viernes, 30 de noviembre de 2012

San Andrés.


Apóstol
n. en Betsaida; † crucificado en Grecia
Patrono de pescadores; pescaderías; Grecia; mujeres solteras; mujeres que desean ser madre; vocalistas.
Protector contra la gota y dolores de garganta.
SAN ANDRÉS, Apóstol
Líbreme Dios de gloriarme,
sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
(Gálatas 6, 14)
San Andrés, pescador de Betsaida en Galilea, hermano de Simón Pedro y, primero, discípulo de San Juan Bautista, fue, después de la Ascensión, a predicar el Evangelio en Tracia, en Escitia y, después, en Grecia. Fue apresado bajo Nerón, azotado varias veces y por fin, condenado a morir crucificado. Regaló sus vestiduras al verdugo y, en cuanto vio la cruz, la abrazó exclamando: “¡Oh buena cruz, cuánto tiempo hace que te deseo!” Desde lo alto de ella predicó durante dos días el Evangelio a la multitud que presenciaba su suplicio.
MEDITACIÓN
SOBRE LA CRUZ DE SAN ANDRÉS
I. San Andrés había deseado durante mucho tiempo la cruz y había preparado su espíritu para recibirla. Imita esta santa previsión y prepárate para padecer valerosamente las más duras pruebas. Pide a Dios que te castigue según su beneplácito. Si te escucha, la cruz te será dulce; si no te escucha, no por eso quedarán sin recompensa tus buenos deseos. Di con San Andrés: Oh buena Cruz, oh Cruz por tanto tiempo deseada, sepárame de los hombres para devolverme a mi Maestro, a fin de que Aquél que me ha redimido por la cruz, me reciba por la cruz.
II. San Andrés se alegró a la vista de su cruz porque debía morir como su divino Maestro. Cuando veas tú que se te aproximan la cruz y los sufrimientos, que este pensamiento te fortifique. Jesús ha padecido todos estos tormentos y mucho más crueles aun, para endulzarme con su amargura. En lugar de imitar a este santo Apóstol, ¿no tiemblas tú, acaso, a la vista de las cruces y de las aflicciones?
III. Considera que no es San Andrés quien lleva la cruz, sino la cruz la que lleva a San Andrés. Si llevas tú la cruz como él, ella te llevará, no te incomodará, te ayudará a evitar los peligros del mundo. Si no llevas tu cruz con alegría y buena voluntad, será preciso que la arrastres gimiendo. Nadie está exento de cruz en este mundo; siente menos su pesadez quien la lleva alegremente por amor a Dios. La cruz es un navío; nadie puede atravesar el mar del mundo si no es llevado por la cruz de Jesucristo (San Agustín).
El amor a la Cruz.
Orad por la conversión de Inglaterra.
ORACIÓN
Oíd nuestras humildes plegarias y concedednos, Señor, que el Apóstol San Andrés, que instruyó y gobernó a vuestra Iglesia, interceda continuamente por nosotros ante el trono de vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S.

jueves, 29 de noviembre de 2012

Martirologio Romano (1956).


  1. En Roma, en la vía Salaria, el triunfo de los santos Mártires Saturnino, anciano, y Sisinio, Diácono, en el imperio de Maximiano; a los cuales, después de maltratarlos con larga prisión, ordenó el Prefecto de la ciudad suspender en el potro, estirar con nervios, azotar con palos y escorpiones, aplicar teas encendidas y, bajándolos del ecúleo, degollarlos.
  2. En Tolosa de Francia, san Saturnino, Obispo, el cual, en tiempo de Decio, fue detenido por los Paganos en el Capitolio de aquella ciudad, y precipitado desde lo más alto de aquel alcázar por toda la gradería; con que rota la cabeza, saltados los sesos y destrozado todo el cuerpo, entregó su digna alma a Cristo.
  3. Igualmente, el suplicio de los santos Paramón y trescientos setenta y cinco Compañeros, en tiempo del Emperador Decio y del Presidente Aquilino.
  4. En Ancira de Galacia, san Filomeno, Mártir, el cual, en la persecución del Emperador Aureliano, siendo Presidente Félix, probado con el fuego, taladrados con clavos pies y manos, y últimamente la cabeza, consumó el martirio.
  5. En Véroli de los Hérnicos, los santos Mártires Blas y Demetrio.
  6. En Todi de Umbría, santa Iluminada, Virgen.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

San Esteban el Joven.


Mártir
n. en el año 714 en Constantinopla;
† martirizado en el año 764 en Constantinopla
Patrono de coleccionistas de monedas; numismáticos; fundidores.
SAN ESTEBAN EL JOVEN, Mártir
Las zorras tienen madrigueras,
y las aves del cielo nidos,
mas el Hijo del hombre no tiene
dónde reclinar su cabeza.
(Mateo 8, 20)
San Esteban el joven fue, antes de nacer, ofrecido al Señor por sus padres. Él mismo se consagró al servicio de Dios abrazando la vida religiosa lo más pronto que pudo. Pidió una habitación sin techo, a fin de estar expuesto a todas las inclemencias de la intemperie. Constantino Coprónimo le prohibió que honrara las imágenes de los santos, pero le respondió el santo que estaba dispuesto a morir antes que cumplir su prohibición. Esta generosa respuesta le mereció la corona del martirio, en el año 764.
MEDITACIÓN
SOBRE CÓMO HAY QUE SUFRIR
LAS INCLEMENCIAS DEL TIEMPO
I. Hay que sufrir con paciencia y sin murmuración lo que no puede evitarse; soporta, pues, con resignación el frío, el calor y todas las molestias de las estaciones. Estas incomodidades te son comunes con todos los hombres; sopórtalas, pero de manera que no sea común; recíbelas en expiación de los pecados que has cometido; esto disminuirá proporcionalmente lo que debes sufrir en el purgatorio y embellecerá tu corona en el cielo. ¿Tú, que has merecido el infierno con tus crímenes, te atreves a quejarte del frío del invierno y de los calores del verano?Cesará de quejarse quien comprenda que merece los sufrimientos que lo afligen (San Cipriano).
II. Tú soportas estas incomodidades sin murmurar, cuando hay algún provecho que obtener, algún honor que esperar. ¿Acaso el mercader, el soldado, el agricultor, no menosprecian las borrascas, las tempestades y el rigor de las estaciones cuando se trata de sus intereses? ¿Por ventura tantos hombres virtuosos como hay que sufren por amor de Jesucristo, no tienen un cuerpo como el tuyo? Acostúmbrate, como ellos, al sufrimiento.
III. Jesucristo se expuso a todos estos tormentos por amor nuestro; míralo en el pesebre, en Egipto, en sus viajes, en la cruz; por todas partes se expuso a los rigores de las estaciones. Su cuerpo, que estaba unido a la divinidad, hubiera podido, milagrosamente, hacerse impasible, pero Jesús no lo quiso, ¡Y tú quisieras cambiar el orden de las estaciones y las leyes de la naturaleza para no tener nada que te aflija! ¡El Hijo de Dios ha sufrido para hacer de nosotros hijos de Dios, y el hijo del hombre nada quiere sufrir para continuar siendo hijo de Dios! (San Cipriano).
La paciencia.
Orad por los pobres.
ORACIÓN
Haced, os conjuramos, oh Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado mártir Esteban, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S.

martes, 27 de noviembre de 2012

Martirologio Romano (1956).


  1. En Antioquía, los santos Mártires Basileo, Obispo, Auxilio y Saturnino.
  2. En Sebaste de Armenia, los santos Mártires Hirenarco, Acacio, Presbítero, y siete mujeres. Por la constancia de ellas, movido Hirenarco, se convirtió a Cristo, y en el imperio de Diocleciano y presidencia de Máximo, juntamente con Acacio, fue degollado.
  3. A orillas del río Cea, en Galicia, los santos Facundo y Primitivo, que padecieron bajo el poder del Presidente Ático.
  4. En Persia, Santiago el Interciso, esclarecido Mártir, que en tiempo de Teodosio el Menor, por congraciarse con el Rey Isdegerdes, negó a Cristo; pero apartándose por esta causa de su compañía su madre y su mujer, vuelto en sí, delante de Vararán, hijo y sucesor de Isdegerdes, confesó intrépidamente que era Cristiano; por lo cual, lleno de cólera el Rey, le sentenció a muerte y mandó cortarle el cuerpo miembro a miembro y decapitarle. Al mismo tiempo, y en la misma ciudad, padecieron otros innumerables Mártires.
  5. En Aquilea, san Valeriano, Obispo.
  6. En Riez de Francia, san Máximo, Obispo y Confesor, el cual, dotado desde su primera edad del atractivo de todas las virtudes, fue primerarmente Prelado del monasterio de Lerins, y después Obispo de la Iglesia de Riez, y resplandeció con prodigios y milagros.
  7. En Salzburgo de Nórica, san Virgilio, Obispo y Apóstol de los Carintios, que por el Sumo Pontífice Gregorio IX fue puesto en el número de los Santos.
  8. En la India, en los confines de Persia, los santos Barlaán y Josafat, cuyas admirables hazañas escribió san Juan Damásceno.
  9. En París, el tránsito de san Severino, Monje y Solitario.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Mes de María: CONSAGRADO A HONRAR EL SEPTIMO DOLOR DE MARIA.


Temerosos los discípulos de que el sagrado cuerpo del Salvador sufriera nuevos ultrajes si permanecía por más tiempo en la cruz, solicitaron de Pilatos autorización para bajarlo del suplicio y darle la honrosa sepultura. Pilatos consintió sin dificultad en ello; Jesús fue desenclavado de la cruz por manos de sus discípulos.
En este instante redóblanse las penas de María. El mundo iba a devolver a sus brazos maternales los fríos despojos de su adorado Hijo; pero ¡ay! ¡en qué estado le devuelven los hombres a Aquél que ton tanto gozo concibiera en sus entrañas, afeado, denegrido, ensangrentado! Era el más hermoso entre todos los hijos de los hombres; mas ahora apenas conserva la figura de hombre. Recibe ¡oh María! el triste presente que te da el mundo en pago de los beneficios que ha recibido de tu mano...
María alza ansiosamente sus brazos para recibir al Hijo que hacía tanto tiempo que anhelaba estrechar contra su pecho. Toma en sus manos los clavos ensangrentados, los mira, los besa y los deja silenciosamente al pie de la cruz. Coloca sobre sus rodillas el cuerpo despedazado de Jesús; lo estrecha amorosamente en sus brazos; le quita las espinas de su cabeza, como si quisiera de este modo aliviar los pasados dolores de su hijo ya difunto; contempla, llena de espanto, las profundas heridas que las espinas, los clavos y la lanza le habían abierto en su frente, manos y costado. Mézclanse sus rubios cabellos con los ensangrentados de Jesús; empapa con sus lágrimas el exánime cadáver e imprime en él ósculos de amor y de ternura. “Hijo mío, exclama, ¿qué ola ha sido ésta que te ha arrebatado violentamente del seno de tu madre? ¿Qué mal has hecho a los hombres que te han puesto en tan lamentable estado? – Responde, hijo mío, responde por piedad. – Pero ¡ay!, muda está esa lengua que habló tantas maravillas; cárdenos esos labios que pronunciaron tantas palabras de vida, de amor y de consuelo; oscurecidos los ojos que con una sola mirada calmaban las tempestades; heridas las manos que dieran vista a los ciegos, oído a los sordos y vida a los muertos. ¿Qué haré yo sin ti? ¿Quién tendrá piedad de una madre desamparada? ¡Oh Belén! ¡Oh Nazaret! Apartaos de mi memoria, los goces que en días lejanos disfruté en vuestro seno se han convertido en espinas punzadoras…”
De esta suerte se lamentaría la dolorida Madre teniendo en sus brazos el cuerpo de Jesús. ¡Pobre Madre! Aún le quedaba que apurar otro no menos amargo trago. Los discípulos arrancan de los brazos de María el cuerpo de su hijo para conducirlo al sepulcro; y ella tiene el dolor de seguir hasta la tumba esos restos queridos, y después de acariciarlos por última vez, ve colocar sobre ellos una pesada loza. No hay nada más cruel para el corazón de una Madre que ver entregar a la tierra el fruto de sus entrañas. ¡Oh! Cuánto hubiera dado María por tener el consuelo de ser sepultada con Jesús en el sepulcro!...
En el corazón atribulado de María se levantaba un pensamiento que hacia aún más penoso su martirio. Ella veía, a través de los siglos venideros, que los padecimientos y la muerte de Jesús habían de ser ineficaces para un gran número, y que a pesar de los azotes, las espinas y la cruz, multitud de pecadores se habían de condenar. – No contristemos con nuestra ingratitud y con nuestros pecados el lacerado corazón de María, que bastante ha padecido ya por nosotros. Ella nos dice amorosamente desde el cielo: Pecadores, volved al corazón herido de mi Jesús.-Venid; contemplad las llagas que en él han abierto vuestros pecados; no renovéis esas llagas, mirad que renováis también mis dolores y que así demostráis sentimientos más crueles que los de los verdugos. Ellos no lo conocían; pero vosotros sabéis que es vuestro Dios, vuestro Redentor. Ellos obedecían  las órdenes de tribunales inicuos, vosotros obedecéis a vuestras pasiones y a vuestros desordenados deseos. Ellos en fin, no habían recibido ningún beneficio de Jesús, pero vosotros habéis sido rescatados por su sangre.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Ultimo domingo después de Pentecostés.



(II clase, verde)
Gloria, Credo y Prefacio de la Trinidad.
El formulario de la misa es el del último domingo después de Pentecostés

Fuente: El Rincón Litúrgico.
Se cierra el Ciclo litúrgico con la semana última del año eclesiástico y, con él, la historia del mundo, que se nos ha ido recordando desde sus comienzos (en el Adviento), hasta su fin postrero (en el Domingo 24º después de Pentecostés).
Por eso ha querido la Iglesia que este día se lea en su Breviario (el libro del profeta MIQUEAS (contemporáneo de Oseas) con el comentario de S. Basilio en que se nos habla del Juicio final, sirviendo de comentario al Evangelio.
El Señor, dice Miqueas, saldrá de su lugar; las montañas quedarán consumidas debajo de Él, y los valles se agrietarán y se fundirán como cera junto a la llama, como las aguas que se precipitan por la pendiente. Todo eso por causa del crimen de Jacob y de los pecados de la casa de Israel (Noct., 50 domo de nov.).
Pero junto a estas amenazas vienen las promesas de salvación: "Yo te juntaré a todo Jacob, y reuniré lo que aún queda de Israel y los pondré juntos como a rebaño en el aprisco" Los asirios han destruido a Samaría y los caldeos a Jerusalén; pero el Mesías restaurará esas ruinas, y ese mesías nos dice Miqueas que ha de nacer en Belén, y que su reino, el de la Jerusalén ce lestial, no tendrá fin.
Los profetas NAHUM, HABACUC, SOFONÍAS, AGGEO, ZACARÍAS y MALAQUÍAS, cuyos escritos se leen también por ahora, confirman lo que dice Miqueas. Jesús mismo empieza por evocar en el Evangelio la profecía de DANIEL, que anuncia la ruina total y definitiva del Templo de Jerusalén y de la nación judía por las armas romanas. Esa "abominable desolación que en el Templo santo reinó" por entonces, fué justo castigo de la infidelidad y obstinación de Israel en no querer admitir a Cristo (Ev.).El vaticinio de Daniel y de Jesús se cumplió al pie de la letra unos años después de la Ascensión de Cristo, y la desolación fue tal que de haber durado algo más ni un solo judío hubiera quedado vivo. Mas Dios quiso abreviar aquellos aciagos días del asedio para salvar a los que, al ver tamaño escarmiento, habían de convertirse.
Algo de esto sucederá también al fin del mundo, del que la ruina de Jerusalén era figura. "Tunc, entonces" o sea, cuando Cristo vuelva, serán todavía mayores los satánicos prodigios, entre ellos el Antecristo, para hacerse pasar por Cristo. Ese hombre maldito de pecado llegará hasta a sentarse en el Templo santo para que se le adore como a Dios.
Al fin de todo vendrá Jesús. Pero no humilde y manso como la vez primera y en un rinconcillo del mundo; antes vendrá con "poderío y majestad" y el Hijo del Hombre aparecerá con la rapidez de un relámpago. Entonces le saldrán a esperar los elegidos con las ansias que el águila manifiesta cuando cae sobre su presa. Su advenimiento se anunciará con cataclismos de cielos, de mar y tierra. Todas las gentes estarán despavoridas y con los ojos desencajados, y se lamentarán antes de morir muertos y antes del juicio sentenciados, cuando vean en el cielo a Cristo a quien no quisieron reconocer ni servir como a su Dios y Señor, y que ahora viene a juzgar a los vivos y a los muertos y al mundo por el fuego (V. Libera me).
No hay pensamiento tan poderoso como éste para apartarnos del pecado. Claro lo dice S. Basilio en la homilía de hoy: "Cuando el deseo de pecar te ande salteando, quisiera te acordases del tremendo y terrible tribunal de Cristo... ante el cual uno por uno iremos dando cuenta de nuestra vida. Inmediatamente, los que hubieron perpetrado muchos males durante su vida veránse rodeados de ángeles terribles y feísimos que los precipitarán en el abismo sin fondo, en donde arde envuelto de espesas tinieblas un fuego sin llama, y gusanos venenosos devoran sin cesar sus carnes, causándoles con sus mordeduras inaguantables dolores; y por fin, el oprobio y eterna confusión, que es el peor de todos los suplicios. Temed estas cosas y traspasados de este temor, servíos de su memoria como de freno contra la concupiscencia y el pecado. (3" Noct.).
Por eso mismo nos exhorta la Epístola a portarnos de una manera digna de nuestro Dios y a dar frutos de toda clase de buenas obras... dando gracias a nuestro Padre celestial por habernos hecho capaces de tener parte en la herencia de los Santos desde ahora en espíritu, pero desde el día del Juicio Final en cuerpo y alma, merced a la Sangre redentora de su Hijo queridísimo. En medio de las angustias de nuestros postreros momentos precursores de nuestra muerte, desde el fondo del abismo de nuestra poquedad y miseria clamaremos al Señor (Of.) para que, en su misericordia, nos procure los remedios poderosos de los últimos sacramentos (Or.); y nuestro buen Dios, que abriga para con sus fieles sentimientos de paz y no de ira (Int.), y que tiene prometido despachar las plegarias hechas con fe (Com.), nos oirá, librándonos de las terrenales concupiscencias (Sec.), poniendo fin a nuestro cautiverio (Int. V.) e introduciéndonos en el cielo juntos con Jesús triunfante, el cual obrará entonces la consumación de las cosas y entregará a su Padre el reino con tantos trabajos por Él conquistado, como homenaje perfecto de Él y de sus místicos miembros. Aquel día será el de la verdadera Pascua, el verdadero paso del destierro a la Tierra de promisión, a la Patria de la Jerusalén celestial, en aquel inmenso "Templo en que todos cantaremos: ¡Gloria!". Y Dios será todo en todos.
En ese día venturoso, por medio de nuestro Pontífice Jesús, rendiremos un culto eterno a la Santísima Trinidad, diciendo: ¡Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo! Como en el principio, y ahora y siempre, y en los siglos de los siglos. Amén.
*

sábado, 24 de noviembre de 2012

María es inagotable en sus misericordias.


No hace muchos años que un caballero residente en París, después de haber manifestado en su infancia disposiciones para la virtud, abandonó a los dieciocho años las prácticas religiosas y se dejó arrebatar por los tempestuosos halagos de las pasiones, en cuya triste vida se agitó, como una barca sin timón, durante veinte años. En el largo transcurso de ese tiempo, no entró jamás en un templo ni levantó hacia Dios un latido de su corazón. Esto no obstante, llevaba siempre consigo una medalla milagrosa, que conservaba, más como recuerdo de su madre, que como objeto de piedad. Algunas veces, tomándola en sus manos, había repetido la jaculatoria que llevaba al pie. ¡Oh María! ¡Concebida sin pecado, rogad por nosotros!... A menudo la conversión de grandes pecadores es debida a algún resto de devoción a María.
Este caballero tenía una hermana religiosa carmelita que no cesaba de rogar a la Santísima Virgen por su conversión. Esta Madre de misericordia, que tiene la llave del arca santa de las gracias divinas, oyó propicia las oraciones de la buena religiosa y resolvió llamar a la puerta del corazón del pecador. Una noche que salía de la casa de uno de sus amigos de impiedad, oyó una voz clara y distinta que le decía: - “Augusto, Augusto, la misericordia de Dios te espera”. El caballero miró a su alrededor para ver quien le hablaba, y no vio a nadie… la calle estaba solitaria y el silencio era absoluto. – “Esta voz, decía el narrando después de lo que le había acontecido, esta voz era positivamente la de mi hermana religiosa. En ese instante vino a mi mente el recuerdo de Dios y el horror de mi vida. Me pareció que mis pecados llenaban el platillo de la venganza divina y que no faltaba más que un grano de arena para colmar la medida y atraer sobre mí las venganzas del Cielo…”
Este nuevo Saulo, sorprendido por la voz de la gracia en el camino de la perdición, llegó a su casa profundamente preocupado de lo que acababa de sucederle. “Esto no es natural, decía para sí; aquí se oculta necesariamente un misterio”. Por espacio de ocho días la gracia luchó con este corazón obstinado.
El domingo siguiente por la tarde salió de su casa, más que nunca agitado por los contrarios pensamientos que batallaban en su alma; Dios y el mundo le solicitaban en opuestas direcciones. Así caminaba, abismado en estas ideas, cuando acertó a pasar por un templo en que se rezaba el Santo Rosario, ofreciendo cada decena por distintas clases de pecadores. El que llevaba el coro dijo al comenzar una decena: “Recemos esta decena por el pecador más próximo a su conversión”.
El caballero al oír esto, exclamó: - “Este pecador soy yo…” cayendo de rodillas y derramando lágrimas de arrepentimiento, prometió a Dios volver al seno de su amistad.
Al día siguiente se dirigía a un convento de trapenses para hacer allí, al amparo del silencio y del retiro, una prolija y fervorosa confesión.
Después de ocho días, dejó con pesar aquellos claustros silenciosos, asilo de la penitencia y santa morada de la paz. Volvió al mundo pero el recuerdo de la Trapa y de aquellos días venturosos no lo abandonaban un momento. – Dios me llama a la soledad, decía para sí… Este pensamiento, lejos de amedrentarle, calmaba las agitaciones de su espíritu y derramaba bálsamo dulce y suave en las heridas de su corazón. Un mes después tomaba nuevamente el camino de la Trapa; pero esta vez iba no ya a buscar la purificación en las aguas de la penitencia, sino en la santificación en las austeridades de la vida cenobítica. Allí vivió con la vida de los ángeles y murió con la muerte de los predestinados.
Si anhelamos la conversión de algún pecador cuyos extravíos nos sean particularmente dolorosos, pongamos su causa en manos de la que es fuente inagotable de misericordias y seguro Refugio de pecadores.

JACULATORIA
 
¡Oh corazón sin mancilla!
Sé nuestro amparo en la muerte
Y nuestro asilo en la vida.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Martirologio Romano (1956).


SAN CLEMENTE, Papa y Mártir
  1. El triunfo de san Clemente I, Papa y Mártir, el tercero que gobernó la Iglesia después de san Pedro; y en la persecución de Trajano desterrado al Quersoneso, allí, atada una ancla al cuello y precipitado en el mar, fue coronado del martirio. Su cuerpo en tiempo del Papa Adriano II, trasladado a Roma por los santos hermanos Cirilo y Metodio, fue honoríficamente colocado en una Iglesia que ya antes había sido edificada a su nombre.
  2. En Roma, santa Felícitas, Mártir, madre de siete hijos Mártires, la cual, después de ellos, de orden del Emperador Marco Antonino, por la fe de Cristo, fue degollada.
  3. En Cícico del Helesponto, san Sisinio, Mártir, que en la persecución del Emperador Diocleciano, al cabo de muchos tormentos, fue pasado a cuchillo.
  4. En Mérida de España, santa Lucrecia, Virgen y Mártir, la cual en la misma persecución, siendo Presidente Daciano consumó el martirio.
  5. En Iconio de Licaonia, san Anfiloquio, Obispo, que fue compañero en el yermo de los santos Basilio y Gregorio Nacianceno y su colega en el Episcopado; y finalmente, después de muchos combates sostenidos por la fe católica, ilustre en santidad y doctrina descansó en paz
  6. En Girgenti, la bienaventurada muerte de san Gregorio, Obispo
  7. En el pueblo de Hasbain, en Bélgica, san Trudón, Presbítero y confesor, con cuyo nombre se llamó después, así el monasterio levantado allí por el mismo Santo en sus posesiones, como el pueblo que poco a poco se formó en aquel lugar.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Santa Cecilia.


Virgen y Mártir
† decapitada hacia el año 177
Patrona de la Academia de Música de Roma; música; músicos; cantantes; compositores; poetas; fabricantes de instrumentos musicales; mártires.
SANTA CECILIA, Virgen y Mártir
Mira que vengo pronto: mantén lo que tienes,
no sea que otro se lleve la corona.
(Apocalipsis 3, 11)
Santa Cecilia, de la ilustre familia de los Cecilios Metelos, gustaba de los cánticos sagrados y acompañábase con un instrumento cantándolos. Se preparó para el matrimonio con tres días de mortificaciones; después declaró a Valeriano su esposo, patricio pagano, que tenía a un ángel como guardián de su virginidad. Por el deseo de verlo se convirtió Valeriano, y en efecto, lo vio, llevando dos coronas, una para el mismo Valeriano y otra para su virginal esposa. Cecilia, urgida por el prefecto Almaquio, para que dijera dónde estaban sus tesoros: “Están -le dijo- en seguridad en manos de los pobres”. Sufrió el martirio con su esposo y Tiburcio su cuñado.
MEDITACIÓN
SOBRE EL BUEN USO
DE LAS GRACIAS DE DIOS
I. Dios da a cada uno las gracias necesarias para alcanzar el grado de santidad a que Él lo destina. Si aprovechamos estas gracias, obtendremos otras mayores. San Valeriano escuchó los consejos de Santa Cecilia; como recompensa, Dios lo llamó al bautismo y, después, al martirio. ¿Cuántas gracias rechazas tú? Nos quejamos de que nos falta la gracia, pero podría decirse con más razón que somos nosotros quienes faltamos a la gracia (San Bernardo).
II. Existen gracias correspondientes a la vocación que Dios quiere que abracemos. Para recibirlas, hay que seguir el llamado del Señor; con la ayuda del cielo, las más grandes dificultades se desvanecen. Esto hace que tantas santas almas estén alegres y contentas en medio de las austeridades de la penitencia, mientras los mundanos, que han entrado a un estado de vida por capricho o interés, gimen y son desdichados en el seno de las riquezas y de los placeres.
III. Si no correspondes a las gracias que Dios te concede, dará a otro las gracias eficaces que te estaban destinadas. Así, San Matías ocupó el lugar del traidor Judas y obtuvo su corona. ¡Qué pena para este pérfido ver, desde el fondo del infierno, el lugar que hubiera ocupado en el cielo entre los Apóstoles, si hubiera correspondido a su vocación! ¡Ah! cuán admirable es Dios cuando nos atrae hacia Él: mas, ¡cuán terrible cuando nos abandona! (San Agustín).
El buen uso de las gracias.
Orad por las vírgenes.
ORACIÓN
Oh Dios, que todos los años nos regocijáis con la solemnidad de la bienaventurada Cecilia, vuestra virgen y mártir, haced que al ofrecerle el tributo de nuestros homenajes, imitemos la santidad de su vida. Por J. C. N. S.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La Presentación de la Santísima Virgen María.


PRESENTACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Ninguno puede servir a dos señores,
porque tendrá aversión al uno y amor al otro,
o si se sujeta al primero, mirará con desdén al segundo.
No podéis servir a Dios y a las riquezas.
(Mateo 6, 24)
María fue presentada en el Templo por sus padres a la edad de tres años, para ser educada allí santamente en el servicio del Señor. Los padres y las madres de las principales familias de Jerusalén concurrieron al Templo para rendir homenaje a la familia de David, y los ángeles cubrieron a la niña con sus alas y cantaron en armonioso concierto. Aunque niñita, conocía ella la grandeza del Señor a quien iba a servir. Así, para llegar hasta el pontífice Zacarías, subió las gradas del Templo con una firmeza y una agilidad que excedían la de su edad. El Espíritu de Dios que animaba su alma suplía la flaqueza de su cuerpo.
MEDITACIÓN
SOBRE LA PRESENTACIÓN
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
I. Desde los tres años de edad, es decir, lo más pronto que puede, María se consagra al servicio del Señor. Sus padres la ofrecen con gusto a Aquél que se las había concedido accediendo a sus plegarias. ¡Dichosos los que desde tierna edad comienzan a servir a Dios! ¿Qué esperas tú para darte a Dios? Dale todo lo que tengas; nada perderás en el cambio, porque Él se dará a ti enteramente. Es un cambio ventajoso abandonar todo por un bien que es superior a todo (San Bernardo).
II. María, en este día, ofrece al Señor todo lo que tiene, todo lo que puede hacer, y todo lo que es; en una palabra, se da a Él sin reserva. ¿Imitas a María, tú que das a Dios una partícula de tu corazón y que lo reservas por entero para el mundo y para ti mismo? Quieres dividir tu corazón entre las creaturas y Dios; es imposible. ¡Señor, es tardar demasiado no darme a un Señor tan bueno! Os ofrezco mi cuerpo y mi alma, todo lo que tengo, todo lo que puedo y todo lo que soy.
III. María se consagra para siempre al servicio de Dios, y si sale del Templo es solamente porque Ella es el templo vivo en que debe habitar Jesús. ¿No es verdad acaso que te has presentado alguna vez a Dios para servirlo? Pero, cobarde de ti, pronto te has cansado de servir a un Señor tan bueno: te has retractado, con tus acciones, de la promesa que le habías hecho! Virgen Santa, preséntame a tu Hijo muy amado; quiero ser todo de Él hasta el fin de mi vida. En un cristiano, no es el comienzo, sino el fin lo que merece elogios (San Jerónimo).
La devoción a la Santísima Virgen.
Orad por los que quieren abrazar la vida religiosa.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis querido que la Bienaventurada María, siempre virgen, en quien residía el Espíritu Santo, fuese hoy presentada en el Templo, haced, por su intercesión, que merezcamos ser presentados en el templo de vuestra gloria. Por J. C. N. S.

martes, 20 de noviembre de 2012

Mes de María: Consagrado a honrar el dolor de María en la huida a Egipto.


Era la mitad de una apacible noche. José y María, rendidos por la fatiga del trabajo, dormían el dulce sueño de la inocencia y del deber cumplido. Repentinamente José despierta sobresaltado y se levanta de prisa: era que un ángel le acababa de dar la orden de emprender un viaje a Egipto para poner a salvo la vida del recién nacido amenazada por la saña de Herodes. María, sin desplegar sus labios, corre a la cuna de su Hijo, que dormía tranquilamente el sueño de los ángeles, fija sobre Él una mirada de angustia, lo envuelve cuidadosamente en sus pañales, lo carga amorosamente en sus brazos, lo cubre con un pobre manto y se aleja con paso presuroso de la tierra de sus antepasados par encaminarse al país del destierro.
Un silencio sepulcral dominaba en las calles: todos reposaban en el sosiego de sus abrigados albergues y nadie transitaba a lo largo de los solitarios caminos que conducían a Jerusalén. Entre tanto, una tierna doncella y un triste joven marchaba en silencio, temerosos hasta del ruido de sus propios pasos, a la luz de los suaves rayos de la luna que brillaba en un cielo sin nubes. “Erase todavía en la estación del invierno, dice San Buenaventura; y al atravesar la Palestina, la Santa Familia debió escoger los caminos más ásperos y solitarios. ¿Dónde se habrá alojado durante las noches? ¿Qué lugar habrá podido escoger durante el día para reponerse un poco de las fatigas del viaje? ¿Dónde habrá tomado la frugal comida que debía sostener sus fuerzas?”.
Caminos solitarios, senderos quebrados y peñascosos, colinas empinadas, bosques espesos, arsenales abrasados, desfiladeros peligrosos, sinuosidades en que los bandoleros espiaban al viajero, cavernas oscuras que servían de guarida a los malhechores; he ahí lo que debían atravesar los tristes desterrados de Israel. Pero no sólo era la naturaleza con sus desiertos sin sombra, sin agua y sin ruido, con sus altas montañas y tupidos bosques y solitarias hondonadas, lo que hacía en extremo penosa la marcha de los viajeros: eran el miedo, el frío, el hambre y la sed. Ellos debían ocultarse a las pesquisas de los espías de Herodes y alejarse de las poblaciones y seguir los senderos menos frecuentados. El frío entumecía sus miembros, porque no tenían ni un techo que los guareciera de las brisas húmedas de la noche, ni más lecho que las yerbas empapadas por el rocío, ni más abrigo que sus sencillos mantos. Sus provisiones eran escasas, y el hambre se dejo sentir más de una vez sin que encontraran, para satisfacerla, ni una fruta silvestre, ni un tallo de yerba. Al través de aquellos páramos abrasados por el sol, ni una fuente de agua les ofrecía sus corrientes cristalinas para humedecer sus fauces, secas por el cansancio, el calor y la fatiga, y ni siquiera un soplo de fresca brisa venía a templar el ardor de aquella temperatura de fuego.
Por fin, después de un viaje largo y penoso, llegaron a Egipto, la tierra de la proscripción, donde no encontraron ni un pariente, ni un amigo, ni una mano generosa que les prestase amparo. Era un país de idólatras y donde se miraba con desdén e indiferencia al extranjero. En su patria los santos Esposos habían llevado una vida humilde y laboriosa; pero jamás faltó el pan en su mesa. Mas ¡ay!, en el país del destierro sus privaciones eran continuas y un trabajo asiduo durante el día y una parte de las joches no era bastante a proveerlos de lo necesario. “Con frecuencia, dice un escritor, el niño Jesús acosado por el hambre, pidió pan a su madre, que no podía darle otra cosa que sus lágrimas…”
No dejemos perder ninguna de las saludables enseñanzas encerradas en este misterio de suprema angustia y de maravillosa resignación a la voluntad divina. La prudencia humana habría podido alegar mil especiosas excusas y oponer el decreto del ángel numerosos inconvenientes. Era de noche; convendría esperar la claridad de la aurora, los caminos estaban poblados de bandidos; carecían de todo recurso para emprender un largo viaje; iban a un país extraño, dejando patria, hogar, parientes, amigos. ¿No habría otro medio que ofreciera menos dificultades para salvar al niño? ¿Por qué se le exige tanto sacrificio?
He aquí lo que hubiera dictado la prudencia humana. Pero los santos Esposos ni siquiera preguntan al ángel si el cielo se encargaría de protegerlos durante tan larga jornada. Bástales saber que tales son los designios de Dios para inclinarse sumisos y adorar su voluntad, abandonándose sin reserva en los brazos de su providencia. Si María nos ofrece en el curso de su vida maravillosos ejemplos de perfecta sumisión a la voluntad de Dios, nunca brilló con luz con luz más viva esa virtud que en la huída a Egipto. ¿Adónde os encamináis ¡Oh doncella desvalida! con vuestro pequeño niño en medio de una noche fría y solitaria? Yo voy a Egipto, al país del destierro. Pero ¿quién os obliga a encaminaros al lugar del destierro y abandonar el suelo que os vio nacer, el techo que os guarece, los amigos, los parientes y cuanto ama vuestro corazón? La voluntad de Dios.-Pero ¿vuestra ausencia se prolongará mucho tiempo?-Tanto como Dios quiera.-¿Cuándo tornaréis a vuestros lares abandonados y volveréis a aspirar los aires de la patria?- Cuando Dios lo ordene; yo no tengo otra patria, ni otro gusto, ni otro deseo que el cumplimiento de la voluntad de Dios.
¡Ah! Y cuanto acusa nuestra conducta la resignación de María. Ella se abandona en los brazos de la providencia, porque sabía que Dios se encarga de proveer a nuestras necesidades y de darnos los medios de cumplir sus designios. Nosotros, al contrario, pretendemos conformar la voluntad de Dios a nuestros propios gustos y la contrariamos audazmente toda vez que así nos lo aconsejan las conveniencias terrenales. Dios no anhela otra cosa que nuestro bien, y cuando permite que seamos atribulados, es porque así conviene a los intereses de nuestra santificación. Sírvanos la conducta de María de saludable lección para que sepamos adorar en todo tiempo la voluntad Divina.
Tomado de METODO DE 1916 (VERGARA).

lunes, 19 de noviembre de 2012

Martirologio Romano (1956).


SANTA ISABEL DE HUNGRÍA, Viuda
  1. En la ciudad de Marburgo, en Alemania, el tránsito de santa Isabel, Viuda, hija de Andrés, Rey de los Húngaros, de la tercera Orden de san Francisco; la cual, ocupada continuamente en obras de piedad, esclarecida en milagros, pasó al Señor.
  2. San Ponciano, Papa y Mártir, cuyo triunfo se conmemora el 30 de Octubre.
  3. En Samaria de Palestina, san Abdías, Profeta.
  4. En Roma, en la vía Apia, el triunfo de san Máximo, Presbítero y Mártir, el cual, habiendo padecido en la persecución de Valeriano, fue enterrado en la Iglesia de san Sixto.
  5. En la ciudad de Ecija, en España, san Crispín, Obispo, que, siendo decapitado, alcanzó la gloria del martirio.
  6. En el mismo día, san Fausto, Diácono Alejandrino, que, primeramente en la persecución de Valeriano, fue desterrado con san Dionisio; después, siendo de edad avanzada, en tiempo de Diocleciano pasado a cuchillo, consumó el martirio.
  7. En Cesarea de Capadocia, san Barlaán, Mártir, que, aunque rústico y sin letras, fortalecido con la sabiduría de Cristo, venció con su constancia en la fe al tirano y al mismo fuego. En el día de su fiesta predicó san Basilio el Grande un célebre panegírico.
  8. En Viena de Francia, los santos Mártires Severino, Exupeno y Feliciano, cuyos cuerpos, al cabo de largos años, hallados por revelación de los mismos Santos, fueron honoríficamente exhumados por el Obispo, clero y pueblo de aquella ciudad, y con el debido honor sepultados.
  9. En Isauria, el suplicio de los santos Azas y ciento cincuenta Compañeros soldados, en tiempo del Emperador Diocleciano y del Tribuno Aquilino.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

domingo, 18 de noviembre de 2012

VI Domingo después de Epifanía (transferido)


+ Continuación del Santo Evangelio según San Mateo (13, 31-35)

En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas esta parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas”. Después les dijo esta otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa”. Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo.
*

sábado, 17 de noviembre de 2012

San Gregorio Taumaturgo.


Obispo y Confesor
n. hacia el año 213 en Ponto, Asia Menor;† hacia el año 270 en Ponto
Protector contra terremotos e inundaciones.
Se invoca su intercesión en las causas perdidas e imposibles.
SAN GREGORIO TAUMATURGO, Obispo y Confesor
Quien cree en mí,
ése hará también las obras que yo hago,
y las hará todavía mayores.
(Juan 14, 12)
San Gregorio, pagano rico del Ponto, descollaba ya en el foro cuando encontró a Orígenes. Bautizado cinco años después, desprendiose de todo y se hizo ermitaño. Consagrado, a pesar de haber huido, obispo de Neocesárea, su patria, no fue su episcopado sino una larga serie de prodigios; de ahí su apodo de Taumaturgo u obrador de milagros. Un sacerdote pagano se convirtió al ver a una roca retroceder para dar lugar para una iglesia. En el año 240 no había encontrado más que 17 cristianos en su provincia; al morir dejó en ella, en el año 270, sólo 17 paganos.
MEDITACIÓN
SOBRE TRES EFECTOS
DE NUESTRA FE
I. La fe de los santos ha sido admirable: ha transportado montañas, curado enfermos, resucitado muertos, desafiado tormentos. ¿Tienes fe tú? ¿Crees que existe Dios, paraíso e infierno? En verdad, la mayor parte de los cristianos no lo creen. Reanima la virtud de la fe en tu alma produciendo actos de fe sobre los principales misterios del cristianismo. Si tu fe estuviese bien viva, veríanse sus frutos en tus obras.
II. Si tuvieses fe, no sólo harías los prodigios que han hecho los santos, sino que, primeramente imitarías sus virtudes y las de Jesucristo. Si creyeses firmemente que una eternidad de gloria espera a los que imitan a Jesucristo, ¿acaso no despreciarías la riquezas y los placeres para abrazar la Cruz? No es verdadero cristiano aquél que no imita a Jesucristo, por lo menos en la medida en que lo permite la fragilidad de nuestra naturaleza (San Cipriano).
III. La fe, que debía salvarnos, nos condenará en el día del juicio si nuestros actos no responden a nuestras creencias. Los infieles nos reprocharán haber abusado de las luces y de las gracias que hemos recibido en la Iglesia católica. ¿Qué responderás entonces? ¿cuál será tu excusa? Si se exige más al que más ha recibido, si es pecado conocer el bien y no practicarlo, terrible será la cuenta que habremos de dar en el último día. De nada sirve llevar el nombre de un santo si no imitamos sus virtudes (Salviano).
Espíritu de fe.
Orad por la conversión de los idólatras.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Gregorio, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S.

viernes, 16 de noviembre de 2012

Martirologio Romano (1956).


  1. Santa Gertrudis, virgen, cuyo tránsito se conmemora el día siguiente.
  2. En Edimburgo de Escocia, el tránsito de santa Margarita, Viuda, Reina de Escocia, célebre por su caridad con los pobres y por su voluntaria pobreza. Su fiesta se celebra el 10 de Junio.
  3. En África, los santos Mártires Rufino, Marcos, Valerio y sus Compañeros.
  4. El mismo día, los santos Mártires Elpidio, Marcelo, Eustoquio y Compañeros; Elpidio, que era del orden Senatorio, y en presencia de Juliano Apóstata había confesado a Cristo con invencible constancia, atado primero, a una con sus Compañeros, a unos caballos indómitos y arrastrado, y luego arrojado a la hoguera, consumó un glorioso martirio.
  5. En Lyon de Francia, el triunfo de san Euquerio, Obispo y Confesor, varón de admirable fe y doctrina, el cual, siendo del nobilísimo orden de los Senadores, se hizo religioso en el hábito y en la vida, y encerrándose espontáneamente en la estrechez de una cueva, sirvió mucho tiempo a Cristo en oraciones y ayunos; después, por revelación de un Ángel, fue solemnemente promovido a la Cátedra pontifical de aquella ciudad.
  6. En Padua, san Fidencio, Obispo.
  7. SAN EDMUNDO, Obispo y Confesor
  8. En Cantórbery de Inglaterra, san Edmundo, Obispo y Confesor, el cual, por la defensa de los derechos de su Iglesia desterrado a Provins, pueblo de Sens, murió allí santísimamente, y fue canonizado por el Papa Inocencio IV.
  9. El mismo día, la dichosa muerte de san Otmaro, Abad.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

jueves, 15 de noviembre de 2012

San Alberto Magno.


Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
n. hacia el año 1206 en Lauingen, Baviera;
† 15 de noviembre de 1280 en Colonia, Prusia
Patrono de estudiantes de teología; filósofos; estudiantes en general; técnicos médicos; científicos; ciencias naturales.
SAN ALBERTO MAGNO, Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia
Vosotros sois el cuerpo de Cristo
y miembros unos de otros.
(1 Corintios 12, 27)
Habiendo entrado en la Orden de Santo Domingo, en sus comienzos entonces, San Alberto perseveró en ella a pesar de la oposición de su familia. Fue dedicado a los estudios y a la enseñanza de la filosofía y de la teología, en las que se distinguió como uno de los más grandes espíritus de su siglo y como maestro de Santo Tomás de Aquino. Obligado por el Papa a aceptar, en 1260, el obispado de Ratisbona, pronto obtuvo su relevo para poder retomar sus lecciones. En el concilio de Lyon, en 1274, empleó toda su influencia para restablecer la unión con los griegos cismáticos. Murió a edad muy avanzada, el 15 de noviembre de 1280.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA ACTIVA Y
SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA
I. Todos los fieles componen un cuerpo cuya cabeza es Jesucristo; es menester, pues, que los miembros tengan oficios diferentes. ¡Cuán dulce es no tener comercio con las creaturas y conversar sólo con Dios! Es hacer en la tierra lo que los Ángeles y los santos hacen en el cielo. Si nuestra alma no busca ni ama sino a su Creador, en quien encuentra encantos infinitos, las creaturas no ejercen ya atractivo sobre ella. Señor, atraed mi alma a Vos, desembarazadme de tantos inútiles cuidados que me impiden platicar con Vos.
II. La caridad, la obediencia y tu posición no te permiten llevar una vida puramente contemplativa con Magdalena; es preciso vivir una vida activa con Marta. Tienes más ocasiones de caer en los lazos del demonio; mantente, pues, en guardia. No imites a los malos con los cuales vives; conviértelos si puedes. Entre las creaturas, conserva la unión de tu corazón con Dios. Realiza, a imitación de los santos, obras de misericordia; alivia a tu prójimo por amor a Jesucristo; considéralo en la persona de aquéllos con quienes estás en relación; entonces les prestarás todos los buenos oficios, sin esfuerzo y sin peligro para ti; las creaturas elevarán tu corazón a Dios.
III. Une los ejercicios de la vida contemplativa con las ocupaciones de la vida activa, de modo que la una no impida a la otra. Cumple todos los deberes de cortesía y de caridad que los compromisos del mundo te imponen, Dios lo quiere; pero evita todas las conversaciones inútiles, y administra tu tiempo de manera que te quede el suficiente para conversar con Dios. Es la vida que Jesucristo llevó en la tierra. ¡ Ay! ¿qué hacen los cristianos? ¡Dan a los negocios del mundo todas las horas del día, y no reservan ni un momento para pensar en Dios y en su salvación! Nos traicionamos a nosotros mismos entregándonos por entero a lo que no puede seguirnos a la otra vida (San Juan Crisóstomo).
La práctica de las buenas obras.
Orad por los profesores de teología.
ORACIÓN
Oh Dios, que hicisteis grande al bienaventurado Alberto, vuestro pontífice y doctor, en la sumisión de la sabiduría humana a la fe divina, concedednos que nos adhiramos a su enseñanza y gocemos así en el cielo de la luz perfecta.
Por J. C. N. S.