I.
“Oh Jesús, la puertecita de tu sagrario me recuerda que tú dijiste: “Yo soy la puerta”:
-sí, tú eres la puerta del cielo.
-puerta bien visible: sólo no la ve el que no quiere verla.
-puerta sin salida: del cielo no se sale una vez que se entra.
-puerta siempre franca: por ella puede entrar y se invita a que entre todo el que quiera.
-puerta estrecha: como estrecha fue, oh Señor, la norma de tu vida y la norma de tus preceptos.
-puerta única: para entrar en el cielo no hay otra puerta”.
*
II.
“Oh Jesús, que pusiste como medianera entre ti y los hombres a tu Madre y Madre nuestra, María Inmaculada:
-yo quisiera adorarte en esa Hostia bendita, como tu Madre te adorara en tu vida mortal y en tu Hostia sacrosanta. Madre, alcánzame este gracia.
-yo quisiera serte agradecido con el mismo reconocimiento que tu Madre lo fue cuando entonó el Magnificat en acción de gracias. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera pedirte con la misma eficacia con que tu Madre te pidiera cuando obtuvo de ti en las bodas de Caná el que convirtieses en vino el agua. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera servirte y rendirme a tu voluntad, como tu Madre se rindió cuando dijo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera llevarte en mi pecho y en mi alma, con la misma pureza con que tu Madre te llevara. Madre, alcánzame esta gracia.
-yo quisiera acompañarte siempre, aun hasta el Calvario, del mismo modo que tu Madre te acompañara. Madre, alcánzame esta gracia”.
*
III.
“Oh Jesús, la blancura de tu blanca Hostia, me recuerda:
-la blancura de los pobres pañales con que recién nacido fuiste envuelto en Belén.
-la blancura de tus vestidos en el monte Tabor, en la Transfiguración, ante tus apóstoles.
-la blancura del vestido con que Herodes te vistió de loco.
-la blancura de los lienzos con que fuiste amortajado.
-la blancura de tu alma. “Mi amado es blanco, escogido entre millares”. San Juan te vio como Cordero “vestido de blanco”.
-los que te siguen, oh Jesús mío, también tienen que vestir en su alma de blanco. “Hay algunos que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo vestidos de blanco”. “El que venciere será igualmente vestido de ropas blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida”. Digamos con David: “Lávame, Señor, y quedaré más blanco que la nieve”.
*
De: Cien visitas a Jesús Sacramentado de Saturnino Junquera, S.J.
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