedir a Dios las gracias, las tendremos seguras, y si le pedimos mucho, se nos dará mucho.
*
“David bendecía, con particular fervor, al Señor, por esa su gran bondad de poner siempre su misericordia a disposición de nuestras súplicas; Bendito sea el Señor, que no me niega ni mi oración ni su misericordia (Sal 65, 20). Palabras que glosa así San Agustín: “Mientras veas que no has perdido la oración estás seguro, porque tampoco has perdido la misericordia (Sal 65, 20). Y San Juan Crisóstomo sostiene que, cuando rezamos, “nos oye el Señor, aun antes de que hayamos terminado la oración”. Es Dios mismo quien así nos lo promete: no habrán acabado su petición y ya la habré despachado (Is 65, 24).
Fuente: San Alfonso Mª de Ligorio: Una sola cosa es necesaria.

No hay comentarios: