Es el sacramento en el que se contiene, ofrece y recibe el mismo Jesucristo, real, verdadera y sustancialmente presente, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad, bajo las especies de pan y vino.
Por especies de pan y vino se entiende la cantidad, figura, olor, color, sabor, con las demás cualidades que el pan y el vino ofrecen a los sentidos.
Jesucristo instituyó la Eucaristía el Jueves Santo, en la última cena, al comenzar su Pasión.
Jesucristo tomó el pan, lo bendijo y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad y comed, este es mi cuerpo”. En seguida tomó el cáliz con vino, lo bendijo y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Bebed, esta es mi sangre”, añadiendo: “Haced esto en memoria de Mí”.
Jesucristo, al añadir las palabras: “Haced esto en memoria de Mí”, intentó constituir a los Apóstoles en sacerdotes del Nuevo Testamento y mandarles a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, que consagrasen, ofreciesen y administrasen su cuerpo y sangre, también bajo las especies de pan y vino.
Los obispos y los sacerdotes ejercen este poder cuando en la Santa Misa pronuncian sobre el pan y el vino las palabras de la consagración.
Cuando en la Santa Misa el sacerdote pronuncia las palabras de la consagración, el pan se cambia en el Cuerpo de N. S. Jesucristo y el vino en su Sangre.
Este cambio se llama transubstanciación, porque la substancia del pan y del vino se cambia en la substancia del cuerpo y la sangre de Jesucristo.
Después de la consagración, no está sólo el cuerpo de Jesucristo bajo las especies de pan, ni sólo su sangre bajo las especies de vino, sino que, bajo cada uno de las especies y de todas y cada una de sus partes, está todo entero Jesucristo Dios y Hombre verdadero.
La materia apta para la Eucaristía es el pan de trigo y vino de vid; la forma son las palabras de la consagración.
La Eucaristía es el más excelente de los sacramentos porque en él recibimos no sólo la gracia de Cristo, sino al mismo Cristo, autor de la gracia. Es la obra maestra del poder, de la sabiduría y del amor de Dios.
(1939).
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