jueves, 28 de marzo de 2013

IN CŒNA DOMINI.

*
Donde hay caridad y amor, allí está
Dios. ℣. Nos ha reunido el amor de
Cristo. ℣. Alegrémonos y gocémonos
en el mismo. ℣. Temamos y amemos
a Dios vivo. ℣. Y amémonos con sincero corazón.
Donde hay amor y caridad, allí está Dios. ℣. Estando, pues,
congregados en uno. ℣. Evitemos el
andar desunidos en espíritu.℣. Cesen
las malignas rencillas, cesen las luchas.
℣. En medio de nosotros esté Cristo
Dios. Donde hay caridad y amor, allí
está Dios. ℣. Juntos veamos también
con los bienaventurados,℣. Tu rostro
en la gloria, ¡oh Cristo Dios! ℣. El gozo que es inmenso y honesto.
℣. Por los siglos infinitos de los siglos. Amén.
*

martes, 26 de marzo de 2013

El esplendor litúrgico.

De San Josemaría:


Esta convicción de la necesidad de ser espléndidos en el culto litúrgico fue una constante a lo largo de toda la vida de San Josemaría. Su manera de argumentarla puede guardar relación con el libro del cartujo P. Antonio Molina llamado Instrucción de sacerdotes, un clásico de la espiritualidad sacerdotal, que San Josemaría manejó abundantemente, al menos, en Burgos.

“Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios.
—Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco.
—Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: «opus enim bonum operata est in me» —una buena obra ha hecho conmigo.”
Camino 527

Me viste celebrar  la Santa Misa sobre  un altar desnudo —mesa y ara—, sin retablo. 
El Crucifijo, grande. Los candeleros recios, con hachones de cera, que se escalonan: más altos, junto a la cruz. Frontal del color del día. Casulla amplia. Severo de líneas, ancha la copa y rico el cáliz. Ausente la luz eléctrica, que no echamos en falta.
—Y te costó trabajo salir del oratorio: se estaba bien allí. 
¿Ves cómo lleva a Dios, cómo acerca a Dios  el rigor de la liturgia?
Camino 543

«Día de la Inmaculada, 1931: Mucho he pedido a la Señora. Digo mal: mucho he expuesto a la Señora. Estos detalles ya no los anotaré, ordinariamente, en lo sucesivo. Da pena ver cómo preparan los altares y presbiterios, para la celebración de las fiestas.
Hoy, en un colegio rico, estaba el retablo lleno de floripondios ridículos, colocados sobre unas graderías de tabla de cajón a medio pintar. El Sagrario habitualmente está de tal modo dispuesto, que es preciso siempre al sacerdote, aunque sea de buena estatura, subirse a un banquillo para abrir, cerrar y tomar al Señor. Las sacras, en equilibrio inestable...
Y los sacerdotes, en equilibrio inestable también, porque han de hacer verdaderas piruetas de charlestón para no dar con la cabeza en una lámpara de latón dorado feísima, que pende muy baja sobre el presbiterio, o para no dar de narices en el suelo, tropezando con los pliegues y repliegues de la alfombra, adaptada a las gradas del altar […]
Y menos mal, si, detrás del retablo, además de una escalera de mala madera sin pintar, por donde a diario pasa Cristo en manos del sacerdote para quedar en Exposición, menos mal si no hay también un montón de cachivaches llenos de polvo, que hacen del lugar santo la trastera del rastro madrileño. Todo esto lo he visto.
[…] Lo he descrito con detalle, porque en todos los oratorios de la Obra de Dios, que darán siempre la impresión de lo definitivo, se huirá de caer en semejantes desatenciones con nuestro Rey-Cristo» [5].
Apuntes íntimos


lunes, 25 de marzo de 2013

LLevemos a todos la alegría de la Fe.

*
Homilía del Santo Padre Francisco en el Domingo de Ramos 

Jesús nos acompaña y nos carga sobre sus hombros
1. Jesús entra en Jerusalén. La muchedumbre de los discípulos lo acompañan festivamente, se extienden los mantos ante él, se habla de los prodigios que ha hecho, se eleva un grito de alabanza: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19,38).
Gentío, fiesta, alabanza, bendición, paz. Se respira un clima de alegría. Jesús ha despertado en el corazón tantas esperanzas, sobre todo entre la gente humilde, simple, pobre, olvidada, esa que no cuenta a los ojos del mundo. Él ha sabido comprender las miserias humanas, ha mostrado el rostro de misericordia de Dios, se ha inclinado para curar el cuerpo y el alma. Y ahora entra en la Ciudad Santa.
Es una bella escena, llena de luz, de alegría, de fiesta. Al comienzo de la Misa, también nosotros la hemos repetido. Hemos agitado nuestras palmas, nuestros ramos de olivo, y hemos cantado: «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» (Antífona); también nosotros hemos acogido al Señor; también nosotros hemos expresado la alegría de acompañarlo, de saber que nos es cercano, presente en nosotros y en medio de nosotros como un amigo, como un hermano, también como rey, es decir, como faro luminoso de nuestra vida.
Y aquí nos viene la primera palabra: alegría. No seáis nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo. Nunca os dejéis vencer por el desánimo. Nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús; de saber que, con él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables..., y ¡hay tantos!
Nosotros acompañamos, seguimos a Jesús, pero sobre todo sabemos que él nos acompaña y nos carga sobre sus hombros: en esto reside nuestra alegría, la esperanza que hemos de llevar en este mundo nuestro. Llevemos a todos la alegría de la fe.
No hemos de tener miedo del sacrificio
2. Pero nos preguntamos: ¿Por qué Jesús entra en Jerusalén? O, tal vez mejor, ¿cómo entra Jesús en Jerusalén? La multitud lo aclama como rey. Y él no se opone, no la hace callar (cf. Lc 19,39-40). Pero, ¿qué tipo de rey es Jesús? Mirémoslo: montado en un pollino, no tiene una corte que lo sigue, no está rodeado por un ejército, símbolo de fuerza. Quien lo acoge es gente humilde, sencilla.
Jesús no entra en la Ciudad Santa para recibir los honores reservados a los reyes de la tierra, a quien tiene poder, a quien domina; entra para ser azotado, insultado y ultrajado, como anuncia Isaías en la Primera Lectura (cf. Is 50,6); entra para recibir una corona de espinas, una caña, un manto de púrpura: su realeza será objeto de burla; entra para subir al Calvario cargando un madero.
Y, entonces, he aquí la segunda palabra: cruz. Jesús entra en Jerusalén para morir en la cruz. Y es precisamente aquí donde resplandece su ser rey según Dios: su trono regio es el madero de la cruz. Recordemos la elección del rey David: Dios no elige al más fuerte, al más valiente; elige al último, al más joven, uno con el que nadie había contado. Lo que cuenta no es el poder terrenal. Ante Pilato, Jesús dice: «Yo soy Rey», pero el suyo es el poder de Dios, que afronta el mal del mundo, el pecado que desfigura el rostro del hombre. Jesús toma sobre sí el mal, la suciedad, el pecado del mundo, también el nuestro, y lo lava, lo lava con su sangre, con la misericordia, con el amor de Dios.
Miremos a nuestro alrededor: ¡cuántas heridas inflige el mal a la humanidad! Guerras, violencias, conflictos económicos que se abaten sobre los más débiles, la sed de dinero, de poder, la corrupción, las divisiones, los crímenes contra la vida humana y contra la creación. Y nuestros pecados personales: las faltas de amor y de respeto a Dios, al prójimo ya toda la creación. Jesús en la cruz siente todo el peso del mal, y con la fuerza del amor de Dios lo vence, lo derrota en su resurrección.
Queridos amigos, con Cristo, con el Bien, todos podemos vencer el mal que hay en nosotros y en el mundo. ¿Nos sentimos débiles, inadecuados, incapaces? Pero Dios no busca medios potentes: es con la cruz con laque ha vencido el mal. No debemos creer al Maligno, que nos dice: No puedes hacer nada contra la violencia, la corrupción, la injusticia, contra tus pecados. Jamás hemos de acostumbrarnos al mal. Con Cristo, podemos transformarnos a nosotros mismos y al mundo. Debemos llevar la victoria de la cruz de Cristo a todos y por doquier; llevar este amor grande de Dios.
Y esto requiere de todos nosotros que no tengamos miedo de salir de nosotros mismos, de ir hacia los demás. En la Segunda Lectura, san Pablo nos dice que Jesús se despojó de sí mismo, asumiendo nuestra condición, y ha salido a nuestro encuentro (cf. Flp 2,7). Aprendamos a mirar hacia lo alto, hacia Dios, pero también hacia abajo, hacia los demás, hacia los últimos. Y no hemos de tener miedo del sacrificio. Pensad en una mamá o un papá: ¡cuántos sacrificios! Pero, ¿por qué lo hacen? Por amor. Y ¿cómo los afrontan? Con alegría, porque son por las personas que aman. La cruz de Cristo, abrazada con amor, no conduce a la tristeza, sino a la alegría.
Con Cristo el corazón nunca envejece
3. Hoy están en esta plaza tantos jóvenes: desde hace 28 años, el Domingo de Ramos es la Jornada de la Juventud. Y esta es la tercera palabra: jóvenes. Queridos jóvenes, os imagino haciendo fiesta en torno a Jesús, agitando ramos de olivo; os imagino mientras aclamáis su nombre y expresáis la alegría de estar con él. Vosotros tenéis una parte importante en la celebración de la fe. Nos traéis la alegría de la fe y nos decís que tenemos que vivir la fe con un corazón joven, siempre, incluso a los setenta, ochenta años. Con Cristo el corazón nunca envejece.
Pero todos sabemos, y vosotros lo sabéis bien, que el Rey a quien seguimos y nos acompaña es un Rey muy especial: es un Rey que ama hasta la cruz y que nos enseña a servir, a amar. Y vosotros no os avergonzáis de su cruz. Más aún, la abrazáis porque habéis comprendido que la verdadera alegría está en el don de sí mismo y que Dios ha triunfado sobre el mal precisamente con el amor. Lleváis la cruz peregrina a través de todos los continentes, por las vías del mundo. La lleváis respondiendo a la invitación de Jesús: «Id y haced discípulos de todos los pueblos» (Mt 28,19), que es el tema de la Jornada Mundial de la Juventud de este año. La lleváis para decir a todos que, en la cruz, Jesús ha derribado el muro de la enemistad, que separa a los hombres y a los pueblos, y ha traído la reconciliación y la paz.
Queridos amigos, también yo me pongo en camino con vosotros, sobre las huellas del beato Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora estamos ya cerca de la próxima etapa de esta gran peregrinación de la cruz de Cristo. Aguardo con alegría el próximo mes de julio, en Río de Janeiro. Os doy cita en aquella gran ciudad de Brasil. Preparaos bien, sobre todo espiritualmente en vuestras comunidades, para que este encuentro sea un signo de fe para el mundo entero.
Vivamos la alegría de caminar con Jesús, de estar con él, llevando su cruz, con amor, con un espíritu siempre joven.
Pidamos la intercesión de la Virgen María. Ella nos enseña el gozo del encuentro con Cristo, el amor con el que debemos mirarlo al pie de la cruz, el entusiasmo del corazón joven con el que hemos de seguirlo en esta Semana Santa y durante toda nuestra vida. Amén.

domingo, 24 de marzo de 2013

Domingo 2º de Pasión o de Ramos.

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Procesión de Ramos de 1948 en la Catedral Metropolitana de Santiago de Chile. Celebra S.E.R. Cardenal José María Caro Rodríguez, Arzobispo de Santiago y Primado de Chile.
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viernes, 22 de marzo de 2013

Martirologio Romano (1956).


  1. En Narbona de Francia, el tránsito de san Pablo, Obispo, discípulo de los Apóstoles, de quien es tradición fue el Sergio Pablo Procónsul, a quién bautizó el Apóstol san Pablo, y de camino para España, dejó en Narbona, y allí fue consagrado Obispo de aquella ciudad, donde, cumplido diligentemente el ministerio de la predicación y esclarecido en milagros, subió al cielo.
  2. En Terracina de Campania, san Epafrodito, discípulo de los Apóstoles, el cual fue ordenado Obispo de aquella ciudad por el Apóstol san Pedro.
  3. En Ancira de Galacia, san Basilio, Presbítero y Mártir, que, en tiempo de Juliano Apóstata, probado conogravísimos suplicios, dio su espíritu a Dios.
  4. En Cartago, san Octaviano Arcediano, con muchos millares de Mártires, que en odio de la fe católica fueron muertos por los Vándalos.
  5. En África, los santos Mártires Saturnino y otros nueve.
  6. En Galacia, el triunfo de las santas Mártires Calinica y Basilisa.
  7. En Roma, san Zacarías, Papa, que gobernó con suma diligencia la Iglesia de Dios, y esclarecido en méritos, murió en paz.
  8. En Cartago, san Deogracias, Obispo de Cartago, el cual rescató a muchísimos cautivos, conducidos de Roma por los Vándalos, y célebre en otras santas obras, descansó en el Señor.
  9. En Osimo del Piceno, san Bienvenido, Obispo.
  10. SANTA LEA, Viuda
  11. En Roma, santa Lea, Viuda, cuyas virtudes y dichosa muerte escribe san Jerónimo.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

jueves, 21 de marzo de 2013

La Semana Santa: ¿Semana de vacaciones o de luto?.


Querido católico,
El Jueves Santo, el Viernes Santo y el Sábado Santo forman el Triduo Sacro. Son los días de la Semana Santa, de la semana más importante de la historia de la humanidad. Porque para nada hubiera servido la creación si no hubiera habido la salvación.
La Semana Santa es la semana de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Pasión significa sufrimientos, muerte de Cristo en la Cruz. Pasión, Redención, Salvación y vida eterna para nosotros están vinculadas. Sin los sufrimientos, la Cruz y la muerte de Cristo no hay salvación para tí, pecador ingrato.
Cristo se hizo nuestro cordero que carga con nuestros pecados. Cristo quiere “morir a fin de satisfacer en nuestro lugar a la justicia de Dios, por su propia muerte”, dice Santo Tomás de Aquino en su Suma Teológica (III, 66, 4).
            Cristo acepta ser maltratado, para que tú no lo seas eternamente; Cristo acepta ser flagelado para que tú no seas flagelado por los demonios y el fuego en el infierno.
Cristo acepta gustar la tremenda sed de la crucifixión y la muerte amarga de la cruz, para que tú no padezcas la sed eterna de felicidad. Cristo acepta ser deshonrado en la cruz para que tú no seas deshonrado y con-fundido en el día del Juicio final.
            Y tú, hijo ingrato, ¿qué haces en esos días de la Semana Santa mientras que tu Señor está muriendo en tu lugar para salvarte? ¿Cómo los utilizas? ¿A dónde vas? ¿Por qué los profanas?
            Si en esos días tu patrón te dispensa de trabajar porque es Semana Santa, Semana de luto, Semana de la muerte del Hijo de Dios; tú deberías saber muy bien que esos días santos no son días de vacaciones, ni de disipación, ni de playa. Son días de penitencia, de oración y de lágrimas.
            El Hijo de Dios hecho hombre está luchando contra el demonio y la justicia divina para librarte. Sí, para librarte a tí y a tu familia del más grande peligro que pueda existir: el de la perdición eterna. Sábelo, incúlcalo a tus hijos para que sean agradecidos con su Salvador.
Es Dios mismo quien te lo dice: “Sin efusión de sangre no hay remisión de pecados” (Hebreos 9, 22). Y esa sangre que borra tus pecados es la de tu Bienhechor: Nuestro Señor Jesucristo. Sobre todo no digas que no has pecado y no necesitas del perdón. Si lo dijeras manifestarías tu gran ceguedad e ignorancia.
Ningún hombre puede conseguir por sí mismo el perdón de sus pecados. Debe buscarlo en otra parte: ¿dónde? en la Sangre del Hijo de Dios que murió en la Cruz el Viernes Santo. San Pablo dice: “En Él, por su Sangre tenemos la redención, el perdón de los pecados...” (Efesios 1,7).
El hombre no puede ofrecer sacrificio propiciatorio por sus pecados. Nuestro Señor Jesucristo se hizo propiciación por nuestros pecados. El se ofrece el Viernes Santo en sacrificio propiciatorio por tí. Sólo, mediante la sangre de Cristo, puedes purificarte, puedes liberarte de las cadenas del pecado y de la tiranía del demonio.
            Y en estos días durante los cuales Cristo está en los tormentos de la Cruz para merecerte la salvación, tú, pecador necesitado, tú te vas a la playa, a pasearte, divertirte, quizás acumular más pecados a los que ya hayas cometido. ¡Despiértate, hermano mío, despiértate de tu letargo! ¡Sé agradecido con tu Bienhechor! ¡Actúa  como católico verdadero!
            Ve al templo a ver y a escuchar lo que en tu lugar está padeciendo Cristo. Sábelo que la ingratitud atrae el castigo de Dios más bien que su misericordia. No seas, pues, ingrato sino agradecido.
La gratitud cristiana consagra el Triduo Santo para conocer más lo que hizo Nuestro Señor Jesucristo por nosotros e impulsarnos a la penitencia, a la sincera conversión y enmienda de nuestra vida tibia y mediocre.
El Jueves Santo es el día en que el Señor Jesús antes de ir a su Pasión te dejó el Memorial de su muerte. Para aplicar los frutos de su Pasión a tu alma, instituyó el sacramento de su amor que es la Santa Eucaristía y el sacerdocio para consagrarla. El dijo: “haced esto en memoria mía”, para recordarnos lo que padeció por puro amor hacia los ingratos que somos; para comunicar a nuestras almas la santidad y el remedio contra el pecado mediante la digna recepción de su Cuerpo. Y tú ¡irías a divertirte en ese día! No sabes que Cristo dijo: “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y Yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en Mí y Yo en él” (San Juan 6, 54-56). Y tú que pretendes ser discípulo de Cristo ¿por qué te privas del Pan celestial que sana, purifica, santifica y pacifica tu alma y tu hogar? Si por tu culpa no aprovechas del remedio que Cristo te ofrece ¿por qué te quejas de tener problemas en tu vida, familia y trabajo?

            El Viernes Santo es para que grites con y en la Iglesia misericordia para tí mismo y para todo el género humano. El Viernes Santo es para que participes en las exequias de Cristo, escuchando el Evangelio de la Pasión y las Siete Palabras que son las últimas recomendaciones de Cristo, Nuestro Redentor.
Aprovecha el Viernes Santo para confesar con lágrimas tus iniquidades, lavar tu alma de la lepra del pecado con la Sangre de Cristo, participar en la Pasión de tu Salvador, para tener parte con Él en su victoria.
El Viernes Santo, sufrió Cristo para merecerte el ser librado del pecado que es el más horrible cáncer que pueda existir, y del infierno que es la más grande de las des-gracias. Y tú ¿irías de vacaciones con tantos otros neopaganos quizás para matarte en el camino de la ingratitud?
            El Viernes Santo es para que hagas el Vía Crucis, medites lo que hizo y padeció por tí tu Señor; para darte cuenta de lo que merece el pecado. Lea los últimos capítulos de San Mateo, Marcos, Lucas y Juan o vea la Pasión de Cristo por Mel Gibson para que te des cuenta del precio que Cristo pagó para librarte del poder del pecado y del demonio, hacerte hijo de Dios y heredero de la vida eterna. Puedes también leer y meditar Reflexiones sobre la Pasión de Jesucristo por San Alfonso María de Ligorio y La Pasión del Señor por Fray Luis de Granada, o Las Siete Palabras de Cristo por Antonio Royo Marín.
            El Viernes Santo es día de ayuno y penitencia, silencio y lágrimas y no día de playa y placeres.
El Sábado Santo es día de luto. Hombres y mujeres deberían vestirse con ropa de luto para acompañar a la Santísima Madre de los Dolores. El Sábado Santo debería servir para meditar con espanto lo que merece el pecado, porque si al Justo que cargó con nuestros crímenes así se le castiga, ¿qué será del culpable si muere con su pecado?
En resumen, hermano mío, escucha a Dios mismo que dice a cada uno de nosotros: “No tardes en convertirte al Señor, ni lo difieras de un día para otro; porque de repente sobreviene su ira, y en el día de venganza acabará contigo” (Eclesiástico, 5, 8).
Católico, aprovecha la Semana Santa para convertirte al Señor, porque la sincera conversión y el verdadero arrepentimiento aseguran el perdón de los pecados; dan paz al alma y, al fin, la vida eterna que pedimos por tí.  
Un Sacerdote católico
Los días santos no son días de vacaciones, ni de disipación, ni de playa. Son días de penitencia, de oración y lágrimas.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Indulgencias en Semana Santa.


DEL “ENCHIRIDION INDULGENTIARUM” DE S.S. PAULO VI

JUEVES SANTO
  • Tantum Ergo:
    • Indulgencia parcial a los fieles que reciten piadosamente las estrofas de este himno.
    • Indulgencia plenaria el Jueves Santo y la fiesta del Santísimo Sacramen­to, si es recitado solemnemente.
  • Adoración al Santísimo Sacramento:
    • Indulgencia parcial a quien visita el Santísimo Sacramento.
    • Indulgencia plenaria si se permanece en adoración por lo menos por media hora.
VIERNES SANTO
  • Adoratio CrucisIndulgencia plenaria a los fieles que participan piadosamente en la adoración de la Cruz y la besen durante el oficio litúrgico solemne.
  • Via CrucisIndulgencia plenaria. Para obtener la indulgencia plenaria deben cumplirse las siguientes normas:
    • El piadoso ejercicio debe ser cumplido ante las estaciones del Vía Crucis, legítimamente erigidas.
    • Es necesario desplazarse de una estación a la otra. Si el piadoso ejercicio se cumple públicamente y el movimiento de todos los presentes no puede hacerse con orden, es suficiente con que se mueva de una estación a la otra quien dirige el pío ejercicio, mientras los otros quedan en su sitio.
    • Los “impedidos” podrán alcanzar la misma indulgencia dedicando al menos media hora a piadosas lecturas y meditaciones de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo.
SÁBADO SANTO
  • Renovación de las promesas bautismales:
    • Indulgencia par­cial a los fieles que renueven sus promesas bautismales según cualquier fórmula en uso.
    • Indulgencia plenaria si esta renovación tiene lugar durante la celebración de la Vigilia Pascual o el aniversario de su nacimiento.
OTRAS INDULGENCIAS
  • Santo Rosario:
    • Indulgencia plenaria si la recitación se hace en la iglesia o en un oratorio público, o también en familia, en una Comunidad religiosa, en una pía Asociación. Se concede indulgencia parcial en otras circunstancias.
    • Para la indulgencia plenaria se establecen las siguientes normas:
      • Es suficiente el recitado de la tercera parte del Rosario, pero las cinco decenas deben recitarse sin interrupción.
      • A la oración vocal se debe agregar la piadosa meditación de los misterios
  • Comunión espiritual: El acto de la comunión espiritual con cualquier fórmula piadosa está enriquecido con indulgencia parcial.
  • Lectura de la Sagrada Escritura:
    • Indulgencia parcial a quien lee la Sagrada Escritura con la veneración debida a la palabra divina y a modo de lectura espiritual.
    • Indulgencia plenaria si la lectura se extiende por lo menos a una media hora.
NORMAS GENERALES SOBRE LAS INDULGENCIAS
  • Las indulgencias, tanto parciales como plenarias, pueden ser aplicadas a los difuntos a modo de sufragio. Pero nadie puede aplicar a otros hombres aún vivos las indulgencias que gana.
  • Para ganar las indulgencias, se requieren las siguientes condiciones:­ Haber recibido el bautismo, no estar excomulgado, hallarse en estado de gracia (al menos al finalizar las obras prescriptas) y estar sometido a la jurisdicción de aquél que otorga las indulgencias. Asimismo, debe tenerse la intención, por lo menos en general, de ganarlas. Y es necesario que las obras prescriptas se realicen en el tiempo y modo establecidos en la concesión.
  • La indulgencia plenaria puede ser ganada una sola vez por día. Pero el fiel puede ganar la indulgencia “in articulo mortis” aún cuando ya haya ganado otra indulgencia plenaria ese mismo día.
  • La indulgencia parcial puede ser ganada varias veces por día, salvo explícita indicación en contrario.
  • Para ganar la indulgencia plenaria, debe cumplirse con la obra prescripta y, además, otras tres condiciones: 1. Confesión. 2. Comunión Sacramental. 3. Oración por las intenciones del Sumo Pontífice. Se indica además, que sea excluido toda inclinación al pecado, aún al venial.
  • Si falta esta plena disposición, o si no se cumplen las condiciones mencionadas, la indulgencia será solamente parcial.
  • Las tres condiciones pueden ser cumplidas varios días antes o des­pués de la obra prescripta; sin embargo, es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se reali­cen el mismo día en que se cumple la obra prescripta.
  • Con una sola confesión sacramental se pueden alcanzar muchas indulgencias plenarias. En cambio, con una sola comunión eucarística y una sola plegaria según las intenciones del Sumo Pontífice se puede alcanzar una sola indulgencia plenaria.
  • Se cumple plenamente la condición de la oración según las intenciones del Sumo Pontífice recitando, según sus intenciones, un Padrenuestro y un Avemaría. Queda librado a la libertad de los fieles el recitar cualquier otra plegaria según la piedad y la devoción de cada uno.
  • No se puede alcanzar una indulgencia con una obra que de por sí se esté obligado a hacer por ley o por precepto, a menos que en la concesión no se diga expresamente lo contrario. No obstante, quien cumple una obra que le fue impuesta como penitencia sacramental, puede al mismo tiempo satisfacer la penitencia y alcanzar la eventual indulgencia anexa a esta obra.

martes, 19 de marzo de 2013

San José.


Esposo de la Bienaventurada
Virgen María
Patrono de la Iglesia Católica; trabajadores; carpinteros; artesanos; personas en trance de muerte; familia; padres de familia; mujeres embarazadas; matrimonios; niños por nacer; tesoreros; emigrantes e inmigrantes; viajeros; ingenieros; justicia social; quienes luchan contra el comunismo. Se lo invoca cuando se quiere comprar o vender una propiedad; en los momentos de duda; para pedir, por su intercesión, una buena y santa muerte.
SAN JOSÉ, Esposo de la Bienaventurada Virgen María
Teniendo, pues, qué comer, y con qué cubrirnos,
contentémonos con esto.
(1 Timoteo 6, 8)
San José fue esposo legal de María y padre nutricio de Jesús. Bastan estas dos palabras para su elogio. La gran humildad de que dio pruebas ejerciendo el oficio de carpintero, la solicitud con que rodeó la infancia del Salvador, su respeto para con la Madre de Dios, lo hicieron digno de morir en los brazos de Jesús y de María. ¡Oh dulce muerte! ¿Quieres tú morir como él? Imita sus virtudes e invoca su protección.
MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN JOSÉ
I. San José mereció, por su pureza, el honor de ser elegido por Dios para ser el esposo de su Madre. ¡Qué gloria para ti, oh gran santo, mandar a una esposa omnipotente en el cielo y en la tierra! Imita la pureza, la humildad y la modestia de José, y María se mostrará contigo llena de ternura. Para que llegues a ser un gran santo, haz, siguiendo el ejemplo de San José, todas tus acciones pensando que Dios te ve.
II. Fue el padre nutricio de Jesús, y Jesús le estaba sometido. Admira la humildad del Salvador, que, pudiendo nacer en el palacio de Augusto o de Herodes, prefiere elegirse un padre pobre y desconocido, un padre que debe trabajar con sus manos para procurarle alimento y vestido. A ejemplo de San José, nunca te separes de Jesús: que en todos tus actos sea tu compañero, conversa a menudo con Él. Haz un lugar a Jesús en medio de tus hijos: que tu Señor venga a tu familia, que tu Creador se acerque a su creatura (San Agustín).
III. San José murió en brazos de Jesús y de María. Tú también quieres terminar tu existencia con una muerte dichosa y santa: ten una gran devoción a San José. Nos asegura Santa Teresa que ha obtenido todo lo que ha pedido por los méritos de San José. Pídele esta última gracia que debe coronar tu vida y hacerte comenzar una eternidad de dicha. Con frecuencia durante tu vida, y sobre todo en la hora de tu muerte, pronuncia los tres hermosos nombres de Jesús, María y José.
La devoción a San José.
Orad por los agonizantes.
ORACIÓN
Haced, Señor, que los méritos del bienaventurado José, esposo de vuestra Santísima Madre, nos ayuden, a fin de que obtengamos por su intercesión lo que nuestra flaqueza no puede merecer. Vos que, siendo Dios, vivís y reináis por todos los siglos de los siglos.

lunes, 18 de marzo de 2013

Martirologio Romano (1956).


SAN CIRILOObispo y Confesor
  1. En Jerusalén, san Cirilo, Obispo, Confesor y Doctor de la Iglesia, el cual padeció de parte de los Arrianos muchas injurias por defender la fe, y desterrado muchas veces de su Iglesia, al fin, esclarecido en santidad, murió en paz. De la pureza de su fe dio preclaro testimonio el primer Concilio ecuménico de Constantinopla escribiendo al Papa san Dámaso.
  2. En Cesarea de Palestina, el triunfo de san Alejandro, Obispo, el cual yendo de una ciudad de Capadocia, de que era Obispo, a visitar los Santos Lugares, y llegado a Jerusalén, en cuya Iglesia era a la sazón Obispo Narciso, ya anciano, por revelación divina le sustituyó en el gobierno. Más tarde, en la persecución de Decio, siendo él ya muy anciano y respetado por sus venerables canas, fue conducido a Cesárea, y encerrado en una cárcel por confesar a Cristo, consumó el martirio.
  3. En Augsburgo, san Narciso, Obispo, el primero que predicó el Evangelio a los pueblos de Recia; pasó después a España, y convertidos en Gerona muchos infieles a la fe de Cristo, allí mismo, en la persecución del Emperador Diocleciano, juntamente con el diácono Félix, recibió la palma del martirio.
  4. En Nicomedia, diez mil santos Mártires, que por la confesión de Cristo fueron pasados a cuchillo.
  5. Allí mismo, los santos Mártires Trófimo y Eucarpio.
  6. En Inglaterra, san Eduardo Rey, que, muerto por los engaños de su madrastra, resplandeció en muchos milagros.
  7. En Luca de Toscana, la dichosa muerte de san Frigidiano, Obispo, ilustre por la virtud de los milagros.
  8. En Mantua, san Anselmo, Obispo de Luca, y Confesor.
  9. En Cagliari de Cerdeña, san Salvador de Horta, Confesor, de la Orden de los Frailes Menores, que resplandeció en virtudes y con singular don de milagros, y fue contado por el Papa Pío XI en el número de los Santos.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

sábado, 16 de marzo de 2013

El Sacrificio de la Misa según los santos.


El santo cura de Ars, San Juan María Vianney: “Si conociéramos el valor de La Santa Misa nos moriríamos de alegría”.
San Anselmo: “Una sola misa ofrecida y oída en vida con devoción, por el bien propio, puede valer más que mil misas celebradas por la misma intención, después de la muerte.”

"La celebración de la Santa Misa tiene tanto valor como la muerte de Jesús en la Cruz". (Santo Tomás de Aquino)

"El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote". (San Francisco de Asís)

"Sin la Santa Misa, ¿que sería de nosotros? Todos aquí abajo pereceríamos ya que únicamente eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, ciertamente que la Iglesia no duraría y el mundo estaría perdido sin remedio". (Santa Teresa de Jesús)
En cierta ocasión, Santa Teresa se sentía inundada de la bondad de Dios. Entonces le hizo esta pregunta a Nuestro Señor: “Señor mío, “¿cómo Os podré agradecer?” Nuestro Señor le contestó: “ASISTID A UNA MISA”.
"El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa". (San Alfonso de Ligorio)

"Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa misa", (Padre Pío de Pieltrecina)
La Misa es infinita como Jesús... pregúntenle a un Angel lo que es la misa, y El les contestará, en verdad yo entiendo lo que es y por qué se ofrece, mas sin embargo, no puedo entender cuánto valor tiene. Un Angel, mil Angeles, todo el Cielo, saben esto y piensan así". (Padre Pío de Pieltrecina)
"Nunca lengua humana puede enumerar los favores que se correlacionan al Sacrificio de la Misa. El pecador se reconcilia con Dios; el hombre justo se hace aún más recto; los pecados son borrados; los vicios eliminados; la virtud y el mérito crecen, y las estratagemas del demonio son frustradas. (San Lorenzo Justino)

"Oh gente engañada, qué están haciendo? Por qué no se apresuran a las Iglesias a oír tantas Misas como puedan? Por qué no imitan a los ángeles, quienes cuando se celebra una Misa, bajan en escuadrones desde el Paraíso y se estacionan alrededor de nuestros altares en adoración, para interceder por nosotros?". (San Leonardo de Port Maurice)
"Yo creo que sí no existiera la Misa, el mundo ya se hubiera hundido en el abismo, por el peso de su iniquidad. La Misa es el soporte poderoso que lo sostiene ". (San Leonardo de Port Maurice)
San Leonardo de Port Maurice: “una misa antes de la muerte puede ser más provechosa que muchas después de ella…
"Con oraciones pedimos gracia a Dios; en la Santa Misa comprometemos a Dios a que nos las conceda ". (San Felipe Neri)
"Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella". (Santo Cura de Ars)
"Sepan, oh Cristianos, que la Misa es el acto de religión más sagrado. No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de su alma, que asistir a Misa devotamente, y tan a menudo como sea posible ". (San Pedro Julián Eymard)

"Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación ". (San Bernardo)

"Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa". (Santo Cura de Ars)

"La Misa es la devoción de los Santos". (Santo Cura de Ars)

"Cuando oigan que yo no puedo ya celebrar la Misa, cuéntenme como muerto". (San Francisco Javier Bianchi)

"La Santa Misa es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido". (San Buenaventura)

"El sacrificio del altar será a nuestro favor verdaderamente aceptable como nuestro sacrificio a
Dios, cuando nos presentamos como víctimas". (San Gregorio el Grande)

Cuando Santa Margarita María Alacoque asistía a la Santa Misa, al voltear hacia el altar, nunca dejaba de mirar al Crucifijo y las velas encendidas. Por qué? Lo hacía para imprimir en su mente y su corazón, dos cosas: El Crucifijo le recordaba lo que Jesús había hecho por ella; las velas encendidas le recordaban lo que ella debía hacer por Jesús, es decir, sacrificarse consumirse por El y por las almas.

"No podemos separar la Sagrada Eucaristía de la Pasión de Jesús". (San Andrés Avellino)

viernes, 15 de marzo de 2013

TIEMPO DE PASIÓN.


Del 1.º domingo de Pasión al Sábado Santo

EXPOSICIÓN DOGMÁTICA.En el curso de estas dos últimas semanas de Cuaresma que nos van a conducir a Pascua, se esfuerza la Iglesia por hacernos revivir con ella las circunstancias que han preparado y rodeado la muerte del Salvador.
Por su estrecha conexión con el Tiempo Pascual, evoca el Tiempo de Pasión nuestra redención por la sangre de Jesús. Pero antes de aplicarnos los frutos de la gracia en la celebración exultante de la resurrección del Salvador, quiere la Iglesia hacernos seguir a Cristo paso a paso en el duro combate que va a empeñar por rescatarnos.
De este modo, el gran retiro de Cuaresma desemboca en la contemplación de la única lucha que ha podido rescatar al hombre de su pecado y merecerle la salvación. Advertencia necesaria y muy consoladora. No es que sea superfluo nuestro esfuerzo personal de enmienda y de reparación, sino que todo su valor y eficacia lo adquiere solamente unido a la Pasión de quien cargó sobre si los pecados del mundo y los expió. En virtud de la misteriosa solidaridad que existe entre todos los miembros de la gran familia humana, Jesús, Hijo de Dios hecho hombre, sustituye a sus hermanos culpables. Se «hace pecado por nosotros -dice san Pablo- para llevar sobre su cuerpo, en el patíbulo, nuestros pecados ».
Más Cristo triunfa al inmolarse. Triunfa del mal, triunfa de Satanás; restablece los derechos de Dios sobre el mundo, arroja fuera al demonio, «príncipe de este mundo». Se realiza el oráculo de David: «Dios reina desde el madero.» Dentro de la misma Semana Santa, en el momento en que, el Viernes Santo, se viste de luto en recuerdo de la muerte del Salvador, la Iglesia hace que nos postremos delante de la cruz para saludar en ella la fuente de nuestra alegría: «He aquí el madero de la cruz, del cual colgó la salvación del mundo; venid, adorémosle.» Ya se anuncia la resurrección: «Adoramos tu cruz, oh Señor. Alabamos y glorificamos tu resurrección.»
NOTAS LITÚRGICAS. Se acentúa el carácter austero de Cuaresma. La Iglesia cubre las cruces de los altares y las imágenes de los santos con velos morados. El Jueves Santo despoja los altares y hace callar, no sólo el órgano, sino también las campanas.
RÚBRICAS.1. Las ferias de la primera semana de Pasión son semejantes a las de Cuaresma.2. En las misas de Tiempo se omite el salmo Judica me. Igualmente se omite el Gloria Patri del introito, y del lavabo.3. La Semana Santa goza de liturgia propia.

Stat Veritas.

jueves, 14 de marzo de 2013

Llegada de San Pedro a Roma.


Bajo el reinado de Claudio, el año 42 de nuestra era, un viajero, cubierto de polvo y abrumado por el cansancio de un largo camino, llegaba a la entrada de Roma, cerca de la puerta Naval.
Un filósofo romano, amante de novedades, impresionado al observar el traje del extranjero y la expresión grave e inteligente de sus rasgos, le habló, entablándose el diálogo siguiente:
El filósofo – Extranjero: ¿de dónde vienes? ¿Cuál es tu país?
Pedro – Vengo de Oriente; y pertenezco a una raza que vosotros detestáis, a la que habéis expulsado de Roma: mis compatriotas se encuentran relegados al otro lado del Tíber. Soy judío de nación, nacido en Betsaida de Galilea.
El filósofo – ¿Qué es lo que te trae a Roma
Pedro – Vengo a destruir el culto de los dioses que vosotros adoráis y a haceros conocer al único verdadero Dios que no conocéis. Vengo a establecer una Religión nueva, la única buena, la única divina.
El filósofo – ¡A fe que esto es algo nuevo! ¡Hacer conocer un nuevo Dios, establecer una Religión nueva!… ¡La empresa es grande! Pero, ¿cuál es el Dios desconocido de que hablas?
San Pedro - Artus Quellin IPedro – Es el Dios que ha creado el cielo y la tierra: es un solo Dios en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios Padre ha enviado al mundo a su Hijo único, Jesucristo, que se hizo hombre sin dejar de ser Dios. Como hombre, fue al principio carpintero en una pequeña aldea, Nazaret; vivió pobre; murió en una cruz en Jerusalén para expiar los pecados del mundo, pero resucitó al tercer día. Como Dios, tiene todo poder en el cielo y en la tierra, y me envía para deciros que todos los dioses del Imperio no son sino falsas deidades introducidas por el demonio. Él es el único verdadero Dios a quien se debe adorar en todo el universo.
El filósofo – ¡Por Júpiter, tú deliras!… ¡Tú querrías derribar los altares de nuestros dioses, que han dado a los romanos el imperio del mundo, para hacer adorar en su lugar a un Dios crucificado! Pero ¿puede, acaso, imaginarse algo más absurdo, más impío?
Pedro – No, no deliro. Dentro de poco vuestros templos serán un montón de ruinas; y en Roma no habrá más que un solo Dios, el Dios crucificado en Jerusalén…
El filósofo – ¿Y qué vienes a anunciarnos de parte de un Dios tan extraño?… Seguramente tu Religión debe ser cómoda, fácil y atrayente, puesto que esperas substituir con ella la religión del Imperio.
Pedro – La Religión que yo predico parece una locura a los hombres. Obliga a la inteligencia a creer misterios insondables, y al corazón a domar todas sus pasiones. Condena todos los vicios que tienen templos en esta ciudad; impone la práctica de las virtudes más difíciles: lahumildad, la castidad, la caridad, la penitencia.
El filósofo – ¿Y qué prometes a los secuaces de tu Religión?
Pedro – Aquí en la tierra tendrán que soportar incesantes luchas, privaciones y sufrimientos. Deben estar prontos a sacrificarlo todo, hasta la propia vida, antes que apostatar de su fe. Pero en el cielo, después de su muerte, yo les prometo un trono de gloria más hermoso que todos los tronos del mundo.
El filósofo – Si los romanos renuncian a las delicias de la vida para abrazar tu Religión tan austera; si cambian los bienes presentes por los tronos que les prometes sobre las nubes, yo te miraré como a un Dios.
Pedro – Yo no soy nada por mí mismo, pero Aquél que me envía es todopoderoso. Yo vengo en su nombre a enseñar a todas las naciones y a restablecer su Religión en todo el universo.
El filósofo – ¡Dioses inmortales! ¡Jamás hombre alguno soñó con semejante proyecto!… Establecer una Religión de tal naturaleza en Roma, en el centro de la civilización y de las luces; querer hacer adorar a un Galileo crucificado, ¡es locura!… ¿Quién eres tú para soñar en semejantes empresas?
Pedro – ¿Ves allá en la orilla a aquellos pescadores? Pues ése es mi oficio. Para ganar el pan, he pasado una buena parte de mi vida remendando redes y pescando en un pequeño lago de mi tierra.
El filósofo – ¿De qué medios dispones para imponer al mundo tus ideas? ¿Tienes, por ventura, soldados más numerosos y más valientes que los de César?
Pedro – Nosotros somos doce, diseminados por todos los pueblos, y mi Dios me prohibe emplear la violencia. Él nos ha enviado como ovejas en medio de los lobos. No tengo más arma que esta cruz de madera…
El filósofo – ¿Posees, al menos, inmensos tesoros para ganar discípulos?
Pedro – No tengo ni oro ni plata. En el mundo no poseo más que este vestido que me cubre.
El filósofo – En ese caso, confiarás en tu elocuencia. ¿Cuánto tiempo has estudiado con los retóricos de Atenas o de Alejandría el arte de persuadir a los hombres?
Pedro – Ignoro los artificios del lenguaje. No he frecuentado más escuela que la del carpintero, mi Maestro, y no sé nada fuera de la santa Religión que Él me ha enseñado.
El filósofo – Pero, ¿esperas tú entonces que los emperadores, los magistrados, los gobernadores de provincia, los ricos y los sabios favorezcan tu empresa?
Pedro – No; toda mi esperanza está en Dios. ¿Cómo podría yo contar con los ricos, los sabios y los césares?… Yo mando a los ricos que desprecien sus riquezas, a los sabios que sometan su razón al yugo de la fe, al César que abdique su dignidad de gran Pontífice y acate las órdenes de Aquél que me envía.
El filósofo – En tales condiciones, fácil cosa es prever que todo estará contra ti. ¿Qué intentas hacer cuando tal suceda?
Pedro – Morir sobre una cruz: mi divino Maestro me lo ha predicho.
El filósofo – Verdaderamente esto es lo más inverosímil de todo cuanto acabas de decirme. Extranjero, tu empresa es una locura… ¡Adiós!
El romano se va, mientras, hablando consigo mismo, dice: «¡Pobre loco! Es una lástima que este judío haya perdido la cabeza; parece una persona respetable».
Pedro besa su cruz de madera y penetra en Roma. Allí, a pesar de los sacerdotes, a pesar de los filósofos, a pesar de los Césares, funda la Religión de Jesucristo; hace adorar por esos orgullosos romanos a unjudío crucificado; persuade a los voluptuosos a que practiquen la penitencia y puebla de vírgenes aquella ciudad disoluta. El ignorante pescador demuestra su doctrina tan cumplidamente, que los que la abrazan derraman con gusto su sangre en defensa de la misma.
Algunos años más tarde, el apóstol extiende sus brazos sobre la cruz que ha predicado. Su muerte fija para siempre en Roma la sede de su imperio. Después de su martirio, la cátedra desde la cual ha enseñado nunca queda vacante. Durante trescientos años la espada de los Césares hiere a todos los que la ocupan. Pero su trigésimo segundo sucesor bautiza al César y enarbola la cruz sobre el Capitolio. En adelante, la cruz de madera llevada a Roma por Pedro dominará sobre el mundo: Stat crux dum volvitur orbis.
¿No es éste un milagro? ¡Un pescador triunfa de todo el poder romano encarnizado en destruir su obra, y el mundo adora a un judío crucificado, bajo la palabra de doce pescadores de Galilea! ¡Esto no era humanamente posible, y, sin embargo, ha sucedido!… La locura de la cruz ha triunfado de todo el universo: he ahí el monumento inmortal de la divinidad del Cristianismo. ¡El dedo de Dios está ahí!…
P. A. Hillaire