lunes, 28 de febrero de 2011

Sexagésima

Al ver Dios que era grande por demás la malicia de los hombres, airado contra ellos, dijo un día a Noé: "Voy a exterminar al hombre a quien creé. Hazte, pues, un arca de madera resinosa, porque firmaré un pacto contigo, y tú entrarás en el arca."
Al cabo sucedió lo que Dios había dicho, y cayó sobre la tierra una lluvia torrencial durante 40 días y 40 noches, flotando siempre el arca sobre las aguas, que cubrieron hasta las más empinadas montañas.
Entonces se cumplió aquello del Gradual que "todos los hombres fueron arrebatados cual vil pajuela por una trompa de agua", no quedando a salvo sino Noé y las personas y animales que en ella se habían refugiado con tiempo.
Acordóse Dios de Noé y, al fin, la lluvia cesó.
"¡Qué grande ha de ser la gravedad del pecado, puesto que mereció tal escarmiento!" (Maitines).
Pero todo eso era figura del futuro, recordándonos el misterio pascual. A esta agua de cólera habían de suceder las aguas de amor o sea la Sangre preciosa de Jesús, que había de lavar y regenerar a todos los pueblos.
En el arca de madera se salva el humano linaje, y con el madero de la Cruz lo restauró también Jesús. "¡Oh cruz!- dice la Iglesia-tú sola fuiste digna de ser para este náufrago mundo el arca que lleva al puerto." (Himno Pange Lingua)
La puerta abierta en un costado del arca, por donde entraron los que habían de salvarse del diluvio, figuraba la Iglesia y el misterio de la redención, pues también a Jesús le abrieron el costado, que es la puerta de salvación por donde manaron los Sacramentos, que dan la verdadera vida a las almas.
Pero tenemos en Noé sobre todo una figura de Cristo, pues Dios le nombró "padre de toda la posteridad". Y "el ramito de oliva figuraba ya por su frondosidad la dichosa fecundidad que Dios concediera a Noé al salir del Arca" (1Petr 1, 23).
Por eso San Ambrosio llama seminarium al arca, conteniéndose en ella la simiente de vida, que debía henchir el mundo entero.
Viene en la liturgia el Evangelio del Sembrador. Precisamente, "la semilla es la palabra de Dios". "En tiempo de Noé perecieron los hombres, y fue por su incredulidad; mientras que Noé construyó su arca guiado por la fe, condenando así al mundo y haciéndose heredero de la justicia que proviene de la fe." "Y habrá-dice San Agustín-tres especies de cosechas, como hubo tres pisos en el arca."
San Pablo, en la Epístola, entabla, aunque forzado por la causa del Evangelio, una apología de sí mismo, ponderando cuanto ha trabajado por predicar la fe a los Gentiles. Él es, en efecto, el Predicador de la Verdad, "el ministro de Cristo", o sea el escogido por Dios para revelar a todos los pueblos la Buena Nueva del Verbo Encarnado. ¡Quien nos diera tener a este santo e incomparable apostol la cálida devoción que le tenía el gran Crisóstomo, el cual sólo ansiaba poder besar las cenizas de aquel que tan amante se mostró de Cristo crucificado!.

domingo, 27 de febrero de 2011

Domingo de Sexagésima.

Parábola del Sembrador (Lucas VIII, 4-15). Esta parábola tiene por objeto mostrar la suerte que espera a la palabra de Dios, y sobre todo al reino de Cristo, según que encuentren el alma y la inteligencia de los hombres más o menos bien dispuestas. Enséñanos de cuán diversa manera es acogido el reino de los cielos, según sean los obstáculos que encuentre en los corazones; y nos invita al mismo tiempo, a remover esos obstáculos y a preparar nuestro corazón para recibir el reino de Dios.

La consecuencia que debemos sacar de esta parábola, es que es necesario remover todos los obstáculos que se oponen a que la palabra de Dios produzca en nuestro corazón los frutos que de ella son de esperar. He ahí, por qué añadió el Salvador estas importantísimas palabras: “El que tiene oídos para oír, que oiga” (Marc., IV, 9; Matth., XIII, 9). Para hacer esto, la parábola misma nos ofrece excelentes motivos. El primer motivo es la naturaleza del campo, o sea de nuestro corazón. Nosotros podemos producir fruto, si queremos. He aquí una diferencia esencial entre un trozo de tierra y nuestro corazón. Sobre este tenemos poder, mientras que sobre la tierra, nada podemos, o muy poco. Según San Marcos (IV, 26-29) la gracia no nos falta nunca. Si un campo, por malo que sea, puede convertirse en tierra fértil, con tal que asiduamente lo cultivemos, ¡con cuánta mayor razón sucederá esto con nuestro corazón! Trabajemos, pues, y preparemos la tierra de nuestro corazón; removámosla, labrémosla, y limpiémosla de malas hierbas y espinas.

El segundo motivo está en la preciosidad de la semilla. Esta es preciosísima en sí misma, a causa de su origen y de su naturaleza, puesto que es sobrenatural y divina. La creación entera con todas sus fuerzas naturales, es incapaz de producir un solo grado de gracia, ni tampoco de merecerlo. También es preciosa la semilla por su gran fertilidad y por la ganancia que nos puede producir. Por muy fértil que pueda ser un grano de trigo, sembrado en las mejores condiciones imaginables, es incomparablemente mayor la fertilidad de una gracia, la cual da frutos de infinito valor, a saber, la vida eterna. ¡Cuán grande y lamentable no será, pues, la desgracia de los que echan a perder tan preciosa semilla, por pasiones tan despreciables como la pereza, la inconstancia, la concupiscencia de la carne y las riquezas!

El tercer motivo está en el sembrador. El sembrador es Dios, el divino Salvador. ¡Cuánto le ha costado el comprar esta preciosa semilla, el traérnosla y sembrarla en nuestra alma! ¡Con cuánta liberalidad la esparce por el mundo y en nuestros corazones! ¡Con cuánto anhelo desea que produzca fruto en nosotros! Jamás, sembrador alguno ha deseado con tanto ardor recolectar fruto de su semilla como lo desea Jesús. Lo desea para nosotros, para la Iglesia docente, encargada de esparcir, en su nombre, la buena semilla; lo desea para la Iglesia entera, cuya riqueza, mérito, fuerza y amistad con Dios aumentan con una cosecha abundante recolectada en nuestros corazones; lo desea, finalmente, para sí mismo. El es el sembrador, el cultivador y el dueño de la semilla, del campo y de la cosecha.

(R. P. M. Meschler, S.J., 1958).

sábado, 26 de febrero de 2011

El Bautismo (II).

Ceremonias que acompañan a la administración del Bautismo.

Ante la pila bautismal, el catecúmeno interpelado por el sacerdote y contestado por boca del padrino, renuncia a Satanás, a sus pompas y a sus obras; renuncia que constituye lo que llamamos promesas del bautismo. El sacerdote le unge con el óleo santo en el pecho y en las espaldas porque como soldado de Cristo tendrá en adelante que sostener combates contra el mundo y el demonio. Acto continuo se le exige la profesión explícita de su fe, en cada uno de los artículos del símbolo, y hecha por boca del padrino la profesión de fe, el sacerdote administra el bautismo echando el agua y pronunciando las palabras sacramentales.

Ceremonias que siguen a la administración del Bautismo.

El sacerdote unge la coronilla del bautizado con el santo crisma para denotar que ya es cristiano y que ha recibido la unción invisible del Espíritu Santo. Se le impone después una vestidura blanca, símbolo de la inocencia bautismal alcanzada, que debe conservar inmaculada hasta la muerte, para presentarse ante el tribunal de Jesucristo con la inocencia tal como la recibió en el bautismo. Por último se le pone en las manos un cirio encendido para advertirle que desde ahora tiene la obligación de hacer brillar, delante de todo el mundo, la luz de su fe y buen ejemplo.

El nombre del bautizado es inscrito después en los registros parroquiales, quedando escrito en el libro de la vida allá en el cielo.

Ejemplos bíblicos:

Paso del Mar Rojo, figura del Bautismo (Éxodo XIV, 14-31).

Bautismo de Jesucristo (S. Mateo III, 15-17).

Bautismo conferido por el diácono Felipe al tesorero de la reina de Etiopía (Hechos VIII, 29-39).

(L. Ramírez Silva, S.J., Compendio de la Doctrina Cristiana, 1939).

viernes, 25 de febrero de 2011

El Bautismo.

El Bautismo es una regeneración espiritual, o sea el nacimiento a una nueva vida.
Los efectos del Bautismo se dividen en negativos y positivos.
Efectos negativos: el Bautismo borra toda mancha de pecado original y actual y perdona toda la pena debida a los mismos.
Efectos positivos: la gracia santificante con su esplendor, con sus riquezas y con la nueva vida que comunica al alma; la gracia sacramental, con sus especiales auxilios para vivir como buenos cristianos, y el carácter de hijos de Dios.
Sucede en nuestro Bautismo lo que sucedió en el Bautismo de Jesús: ábrense los cielos, Dios Padre nos acoge como a hijos y Jesús como a hermanos, y el Espíritu Santo desciende a nosotros como a su templo. Quedamos incorporados a Jesús como los miembros a la cabeza. Es doctrina del apóstol, el cual exclama: “Los que habéis sido bautizados en Cristo, estáis revestidos de Cristo” (Gal III, 27). Nos ha sido conferida una gran dignidad: la de príncipes del Reino de Dios; ha sido depositado en nosotros un germen de inmortalidad, “con tal, no obstante, de que padezcamos con El, a fin de que seamos con El glorificados” (Rom VIII, 17).
Nuestra Santa Religión es eminentemente ritualista. Ahora bien, el Ritual Romano, que contiene los ritos y ceremonias que usa la Iglesia, especialmente en la administración de los sacramentos, y que es un tesoro riquísimo de piedad y de doctrina cristiana, es universalmente ignorado de los fieles. Es necesario conocerlo mejor para mejor fundamentar nuestra fe y combatir así el gran mal de nuestra época: la ignorancia religiosa.
Respecto al Bautismo, dada su importancia, la Iglesia ha conservado las múltiples ceremonias de que estaba rodeado en la antigüedad.
Ceremonias que preceden. Comienza el que ha de ser bautizado por detenerse en la puerta de la Iglesia, en recuerdo de la antigua observancia que excluía al catecúmeno de los misterios. Aquí se le impone el nombre de un santo para que le sirva de protector, y se entabla un diálogo entre el sacerdote y el padrino que contesta en nombre del bautizado cuando este es un párvulo.-Qué pides a la Iglesia?. –La Fe.-Qué bien te proporciona la Fe? –La vida eterna. Y concluye el sacerdote: Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos. El sacerdote sopla después tres veces a la cara del niño para significar la expulsión del espíritu maligno; en seguida imprime al niño la señal de la cruz en la frente y en el pecho para que, hecho cristiano, lleve en el corazón y confiese públicamente la doctrina de Jesucristo crucificado, y le pone en la boca sal bendita, símbolo de la sabiduría cristiana con que se preservará de la corrupción del pecado. Luego siguen unas oraciones llamadas exorcismos en que repite la intimación al demonio, diciendo: “Sal de él, espíritu inmundo y cede al lugar al Espíritu Santo”. El sacerdote impone las manos al niño en señal de la protección de Dios, extiende la estola sobre la cabeza del bautizado para introducirlo hasta la pila bautismal, y ante ella reza el Credo con los padrinos, y finalmente aplica un poco de saliva, como Jesús al sordomudo, para significar que por la gracia del bautismo se le abren al hombre los sentidos espirituales del alma, con los cuales puede conocer las enseñanzas de la verdad divina.
(L. Ramírez Silva, s.j.: Compendio de Doctrina Cristiana, 1939).

jueves, 24 de febrero de 2011

La Santísima Eucaristía llena su misión vivificante en la Iglesia de siete maneras diferentes.

Por la Santa Misa. En ella es el holocausto perpetuo que, en nombre de las criaturas, reconoce la grandeza y el poder, la soberana independencia de Dios; la víctima que expía las faltas del mundo y aplaca la justicia divina; la acción de gracias que alegra el corazón de Dios; la plegaria continua que atrae sobre nosotros nuevos favores.
Por la sagrada comunión. En ella es el alimento del alma: la restaura y la fortalece, es el remedio que restablece la salud y destruye la enfermedad; es el banquete que alegra; la mesa que reúne a la familia.
Por la presencia continua en el tabernáculo. En el tabernáculo es el Padre que aguarda, el amigo que consuela, el maestro que dirige. Allí Jesús es accesible a todos y a todas horas, acoge todas las almas, escucha a todos; a nadie despide sin esperanza.
Por la bendición del Santísimo. En ella, al atardecer; se muestra a las miradas a fin de animar después de las luchas del día, trae la paz para el descanso de la noche, bendice a fin de disponer para las luchas del día siguiente.
Por la exposición del Santísimo. En ella se muestra por su esplendor durante un día entero, recibe las adoraciones de las almas fieles, la reparación pública de los ultrajes que le han sido inferidos, derrama gracias más abundantes.
Por las procesiones solemnes. Es el triunfo de la Eucaristía. En ellas Jesucristo, rodeado de toda la pompa que el amor del hombre puede reunir, recorre las calles, como un rey recorre sus dominios, es aclamado y responde a estos homenajes con abundancia de luces.
Por el Viático. En él la Eucaristía es el lazo que une la vida y la muerte, el tiempo con la eternidad, los sufrimientos pasajeros con las alegrías inmortales.
Finalmente el Santísimo Sacramento explica la vida de la Iglesia. En efecto, si Jesucristo no estuviese con nosotros en la Eucaristía, su nombre despertaría ciertamente un recuerdo de grandeza y de bondad; su nombre sería siempre el de un Hombre-Dios, pero no haría ya conmoverse, no haría ya palpitar de afecto, no arrastraría al sacrificio, no sostendría sobre todo el entusiasmo que produciría la sagrada persona de Jesucristo. Sin la Eucaristía, el misionero no tendría fuerzas para abandonar su país, su familia, su madre llorosa; la Hermana de la Caridad no permanecería encerrada con el dolor, las llagas repugnantes y la muerte. Al uno y a la otra les faltaría una indemnización en cierto modo material; les faltaría, en el desierto y en el claustro, Jesús viviente, Jesús amante, Jesús que reemplazase todo lo que había dejado. Sin Eucaristía el alma no tendría consolador, ni luz, ni amor: sería huérfana.
(Msr. Sylvain, 1939)

miércoles, 23 de febrero de 2011

Actualización de la Galería de Fotos.

Hemos actualizado la Galería de Fotos con la Santa Misa Tridentina celebrada este domingo 20 de febrero de 2011, correspondiente al Domingo de Septuagésima. La Santa Misa fue celebrada por nuestro capellán Msr Jaime Astorga Paulsen. Las fotos se pueden ver linkeando aquí.

martes, 22 de febrero de 2011

El Santísimo Sacramento del altar y la vida de la Iglesia.

El Santísimo Sacramento del altar es para la Iglesia, lo que alma para el cuerpo humano. La sostiene, la anima, la preserva de corrupción, le da su fuerza de acción, hace de ella una sociedad aparte entre todas las sociedades.
La Sagrada Eucaristía es en la Iglesia lo que el aire en la creación entera. El aire se difunde por todas las partes, lo colorea todo, es el lazo de comunicación de los seres entre sí, los cuales lo reciben a cada instante en su pecho y de él viven. Jesús Sacramentado está en todas partes: su influencia se deja sentir por doquiera; su creencia resume todas las creencias reveladas; en la práctica de los deberes que El reclama hace, El sólo, ligero y dulce el yugo de su moral; su culto es, por sí solo, todo el culto católico: jerarquía eclesiástica, monasterios, templos, capillas, altares. La Iglesia entera en una palabra, desde el Papa al simple fiel, descansa sobre el dogma eucarístico.
La Santísima Eucaristía es en la Iglesia lo que el amor maternal en el corazón de una madre. Este amor no puede permanecer oculto, tiene necesidad de mostrarse, de darse, de derramarse en beneficios. La Santísima Eucaristía es el amor de Dios en acción, y hace sentir alguna vez este amor con tanta energía y, a la vez, con tanta suavidad, que si fuesen continuos los momentos en que el alma está de esta suerte penetrada, no estaríamos en la tierra, sino en el cielo. La madre lo es todo para el niño, la Eucaristía lo es todo para el alma que va a ella como el niño se dirige a su madre. De Jesús Hostia, como del corazón de la madre, salen estas palabras: “Venid a mí todos los que sufrís, los que estáis agobiados por el trabajo, y yo os aliviaré”. Mas lo que la madre no puede muchas veces, Jesús Eucaristía sí.
La Santísima Eucaristía llena su misión vivificante en la Iglesia de siete maneras diferentes:
Por la Santa Misa. En ella es el holocausto perpetuo que, en nombre de las criaturas, reconoce la grandeza y el poder, la soberana independencia de Dios; la víctima que expía las faltas del mundo y aplaca la justicia divina; la acción de gracias que alegra el corazón de Dios; la plegaria continua que atrae sobre nosotros nuevos favores.
Por la sagrada comunión. En ella es el alimento del alma: la restaura y la fortalece, es el remedio que restablece la salud y destruye la enfermedad; es el banquete que alegra; la mesa que reúne a la familia.
Por la presencia continua en el tabernáculo. En el tabernáculo es el Padre que aguarda, el amigo que consuela, el maestro que dirige. Allí Jesús es accesible a todos y a todas horas, acoge todas las almas, escucha a todos; a nadie despide sin esperanza. (Msr. Sylvain, 1939).

lunes, 21 de febrero de 2011

Id también vosotros a mi viña.

Entre los males que aquejan a la humanidad, hay uno que sobresale por encima de todos: son pocas las personas que de verdad, con intimidad y trato personal, conocen a Cristo; muchos quizás mueren sin saber apenas que Cristo vive y que trae la salvación a todos. En buena parte dependerá de nuestro empeño el que muchos lo busquen y lo encuentren: “tanto es el trabajo que a todos espera en la viña del Señor” El “dueño de la casa” repite con más fuerza su invitación: Id vosotros también a mi viña. ¿Podremos permanecer indiferentes ante tantos que no conocen a Cristo? “Examine cada uno lo que hace –exhorta San Gregorio Magno-, y vea si trabaja ya en la viña del sembrador. Porque el que en esta vida procura el propio interés no ha entrado todavía en la viña del Señor. Pues para El trabajan los que se desvelan por ganar almas y se dan prisa por llevar a otros a la viña”.
En el campo del Señor hay lugar y trabajo para todos: jóvenes y viejos, ricos y pobres, para hombres y mujeres que se encuentran en la plenitud de la vida y para quienes ya ven acercarse su atardecer, para los que parece disponer de mucho tiempo y para los que han de hacer grandes esfuerzos y sacrificios por estar cada día con la familia… Incluso los niños, afirma el Concilio Vaticano II, “tienen su propia capacidad apostólica”, y ¡qué fecundidad la de su apostolado en tantas ocasiones! Y los enfermos, ¡cuánto bien pueden hacer! “Por consiguiente, se impone a todos los cristianos la dulcísimo obligación de trabajar para que el mensaje divino de la salvación sea conocido y aceptado por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra.
Nadie que pase junto a nosotros en la vida deberá decir que no se sintió alentado por nuestro ejemplo y por nuestra palabra a amar más a Cristo. Ninguno de nuestros amigos, ninguno de nuestros familiares deberá decir al final de sus vidas que nadie se ocupó de ellos.
No son gratas al Señor las quejas estériles, que suponen falta de fe, ni siquiera un sentido negativo y pesimista de lo que nos rodea, sean cuales fueran las circunstancias en las que se desarrolla nuestra vida. Es esta la viña, y es este el campo donde el Señor quiere que estemos, metidos en medio de esta sociedad, con sus valores y deficiencias… Es esta la viña del Señor donde El quiere que trabajemos, sin falsas excusas, sin añoranzas, sin engrandecer las dificultades, sin esperar oportunidades mejores.
En cada jornada somos llamados por Dios para llevar a cabo sus planes de redención; en cada situación recibimos ayudas sobrenaturales eficaces para que las circunstancias que nos rodean nos sirvan de motivo para amar más a Dios y para realizar un apostolado fecundo.
(Rvdo. P. Francisco Fernández Carvajal).

domingo, 20 de febrero de 2011

Domingo de Septuágesima.

Para comprender el sentido de la Misa de hoy, preciso es estudiarla paralelamente con el Oficio del Breviario. Este nos da en los maitines el relato de la Creación del mundo y del hombre, la lastimosa caída de nuestros primeros padres, con la promesa inmediata del Redentor, y, por fin acaban con el relato de la muerte del inocente Abel y con el recuento de las generaciones que se fueron sucediendo desde Adán hasta Noé. Dice el libro de Génesis: "Dios creó en el principio el cielo y la tierra, y formó en ella el hombre, poniéndolo en un jardín delicioso, para que lo cultivase"; todo lo cual no era sino una figura del futuro, porque el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que contrató obreros para cultivar su viña (Evangelio).
Ahora bien, dice San Gregorio "¿Quién está mejor representado por ese padre de familia que nuestro Creador, el cual con su providencia gobierna a los que creó, y cuyos son los elegidos que en este mundo viven desde el justo Abel hasta el postrero de los Santos?... La viña que posee es su Iglesia, y todos los que con fe resuelta se han puesto a trabajar en ella y a exhortar a los demás a que obren bien, todos esos son los obreros de la viña. Los de la 1ª hora como también los de la 3ª, 6ª y 9ª son los del antiguo pueblo hebreo, que desde el principio del mundo…no dejó de cultivar la viña. Pero a la hora 11ª fueron llamados los gentiles, y a ellos precisamente se dirigen aquellas palabras: ¿cómo estáis todo el día ociosos?" Así todos los hombres estamos llamados a trabajar en la viña del Señor o sea a glorificar a Dios, fin último de la creación, santificándonos y santificando al prójimo.
Pero Adán no cumplió debidamente su cometido, y en seguida recayó sobre él y su descendencia la terrible sentencia condenatoria del Señor: "Por haber comido de la fruta vedada, la tierra será maldita y a fuerza de trabajo te producirá tu sustento… Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra de donde has salido, porque polvo eres y al polvo has de volver."
San Agustín comentando, dice: "Expulsado de Edén el primer hombre después de su culpa, condenó por lo mismo, a la muerte y a la reprobación a todos sus descendientes, corrompidos en su persona, como en su fuente. Toda la masa del género humano condenada, massa damnata, vióse entonces sumida en la desgracia." (2º Nocturno). Bien podemos decir con el Introito: Los dolores de la muerte me han rodeado.
"Justamente, sí, somos afligidos por nuestros pecados" (oración colecta), y la vida cristiana viene a ser como un circo en donde hay que luchar continuamente hasta ganar la corona (Epístola). Porque el denario de la vida eterna no se da sino a los que hubieren trabajado en la viña del Señor, o sea, en el cultivo de las virtudes cristianas, que supone continua brega y grandes sudores (Evangelio).
Dios, dice San Agustín, prefirió sacar bien del mal a no permitir ningún mal en el mundo (3er Nocturno). Y, en efecto, movióse luego luego a compasión por la pobrecita humanidad, hechura suya, prometiendo un segundo Adán que restableciese el orden alterado por el primero, y nos reconquistase el Cielo, cuyo derecho había perdido Adán al ser desterrado del Edén, el cual "era la sombra de una vida mejor." Si Dios nos creó por modo maravilloso, nos redimió de un modo aún más admirable, "pues el acto de la creación del mundo, en el principio, no aventaja en excelencia a la inmolación de Cristo, nuestra Pascua en la plenitud de los tiempos" (Or. del Sábado Santo).
Respondamos, pues, al llamamiento del Señor. Quiere vernos trabajando en su viña. Empecemos desde ahora a luchar contra nuestras pasiones y capricho, contra nuestro egoísmo.

sábado, 19 de febrero de 2011

Súplica al Santo Padre, el Papa Benedicto XVI.

Beatísimo Padre, nosotros, los abajo firmantes:

1. Expresamos nuestra profunda gratitud a Vuestra Santidad por vuestro ejemplo litúrgico personal para la Iglesia Universal. Vuestra Santidad sois un verdadero homo liturgicus, cuyo amor por la sagrada liturgia es una fuente de inspiración; vuestro ejemplo enseña con mayor claridad que las meras palabras la centralidad de la liturgia en la vida de la Iglesia.

2. Damos las gracias a Vuestra Santidad por vuestro regalo a la Iglesia en el 2007, el Motu Proprio Summorum Pontificum. Desde el 2007, el motu proprio ha producido muchos frutos, incluyendo una mayor unidad en la Iglesia de Cristo y un enriquecimiento generalizado de la vida litúrgica católica.

3. Observamos con tristeza la continua y real oposición a la aplicación de Summorum Pontificum en muchas diócesis y por parte de numerosos miembros de la jerarquía, así como el sufrimiento y la angustia que ello sigue causando para muchos de los fieles y el obstáculo que esta oposición es a una efectiva reconciliación dentro de la Iglesia.

4. Tomamos nota con ansiedad de los señales aparentes de que una venidera Instrucción para la aplicación de Summorum Pontificum de alguna manera se separe de lo que se establece jurídicamente en ese Motu Proprio y de la amplitud y generosidad de espíritu tan elocuentemente explicados por Vuestra Santidad en la carta que lo acompaña: “Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.”

5. Expresamos nuestra profunda preocupación de que las medidas restrictivas pudieran ser causa de escándalo, de desunión y de sufrimiento en la Iglesia y frustraran la reconciliación que Vuestra Santidad fervientemente auspiciáis, así como impidieran una mayor renovación litúrgica y el desarrollo en continuidad con la Tradición, que ya es un fruto tan grande de vuestro pontificado.

6. Expresamos nuestra esperanza, nuestro deseo y nuestro llamamiento urgente a fin de que el bien que Vuestra Santidad habéis iniciado personalmente a través de Summorum Pontificum no sea obstaculizado por tales restricciones.

7. Con confianza filial y como hijos y hijas obedientes, nos dirigimos a Vuestra Santidad y os pedimos que consideréis con urgencia nuestras preocupaciones, y vuestra intervención, si necesaria.

8. Aseguramos a Vuestra Santidad nuestras oraciones continuas, nuestro profundo afecto y nuestra lealtad.

Para firmar: aquí.

viernes, 18 de febrero de 2011

Entrevista a don Leo Darroch.

Don Leo Darroch, Presidente de la Federación Internacional Una Voce, ha concedido una entrevista a Paix Liturgique con respecto a la presentación en Roma del tercer informe elaborado por la organización que él preside al respecto de la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum.

Usted es el presidente de la más antigua organización creada para apoyar la Misa tradicional en latín. ¿Podría darnos una breve introducción a lo que es Una Voce y a su trabajo?

Hacia el final del Concilio Vaticano II, se dio en el laicado una creciente preocupación por la continuidad de la herencia litúrgica de la Iglesia. Como resultado, a fines de 1964 y a principios de 1965, se formaron una cantidad de asociaciones nacionales. A principios de 1965 se reunieron en Roma los delegados de seis asociaciones europeas, y la Federación Internacional Una Voce fue formalmente erigida el 8 de enero de 1967, cuando los delegados de 20 asociaciones aprobaron los estatutos y eligieron el primer consejo.

La Federación es un movimiento de laicos, y sus metas principales consisten en asegurar que el Missale Romanum del Papa Juan XXIII (la edición de 1962) se mantenga en la Iglesia como una de las formas de la celebración litúrgica, y en salvaguardar y promover el uso del latín, del canto gregoriano y de la polifonía sacra. Representa a asociaciones de más de 30 países. Desde la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum en julio del 2007 se han recibido, en mayor número, distintos pedidos de información y asistencia de lugares tan alejados como Panamá y Japón. Cada dos años se convoca en Roma una asamblea general, y se realizan las elecciones para el consejo y la presidencia. La Federación no es una organización dirigida por un comité central. Cada asociación nacional es un cuerpo autónomo al que se anima a hacer todo lo posible para alcanzar los objetivos de la Federación a nivel local. No obstante esto, los que lideran la Federación están mejor posicionados para representar las preocupaciones comunes de los católicos tradicionales del mundo entero, a un nivel más alto de gobierno de la Iglesia.

La Federación es reconocida por la Santa Sede, sus puntos de vista son recibidos con cortesía y respeto por las Congregaciones romanas correspondientes, y sus representantes son recibidos en ellas de la misma manera. Con los años, ha hecho exitosas intervenciones en Roma en numerosas ocasiones, para salvaguardar la Misa tradicional y la práctica litúrgica antigua.

*
¿Cuál es su valoración acerca de la implementación del Motu proprio Summorum Pontificum desde el 2007? En los comentarios de apertura al tercer informe anual de la Federación, usted remarcó la clara oposición de una gran parte del episcopado en todo el mundo. ¿Podría agregar algo al respecto?

El Motu proprio fue recibido con gran gozo por los miembros de la Federación, y nuestro trabajo ha crecido notablemente desde entonces. Muchos obispos han respondido obedientemente al motu proprio, y esto ha resultado en grades beneficios para el clero y los laicos en sus diócesis, donde hay parroquias que se vieron rejuvenecidas, especialmente en los Estados Unidos. Sin embargo, es también verdad que un gran número de obispos no ha respondido al pedido del Papa Benedicto de “abrir generosamente los corazones y dar lugar a todo lo que la fe misma permite”. La tercera parte de nuestro informe provee detalles de asociaciones miembros en lugares donde los obispos han ignorado o han rechazado los pedidos legítimos, incluso cuando algunos sacerdotes habían dicho que les gustaría celebrar el usus antiquior con sus fieles.

Aunque el Santo Padre, el legislador supremo, ha dado permiso directamente a los sacerdotes, es un hecho que muchos obispos parecen incapaces de aceptar que Summorum Pontificum es una Carta Apostólica – un decreto papal – y no un indulto (como Ecclesia Dei adflicta, de 1988) según el cual se requiere su permiso; así están rehusando aceptar la voluntad expresa de la más alta autoridad.

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Algunas personas continúan pensando que la Misa tradicional en latín está reservada a un grupo de europeos anticuados y de clase alta. ¿Es ésa su experiencia? En el motu proprio, el Papa declara su esperanza de que la reintroducción del Misal del Beato Juan XXIII alcance no sólo a los “tradicionalistas” sino a todos los católicos. ¿Diría usted que esa meta se ha logrado?

Este argumento es propuesto o por aquellos que ignoran el trabajo de la Federación, o por aquellos que desean desacreditar nuestro movimiento. Aunque el movimiento se inició en la década del ’60 y principalmente fue motivado por un grupo de europeos cultos, esto se debió a que ellos estaban mejor posicionados, en ese momento, para lanzar tal movimiento. Desde entonces, la Federación se ha expandido a cada esquina del mundo, y la mayoría de los nuevos grupos se forma cubriendo todo el espectro social; entre sus líderes hay tanto hombres como mujeres.

La descripción “tradicionalista” se usa a menudo para indicar a alguien que ha experimentado la Forma antigua antes de que la nueva Misa fuera introducida en 1970, pero el Santo Padre está absolutamente en lo correcto al afirmar que los jóvenes han “encontrado el Misterio de la Santísima Eucaristía” y se han visto atraídos por él. Sin excepción, los nuevos grupos que se forman son organizados y dirigidos por jóvenes en sus veinte o treinta años. Por ejemplo, actualmente estoy trabajando con pedidos de Indonesia, Kenya, Panamá y Japón. Todos estos grupos son dirigidos por jóvenes de menos de 35 años. Es bastante claro que el Santo Padre, con su preocupación pastoral por toda la Iglesia, está más a tono con los deseos de los fieles y los sacerdotes que muchos obispos que parecen no tener conocimiento o interés más allá de las fronteras de su propia diócesis. A medida que más y más personas descubren el usus antiquior, hay más pedidos de consejo y guía por parte de laicos para formar grupos de Una Voce.

Pero no son sólo laicos los entusiasmados con el resurgimiento de la Liturgia tradicional; también hay clérigos y religiosos. El número de sociedades sacerdotales y órdenes religiosas (tanto masculinas como femeninas) que usan el Misal tradicional está creciendo año a año. Y son predominantemente jóvenes. En nuestro website damos una lista, quizá incompleta: www.fiuv.org.

*
Un año después de la reorganización de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei (PCED), un movimiento largamente esperado por los fieles, ¿podemos decir que algo cambió en Roma? ¿Cree que es la institución apropiada para asegurar la aplicación justa y generosa del motu proprio?

No diría que la PCED fue reorganizada hace un año, sino que ha comenzado el proceso de su reorganización, lo que no es lo mismo. Aún se está desarrollando. Creo que para todos es claro que la PCED es ahora mucho más fuerte que lo que ha sido desde sus inicios, y esto es algo bueno. Recientemente aumentó mucho el área de su trabajo, por lo que probablemente haya un incremento apropiado en el número de los que allí trabajan, para tratar con la expansión de la tarea. Según mis observaciones, los signos son alentadores. Monseñor Pozzo es un excelente Secretario y administrador. Como nunca antes, todos los sacerdotes que han sido nombrados para trabajar en la Comisión celebran la Misa tradicional diariamente y tienen afinidad con los laicos que, como los miembros de la Federación Una Voce, desea dar culto al Dios Omnipotente según los libros que estaba en vigor en 1962.

No creo estar en el lugar de comentar acerca de si la PCED es o no la institución apropiada. Esta Comisión fue erigida por el Papa Juan Pablo II, y ahora ha sido ubicada en la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Papa Benedicto XVI. El motu proprio no trata sólo sobre Liturgia, sino sobre los obispos, el clero, el laicado: ¿Qué Congregación o institución sería realmente apropiada?

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Usted estuvo en Roma a mediados de noviembre para presentar su informe a distintos prelados curiales. Sabemos que el reporte del 2009 fue muy apreciado por los documentos y fotografías que contenía acerca de las sesiones de práctica para los sacerdotes. ¿Podría decirnos cómo ha sido recibido este tercer informe?

Durante los seis días que estuve en Roma con Jason King, el vice-presidente, y con Rodolfo Vargas Rubio, el secretario, hemos tenido reuniones en las Congregaciones para el Culto Divino, para el Clero, para los Obispos, para la Educación Católica, en la Signatura Apostólica, en la Secretaría de Estado, y dos reuniones en la PCED. También tuvimos la fortuna de recibir invitaciones del Cardenal Burke a una recepción en el Colegio Norteamericano inmediatamente después del Consistorio del 20 de noviembre; y a la tarde siguiente nos reunimos con él en su oficina en el Palazzo della Cancelleria. Presentamos copias de nuestro informe en todos los dicasterios, y fueron bien recibidas. Aunque el informe está pensado en primer lugar para el Santo Padre y la PCED, también contiene información que es pertinente a todos los dicasterios. No es la práctica de la Federación el revelar las conversaciones privadas tenidas en Roma, pero la respuesta a nuestro informe fue de buena acogida.

jueves, 17 de febrero de 2011

Padres de la Iglesia (IX).

El Cristo total está formado por Cristo-cabeza y Cristo-cuerpo, es decir, la Iglesia, Agustín, Esposizione sui Salmi, salmo 3, 9.
“Este salmo puede referirse en otro sentido a la persona de Cristo, a saber, en el sentido de que en él habla Cristo en su totalidad. Digo en su totalidad, es decir, con su cuerpo, del que es cabeza, según el Apóstol que dice: Vosotros sois el cuerpo y los miembros de Cristo (1 Co 12, 27). El es, pues, la Cabeza de este cuerpo. Por eso en otro lugar dice: Realizando la verdad en el amor, crecemos de todas las formas en él que es la cabeza, Cristo, por el que todo el cuerpo está unido y compuesto (Ef 4, 15-16). Por tanto, en el profeta hablan juntos la Cabeza y la Iglesia constituida en todo el mundo en medio de las tempestades de las persecuciones, como sabemos que ya ha sucedido: Señor ¡cómo se han multiplicado los que me persiguen! Muchos se levantan contra mí deseando exterminar el nombre cristiano. Muchos dicen a mi alma: no hay salvación para él en su Dios. No esperarían que se pudiera destruir de alguna forma la Iglesia, tan ampliamente difundida, si creyesen que Dios cuida de ella. Pero tú, Señor, eres el que me acoge: en Cristo, sin duda. En efecto, también la Iglesia, en aquel Hombre, ha sido asumida por el Verbo, que se hizo carne y habitó entre nosotros: porque nos ha hecho sentarnos junto a él en los cielos. Cuando la Cabeza va delante, los miembros la siguen Pues ¿quién nos separará del amor de Cristo? (Rm 8, 35). Justamente por eso dice también la Iglesia: tú eres el que me acoge. No se atribuye a sí misma la excelencia cuando entiende que de él es la gracia y la misericordia. Tú eres el que sostiene mi cabeza: el mismo que, primogénito de entre los muertos, subió al cielo. Con mi voz clamé al Señor y me escucho desde su monte santo. Esta es la oración de todos los santos, el olor suavísimo que sube hasta la presencia del Señor. He aquí que la Iglesia es escuchada desde el monte mismo, que es también su cabeza: o bien es escuchada por aquella justicia de Dios por la que son liberados sus elegidos y castigados sus perseguidores. Que diga también el pueblo de Dios: “Dormí, descansé y me he despertado, porque el Señor me sustentará”, para unirse y adherirse a su Cabeza. Pues a este pueblo se dice: Despierta, tú que duermes y levántate de los muertos y Cristo estará cerca de ti (Ef 5, 14), ya que ha sido tomado de los pecadores, de quienes se dice en general: los que duermen, duermen de noche (1 Ts 5, 7). Diga también: no temeré los millares de pueblos que me rodean, es decir, la gente que lo asedia para aniquilar, si fuese posible, el nombre cristiano donde quiera que se encuentre. Mas, ¿cómo temer cuando el ardor del amor de Cristo se enciende, alimentado como por óleo por la sangre de los mártires? Levántate, Señor; sálvame, Dios mío. El cuerpo puede decir esto a su Cabeza, porque ha sido salvado en la elevación del que ha subido a lo alto, ha hecho cautiva a la esclavitud y ha dado dones a los hombres. El profeta se expresa así refiriéndose a la predestinación, por la cual la mies madura, de la que se habla en el Evangelio, hizo bajar a nuestro Señor a la tierra, y cuya salvación está en la resurrección del que se dignó morir por nosotros. Ya que has herido a los que se oponían contra mí sin motivo, has partido los dientes de los pecadores. Mientras reina a Iglesia, los enemigos del nombre cristiano son heridos por la confusión y se hacen vanas tanto sus palabras injuriosas como su poder. Tened fe, pues, hombres porque del Señor es la salvación; y tú, oh Señor, da a tu pueblo la bendición”.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Padres de la Iglesia (VIII)

La Iglesia, nueva Eva, nace del costado traspasado de Cristo, nuevo Adán, Agustín, Ezposizione sui Salmi, salmo 40, 10.
“Una palabra perversa tramaron contra mí. ¿Qué palabra perversa? Presta atención a la Cabeza misma: Matémoslo y será nuestra la heredad (Mt 21, 38) ¡Necios! ¿De qué modo será vuestra la heredad? ¿Por haberlo matado? Pues bien, lo habéis matado y la heredad no será vuestra? ¿Acaso el que duerme no se acostó para levantarse? Cuando habéis exultado después de matarlo, él dormía; pues dice otro salmo: “Yo dormí”. Ellos se ensañaron y quisieron matarlo. Yo dormí porque tengo el poder de dar mi vida y tengo poder para recobrarla (Jn 10, 18). Yo dormí, descansé y me levanté. Que se ensañen también los judíos, que sea entregada la tierra en manos de los impíos, que sea puesta la carne en manos de los perseguidores, que la claven en la cruz, que la atraviesen con clavos, que la traspasen con la lanza: ¿acaso el que duerme no se acostó para levantarse? ¿Por qué dormía? Porque Adán era figura del que debía dormir; y Adán dormía cuando de su costado fue tomada Eva. Adán es figura de Cristo, Eva es figura de la Iglesia; por eso es llamada madre de los vivientes. ¿Cuándo fue creada Eva? Mientras Adán dormía. ¿Cuándo brotaron de Cristo los sacramentos de la Iglesia? Cuando dormía en la cruz. ¿Acaso que el duerme no se acostó para levantarse?

martes, 15 de febrero de 2011

Grano de mostaza.

“Sucede con el Reino lo que con un grano de mostaza. Cuando se siembra en la tierra es la más pequeña de todas las semillas” (Mc 4, 30). Con esta parábola se explicita la nueva aritmética del Reino. Nada es lo que parece. Todas las evidencias de los juicios terrenos pueden estar sujetas a error de apreciación. Los planes de Dios pueden, y deben, ser un perfecto contrasentido, sorprende y absurdo, si los juzgamos con criterios humanos. Sucede que, cuando Dios se mete en las especulaciones y en los proyectos humanos, todo queda pequeño y todo se ve desbordado por su longanimidad. Cuando los mortales ponemos en El nuestra confianza, aunque sea en un microscópico grado, lo imposible se hace más que realizable.
La constitución de la Iglesia y el ejercicio de su misión participan de este matemática divina. Sólo lo que el mundo considera necio, débil, vil, despreciable, insignificante, lo que no cuenta, es lo que Dios elige para llevar a cabo sus planes magníficos. La acción divina consagra el valor de lo diminuto, para que “nadie pueda presumir delante de Dios” (1 Cor 1, 29) y, en caso de tener que hacerlo, que sea en las propias flaquezas.
El más perfecto paradigma de esta contabilidad a lo divino es la encarnación del Hijo de Dios. “El siendo de condición divina, no consideró como pieza codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2, 6-8).
La Iglesia, al prorrogar en el tiempo la misma misión de Cristo, no puede menos de tener siempre presente el modo de ser y de actuar de El. La Iglesia ha de ver en el Señor, Encarnado, Muerto y Resucitado, el vaciado de una escultura en el que ella debe derramar su energía entera para permitir que se obre la total identificación con El.
La parábola del grano de mostaza conduce a la Iglesia a tener siempre presente que ella, semilla diminuta, ni ha conseguido, con sus artes terrenas, dar identidad a su ser ni puede lograr que, contra toda lógica, su nimiedad progrese hacia la relevancia pública. Sólo es la potencia del Espíritu de Dios la que quiere crear de la nada a la comunidad de discípulos y a la que le concede la capacidad de crecimiento.
La obra evangelizadora de la Iglesia es la obra evangelizadora del Dios que hizo descender su aliento sobre Jesús de Nazaret, para que se lanzara a anunciar la buena noticia a los pobres y el Año de Gracia del Señor a todos. Por eso, la Iglesia, pequeña criada del Reino, insignificante simiente de mostaza, jamás deberá olvidar que nada será posible sin una absoluta confianza en Dios, que es quien hace brotar vergeles en la estepa.
La asistencia divina es la que permite al grano de mostaza crecer y crecer, hasta poder dar cobijo a los nidos de algunas aves. Esta ayuda nunca se alejará de la pequeña semilla, aunque dé la impresión de que el crecimiento se detiene o, aún más, de que lo que ocurre es la disminución.
La Iglesia jamás podrá hundirse en el pecado del desánimo y de la desesperanza. Habrá momentos en la historia en que todo parecerá derrumbarse en el seno de la Iglesia o en que dominará la impresión de que en nada se avanza hacia los objetivos de la expansión del Reino. Será sólo un espejismo.
La planta de la mostaza llega a crecer hasta conseguir que sus ramas, increíbles si pensamos en su origen, sean útiles a los pájaros que pretenden cobijarse y anidar a su sombra. Así es el Reino; así es la Iglesia.
El mundo entero, de diferentes modos, peregrina en búsqueda de la bondad, de la verdad y de la belleza. En ocasiones, este rastreo conducirá a errores lamentables; por el contrario, otras veces, sus investigaciones, en las que se han sembrado “semillas del Verbo”, llevarán a un mejor conocimiento de Dios, de las cosas y del mismo hombre.
Ante estas evidencias, la Iglesia, por una parte, deberá estar siempre disponible para ayudar, al ser humano y a las culturas que este genera, a que puedan encontrar, con facilidad y sin yerros, los caminos de Dios. Nadie de buena voluntad, cuando camina en busca de la verdad, debe quedar lejos de las ayudas de la comunidad de discípulos del Señor.
Que la Iglesia sea germen del Reino justifica que, a la manera como actúa el fermento, se haga factible que todas las cosas se vean transformadas, desde lo más hondo y esencial de su ser. Si “lo que el alma es en el cuerpo, eso han de ser los cristianos en el mundo” (Carta a Diogneto), la obra humilde de la comunidad cristiana consistirá en fecundar de Reino de Dios la historia. Con esta gravidez, se podrá conseguir que todo lo creado se transfigure progresivamente en la nueva realidad de criaturas renovadas en Cristo y mudadas en familia de Dios.
(Fuente: Las parábolas de la Iglesia, Antonio Trobajo, BAC. 2000).

lunes, 14 de febrero de 2011

Actualización de la Galería de Fotos.


Hemos actualizado la Galería de Fotos con la Santa Misa Tridentina celebrada este domingo 13 de febrero de 2011, correspondiente al Sexto Domingo después de Epifanía. La Santa Misa fue celebrada por nuestro capellán Msr Jaime Astorga Paulsen. Las fotos se pueden ver linkeando sobre la imagen.

domingo, 13 de febrero de 2011

Sexto Domingo después de Epifanía.

Con este domingo se cierra el Ciclo de Navidad. Empezó con la visión de un Niño, al parecer impotente, y termina con el anuncio de la gran Iglesia Católica, centro religioso y cultural hacia el cual convergen, veintiún siglos ha, todas las preocupaciones de los pueblos y de los individuos, tanto si son amigos como si son adversarios. Ha crecido y sigue creciendo a semejanza de una semilla, con una fuerza íntima, vital, irresistible. No hay familia, ni estado, ni organización en el mundo que sea tan viejo como ella ni que tenga su prodigiosa juventud. Es árbol que se levanta hasta el cielo y que extiende sus raíces por toda la redondez de la tierra. Gracias a esa iglesia, gracias a la continua y pujante fermentación de su espiritual levadura, en veintiún siglos todo ha cambiado en el mundo: el individuo, la familia, la sociedad, la política, la economía, las costumbres, el arte, el derecho, la filosofía. Necesitaríamos vaciar toda la sangre de nuestras venas, para arrancar por completo de nosotros esa savia cristiana. Lo único que va quedando en las sociedades modernas es esa generosa levadura evangélica, que apenas se advierte, si se quiere, pero que al soplo vivificante del Divino Espíritu, irá perpetuando el milagro de la renovación.
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Continuación del Santo Evangelio según San Juan (XIII,31-35).
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En aquel tiempo dijo Jesús a las turbas esta parábola: El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que toma un hombre y lo siembra en su campo. El cual grano es ciertamente la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es mayor que todas las legumbres, y se hace árbol, de modo que los pájaros del cielo vienen y anidan en sus ramas. Les dijo esta otra parábola: El reino de los cielos es semejante al fermento que toma una mujer y lo esconde en tres celemines de harina, hasta que la hace fermentar toda. Todo esto se lo dijo Jesús a las turbas en parábolas; y no les hablaba sin parábolas para que se cumpliera lo dicho por el Profeta; Abriré mi boca en parábolas, diré cosas ocultas desde la creación del mundo.

sábado, 12 de febrero de 2011

Santa Misa en Casablanca

INVITACION
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Se invita cordialmente a Ud. y Familia
a la SANTA MISA de acuerdo al venerable
RITO ROMANO ANTIGUO
(en latín y con canto gregoriano)
correspondiente al
VI Domingo después de Epifanía.
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Domingo 13 de febrero a las 17:00 hrs
Parroquia Santa Bárbara de Casablanca
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viernes, 11 de febrero de 2011

Aparición de la Sma. V. María Inmaculada en Lourdes.

Cuatro años después de haberse proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción, se apareció la Santísima Virgen a una niña de catorce años, Bernardette Soubirous, en una gruta cercana a Lourdes. La Virgen era de tal belleza que era imposible describirla, cuenta la Santa. Cuando años más tarde el escultor de la gruta preguntó a Bernardettesi su obra, que representaba a la Virgen, se asemejaba a la aparición, respondió con gran ingenuidad y sencillez: “¡Oh, no señor, de ninguna manera! ¡No se parece en nada!”. La Virgen es siempre más bella.
Las apariciones se sucedieron durante diecisiete días más. La niña preguntaba su nombre a la Señora, y esta “sonreía dulcemente”. Por fin, Nuestra Señora le reveló que era la Inmaculada Concepción.
En Lourdes se han sucedido muchos prodigios sobre los cuerpos y más aún sobre las almas. Incontables han sido las curaciones y muchos más quienes han vuelto sanos de las diferentes enfermedades que también puede padecer el alma, habiendo recobrado la fe, con una piedad más recia o con una aceptación amorosa de la voluntad divina.
La Iglesia propone a nuestra consideración las palabras del profeta Isaías que consolaba al pueblo elegido en el destierro con la vuelta a la ciudad santa, en la que encontrarían el consuelo como un hijo pequeño en su madre. Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella, como un río de paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como un niño a quien su madre consuela, así os consolaré Yo…
Al meditar en la fiesta de hoy, vemos cómo el Señor ha querido poner en manos de su Madre todas las verdaderas riquezas que los hombres debemos implorar, y nos ha dejado en Ella el consuelo del que andamos tan necesitados. Aquellas dieciocho apariciones a la pequeña Bernardette son una llamada que nos recuerda la misericordia de Dios, que se ejerce a través de Santa María.
La Virgen se muestra siempre como Salud de los enfermos y Consoladora de los afligidos. Nosotros, al hacer hoy nuestra oración, acudimos a Ella, pues son muchas las necesidades que tenemos a nuestro alrededor. Ella las conoce bien, nos escucha allí donde nos encontramos y quiere que acudamos a su protección. Y esto nos llena de alegría y de consuelo, especialmente en la fiesta que hoy celebramos. A Nuestra Señora acudimos como hijos que no se quieren alejar de Ella: “Madre, Madre mía”, le decimos en la intimidad de nuestra oración, pidiéndole ayuda en tantas necesidades como nos apremian: en el apostolado, en la propia vida interior, en aquellos que tenemos a nuestro cargo, y de los que nos pedirá cuentas el Señor.
Consolatrix afflictorum, Salus infirmorum, Auxilium christianorum…, ora pro eis…, ora pro me.

jueves, 10 de febrero de 2011

Padres de la Iglesia (VII)

Cristo, el Ungido, hace ungidos, es decir, consagrados, a los fieles, Beda el Venerable, Omelie sul Vangelo.
“Hemos encontrado al Mesías, que quiere decir “Cristo”. Mesías es lo mismo que Cristo: se dice Mesías en hebreo y en griego se dice Cristo, que en latín significa Ungido. Por eso el término griego “crisma” se dice en latín “unción”. El Señor es llamado Cristo, es decir, Ungido, porque, como dice Pedro: “El Señor lo ha ungido con Espíritu Santo y poder” (Hch 10, 38). Por este motivo también el salmista canta su alabanza: “Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría por encima de tus compañeros” (Sal 44, 8). Nos llama a nosotros “sus compañeros” porque en el bautismo nosotros somos ungidos también con el crisma visible para recibir la gracia del Espíritu Santo y somos llamados cristianos por el nombre de Cristo. Pero ha sido ungido más que los compañeros aquel a quien, como testimonia Juan Bautista: “Dios no le ha dado el Espíritu según medida”, sino que “en sus manos lo ha puesto todo” (Jn 3, 34.35). En efecto, de los que participan de la misma unión dice el Apóstol: “A cada uno de nosotros se nos ha dado la gracia según la medida querida por el beneplácito de Cristo” (Ef 4, 7). Y en la Ley eran llamados cristianos los sacerdotes y el rey como prefiguración del verdadero Rey y Pontífice, nuestro Señor y Salvador, y para prefigurarlos eran ungidos también con óleo material. Pero no sólo los de entonces, sino que también los cristianos de nuestro tiempo, así como son llamados cristianos por el nombre de Cristo, así también por la unción del santo crisma, es decir, por la gracia del Espíritu por la que son consagrados, con razón son llamados cristianos, según el testimonio del profeta que dice: “Has venido para salvar al pueblo, para salvar a tus cristos” (Hab 3, 13). Ha venido para salvar al pueblo y para salvar a sus cristos el que ha bajado del cielo y se ha encarnado por nosotros los hombres y por nuestra salvación, para ungirnos con la gracia espiritual, para curarnos de nuevo y hacernos partícipes de su santo nombre”.

martes, 8 de febrero de 2011

Libros Litúrgicos.


Ofrecemos a nuestros lectores amigos una recopilación de libros litúrgicos "on line" que pueden ser muy útiles como instrumento de consulta. Añadimos también, a modo de introducción, un muy interesante y explicativo artículo elaborado por nuestros amigos de la Asociación Roma Aeterna, de Barcelona. Esperamos que sean de su interés. Tomado de Una Voce Sevilla.
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lunes, 7 de febrero de 2011

La Santa Misa


Nuestro Señor Jesucristo instituyó la Eucaristía por dos causas: primera, para que sea alimento divino de nuestras almas, con el cual podamos defender y conservar la vida espiritual; y la segunda para que tenga la Iglesia un sacrificio perpetuo, por cuya virtud se expíen nuestros pecados, y el Padre celestial, gravemente ofendido con frecuencia por nuestras infidelidades, convierta su ira en misericordia, y el rigor de sus justos castigos en clemencia.

(Catecismo Romano del Concilio de Trento)

domingo, 6 de febrero de 2011

Quinto Domingo después de Epifanía.

Hay en el mundo un genio maléfico, sembrador de cizaña, trastornador del orden social y provocador maldito de llantos y miserias. El Evangelio de hoy le llama "Malo" y "Enemigo"; su nombre ordinario es "Demonio". Un odio implacable le consume las entrañas: odio a Dios, porque es la fuente de todo bien, y odio al hombre porque, después de los ángeles, en cuyo número está él, es él la más bella obra de Dios. Contraponiéndolos a los de Cristo, envía también el demonio al mundo sus apóstoles, sus predicadores, sus profetas, sus taumaturgos y sus locuaces doctores, para sembrar la cizaña de la discordia, para reducir a los incautos con el sofisma, con la ilusión, con la mentira, con sortilegios y apariencia de milagro, con todas las ambiguas prácticas del ocultismo, del espiritismo y del satanismo. Sin embargo, no hay que temer: Dios está con nosotros, y el ángel bueno nos defiende. Vigilemos y no nos dejemos sorprender.
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Evangelio del Domingo (Matth. 13, 24-30)
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En aquel tiempo: Dijo Jesús a las turbas esta parábola: Semejante es el reino de los cielos a un hombre, que sembró buena simiente en su campo. Y mientras dormían los hombres, vino el enemigo, y sembró cizaña en medio del trigo, y se fue. Estando ya el trigo verde y apuntando la espiga, apareció también entonces la cizaña. Y llegando los criados del padre de familias, le dijeron: Señor, ¿por ventura no sembraste buena simiente en tu campo? pues ¿cómo tiene cizaña? Contestóles: Algún enemigo mío ha hecho esto. Y le dijeron los criados: ?Quieres que vayamos a sacarla? No; les respondió; no sea que, al arrancar la cizaña, arranquéis con ella el trigo. dejad crecer una y otro hasta la siega, que al tiempo de la siega diré a los segadores: Recoged primeramente la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; mas el trigo metedlo en el granero.

sábado, 5 de febrero de 2011

En la Iglesia brotará siempre cizaña.

Por cizaña entiende el Salvador los malos, es decir, los incrédulos, los herejes, los hipócritas, los pecadores ocultos (Mathh., XIII, 38). Les llama cizaña (lolium temulentum), planta que abunda en Palestina, la cual se parece tanto al trigo, que, hasta que llega a la madurez, es muy difícil distinguirla de este (Mathh., XIII, 26).
Esta clase de cizaña se encontrará siempre en la Iglesia; el Salvador la profetiza. Con esto quedan refutados los navacianos, los montanistas y sobre todo los donatistas, y en cierto sentido los fariseos.
Pero no todo lo invadirá en la Iglesia la cizaña. También esto se deduce claramente de la parábola (Mathh., XIII, 29, 30, 43). Con esto quedan refutados los protestantes, quienes afirman que, hasta su venida al mundo, la Iglesia toda había caído en el error, tanto en el dogma como en la moral.
La cizaña no viene de Dios ni de la Iglesia. Nace sí, en esta, pero no procede de ella. Su dogma y su moral pueden dar ocasión a que nazca la cizaña, pero no pueden ser su causa. El mal no viene de la observancia de los preceptos evangélicos y eclesiásticos; sino de la transgresión de los mismos. La Iglesia no ha reconocido jamás la cizaña como fruto propio, antes ha hecho siempre esfuerzos para impedir su nacimiento (Mathh., XIII, 28). De este modo queda también refutado el sistema protestante, según el cual todas las sectas deben ser toleradas en la Iglesia. A lo más, el mal puede atribuirse como causa coeficiente a la negligencia de los pastores de la Iglesia cuando se muestran negligentes.
El sembrador de la cizaña es siempre el enemigo, el demonio, mediante la inconstancia y la inclinación de los hombres al mal (Mathh., VIII, 25. 39). La expresión del Salvador: “Es el hombre enemigo quien ha sembrado la cizaña”, es, no pocas veces, una triste realidad. Por espíritu de venganza o de malevolencia, hay quienes arrojan al campo de otro, la cizaña, haciendo así imposible la cosecha de trigo, por espacio de algunos años. Las leyes romanas mismas tenían previsto este caso. Esto mismo hace también el espíritu maligno en el reino de Dios, en la Iglesia. El Salvador no siembra más que el bien, públicamente, y a costa de trabajos y fatigas; el enemigo siembra cizaña, de noche, por envidia y odio. El mal es, con frecuencia, más activo y diligente que el bien.
Dios no quiere la cizaña, detesta el mal; pero no se apresura a arrancarla, antes permite que crezca con la buena semilla. ¿Por qué? Primeramente, por respeto a la cizaña misma. El ha creado libres a los hombres y quiere dejarles la libertad. Por eso antes de suprimir la libertad, prefiere permitir los abusos de ella o el mal. Los malos, por otra parte, pueden convertirse, mientras viven, y nosotros no podemos jamás suponer que no se convertirán. En segundo lugar, Dios deja crecer la cizaña en obsequio al buen fruto, a los buenos; pues, a no ser por milagro, estos se verían envueltos en el castigo general, sufriendo justos con pecadores. Además, los buenos, conviviendo con los malos, pueden y deben progresar en la virtud, con el ejercicio de la paciencia, de la humildad y de la confianza en la divina Providencia. En tercer lugar, Dios muestra tanta longanimidad con los malos, a causa de sí mismo. Ni con su vida, ni con sus obras, pueden los malos hacer fracasar los planes de la divina Providencia, ni siquiera modificarlos. Hagan lo que hagan, los malos sólo pueden conseguir poner de relieve el bien con su propio contraste y servir al fin a los designios de Dios. Con esta coexistencia del bien y del mal se revelan más gloriosamente la sabiduría, la misericordia y el poder de Dios.
Esta parábola nos da la clave de todos los grandes problemas y de los escándalos que vemos en el mundo y en la Iglesia; nos da luz y consuelo en todas las calamidades públicas.
(R.P.M. Meschler, s.j., 1958).

viernes, 4 de febrero de 2011

Padres de la Iglesia (VI)

Cristo resucitado derrama el Espíritu Santo sobre los creyentes para que proclamen entre los pueblos las obras del Señor, Dídimo el Ciego, Lo Spirito Santo.
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“¿Cuál es, pues, la diestra de Dios que guió a Moisés sino el Señor y Salvador nuestro? El es la diestra del Padre, por medio del cual exalta y realiza prodigios, como se dice en otro pasaje de Dios: “Les procuró salvación su diestra y su santo brazo” (Sal 97 /98/, 1). Y también: “La diestra del Señor ha hecho prodigios, la diestra del Señor me ha exaltado: no moriré, viviré y narraré las obras del Señor (Sal 117 /118/, 16-17). Y ciertamente con el mismo pasaje se confirma con claridad que estas palabras son pronunciadas por la persona de Cristo-hombre, que el Unigénito Hijo de Dios se dignó asumir de la Virgen. En efecto, él es la diestra de Dios, como está escrito en los Hechos de los Apóstoles, porque ha nacido de la estirpe de David, según la carne, engendrado de la Virgen, cuando el Espíritu Santo descendió sobre ella y el poder del Altísimo la cubrió con su sombra.
Acerca de él profetizó David, inspirado por el Espíritu, que después de resucitar de entre los muertos sería elevado al cielo y ensalzado a la diestra de Dios. Así está escrito en aquel texto: el mismo David, “previendo esto, habló de la resurrección de Cristo, diciendo que no fue abandonado en los infiernos ni su carne vio la corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios y de esto somos testigos todos nosotros. Elevado a la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo que había prometido, ha derramado este (don sobre nosotros) como veis y oís. En efecto, David no subió al cielo” (Hch 2, 31-34). Nadie duda de que el que ha sido exaltado a la diestra de Dios, resucitado de los infiernos, es el Señor Jesús, como él mismo ha confirmado con las palabras de la Escritura. De hecho, el mismo que ha resucitado de entre los muertos dice: “Me he acostado y dormido; me he despertado, porque el Señor me ha resucitado” (Sal 3, 6).
Por tanto, la palabra de Dios declara explícitamente que el mismo que ha sido elevado al cielo ha sido ensalzado a la diestra de Dios, de la que hemos hablado anteriormente, ha recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo y la ha derramado sobre los creyentes para que proclamasen en las lenguas de todos los pueblos las grandes obras de Dios. En efecto, el Cristo-hombre recibió la comunicación del Espíritu Santo, como está escrito en los Evangelios: “Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán” (Lc 4, 1) y en otro pasaje: “Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu Santo” (Lc 4, 14)”.

jueves, 3 de febrero de 2011

Padres de la Iglesia (V).

Sabiduría y belleza de la medicina divina, Agustín, La doctrina cristiana.
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“Como la cura es el camino para recuperar la salud, así fue la cura adoptada por Dios; se dirigió a los pecadores para curarlos y restablecer su salud. Y así como cuando los médicos vendan las heridas lo hacen no de cualquier forma, sino con arte –de modo que del vendaje derive no sólo una utilidad sino también una cierta belleza-, así también sucedió con la medicina de La Sabiduría cuando, con la asunción de la naturaleza humana, se adecuó a nuestras heridas, curando a unos con remedios opuestos y a otros con remedios semejantes. Se comportó como el que cura las heridas del cuerpo. A veces usa remedios opuestos, como cuando aplica cosas frías a lo caliente, cosas húmedas a lo seco, etc. Usa también remedios semejantes, como una venda redonda para una herida redonda o una venda alargada para una herida alargada y, cuando emplea una venda, no la hace idéntica para todos los miembros sino que adapta a la herida de cada miembro. Así hizo la Sabiduría de Dios cuando quiso curar al hombre: para curarlo se ofreció a sí misma y se hizo médico y medicina. Y como el hombre cayó por la soberbia, para curarlo empleó la humildad. Fuimos engañados por la astuta sabiduría de la serpiente y somos liberados por la necedad de Dios. Así como el que se llama Sabiduría era considerado necedad por los que desprecian a Dios, así también el que es llamado necedad es Sabiduría para los que vencen al diablo. Usamos mal de la inmortalidad y nos procuramos la muerte; Cristo, usando bien su condición mortal, ha hecho que recobremos la vida. Una vez corrompida el alma de una mujer, entró en el mundo la enfermedad; del cuerpo íntegro de una mujer nos vino la salud. Al mismo sistema de los opuestos hay que atribuir también el hecho de que con el ejemplo de sus virtudes son curados nuestros vicios. Después se aplicaron a nuestros miembros heridos, por así decirlo, vendas semejantes, en el sentido de que un nacido de mujer liberó a los que fueron seducidos por una mujer, un hombre a los hombres, un mortal a los mortales, uno que con la muerte liberó a los muertos”.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Purificación de la Santísima Vírgen y Candelaria.

“Postquam impléti sunt diez purgatiónis Mariae, secúndum legem Móysi, tulérunt Jesum in Jerúsalem ut sísterent eum Dómino, sicut scriptum est in lege Dómini… (“Cumplidos los días de la purificación de María, según la ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor…”). Celebramos hoy la Purificación de la Sma. Virgen María, fiesta dedicada a Ella desde muy antiguo, y que ya en el siglo VII, ocupaba el segundo lugar después de la Asunción. Esta fiesta está indisolublemente unida a la Fiesta de la Presentación del Señor en el Templo.
Este misterio, en su relación con el Salvador, es una revelación altamente importante y esplendorosa; podría llamarse una revelación oficial, porque fue presagiada por los profetas. Fue además una consecuencia del cumplimiento de las leyes, de la obediencia y humildad del Salvador. Este entró en el Templo para honrar al Padre Celestial y ofrecérsele, y, en cambio, fue allí mismo donde El encontró su propio honor y glorificación. Es también este misterio el primer encuentro público y solemne del Cristo con Israel, todo el cual estaba representado en las personas que intervinieron en la presentación. En aquel encuentro, el pueblo de Israel estaba representado en Simeón y Ana. Ellos, tan justos como Zacarías e Isabel eran la personificación de la verdadera santidad del Antiguo Testamento, por su oración, penitencia y anhelos por el Mesías. Ellos esperaban ante todo a un Redentor de los pecados, y por lo tanto a un Salvador por el sufrimiento y por la muerte, a un signo de contradicción aun para su mismo pueblo. Saludan al Salvador con fe y santo regocijo, y con su profecía acerca de la caída de muchos en Israel, se distinguen de ellos, y con la profecía de la espada de dolor adquieren un puesto bajo la Cruz junto a la Madre de los dolores.
Una participación mucho más íntima en el misterio correspondió a María, quien no sólo estuvo presente, sino que llevaba en sus brazos al Divino Niño. Para la presentación y rescate del primogénito no era preciso que asistiese la madre, pero existía para ella la ley de la purificación, según la cual, para liberarse de la impureza legal, después de cuarenta días –o más, pero nunca menos- debía trasladarse al Templo y presentar dos ofrendas. Estas ofrendas también las trajo María, sin que estuviese al igual que el Redentor, obligada a tal prescripción legal; pero no dejó de presentarlas para honrar y dar gracias a Dios y para no dar escándalo; y además, porque así sacrificaba la apariencia y la gloria de su virginidad, y al mismo tiempo sacrificaba a su Hijo, cuya muerte, según las palabras de Simeón, no quedaba evitada sino tan sólo diferida. Finalmente, hizo María sus ofrendas con una devoción relativamente igual a la de su Hijo, porque no hay duda que una centella del amor divino que ardía en el corazón del Salvador se comunicó al corazón de su Madre, en el momento en que el sacerdote lo recibía y lo elevaba, uniéndose ella al acto de ofrecer tan preciosa ofrenda.
Por esta participación en el sacrificio de su Hijo fue también recompensada con una especial participación en la gloria de la revelación del Salvador. Este es el signo de la contradicción en el cual encuentra todo el mundo o la salvación o la ruina, pero no lo es solamente El, también María lo es.
Nuestra Buena Madre, en la fiesta de hoy, nos alienta a purificar nuestro corazón para que la ofrenda de todo nuestro ser sea agradable a Dios y sepamos descubrir a Cristo nuestra Luz. Virgo María, Mater admirábilis, ora pro nobis.