domingo, 23 de agosto de 2009

Suscípiens autem Jesus.


“Suscípiens autem Jesus, díxit: Homo quídam descendébat ab Jerúsalem in Jéricho, et incidit in latrónes, quie étiam despoliavérunt eum… (Entonces Jesús, tomando la palabra dijo: Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, los cuales le despojaron…) Sequéntia sancti Evangélii secúndum Lucam 10, 23-37.
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“En el camino de nuestra vida vamos a encontrar gente herida, despojada y medio muerta, del alma y del cuerpo. La preocupación por ayudar a otros, si estamos unidos al Señor, nos sacará de nuestro camino rutinario, de todo egoísmo, y nos ensanchará el corazón guardándonos de caer en la mezquindad. Encontremos a gentes doloridas por falta de comprensión y de cariño, o que carecen de los medios materiales más indispensables; heridas por haber sufrido humillaciones que van contra la dignidad humana; despojados, quizá, de los derechos más elementales: situaciones de miserias que claman al cielo El cristiano nunca puede pasar de largo, como hicieron algunos personajes de la parábola.
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“También encontraremos cada día a ese hombre al que han dejado medio muerto porque no le enseñaron las verdades más elementales de la fe; o se las han arrebatado mediante el mal ejemplo, o a través de los grandes medios modernos de comunicación al servicio del mal. No podemos olvidar en ningún momento que el bien supremo del hombre es la fe, que está por encima de todos los demás bienes materiales y humanos. “Habrá ocasiones en que, antes de predicar la fe, haya que acercarse al herido que está al borde del camino, para curar sus heridas. Ciertamente. Pero sin excluir nunca de nuestra preocupación de cristianos la comunicación de la fe, la educación de la misma y la propagación del sentido cristiano de la vida”. Y procuraremos dar, junto a los bienes de la fe, todos los demás: los de la cultura, la educación, la formación del carácter, el sentido del trabajo, la honradez en las relaciones humanas, la moralidad en la costumbres, el anhelo de justicia social, expresiones vivas y concretas de una caridad rectamente entendida.
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“Un cristiano no puede desentenderse del bienestar humano y social de tanta gente necesitada, “pero no podemos dejar en un segundo plano, nunca jamás, esa otra preocupación por iluminar las conciencias en el orden de la fe y de la vida religiosa”.
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De: Francisco Fernández Carvajal, Hablar con Dios, T. IV, Madrid, Ediciones Palabra, 1987.

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