domingo, 20 de febrero de 2011

Domingo de Septuágesima.

Para comprender el sentido de la Misa de hoy, preciso es estudiarla paralelamente con el Oficio del Breviario. Este nos da en los maitines el relato de la Creación del mundo y del hombre, la lastimosa caída de nuestros primeros padres, con la promesa inmediata del Redentor, y, por fin acaban con el relato de la muerte del inocente Abel y con el recuento de las generaciones que se fueron sucediendo desde Adán hasta Noé. Dice el libro de Génesis: "Dios creó en el principio el cielo y la tierra, y formó en ella el hombre, poniéndolo en un jardín delicioso, para que lo cultivase"; todo lo cual no era sino una figura del futuro, porque el reino de los cielos es semejante a un padre de familia, que contrató obreros para cultivar su viña (Evangelio).
Ahora bien, dice San Gregorio "¿Quién está mejor representado por ese padre de familia que nuestro Creador, el cual con su providencia gobierna a los que creó, y cuyos son los elegidos que en este mundo viven desde el justo Abel hasta el postrero de los Santos?... La viña que posee es su Iglesia, y todos los que con fe resuelta se han puesto a trabajar en ella y a exhortar a los demás a que obren bien, todos esos son los obreros de la viña. Los de la 1ª hora como también los de la 3ª, 6ª y 9ª son los del antiguo pueblo hebreo, que desde el principio del mundo…no dejó de cultivar la viña. Pero a la hora 11ª fueron llamados los gentiles, y a ellos precisamente se dirigen aquellas palabras: ¿cómo estáis todo el día ociosos?" Así todos los hombres estamos llamados a trabajar en la viña del Señor o sea a glorificar a Dios, fin último de la creación, santificándonos y santificando al prójimo.
Pero Adán no cumplió debidamente su cometido, y en seguida recayó sobre él y su descendencia la terrible sentencia condenatoria del Señor: "Por haber comido de la fruta vedada, la tierra será maldita y a fuerza de trabajo te producirá tu sustento… Con el sudor de tu frente comerás tu pan, hasta que vuelvas a la tierra de donde has salido, porque polvo eres y al polvo has de volver."
San Agustín comentando, dice: "Expulsado de Edén el primer hombre después de su culpa, condenó por lo mismo, a la muerte y a la reprobación a todos sus descendientes, corrompidos en su persona, como en su fuente. Toda la masa del género humano condenada, massa damnata, vióse entonces sumida en la desgracia." (2º Nocturno). Bien podemos decir con el Introito: Los dolores de la muerte me han rodeado.
"Justamente, sí, somos afligidos por nuestros pecados" (oración colecta), y la vida cristiana viene a ser como un circo en donde hay que luchar continuamente hasta ganar la corona (Epístola). Porque el denario de la vida eterna no se da sino a los que hubieren trabajado en la viña del Señor, o sea, en el cultivo de las virtudes cristianas, que supone continua brega y grandes sudores (Evangelio).
Dios, dice San Agustín, prefirió sacar bien del mal a no permitir ningún mal en el mundo (3er Nocturno). Y, en efecto, movióse luego luego a compasión por la pobrecita humanidad, hechura suya, prometiendo un segundo Adán que restableciese el orden alterado por el primero, y nos reconquistase el Cielo, cuyo derecho había perdido Adán al ser desterrado del Edén, el cual "era la sombra de una vida mejor." Si Dios nos creó por modo maravilloso, nos redimió de un modo aún más admirable, "pues el acto de la creación del mundo, en el principio, no aventaja en excelencia a la inmolación de Cristo, nuestra Pascua en la plenitud de los tiempos" (Or. del Sábado Santo).
Respondamos, pues, al llamamiento del Señor. Quiere vernos trabajando en su viña. Empecemos desde ahora a luchar contra nuestras pasiones y capricho, contra nuestro egoísmo.

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