lunes, 30 de noviembre de 2009

Logo Una Voce Casablanca - Chile (UVCCh)


Presentación de Logo Una Voce Casablanca - Chile:
El logo es de forma circular, con una cruz de estilo germánico que adorna la parte inferior. En su centro contiene la imagen de Santa Bárbara Mártir, patrona de este capítulo y de la parroquia en la cual se celebra la Santa Misa Tridentina los 3° domingos de cada mes. La Imagen de la santa, que porta en su mano derecha la palma de la victoria después de la muerte está encerrada entre dos hileras semicirculares formando una especie de corona, que simboliza la corona inmortal de la gloria de los Santos de Dios."

domingo, 29 de noviembre de 2009

I Domingo de Adviento.


Fin de los tiempos, prodigios en el cielo, furia de los mares, zarandeo de los cimientos de la tierra: desde el seno del mundo que se derrumba, la Iglesia eleva hacia Dios su alma y sus manos suplicantes; y el Espíritu clama con ella: "Ven, Señor".
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Estación en Santa María la Mayor. Domingo de 1ª clase, ornamentos morados.
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La liturgia del Adviento se abre con un grito de llamada: ¡Ven! Es el grito de los profetas de Israel al Mesías Redentor, cuya venida esperan con ansiedad.
Dios no se hace el sordo a la voz de su pueblo. Cumpliendo la promesa de salvación que hizo a nuestros primeros padres a raíz de su caída, envía a su Hijo al mundo. Y la aplicación a todas las generaciones humanas de la redención, que nos ha adquirido con su pasión el Hijo de Dios hecho hombre, continúa hasta el fin de los tiempos; no se terminará sino con la consumación del mundo, cuando vuelva el Mesías para coronar su obra y trasladarnos a su reino. Así, pues, la historia de la Iglesia se sitúa entre estos dos grandes acontecimientos.
En la Misa del domingo se evoca toda esta obra de la redención, desde su preparación en la esperanza de Israel y su resonancia en nuestra vida presente (epístola) hasta su última consumación (evangelio). Al prepararnos para celebrar en Navidad el nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia sobre nosotros y sobre todos los hombres la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra.
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sábado, 28 de noviembre de 2009

La asistencia a la Santa Misa, fuente de santificación (III).

CÓMO DEBEMOS UNIRNOS AL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA
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Puede aplicarse a esta materia lo que Santo Tomás(10) dice de la atención en la oración vocal: “Puede la atención referirse a las palabras, para pronunciarlas bien; al sentido de esas palabras, o bien al fin mismo de la oración, es decir a Dios y a la cosa por la cual se ruega... Esta última clase de atención que aun los más simples e incultos pueden tener, es tan intensa a veces que el espíritu está como arrobado en Dios y olvidado de todo lo demás.”
Asimismo para oír bien la Misa, con fe, confianza, ver­dadera piedad y amor, se la puede seguir de diferentes maneras. Puédese escuchar prestando atención a las oraciones litúrgicas, tan bellas y llenas de unción, elevación y sencillez. O meditando en la Pasión y muerte del Salvador, y considerarse al pie de la Cruz con María, Juan y las santas mujeres. O cumpliendo, en unión con Jesús, los cuatro de­beres que tenemos para con Dios, y que son los fines mismos del sacrificio: adoración, reparación, petición y acción degracias. Con tal de ocuparse de algún modo en la oración, por ejemplo, rezando el rosario, la asistencia a la Misa es provechosa. También se puede, y con, mucho provecho, como lo hacía Santa Juana de Chantal y otros muchos santos, continuar en la Misa la meditación, sobre todo si despierta en nosotros intenso amor de Dios, algo así como San Juan estuvo en la Cena, cuando reposaba sobre el corazón del divino Maestro.
Sea cualquiera la manera como oigamos la Santa Misa, hase de insistir en una cosa importante. Y es que sobre todo hemos- de unirnos íntimamente a la oblación del Salvador, sacerdote principal del sacrificio; y ofrecer, con él, a él mis­ mo a su eterno Padre, acordándonos que esta oblación agrada más a Dios que lo que pudieran desagradarle todos los pecados del mundo. También hemos de ofrecernos a nosotros mismos, y cada día con mayor afecto, y presentar al Señor nuestras penas y contrariedades, pasadas, presentes y futuras. Así dice el sacerdote en el ofertorio: “In spiritu humili­tatis et in animo contrito suscipiamur a te, Domine: Con espíritu humillado y contrito corazón te suplicamos, Señor, que nos quieras recibir en ti.”
El autor de la Imitación, I. IV, c. VIII, insiste sobre esta materia: "Voz de Cristo: Así como Yo me ofrecí a mí mismo por tus pecados a Dios Padre con voluntad y extendí las las manos en la Cruz, desnudo el cuerpo de modo que no me quedaba cosa alguna que no fuese sacrificada para aplacar a Dios, así debes tú, cuanto más entrañablemente puedas, ofrecerte a ti mismo, de toda voluntad, a mí, en sacrificio puro y santo cada día en la Misa, con todas tus fuerzas y deseos... No quiero tu don, sino a ti mismo. . . Mas si tú estás en ti mismo y no te ofreces de muy buena gana a mi voluntad, no es cumplida ofrenda la que haces, ni será entre nosotros entera la unión."
Y en el capítulo siguiente: "Voz del discípulo: Yo deseo ofrecerme a Ti de voluntad, por siervo perpetuo, en servicio y sacrificio de eterna alabanza, Recíbeme con este Santo Sacrificio de tu precioso Cuerpo... También te ofrezco, Señor, todas mis buenas obras, aunque son imperfectas y pocas, para qué tú las enmiendes y santifiques, para que las hagas agradables y aceptas a ti. También te ofrezco todos los santos deseos de las almas devotas, y la oración por todos aquellos que me son caros, También te ofrezco estas oraciones y sacrificios agradables, por los que en algo me han enojado o vituperado... por todos los que yo alguna vez enojé, turbé, agravié y escandalicé, por ignorancia o adverti­damente, para que tú nos perdones las ofensas que nos hemos hecho unos a otros... y haznos tales que seamos dignos de go­zar de tu gracia y de que aprovechemos para la vida eterna."
La Misa así comprendida es fecundísima fuente de santificación, y de gracias siempre renovadas; por ella puede ser realidad en nosotros, cada día, la súplica de Nuestro Señor: "Yo les he dado de la gloria que tú me diste, para que sean una misma cosa, como lo somos nosotros, yo en ellos y tú en mí, a fin de que sean consumados en la unidad, y conozca el mundo que tú me has enviado y amádoles a ellos como a mí me amaste" (Joan., xvii, 2 3).
La visita al Santísimo Sacramento ha de recordarnos la Misa de la mañana, y hemos de meditar que en el taber­náculo, aunque propiamente no hay sacrificio, Jesús sin em­bargo, que está realmente presente, continúa adorando, pi­diendo y dando gracias. En cualquier momento, a lo largo del día, deberíamos unirnos a esta oblación del Salvador. Como lo expresa la oración al Corazón Eucarístico: "Es paciente para esperarnos y dispuesto siempre a escucharnos; es centro de gracias siempre renovadas, refugio de la vida escondida, maestro de los secretos de la unión divina."Junto al tabernáculo, hemos de "callar para escucharle, y huir de nosotros para perdernos en él" (11).
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NOTAS:
(10) II II, q. 82, a. 13.
(11) Recomendamos como lectura durante la visita al Santísimo Sacramento o para la meditación, Les Élévations sur la Priére au Coeur Eucharistique de Jésus, compuestas por una alma interior muy piado sa, que han sido publicadas por primera vez en 1926, ed. de "La Vie Spirituelle." También recomendamos un excelente libro escrito por una persona muerta recientemente en Méjico en olor de santidad: Ante el altar (Cien visitas a Jesús sacramentado).
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R. Garrigou-Lagrange. Las tres edades de la vida interior.

viernes, 27 de noviembre de 2009

La asistencia a la Santa Misa, fuente de santificación (II).

EFECTOS DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA Y CÓMO DEBEMOS OÍRLA
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La oblación interior de Cristo Jesús, que es el alma del sacrificio eucarístico, tiene los mismos fines e idénticos efec­tos que el sacrificio de la Cruz; mas importa que de entre tales efectos, nos fijemos en los que se refieren a Dios y en los que nos conciernen a nosotros mismos.
Los efectos de la Misa que inmediatamente se refieren a Dios, como la adoración reparadora y la acción de gracias, prodúcense siempre infalible y plenamente con su infinito valor, aun sin nuestro concurso, aunque la Misa fuera celebrada por un sacerdote indigno, con tal que sea válida. Así, de cada Misa elévase a Dios una adoración y acción de gracias de ilimitado valor, en razón de la dignidad del Sacerdote principal que la ofrece y del valor de la víctima ofrecida. Esta oblación "agrada a Dios más que lo que son capaces de desagradarle todos los pecados juntos"; en eso está, en cuanto a la satisfacción, la esencia misma del misterio de la Redención (6).
Los efectos de la Misa, en cuanto dependen de nosotros, no se nos aplican sino en la medida de nuestras disposiciones interiores.
Por eso, la Santa Misa, como sacrificio propiciatorio, les merece, ex opere operato, a los pecadores que no le oponen resistencia, la gracia actual que les inclina a arrepentirse y les mueve a confesar sus culpas (7), Las palabras Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, paree nobis, Domine, hacen nacer en esos pecadores sentimientos de contrición, como en el Calvario le aconteció al buen ladrón. Esto se entiende, principalmente, de los pecadores que asisten a la Misa .y de aquellos por quienes se aplica.
El sacrificio de la Misa, como sacrificio satisfactorio, perdona también -infaliblemente a los pecadores arrepentidos parte al menos de la pena temporal debida por los pecados, y esto según las disposiciones con que a ella asisten, Por eso dice el Concilio de Trento que el sacrificio eucarístico puede también ser ofrecido para aliviar de sus penas a las almas del purgatorio (8).
En fin, como sacrificio impetratorio o de súplica, la Misa nos obtiene ex opere operato todas las gracias de que tenemos necesidad para nuestra santificación. Es que la oración de Jesucristo, que vive eternamente, sigue intercediendo en nuestro favor, junto con las súplicas de la Iglesia, Esposa de nuestro divino Salvador. El efecto de esta doble oración es proporcionado a nuestro propio fervor, y aquel que con buenas disposiciones se une a ellas, puede tener la seguridad de obtener para sí y para las almas a quienes encomienda, las gracias más abundantes.
Santo Tomás y otros muchos teólogos enseñan que estos efectos de la Misa, en cuanto de nosotros dependen, se nos hacen efectivos en la medida de nuestro fervor (9). La ra­zón es que la influencia de una causa universal no tiene más límites que la capacidad del sujeto que la recibe. Así el sol alumbra y da calor lo mismo a una persona que a mil que estén en una plaza. Ahora bien, el sacrificio de la Misa, por ser sustancialmente el mismo que el de la Cruz, es, en cuanto a reparación y súplica, causa universal de las gracias de iluminación, atracción y fortaleza. Su influencia sobre nos otros no está, pues, limitada sino por las disposiciones y e fervor de quienes la reciben. Así una sola Misa puede aprovechar tanto a un gran número de personas, como a un sola; de la misma manera que el sacrificio de la Cruz aprovechó al buen ladrón lo mismo que si por él solo se hubiera realizado. Si el sol ilumina lo mismo a una que a mil personas, la influencia de esta fuente de calor y fervor espiritual, como es la Misa, no es menos eficaz en el orden de li gracia. Cuanto es mayor la fe, confianza, religión y amor con que se asiste a ella, mayores son los frutos que en las almas produce.
Esto nos da a entender por qué los santos, ilustrados por el Espíritu Santo, tuvieron en tanta estima el Santo Sacrificio. Algunos, estando enfermos y baldados, se hacían llevar para asistir a la Misa, porque sabían que vale más que todos los tesoros, Santa Juana de Arco, camino de Chinon, importu­naba a sus compañeros de armas a que cada día asistiesen a misa; y, a fuerza de rogárselo, lo consiguió. Santa Germa­na Cousin, tan fuertemente atraída se sentía hacia la iglesia, cuando oía la campana anunciando el Santo Sacrificio, que dejaba sus ovejas al cuidado de los ángeles y corría a oír la Misa; y jamás su rebaño estuvo tan bien guardado. El santo Cura de Ars hablaba del valor de la Misa con una convic­ción tal que llegó a conseguir que todos o casi todos sus feligreses asistiesen a ella diariamente. Otros muchos santos derramaban lágrimas de amor o caían en éxtasis durante el Santo Sacrificio; y algunos llegaron a ver en lugar del cele­brante a Nuestro Señor. Algunos, en el momento de la elevación del cáliz, vieron desbordarse la preciosa sangre, como si fuera a extenderse por los brazos del sacerdote y aun por el santuario, y venir los ángeles con cálices de oro a recogerla, como para llevarla a todos los lugares donde hay hombres que salvar. San Felipe de Neri recibió no po­cas gracias de esta naturaleza y se ocultaba para celebrar, por los éxtasis que tenía en el altar.
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(6) Santo Tomás, III, q. 48, a. 2: "Ille proprie satisfacit pro offen­sa, qui exhibet offenso id quod aeque vel magis diligit quam oderit offensam."
(7) Concilio de Trento, ses. XXII, c. n: "Hujus quippe oblatione pla­catus Dominus, gratiam et donum poenitentiae concedens, crimina et peccata etiam ingentia dimittit."
(8) Ibidem.
(9) SANTO TOMÁS, III, q. 79, a. S y 7, ad 2, donde no se indica otro límite que el de la medida de nuestra devoción: "secundum quantitatem seu modum devotionis eorum" (id est: fidelium). Cayetano, in III, q. 79, a. S. Juan de Santo Tomás, in III, dise. 32, a. 3. Gonet, Clypeus... De Eucharistia, disp. II, a. S, n. 100. Salmanticen­ses, de Eucharistia, disp. XIII, dub. VI. Disentimos en absoluto de lo que sobre esta materia ha escrito el P. de la Taille, Esquisse du mystére de la f os, París, 1924, p. 22.
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R. Garrigou-Lagrange. Las tres edades de la vida interior.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Novena a Santa Bárbara.

Novena a Santa Bárbara, virgen y mártir, patrona de nuestro blog, y de nuestra parroquia.
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Jaculatoria: ¡Santa patrona mía, haced que yo conozca a Dios y a mí mismo!
Pater Noster, Ave María, Glória Patri.
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miércoles, 25 de noviembre de 2009

La asistencia a la Santa Misa, fuente de santificación (I).


La santificación de nuestra alma está en la unión con Dios, unión de fe, de confianza y de amor. De ahí que uno de los principales medios de santificación sea el más excelso de los actos de la virtud de religión y del culto cristiano: la participación en el sacrificio de la Misa. La Santa Misa debe ser, cada mañana, para todas las almas interiores, la fuente eminente de la que desciendan y manen las gracias de que tanta necesidad tenemos durante el día; fuente de luz y calor, que, en el orden espiritual, sea para el alma lo que es la aurora para la naturaleza. Después de la noche y del sueño, que es imagen de la muerte, al levantarse el sol sobre el horizonte, la luz inunda la tierra, y todas las cosas vuelven a la vida. Si comprendiéramos a fondo el valor infinito de la misa cotidiana, veríamos que es a modo del nacimiento de un sol espiritual, que renueva, conserva y aumenta en nosotros la vida de la gracia, que es la vida eterna comenzada. Mas con frecuencia la costumbre de asistir a Misa, por falta de espíritu, degenera en rutina, y por eso no sacamos del santo sacrificio el provecho que deberíamos sacar.
La misa debe ser, pues, el acto principal de cada día , y en la vida de un cristiano, y, más, de un religioso, todos los demás actos no deberían ser sino el acompañamiento de aquél, sobre todo los actos de piedad y los pequeños sacrificios que hemos de ofrecer a Dios, a lo largo de la jornada.
Trataremos aquí de estos tres puntos: 1º, de dónde nace el valor del sacrificio de la Misa; 2º, que sus efectos dependen de nuestras disposiciones interiores; 3º, cómo hemos de unirnos al sacrificio eucarístico.
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LA OBLACIÓN SIEMPRE VIVIENTE EN EL CORAZÓN DE CRISTO
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La excelencia del sacrificio de la Misa proviene, dice el Concilio de Trento (1), de que en sustancia es el mismo sacrificio de la Cruz, porque es el mismo sacerdote el que continúa ofreciéndose por sus ministros; y es la misma vícti­ma, realmente presente en el altar, la que realmente se ofrece. Sólo es distinto el modo de ofrecerse: mientras que en la Cruz fué una inmolación cruenta, en la misa la inmolación es sacramental por la separación, no física, sino sacramental del cuerpo y la sangre del Salvador, en virtud de la doble consagración. Así la sangre de Jesús, sin ser físicamente de­rramada, lo es sacramentalmente (2).
Esta sacramental inmolación es un signo (3) de la oblación interna de Jesús, a la cual nos debemos unir; es asimismo el recuerdo de la inmolación cruenta del Calvario. Aunque sólo sea sacramental, esta inmolación del Verbo de Dios he­cho carne es más expresiva que la inmolación cruenta del cordero pascual y de todas las víctimas del Antiguo Testa­mento. Un signo o símbolo, en efecto, saca todo su valor de la grandeza de la cosa significada; la bandera que nos recuerda la patria, aunque sea de vulgarísimo lienzo, tiene a nuestros ojos más valor que el banderín de una compañía o la insignia de un oficial. Del mismo modo la cruenta in­molación de las víctimas del Antiguo Testamento, remo­ta figura del sacrificio de la Cruz, sólo daba a entender los sentimientos interiores de los sacerdotes y fieles de la antigua Ley; mientras que la inmolación sacramental del Salvador en nuestros altares expresa sobre todo la oblación interior perenne y siempre renovada en el corazón de "Cristo que no cesa de interceder por nosotros" (Hebr. VII, 25).
Mas esta oblación, que es como el alma del sacrificio de la Misa, tiene infinito valor, porque trae su virtud de la per­sona divina del Verbo encarnado, principal sacerdote y víctima, cuya inmolación se perpetúa bajo la forma sacramental. San Juan Crisóstomo escribió: “Cuando veáis en el altar al ministro sagrado elevando hacia el cielo la hostia santa, no vayáis a creer que ese hombre es el (principal) verda­dero sacerdote; antes, elevando vuestros pensamientos por encima de lo que los sentidos ven, considerad la mano de Jesús invisiblemente extendida”. (4) El sacerdote que con nuestros ojos de carne contemplamos no es capaz de com­prender toda la profundidad de este misterio, pero más arriba está la inteligencia y la voluntad de Jesús, sacerdote prin­cipal. Aunque el ministro no siempre sea lo que debiera ser, el sacerdote principal es infinitamente santo; aunque el ministro, por bueno que sea, pueda estar ligeramente distraído u ocupado en las exteriores ceremonias del sacri­ficio, sin llegar a su más íntimo sentido, hay alguien so­bre él que nunca se distrae, y ofrece a Dios, con pleno y total conocimiento, una adoración reparadora de infinito valor, una súplica y una acción` de gracias de alcance ilimitado.
Esta interior oblación siempre viviente en el corazón de Jesucristo es, pues, en verdad, como el alma del sacrificio de la Misa. Es la continuación de aquella otra oblación por la cual Jesús se ofreció como víctima al venir a este mundo y a lo largo de su existencia sobre la tierra, sobre todo en la Cruz. Mientras el Salvador vivía en la tierra, esta obla­ción era meritoria; ahora continúa, pero sin esta modalidad del mérito. Continúa en forma de adoración reparadora y de súplica, a fin de aplicarnos los méritos que nos ganó en la Cruz. Aun después que sea dicha la última misa al fin del mundo, y cuando ya no haya sacrificio propiamente dicho, su consumación, la oblación interior de Cristo a su Padre, continuará, no en forma de reparación y súplica, sino de adoración y acción de gracias. Eso será el Sanctus, Sanctus, Sanctus, que da alguna idea del culto de los bienaventurados en la eternidad.
Si nos fuera dado ver directamente el amor que inspira esta interna oblación que continúa sincesar en el corazón de Cristo, "siempre viva para interceder por nosotros", ¡cuál no sería nuestra admiración!
La Beata Angela de Foligno dice (5): "No es que lo crea, sino que tengo la certeza absoluta de que, si un alma viera y contemplara alguno de los íntimos esplendores del sacra­mento del altar, luego ardería en llamas, porque habría visto el amor divino. Paréceme que los que ofrecen el sacrificio y los que a él asisten, deberían meditar profundamente en la profunda verdad del misterio tres veces santo, en cuya con­templación habríamos de permanecer inmóviles y absortos."
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NOTAS:
(1) Sesión XXII, c. I y II.
(2) Del mismo modo la humanidad del Salvador permanece numé­ricamente la misma, pero después de la resurrección es impasible, mientras que antes estaba sujeta al dolor y a la muerte.
(3) "Sacrificium externum est in genere signi, ut signum interioris sacrificii."
(4) Homilía LX al pueblo de Antioquía.
(5) Libro de las visiones e instrucciones, c. LXVII
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R. Garrigou-Lagrange. Las tres edades de la vida interior.

martes, 24 de noviembre de 2009

La Oración.

Oración es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes.
La oración es: mental y vocal.
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Oración mental es la que se hace ejercitando las potencias del alma.
Las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad.
En la oración mental: la memoria recuerda alguna verdad cristiana; el entendimiento reflexiona sobre ella, y la voluntad hace varios actos, como dolor de los pecados, propósito de confesarse y de mudar de vida.
El que hace bien la oración mental, aunque sea solo un cuarto de hora diariamente, conservará fácilmente la gracia de Dios.
Dice San Alfonso: “El que ora se salva; el que no ora, se condena”.
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Oración vocal es la que se hace con palabras exteriores, como cuando rezamos el Padre Nuestro.
En la oración vocal se debe evitar la precipitación.
Se debe orar con atención, humildad, confianza y perseverancia.
La distracción involuntaria no quita el mérito o valor de la oración.
Es necesario orar frecuentemente, porque Dios lo manda, y de ordinario sólo por medio de la oración concede las gracias espirituales y temporales que necesitamos.
Conviene orar al levantarse o acostarse y a menudo, especialmente en las tentaciones o peligros.
La oración bien hecha, nos alcanza siempre del Señor lo que pedimos u otra cosa mejor.
Jesucristo dijo: Pedid y recibiréis.
La oración que se hace pidiendo la salvación de la propia alma, tiene un efecto infalible.
Debemos pedir ante todo e incondicionalmente el perdón de nuestros pecados, la gracia de Dios y la perseverancia en ella hasta la muerte.
Los demás bienes hemos de pedirlos condicionalmente, esto es, si son para mayor gloria de Dios y bien de nuestra alma.
Cuando Dios no nos concede lo que le pedimos, es porque oramos mal, o porque pedimos cosas no conducentes a nuestro bien espiritual.
Debemos pedir en nombre de N. S. Jesucristo, como El nos lo enseña y lo practica la Santa Iglesia, quien termina las oraciones con estas palabras: “Por nuestro Señor Jesucristo”.
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Oración jaculatoria es una oración brevísima, por ejemplo: ¡Dios mío, os amo de todo corazón!,¡Antes morir que pecar!¡Virgen Santísima, ayudadme!, etc.
Conviene hacer muy a menudo oraciones jaculatorias, pues, son de mucha utilidad y un medio muy eficaz para vencer las tentaciones.
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Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La señal del cristiano.

La señal del cristiano es la Santa Cruz, porque es figura de Cristo crucificado, que en ella nos redimió.
La santa cruz representa las principales verdades de la religión cristiana.
Estas son: Unidad y Trinidad de Dios, y Redención.
Unidad de Dios quiere decir que hay un solo Dios.
Trinidad de Dios quiere decir que en Dios hay tres personas realmente distintas.
Redención significa que el Hijo de Dios se hizo hombre, padeció y murió en la cruz para salvarnos.
En la señal de la Santa Cruz, con las palabras expresamos la Unidad y Trinidad de Dios, y con la figura de la cruz, la Pasión y Muerte de N. S. Jesucristo.
Haciendo la señal de la Santa Cruz manifestamos profesar todas estas verdades y todas las demás que de ellas se derivan.
La señal de la cruz se hace trazando con la mano dos líneas: una de arriba abajo y otra de la izquierda a la derecha, como indica esta figura.
1
3 4
2
El cristiano usa de esta señal en dos maneras.
Estas son: Signar y santiguar.
Al signarse y santiguarse, si está libre la mano izquierda, se pone extendida debajo del pecho.
Signarse es hacer tres cruces con el dedo pulgar de la mano derecha; la primera en la frente; la segunda en la boca; y la tercera en el pecho, diciendo:
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Por la – señal † de la Santa – Cruz
de – nuestros † ene – migos
líbranos, - Señor † Dios – nuestro.
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Hacemos la señal de la cruz:
en la frente, porque nos libre Dios de los malos pensamientos;
en la boca, porque nos libre Dios de las malas palabras;
y en el pecho, porque nos libre Dios de las malas obras y deseos.
Santiguarse es hacer una cruz, llevando la mano derecha a la frente, diciendo: En el nombre del Padre,
luego al pecho, diciendo: y del Hijo,
de aquí al hombro izquierdo y al derecho, diciendo: y del Espíritu Santo,
y se termina con la palabra Amén.
Para hacer la señal de la Cruz usamos la mano derecha, porque es la principal, y en el servicio de Dios hemos de usar lo mejor.
Cuando hacemos la señal de la Cruz, el pasar de la izquierda a la derecha indica que por virtud de la Santa Cruz hemos pasado del estado de culpa al estado de gracia.
La señal de la Cruz debe hacerse con devoción.
Es cosa utilísima hacer a menudo la señal de la Cruz porque tiene la virtud de avivar la fe, desechar las tentaciones y alcanzar de Dios muchas gracias.
Conviene usar de la señal de la Cruz: por la mañana al levantarnos y por la noche al acostarnos; al principio y al fin de la comida y del trabajo; al entrar y salir de la Iglesia y especialmente al comenzar la oración.
Siendo la Cruz el signo de nuestra redención, es muy conveniente que toda familia cristiana tenga un cuadro o imagen de Jesús crucificado en lugar visible y principal de la casa.
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Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Ultimo domingo después de Pentecostés.

Al sonar de la gran trompeta, cuando pase la configuración de este mundo, Cristo, juez supremo, pesará nuestras almas en su infalible balanza.
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Al final del año eclesiástico nos invita la Santa Iglesia a meditar el evangelio del juicio universal. En el día determinado por el Señor aparecerá el Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad y ante él se reunirán todas las naciones de la tierra para ser juzgadas.
Es verdad que con este recuerdo pretende la Iglesia reavivar en nosotros la conciencia de nuestras responsabilidades; pero, sobre todo, quiere que veamos en el juicio de Cristo el coronamiento de su victoria y la consumación de su obra redentora. Animémonos, pues, con la confianza y la dulce esperanza de que nuestro juez será nuestro propio salvador. No ha cesado la Iglesia de recordárnoslo a lo largo de todo el año litúrgico. Nos lo dijo de una manera especial en la vigilia de Navidad, cuando nos disponíamos a celebrar la primera venida del Hijo de Dios a este mundo (colecta de la vigilia); hoy también nos lo repite por boca de San Pablo. Arrebatados al poder del demonio, pertenecemos ya al reino del Hijo muy amado del Padre, por quien tenemos la redención y el perdón de los pecados (epístola).
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sábado, 21 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (VII).

Ultimas Oraciones.
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Acabáis, oh Dios mío, de sacrificaros por mi salud; yo quiero sacrificarme por vuestra gloria. Soy vuestra víctima, no me desechéis. Acepto con todo mi corazón los trabajos que os pluguiere enviarme; los cuales recibo de vuestra mano amorosa, y por ellos os bendigo y glorifico.
He asistido, Dios de amor, a vuestro divino Sacrificio.
Vos me habéis colmado de favores, yo huiré con horror de las más insignificantes manchas del pecado, sobre todo de aquel a que mi inclinación me arrastra con más insistencia. Yo prometo ser fiel a vuestra ley; estando resuelto a perderlo todo, y a padecer todos los males, antes que quebrantarla.
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Bendición.
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Bendecid, ¡Dios mío! Estas santas resoluciones; bendecidnos a todos por mano de vuestro ministro, concediéndonos que los efectos de vuestra bendición queden eternamente en nuestras almas. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Así sea.
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Último Evangelio.
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Verbo divino, Hijo único del Padre, luz del mundo que bajasteis del Cielo para mostrarnos y enseñarnos la senda del Paraíso; no permitáis que yo me parezca a aquel pueblo infiel, que no quiso reconoceros por el divino Mesías: no consintáis que yo caiga en la terrible ceguedad de aquellos infelices que prefieren ser esclavos de Satanás, antes que tener parte de la gloriosa adopción de hijos de Dios, que Vos vinisteis a procurarles.
Verbo hecho carne, yo os adoro con el más profundo respeto y pongo mi confianza en Vos solo, esperando firmemente que pues Vos sois mi vida, mi salud y mi Dios, y un Dios que se hizo hombre para salvarnos, me concederéis las gracias necesarias para santificarme, a fin de que logre poseeros en el Cielo.
Amén.
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Oraciones.
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(Prescritas por S. S. León XIII, para que las recen de rodillas al acabar la Misa el celebrante y los fieles).
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El sacerdote dirá tres veces con el pueblo, el Ave María, y luego Dios te salve, Reina, etc.
P. Ruega por nos, Santa Madre de Dios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
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Oremos.
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Oh Dios, nuestro refugio y fortaleza, mirad propicio al pueblo que clama a Vos; y por la intercesión de la gloriosa e inmaculada Virgen María, Madre de Dios, del bienaventurado San José, su esposo, de los bienaventurados Apóstoles San Pedro y San Pablo, y de todos los Santos, escuchad misericordioso y benigno estas súplicas que os hacemos por la conversión de los pecadores, por la libertad y exaltación de la Santa Madre Iglesia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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Oh Arcángel San Miguel, defiéndenos en el combate, sé nuestro amparo contra la malicia y las asechanzas del demonio. Pedimos humildemente que el Señor le reprima con su poder; y tú, ¡oh Príncipe de la milicia celestial! arroja en el infierno con el poder de Dios a Satanás y a los otros espíritus malignos, que andan por el mundo para la perdición de las almas. Amén.
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Se dice tres veces:
Corazón sacratísimo de Jesús. Tened piedad de nosotros.
(7 años y 7 cuarentenas de indulgencia).
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Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Sacram Liturgiam

Reportaje tomado del excelente blog amigo "Sacram Liturgiam", titulado "Crónicas de una Missa Cantada".
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"En Chile, tenemos la suerte de tener algunos obispos medianamente obedientes (incluso a regañadientes) a la voluntad del Papa de que se oficie la Santa Misa en las parroquias.
Este es el caso de la Parroquia Santa Bárbara de la ciudad de Casablanca, en la Región de Valparaíso, Chile.
En tal parroquia, con la ayuda de un grupo de fieles y ministros interesados, entre ellos, la familia Morales (de los cuales hay un fiel, a cargo de la asociación de fieles, y un diácono), y un destacado sacerdote de la zona, Mons. Jaime Astorga Paulsen, se celebra frecuentemente la Santa Misa, gracias al beneplácito del Párroco del sector.
Este domingo 15 de noviembre, tercer domingo del mes, se ha celebrado una Misa Cantada, de manera de oficializar la creación de la ahora asociación Una Voce Casablanca, afiliada a la Foederatio Internationalis Una Voce.
Esta Santa Misa, que ha contado con la participación de 6 acólitos, 1 diácono (asistente), 1 sacerdote (confesando) y de una Schola Cantorum con el acompañamiento del destacado organista chileno Luis González, ha tenido una asistencia de unas 150 almas, las cuales han podido encontrarse con la belleza y solemnidad de la Sagrada y Divina Liturgia, según el Misal de S.S. Pio V.
Podemos destacar, en un primer momento, el programa musical escogido, que constó del Propio de la Misa del penúltimo domingo después de Pentecostés, junto con el ordinario de la Missa de Angelis, además de algunas otras composiciones de música sagrada, como el antiquisimo himno "Veni Creator", en su traducción al español, durante el ofertorio, como la composición del maestro Giusseppe Baini, "Panis Angelicus", interpretada después de la consagración, o como el antiquísimo himno eligioso popular "Oh buen Jesús", durante la Sagrada Comunión. Así mismo, y recalcando el inicio del mes de María en Chile, con cánticos religiosos populares, como "Hija de Sión, Alégrate" para la procesión de entrada, o como "Venid y vamos todos", durante la procesión de salida.
Así mismo, se puede destacar el uso de incienso, que ha realzado la solemnidad "en olor de suavidad".
Algunas impresiones sobre esta Santa Missa celebrada han sido captadas por diversos miembros de Una Voce Casablanca, entre las que se destacan:
"Un asistente comentó que fue espectacular por decir lo menos... que había cargado su espiritualidad por 30 días...y que era una misa tremenda"
"Todo salio perfecto...el rumor que ronda en el pueblo es de algo que es maravilloso inexplicable algo así como 'ven y verás'"
Cabe destacar que este solo es el comienzo de la reintroducción de la Santa Misa Tradicional según el Misal de S. S. Pio V, según la voluntad del Santo Padre el Papa Benedicto XVI, expresada mediante el Motu Proprio "Summorum Pontificum".
Existen informaciones sobre la celebración de una nueva Misa Solemne, el día 20 de Diciembre de 2009, la cual se estaría preparando comunicacional, litúrgica y musicalmente dentro de los días próximos.
Es de esperar que Dios nos de la oportunidad de poder Glorificarlo siempre y en todo lugar, en especial, en la Santa Misa, fuente inagotable de la Gracia y prenda de Salvación".

Para el mes de María.


Venid y vamos todos
Con flores a porfía
Con flores a María,
Que Madre nuestra es.

De nuevo aquí nos tienes,
Purísima Doncella,
Más que la luna bella,
Postrados a tus pies.

Venimos a ofrecerte
Las flores de este suelo,
Con cuánto amor y anhelo,
Señora, Tú lo ves.

Por ellas te rogamos,
Si cándidas te placen,
Las que en la gloria nacen
En cambio Tú nos des.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (VI).

Pater Noster.
*
¡Qué feliz soy soy, oh Dios mío, en teneros por Padre!
¡Cuánta es mi dicha al pensar que el Cielo, en que Vos estáis sentado, ha de ser un día mi morada; que mi alma ha de remontarse sobre este universo, sobre esta bóveda estrellada!
Glorificado sea vuestro santo nombre por toda la tierra. Reinad por completo sobre todos los corazones y sobre todas las voluntades. Conceded a vuestros hijos el alimento del espíritu y del cuerpo. Nosotros perdonamos de corazón a nuestro enemigos: perdonadnos también, Dios mío; sostenednos en las tentaciones y en los males de esta miserable vida, preservadnos del pecado, el mayor de todos los males. Amén.
*
Agnus Dei.
*
Cordero de Dios, sacrificado por mí, tened piedad de mí; Víctima adorable de mi redención, salvadme; divino Mediador, obtenedme de vuestro eterno Padre la gracia; dadme vuestra paz amorosa y santa, aquella paz que el mundo no conoce.
*
Comunión.
*
¡Cuán dulce me sería, amable Salvador, ser contado en el número de aquellos dichosos cristianos, a quienes la pureza de conciencia y una tierna devoción permiten acercarse todos los días a la Mesa de los Ángeles.
¡Qué ventaja para mí si yo pudiera en este momento poseeros en mi corazón, rendiros fervorosos obsequios, exponeros mis necesidades y participar de las gracias que concedéis a aquellos que realmente os reciben! Mas ya que soy tan indigno, suplid, oh Dios mío, la indisposición de mi alma; perdonadme todos mis pecados, yo los detesto porque os desagradan; recibid el sincero anhelo que tengo de unirme a Vos. Purificadme con vuestra presencia y ponedme en estado de recibiros, hasta que llegue ese feliz día en que espero poseer a mi Dios sacramentado: Os pido encarecidamente, Señor, que me hagáis participante de los frutos que la comunión del Sacerdote debe producir en todo el pueblo fiel, que está aquí presente. Aumentad mi fe por la virtud inefable de este divino Sacramento, fortificad mi esperanza, acrisolad en mí la caridad, llenad mi corazón de vuestro amor, a fin de que no respire más que a Vos, y no viva más que por Vos.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (V).

Canon de la Santa Misa.
*
Elevación. (1)
(1) En la elevación, mirando la Hostia o el cáliz se ganan 7 años y 7 cuarentenas de indulgencia, diciendo: Señor mío y Dios mío.
*
Oh Verbo encarnado, divino Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre: yo creo que estáis aquí presente, Yo Os adoro con humildad profunda, yo Os amo con todo mi corazón y como Vos Os presentáis aquí inmolado por mi amor, yo me consagro enteramente al vuestro.
Yo adoro esta preciosa Sangre que habéis derramado por todos los hombres, y espero, oh Dios mío, que no la habréis vertido inútilmente por mí: hacedme la merced de que se me apliquen los méritos de esta divina Sangre, tan preciosa que una sola gota vale más que cielos y mundos infinitos.
Yo os ofrezco la mía, oh Jesús, refugio nuestro, en reconocimiento de aquella infinita caridad que habéis mostrado al verter la vuestra por mi amor.
*
Continúa el Canon.
*
¿Cuál sería, pues, en adelante, mi maldad y mi ingratitud, si después de haber visto lo que estoy contemplando, volviera a ofenderos? No, Dios mío, no olvidaré jamás lo que Vos me presentáis en esta augusta ceremonia: los sentimientos de vuestra pasión, la gloria de vuestra resurrección; vuestro Cuerpo todo despedazado por amor a los hombres y vuestra Sangre derramada por nosotros, realmente están presentes en este altar.
En este precioso momento, oh eterna Majestad, os ofrecemos, por vuestra gracia, verdadera y propiamente la Víctima pura, Santa y sin mancilla que plugo a vuestra inefable bondad regalarnos, y de la cual todas las antiguas víctimas no eran sino figuras. Sí, gran Dios, podemos con verdad decir que éste es un Sacrificio infinitamente superior al de Abel, de Abraham, de Melquísedec, refiriéndome a la augusta Víctima de vuestro Hijo, objeto de vuestras eternas y especiales complacencias.
Concedednos, oh Dios mío, que todos los que con la boca o con el corazón participan de esta sagrada Víctima, salgan de este lugar, inflamados y colmados de divinas bendiciones, las cuales se extiendan a las almas de los fieles que murieron en el ósculo del Señor y comunión con la Iglesia, y particularmente de (aquí el nombre por quien se aplica). Concédeles, Señor, por los méritos de este sacrificio, el término completo de sus penas.
Dignaos concedernos algún día esta gracia también a nosotros, Padre infinitamente bueno, y hacednos entrar en la amorosa y eterna compañía de los Santos Apóstoles, de los Santos Mártires y de todos los demás bienaventurados, a fin de que con ellos podamos amaros y glorificaros eternamente.
*
Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

martes, 17 de noviembre de 2009

Visitas al Santísimo Sacramento del Altar (XI).

I.
“Oh Jesús, la puertecita de tu sagrario me recuerda que tú dijiste: “Yo soy la puerta”:
-sí, tú eres la puerta del cielo.
-puerta bien visible: sólo no la ve el que no quiere verla.
-puerta sin salida: del cielo no se sale una vez que se entra.
-puerta siempre franca: por ella puede entrar y se invita a que entre todo el que quiera.
-puerta estrecha: como estrecha fue, oh Señor, la norma de tu vida y la norma de tus preceptos.
-puerta única: para entrar en el cielo no hay otra puerta”.
*
II.
“Oh Jesús, que pusiste como medianera entre ti y los hombres a tu Madre y Madre nuestra, María Inmaculada:
-yo quisiera adorarte en esa Hostia bendita, como tu Madre te adorara en tu vida mortal y en tu Hostia sacrosanta. Madre, alcánzame este gracia.
-yo quisiera serte agradecido con el mismo reconocimiento que tu Madre lo fue cuando entonó el Magnificat en acción de gracias. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera pedirte con la misma eficacia con que tu Madre te pidiera cuando obtuvo de ti en las bodas de Caná el que convirtieses en vino el agua. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera servirte y rendirme a tu voluntad, como tu Madre se rindió cuando dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera llevarte en mi pecho y en mi alma, con la misma pureza con que tu Madre te llevara. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera acompañarte siempre, aun hasta el Calvario, del mismo modo que tu Madre te acompañara. Madre, alcánzame esta gracia”.
*
III.
“Oh Jesús, la blancura de tu blanca Hostia, me recuerda:
-la blancura de los pobres pañales con que recién nacido fuiste envuelto en Belén.
-la blancura de tus vestidos en el monte Tabor, en la Transfiguración, ante tus apóstoles.
-la blancura del vestido con que Herodes te vistió de loco.
-la blancura de los lienzos con que fuiste amortajado.
-la blancura de tu alma. “Mi amado es blanco, escogido entre millares”. San Juan te vio como Cordero “vestido de blanco”.
-los que te siguen, oh Jesús mío, también tienen que vestir en su alma de blanco. “Hay algunos que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo vestidos de blanco”. “El que venciere será igualmente vestido de ropas blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida”. Digamos con David: “Lávame, Señor, y quedaré más blanco que la nieve”.
*
De: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (IV).

Prefacio.
*
Este es el feliz momento en que el Rey de los Ángeles y Señor de los Querubines va a presentarse. Redentor mío, llenad mi pecho de vuestro espíritu, para que mi corazón, desarraigado de la tierra, no piense en otra cosa más que Vos solo.
¡Cuánta es mi obligación de alabaros y bendeciros en todo tiempo y en todo lugar, Dios de los Cielos y de la tierra, Señor y Padre infinitamente grande, omnipotente y eterno!
Nada más justo, ni más provechoso para nosotros, que unirnos a Jesucristo para adoraros continuamente. Por El todos los espíritus bienaventurados rinden sus alabanzas y adoraciones a vuestra Majestad, y por El todas las virtudes del Cielo, sobrecogidas de respetuosa admiración se unen para glorificaros. Permitid, oh Señor, que nosotros juntemos nuestras lenguas a las de aquellas sagradas inteligencias, y que, tomando parte en los conciertos celestiales, digamos:
*
Sanctus.
*
Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos. Todo el universo está lleno de su gloria.
Bendíganle los bienaventurados en el cielo. Bendito sea el que viene a la tierra, Dios y Señor, como el que le envía.
*
Canon de la Santa Misa.
*
Os pedimos encarecidamente en el nombre de Jesucristo vuestro Hijo, ¡oh Padre infinitamente misericordioso! Que tengáis por agradable y bendigáis la ofrenda que Os presentamos, a fin de que Os dignéis conservar, defender y gobernar vuestra santa Iglesia católica con todos los miembros que la componen, el Papa, nuestro Obispo, nuestro Soberano (o nuestro Presidente) y gobernantes, y generalmente todos aquellos que profesan vuestra santa fe.
Os encomendamos en particular, oh Señor, a aquellos por quienes la justicia, la caridad y el reconocimiento nos imponen el deber de rezar por los mismos; a todos los que estén presentes a este adorable Sacrificio, y singularmente, a N. N.; y finalmente, oh gran Dios, para que nuestros cultos Os sean más agradables, nos unimos a la gloriosísima Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo; a todos los bienaventurados Mártires, y a todos los Santos y Santas del Paraíso celestial y a los Ángeles que rodean el augusto trono de vuestra gloria.
¡Venid, Señor Jesús! ¡venid amable Reparador del mundo! A consumar un misterio que es el compendio de los milagros. Ya viene el Cordero de Dios, ved ahí a la adorable Víctima, por quien todos los pecados del mundo son borrados.
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Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Reflexión: Domingo XXIV después de Pentecostés.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
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El Señor eligió a unos pocos hombres para instaurar su reinado en el mundo. Eran la mayoría de ellos humildes pescadores con escasa cultura, llenos de defectos y sin medios materiales: eligió la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes. Con miras humanas es incomprensible que estos hombres llegaran a difundir la doctrina de Cristo por toda la tierra en tan corto tiempo y teniendo enfrente innumerables trabas y contradicciones. Con la parábola del grano de mostaza -comenta San Juan Crisóstomo- les mueve Jesús a la fe y les hace ver que la predicación del Evangelio se propagará a pesar de todo.
*
Somos nosotros también ese grano de mostaza en relación a la tarea que nos encomienda el Señor en medio del mundo. No debemos olvidar la desproporción entre los medios a nuestro alcance, nuestros escasos talentos y la magnitud del apostolado que hemos de realizar; pero tampoco debemos dejar a un lado que tendremos siempre a ayuda del Señor. Surgirán dificultades, y seremos entonces más conscientes de nuestra poquedad. Esto nos debe llevar a confiar más en el Maestro y en el carácter sobrenatural de la obra que se nos encomienda. “En las horas de lucha y contradicción, cuando quizás “los buenos” llenen de obstáculo tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del grano de mostaza y de la levadura. Y dile: “edissere nobis parabolam”: explícame la parábola. Y sentirás el gozo de contemplar la victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora incipiente; y toda la masa fermentada”, como nos exhorta San Josemaría Escrivá.
*
Si no perdemos de vista nuestra poquedad y la ayuda de la gracia, nos mantendremos siempre firmes y fieles a lo que El espera de cada uno; si no mirásemos a Jesús, encontrarías pronto el pesimismo, llegaría el desánimo y abandonarías la tarea. Con el Señor lo podemos todo.
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Los apóstoles y los cristianos de los comienzos encontraron una sociedad minada en sus cimientos, sobre la que era prácticamente imposible construir ningún ideal. Y desde el seno de esta sociedad los cristianos la transformaron; allí cayó la semilla, y de ahí al mundo entero, y aunque era insignificante llevaba una fuerza divina, porque era de Cristo. Los primeros cristianos que llegaron a Roma no eran distintos de nosotros, y con la ayuda de la gracia ejercieron un apostolado eficaz, trabajando codo a codo, en las mismas profesiones que los demás, con los mismos problemas, acatando las mismas leyes, a no ser que fueran directamente en contra de las de Dios. Verdaderamente, la primitiva Cristiandad, en Jerusalén, Antioquía o Roma, era como un grano de mostaza, perdido en la inmensidad del campo.
*
Los obstáculos del ambiente no nos deben desanimar, aunque veamos en nuestra sociedad signos semejantes, o iguales a los del tiempo de San Pablo y de los primeros cristianos. El Señor cuenta con nosotros para transformar el lugar donde se desenvuelve nuestro vivir cotidiano. No dejemos de llevar a cabo aquello que está a nuestra mano, aunque nos parezca poca cosa –tan poca cosa como unos insignificantes granos de mostaza-, porque el Señor mismo hará crecer nuestro empeño, y la oración y el sacrificio que hayamos puesto dará sus frutos. Quizá ese “poco” que sí está a nuestro alcance pueda hacer aconsejar a la vecina o al compañero del colegio o la universidad un buen libro que hemos leído; ser amable con el cliente, con el pasajero, con el subordinado; comentar un buen artículo del periódico; prestar esos pequeños servicios que entraña toda convivencia; rezar por el amigo enfermo, pedir que recen por nosotros, facilitar la Confesión…, y, siempre, una vida ejemplar y sonriente. Toda vida puede y debe ser apostolado discreto, sencillo, pero audaz. Y esto será posible, como quiere el Señor, si nos mantenemos bien unidos a El, si procuramos huir seriamente del aburguesamiento, de la tibieza, de la desgana…
*
En la Cruz encontraremos también nosotros el poder y la valentía que necesitamos. Miramos a Santa María, aconsejados por San Josemaría: “No le arredra el clamor de la muchedumbre, ni deja de acompañar al Redentor mientras todos los del cortejo, en el anonimato, se hacen cobardemente valientes para maltratar a Cristo. Invócala con fuerza: Virgo fidelis -¡Virgen fiel!-, y ruégale que los que nos decimos amigos de Dios lo seamos de veras y a todas las horas”. Amén.
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En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

sábado, 14 de noviembre de 2009

Santa Misa Cantada


INVITACION.
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UNA VOCE CASABLANCA - CHILE, TIENE EL AGRADO DE INVITAR A USTED Y FAMILIA A LA SANCTA MISSA CANTADA QUE SE EFECTUARA ESTE DOMINGO 15 DE NOVIEMBRE DE 2009, "XXIV DOMINGO DESPUES DE PENTECOSTES", EN LA PARROQUIA SANTA BARBARA DE CASABLANCA, A LAS 17 HRS., DESDE YA AGRADECEMOS SU ASISTENCIA.
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Celebra Msr. Jaime Astorga Paulsen
Organista don Luis González
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"Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande". Benedicto XVI.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (III).

Evangelio.
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Ya no son, ¡oh mi Dios! Los Profetas ni los Apóstoles, quienes van a instruirme de mis obligaciones. Es la palabra de vuestro Hijo único, que voy a oír. Mas ¡ah! ¿de qué me servirá haber creído en vuestra palabra, Señor Jesús, si no obro conforme a mi fe? ¿De qué me servirá, cuando me presente delante de Vos, el haber profesado esta fe, sin el mérito de la caridad y de las buenas obras?
Yo creo y vivo como si no creyera o cual si creyera en un evangelio contrario al vuestro. No me juzguéis, oh Dios mío, sobre esta perpetua oposición que existe entre vuestras máximas y mi desdichada conducta. Yo creo: inspiradme valor y energía para practicar lo mismo que creo. Todo sea para vuestra gloria.
*
Credo.
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Creo en un solo Dios, Padre omnipotente, que creó el Cielo y la tierra y todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor nuestro, Jesucristo, Hijo único del Padre, antes de todos los siglos, Dios de Dios, luz de luz, verdadero Dios de Dios verdadero; que no fue hecho sino engendrado; que es una misma sustancia con el Padre, y por quien todas las cosas han sido hechas; que bajó de los Cielos para nuestra salvación; que habiendo tomado carne de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, fue hecho hombre; que fue crucificado bajo el poder de Poncio Pilato; que padeció, murió y fue puesto en el sepulcro; que resucitó al tercer día según las Escrituras; que subió al Cielo; que está sentado a la diestra del Padre; que vendrá de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos, y que su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dios vivificante, que procede del Padre y del Hijo; que es adorado y glorificado junto con el Padre y el Hijo, y que habló por los Profetas.
Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso un bautismo para la remisión de los pecados; espero la resurrección de los muertos y la vida eterna. Amén.
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Ofertorio.
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Padre eterno e infinitamente Santo, Dios todopoderoso, por indigno que sea yo de comparecer delante de Vos, me atrevo a presentaros esta Hostia por las manos del Sacerdote, con la intención que tuvo Jesucristo mi Salvador, cuando instituyó este Sacrificio y que aun tiene en este momento en que se sacrifica en este altar por mi amor.
Yo os ofrezco esta Hostia para reconocer vuestro soberano dominio sobre todas las criaturas; os la ofrezco en expiación de mis pecados y en acción de gracias por los beneficios de que me habéis colmado.
Yo os ofrezco, por fin, Dios mío, este augusto Sacrificio, al objeto de obtener de vuestra infinita bondad, para mí, para mi familia, para mis parientes, para mis bienhechores, mis amigos y enemigos, aquella preciosa e inestimable gracia, que no puede sernos concedida, sino por los méritos de aquél que es Justo por excelencia, y que se hizo Víctima de propiciación por todos los hombres.
Mas ofreciéndoos esta adorable Víctima, os encomiendo ¡oh Dios mío! A toda la Iglesia católica, a nuestro Santísimo Padre, a nuestro Obispo diocesano, a los que nos gobiernan, y a todos los pueblos de la tierra, que en vos creen, o que pertenecen al gremio de la Santa Iglesia católica.
Señor, acordaos también de los fieles difuntos, y por consideración a los méritos de vuestro amadísimo Hijo, dadles lugar de refrigerio, de luz y de paz.
No olvidéis, Dios mío, a vuestros enemigos y los míos: tened piedad de todos los infieles, de los herejes y de todos los pecadores: colmad de bendiciones, os lo pido sinceramente, Dios mío, a aquellos que me persiguen, y perdonadme mis pecados, como yo les perdono de todo corazón, todo el daño que me quisieran ocasionar. Amén.
*
Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Visitas al Santísimo Sacramento del Altar (X).

I.
“Oh Jesús, tu Sagrada Hostia es un sol clarísimo, y yo soy un pobre planeta que gira en torno tuyo:
-ilumíname con tus resplandores, como el sol ilumina a la tierra.
-vivifícame con tus rayos, como el sol vivifica a las plantas.
-fúndeme con tus ardores, como el sol derrite a la cera.
-alégrame con tus claridades, como el sol alegra el día.
-purifícame con tus fulgores, como el sol purifica la tierra.
-hermoséame con tus luces, como el sol hermosea la naturaleza entera”.
*
II.
“Oh Jesús, tu Sagrada Hostia:
-es pan sabroso que nos alimenta.
-dulce exquisito que nos regala.
-medicina celestial que nos cura y preserva.
-escudo que nos protege.
-lente de aumento que nos hace ver las cosas espirituales.
-faro esplendente que nos señala la senda del cielo”.
*
III.
“Espinas de Cristo, coronadme.
-Azotes de Cristo, llagadme.
-Clavos de Cristo, sujetadme.
-Hiel de Cristo, dulcifícame.
-Cruz de Cristo, confórtame.
-Sepulcro de Cristo, guárdame y resucitadme”.
*
IV.
“Oh Jesús, ahí estás en el sagrario como en la cruz:
-perdonándonos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
-prometiéndonos el cielo: “Hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
-ofreciéndonos una Madre: “He ahí a tu Madre”.
-deseando nuestra compañía: “Padre mío, Padre mío, ¿por qué me has abandonado?”.
-mendigando nuestro amor: “Tengo sed”, de corazones.
-haciendo cuanto puedes por nosotros: “Todo está consumado”.
*
Fuente: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (II).

Gloria in excélsis.
*
Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Señor, os alabamos, os bendecimos, os adoramos, os glorificamos, y os damos gracias.
Señor Dios, Rey de lo Cielos, Dios Padre omnipotente; Señor, Hijo unigénito Jesucristo; Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre, que borráis los pecados del mundo, tened piedad de nosotros; Vos que quitáis los pecados del mundo, recibid benignamente nuestras súplicas: Vos que estáis sentado a la diestra de Dios Padre, tened misericordia de nosotros porque Vos solo sois Santo. Solo vos sois Señor, solo Vos Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo, en la gloria de Dios Padre. Amén.
*
Oración.
*
Concedednos, Señor, por la intercesión de la Santísima Virgen y de los Santos, que nosotros honramos, todas las gracias que vuestro ministro os pide para él y para nosotros. Uniéndome a él, os dirijo la misma súplica por todos aquellos por quienes estoy obligado a pedir, para que a ellos y a mí nos concedáis todos los auxilios que Vos sabéis nos son necesarios, a fin de obtener la vida eterna, en el nombre de Jesucristo. Amén.
*
Epístola.
*
Mi Dios, Vos me habéis llamado al conocimiento de vuestra santa ley, prefiriéndome a tantos pueblos y naciones que viven en la ignorancia de vuestros sagrados misterios. Yo acepto con todo mi corazón esta divina ley y escucho con respeto los sagrados oráculos que habéis pronunciado por boca de vuestros Profetas. Yo los venero con toda la sumisión que es debida a la palabra de un Dios, y miro como inefable dicha el cumplimiento de todos ellos y me someto a los mismos con toda la alegría de mi corazón.
¡Que no posea yo, oh Dios mío, un corazón semejante al de vuestros Santos de la antigua Alianza! ¡Que no pueda yo suspirar hacia Vos con el ardor de los Patriarcas y conoceros y reverenciaros como los Profetas, amaros y unirme únicamente a Vos como los Apóstoles!.
*
Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

martes, 10 de noviembre de 2009

Devotas oraciones para asistir a la Sancta Missa (I).

Principio de la Misa.
*
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
En vuestro santo nombre, oh adorable Trinidad, para rendiros el culto, adoración y honra que Os son debidos, asisto a este santo y augusto Sacrificio.
Permitidme, divino Salvador, que una mi intención a la del ministro de vuestro altar para que pueda ofrecer la preciosa Víctima de mi salud, y dadme los sentimientos de que hubiera debido estar poseído en el Calvario, si hubiera asistido al Sacrificio sangriento de vuestra Pasión y de vuestra Muerte.
*
Confíteor.
*
Lleno de rubor delante de Vos me acuso, Dios mío, de todos los pecados que he cometido. Yo los detesto en presencia de María, la más pura de todas las Vírgenes, y la más Santa de todos los Santos, y la más glorificada entre todos los bienaventurados del Cielo: porque he pecado con pensamientos, palabras, acciones y omisiones, por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa. Por lo cual ruego a la Santísima Virgen y a todos los Santos se dignen interceder por mí.
Señor, escuchad favorablemente mi súplica y concededme la indulgencia y el perdón de todos mis pecados.
*
Kyrie, eléison.
*
Divino Creador de nuestras almas, no desechéis la obra de vueras manos. Padre misericordioso, tened compasión de vuestros hijos.
Autor de nuestra salud, sacrificado por nuestro amor, aplicadnos los méritos de vuestra muerte y de vuestra preciosa Sangre.
¡Amable Salvador, dulce Jesús, compadeceos de nuestras miserias, perdonad nuestras iniquidades!
*
Tomado de Devocionario, GALO MORET Pbro. S., 1931.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Visitas al Santísimo Sacramento del Altar (IX).

I.
“Oh Jesús, tu sagrario es una hoguera, y tú el fuego:
-fuego que ilumina a los ciegos: “Yo soy la luz del mundo”.
-fuego que calienta a los tibios: “He venido a traer fuego a la tierra y ¿qué quiero sino que arda?”.
-fuego que reanima a los muertos, como el sol a las plantas: “Yo soy la vida”.
-fuego que alegra a los tristes, como la aurora a la mañana: “Gloria a Dios en las alturas y paz a los hombres que ama el Señor”. “Os traigo una nueva de gran gozo”.
-fuego que da energía como la electricidad que mueve las grandes fábricas: “Sin mí ni podéis hacer nada”.
-fuego que purifica a los manchados como el fuego purifica en el crisol el oro: “Lo quiero, sé limpio”.
*
II.
“Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me recuerda las palabras que el Sacerdote pronuncia cuando al comulgar nos dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. Sí:
-Tú eres blanco como el cordero, Cordero inmaculado y que haces inmaculados.
-Tú eres manso como el cordero, de modo que ni una queja amarga brota de tus labios.
-Tú eres humilde como el cordero: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”.
-Tú eres amable como el cordero; como el cordero al pastor, tú nos sigues de cerca.
-Tú eres sabroso como el cordero: nos alimentas en el viaje, como el cordero que tomaron los israelitas a su salida de Egipto.
-Tú eres propiciatorio como el cordero; te ofreces por nosotros en sacrificio y con tu sangre nos libras de una muerte peor que la de los primogénitos de los egipcios”.
*
Fuente: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Reflexión: Domingo XXIII después de Pentecostés.

En el nombre del Padre, y de Hijo y del Espíritu Santo.
*
El Evangelio de la Misa nos presenta a Jesús que llega de nuevo a Cafarnaún, donde le espera una gran muchedumbre. Con especial necesidad y fe le aguardan “un príncipe” (que de acuerdo al evangelista San Marcos era el jefe de la sinagoga, de nombre Jairo), que tiene una hija a punto de morir, y una mujer con una larga enfermedad en la que había gastado toda la fortuna; ambos sienten una especial urgencia de El. Por el camino hacia la casa de Jairo tiene lugar la curación e esta enferma, que ha depositado toda su esperanza en Cristo.
Llega a la casa de Jairo, y ve el alboroto, y a los que lloran y a las plañideras. Y al entrar, les dice: La niña no ha muerto, sino que duerme. Y se reían de El… No comprenden que para Dios la verdadera muerte es el pecado, que mata la vida divina en el alma. La muerte terrena es, para el creyente, como un sueño del que despierta en Dios. Así la consideraban los primeros cristianos. No quiero que estéis ignorantes –exhortaba San Pablo a los tesalonicenses- acerca de los que durmieron, para que no os entristezcáis como los que no tienen esperanza. No podemos afligirnos como quienes nada esperan después de esta vida, porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también Dios a los que se durmieron con El los llevará consigo. Hará con nosotros lo que hizo con Lázaro: Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo. Y cuando los discípulos piensan que se trataba del sueño natural, el Señor claramente afirma: Lázaro ha muerto. Cuando llegue la muerte cerraremos los ojos a esta vida y nos despertaremos en la Vida auténtica, la que dura por toda la eternidad: al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo, rezamos en el Salmo 9, 6. El pecado es la auténtica muerte, pues es la tremenda separación –el hombre rompe con Dios-, junto a la cual la otra separación, la del cuerpo y del alma, es cosa más liviana y provisional: Quien crea en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás.
La muerte, que era la suprema enemiga, es nuestra aliada, se ha convertido en el último paso tras el cual encontramos el abrazo definitivo con nuestro Padre, que nos espera desde siempre y que nos destinó para permanecer con El. “Cuando pienses en la muerte, a pesar de tus pecados, no tengas miedo… Porque El ya sabe que le amas… y de qué pastas estás hecho. Si tú le buscas, te acogerá como el padre al hijo pródigo: ¡pero has de buscarle!”, nos recuerda San Josemaría Escrivá.
No es la muerte corporal un mal absoluto. “No olvides, hijo, que para ti en la tierra sólo hay un mal, que habrás de temer, y evitar con la gracia divina: el pecado”(San Josemaría), pues “muerte del alma es no tener a Dios” (San Juan de la Cruz). Cuando el hombre peca gravemente se pierde para sí mismo y para Dios: es la peor tragedia que puede sucederle. Se aparta radicalmente de Dios, por la muerte de la vida divina en su alma… Pidamos con frecuencia al Señor tener siempre presente el sentido del pecado y su gravedad, no poner jamás el alma en peligro, no acostumbrarnos a ver el pecado a nuestro alrededor como algo de poca importancia, y saber desagraviar por las faltas propias y por las de todos los hombres. Que el Señor pueda decir al final de nuestra vida: No ha muerto, sino que duerme. El nos despertará entonces a la Vida.
Pidamos a la Virgen nuestra Madre que nos otorgue el don de apreciar, por encima de todos los bienes humanos, incluso de la misma vida corporal, la vida del alma, y que nos haga reaccionar con contrición verdadera ante las flaquezas y errores; que podamos decir con el Salmista: ríos de lágrimas derramaron mis ojos, porque no observaron tu ley. No importa tanto la muerte corporal como mantener y aumentar la vida del alma.
Que así sea.
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En el nombre del Padre, y de Hijo y del Espíritu Santo.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Liturgia Eucarística Romana.


Interesante estudio en 42 capítulos referente a la Liturgia Romana, desde "Las Oraciones Preparatorias", hasta "Las Oraciones de León XIII". El autor, Dom Gregori Maria expresa en un breve prólogo: "una larga serie de artículos en los que, a manera de síntesis teológica e histórica de la Liturgia Eucarística Romana, trataré de explicar todas y cada una de las partes esenciales de la Misa. Incluyo no sólo las particularidades del Misal Romano de 1969 que constituye hoy en día el modo ordinario de la celebración de la Misa si no también del Misal Romano de 1962 que tras la promulgación del Motu Proprio de Benedicto XVI “Summorum Pontificum”, es el texto litúrgico en vigor para la celebración de la Santa Misa en su modo extraordinario.
Espero satisfaga a cuantos, más allá de la curiosidad, buscáis un conocimiento más profundo y riguroso de la Liturgia católica."
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viernes, 6 de noviembre de 2009

Visitas al Santísimo Sacramento del Altar (VIII).

I.
“Oh Jesús, te quedaste en el Sagrario:
-para acompañarnos noche y día, como noche y día estabas con tus apóstoles.
-para alimentarnos mejor que a los cinco mil hombres del desierto, entrando por la comunión en nuestras almas y cuerpos.
-para bendecirnos en nuestras iglesias, plazas y calles, en magníficas procesiones, como cuando recorrías las ciudades de Galilea y de Judea.
-para santificar y dar el parabién a los que se juntan por el enlace matrimonial o se consagran al culto divino, como lo hiciste en Caná o en el Cenáculo.
-para consolar a los enfermos, yendo a sus mismas casas y entrando en sus íntimas habitaciones como lo hiciste con la suegra de Pedro y con tantos enfermos.
-para dar fuerza y ser compañero de viaje del moribundo, en el último trecho del camino, que raya con la pavorosa eternidad”.
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II.
“Oh Jesús, tu Sagrada Hostia:
-es horno que abrasa: ¿quién me ama tanto, quién piensa en mí noche y día como Jesús Sacramentado?
-es sol que ilumina: Jesús Sacramentado, es cifra de todas las virtudes y suma de todas las maravillas.
-es panal que endulza: qué consuelo en que Jesucristo esté con nosotros; es el fiel amigo, y el más poderoso de los amigos.
-es centro de la Iglesia: toda la liturgia y todo el culto gira en torno de la Eucaristía.
-es diadema que corona: la comunión que ciñe al alma con una guirnalda de rosas, con una diadema engastada con las perlas de todas las virtudes.-es moneda de la gloria: quien comulga fervorosamente gana la vida eterna”.
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III.
“Oh Jesús, yo te veo en el Sagrario:
-callando: ¡qué silencio!
-orando: ¡qué recogimiento!
-humillándote: ¡qué abajamiento!
-esperando: ¡qué aguante!
-obedeciendo: ¡qué rendimiento!
-entregándote: ¡qué dignación!”.
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De: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Visitas al Santísimo Sacramento del Altar (VII).

I.
“Oh Jesús, aquí estás en el Sagrario:
-como un recuerdo: “Haced esto en memoria mía”. “Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor”.
-como un alimento: “Tomad y comed”. “Yo soy el pan de vida, yo soy el pan vivo que descendí del cielo; el que viene a mí no tendrá hambre”.
-como un compañero: “Estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos”. “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”.
-como una prenda de la gloria eterna: “Quien comiere de este pan, vivirá eternamente”. “Quien como mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.
-como un medio de unirnos contigo: “Quien come mi carne y bebe mi sangre mora en mí y yo en él”.
-como un medio de unirnos entre nosotros: “Todos los que participamos del mismo pan, aunque muchos, venimos a ser un solo pan, un solo cuerpo”.
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II.
“Oh Jesús, cuando te veo expuesto, tu copón y custodia me parecen:
-como un estuche y tú la perla: que yo te aprecie y que jamás te pierda.
-como una cátedra, y tú el maestro: que yo te escuche y me convierta.
-como un trono y tú el rey: que yo te obedezca.
-como un ostensorio y mirador, y tú el que te asomas y muestras: que yo te vea.
-como una atalaya, y tú el observador: vela por mí, y jamás de vista me pierdas.
-como una barca, y tú el timonel: entre tantas tempestades, que yo no perezca”.
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De: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

FIUV, reunión con el Santo Padre.


De nuestro correo electrónico:
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Dear Friends,

A full report of the meeting with Pope Benedict XVI in Rome last week has been placed on our website http://www.fiuv.org/. This was a wonderful occasion for the International Federation. My thanks go to Rodolfo Vargas Rubio for the report, and to Jack Oostveen for the placing the report and photographs on the website. Please publicise this as much as you can because this will encourage more people to contact the Federation and form their own groups. I have already had an email from Honduras asking for help in setting up a new group in his country.

With my best wishes in Domino,

Leo Darroch.
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martes, 3 de noviembre de 2009

Visitas al Santísimo Sacramento del Altar (VI).

I.
“Oh Jesús, tu Sagrada Hostia me dice:
-que eres bueno como el pan: un trozo de pan es el símbolo de la bondad.
-que eres barato como el pan: el Dios de los humildes, el Pan de los pobres.
-que eres sabroso como el pan: nunca cansas, y más gustas cuanto más se te come.
-que eres nutritivo como el pan: das fuerzas para practicar la virtud y vencer las tentaciones.
-que eres blanco como el pan: eres la misma pureza y castificas a quien te come.
-que eres corriente como el pan: de todos los tiempos, de todos los países, de todas las fortunas y de todas las complexiones”.
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II.
“Oh Jesús, aquí estás en el copón o en la custodia:
-como un día sobre el pesebre: llorando.
-como un día en el brocal del pozo: cansado.
-como un día sobre la barca de Pedro: enseñando.
-como un día sobre una columna: burlado.
-como un día sobre la cruz: orando.
-como un día en el sepulcro: sacrificado”.
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III.
“Oh Jesús, tu permanencia en el sagrario es un efecto de tu puro amor:
-te marchabas al cielo, y quisiste dejarnos, como lo hacen los parientes y amigos, un recuerdo.
-no nos dejaste como recuerdo un retrato, los manteles o la copa de la última cena, u otra cosa que tú usases. Tú mismo te quedaste como recuerdo.
-te quedaste, no sólo en Roma o Jerusalén, que nos podrían ir a verte los pobres y los enfermos, sino en todas las partes.
-te quedaste, no sólo un día al año durante algunas horas, sino todas las horas del día y todos los días del año.
-te quedaste, no como emperador, lleno de majestad, que pudiera retraernos, sino como un humilde alimento, para unirte cuanto fuera posible a nosotros.
-te quedaste, no como un alimento escogido y caro, que no fuese para todas fortunas y naturalezas, sino como pan de trigo, que es el más apto, humilde y barato de los alimentos”.
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IV.
“Oh Jesús, a tu sagrario vienen las almas, en espíritu:
-como las abejas a una colmena: qué dulce eres.
-como las palomas al palomar: qué puro eres.
-como los enfermos al hospital: qué bueno eres.
-como los perseguidos al refugio: qué seguro eres.
-como los ignorantes al consejero: qué prudente eres.
-como los desamparados a su valedor: qué poderoso eres”.
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De: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos.


INVITACION.
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EL GRUPO SANTA BARBARA DE LA REINA, TIENE EL AGRADO DE INVITAR A USTED Y FAMILIA A LA MISSA DE REQUIEM QUE SE EFECTUARA ESTE LUNES 2 DE NOVIEMBRE DE 2009, "CONMEMORACION DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS", EN EL MAUSOLEO DE LA 1ª COMPAÑIA DE BOMBEROS, CEMENTERIO DE CASABLANCA, A LAS 17 HRS., DESDE YA AGRADECEMOS SU ASISTENCIA.
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Réquiem aetérnam dona eis, Dómine: et lux perpétua lúceat eis.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Fiesta de Todos los Santos.


Fiesta de 1ª clase, ornamentos blancos.
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Rodeado de los cuatro seres simbólicos de la visión de Ezequiel, entre el resplandor de los siete candelabros de oro, en presencia de los ángeles de las siete Iglesias, en medio de los veinticuatro ancianos que ciñen su corona, se sienta en trono el Cordero, el Rey del cielo, el primero y el último, el alfa y el omega, que nos ha redimido en su sangre.
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La Iglesia, que en el transcurso del año va celebrando una por una las fiestas de sus santos, los reúne hoy a todos en una fiesta común. Además de los que puede llamar con su nombre, evoca en una grandiosa visión a toda una muchedumbre incontable de Santos "de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, de pie ante el trono y ante el cordero, revestidos de blancas vestiduras y con palmas en la mano", que aclaman al que con su sangre los ha rescatado.
La fiesta de Todos los Santos ha de colmarnos de una gran esperanza.
Entre los santos del cielo hay algunos a quienes hemos conocido.
Todos han vivido en la tierra una vida semejante a la nuestra. Bautizados, marcados con el sello de la fe, fielesa las enseñanzas de Cristo, nos han precedido en la patria celestial y nos invitan a reunirnos con ellos.
El evangelio de las bienaventuranzas, al mismo tiempo que proclama su felicidad, nos muestra el camino que han seguido; no hay, ciertamente, ningún otro que nos lleve a donde ellos están.
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ORACIÓN
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Omnipotente y eterno Dios, que nos concedéis
que honremos en una misma solemnidad
los méritos de todos vuestros santos, haced que,
asistidos por tan numerosos intercesores,
obtengamos cada vez más, según nuestros deseos,
la multitud de vuestras gracias. Por J. C. N. S.