martes, 14 de junio de 2011

La santa Misa (II).

Sacrificio es la ofrenda hecha a Dios, por un ministro legítimo, de una cosa sensible que se destruye o cambia en su honor con el fin de reconocer su soberano dominio.

El ministro del sacrificio se llama sacerdote; la cosa ofrecida cuando es viviente, víctima; el cambio que la víctima sufre,inmolación; el fin religioso que se pretende, objeto del sacrificio. Los fines del sacrificio son cuatro: honrar a Dios, darle gracias, satisfacerle y pedirle beneficios.

El sacrificio es de dos clases: cruento e incruento. Es cruento o sangriento si se derrama sangre de la víctima; es incruento o no sangriento si se hace la ofrenda sin derramamiento de sangre.

Desde el principio del mundo hubo sacrificios, y Dios mismo los ordenó en la Ley antigua. Todos estos sacrificios antiguos eran sombras o figuras del sacrificio de la Ley nueva. Los más notables de estos sacrificios figurativos fueron: los de Abel, Noé, Melquisecec, Abraham, el cordero pascual y las diversas oblaciones y sacrificios de la Ley mosaica.

El sacrificio de la nueva Ley es el sacrificio de la Cruz; en la cual Jesucristo se sacrificó a su Eterno Padre por la redención del mundo, derramando su sangre y muriendo por los hombres. Pero no bastaba a Jesucristo ofrecer su sacrificio una sola vez y en una sola parte de la tierra, sino que quiso extenderlo a todos los tiempos y a todos los lugares instituyendo para ello la Misa, que hace presente a todos el sacrificio de la Cruz.

La santa Misa es el sacrificio permanente de la Nueva Ley, en el cual N. S. Jesucristo se ofrece a su Eterno Padre por manos del sacerdote bajo las especies de pan y de vino. El ministro principal del sacrificio de la Misa es Jesucristo, representado por el ministro visible, que es el sacerdote.

La santa Misa fue instituida por Jesucristo en la última cena cuando dijo a los apóstoles: “Haced esto en memoria mía” (S. Lucas XXII, 19), es decir, celebrad como yo el Santo Sacrificio de la Misa en memoria de mi Pasión. Desde el tiempo de los Apóstoles la Iglesia cumple el encargo de Jesucristo celebrando la Santa Misa, como consta en la enseñanza del Apóstol San Pablo sobre el altar cristiano (1ª a los de Corinto X, 14-21; a los Hebreos XIII, 10), de los testimonios irrebatibles de los Santos Padres, de las celebraciones de los concilios, de las antiquísimas oraciones de la Misa y de muchos monumentos cristianos de Oriente y Occidente.

Triple es la participación del fruto de la Misa: 1ª El fruto general, del cual participan todos los fieles vivos y difuntos, y particularmente los que asisten al santo sacrificio. 2ª El fruto principal que pertenece a aquel por quien se dice la Misa. 3ª El fruto especial que proporciona al celebrante.

La Misa se ofrece por los vivos y los difuntos a los cuales Dios aplica los méritos de su Hijo según las leyes de su justicia y de su misericordia.

Ejemplos bíblicos: Sacrificio de Melquisedec, figura del sacrificio eucarístico (Génesis XIV, 18-20); Isaac que sobrevive a su sacrificio, es figura de Jesucristo en nuestros altares (Génesis XXII, 2-18).

(1939).

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