“Otro tanto se verifica en otros misterios. La celebración de la Cuaresma, de la Pasión y muerte de Jesucristo, durante la Semana Santa, trae consigo una gracia de “muerte para el pecado” que nos ayuda a destruir más en nosotros el pecado, y el apego al pecado y a las criaturas. Porque, dice categóricamente San Pablo, Cristo nos hizo morir con El, y con El nos sepultó: Si unus mortuus est, ergo omnes mortui sunt… consepulti enim sumus cum illo. Así debe ser de derecho y en principio para todos; empero la aplicación tiene lugar en el transcurso de los siglos, en cada alma, mediante la participación que cada uno de nosotros toma en la muerte de Cristo, en particular durante los días en los cuales la Iglesia nos trae a la memoria este recuerdo.
“Lo mismo en Pascua, cuando cantamos el triunfo de Cristo saliendo del sepulcro, vencedor de la muerte, bebemos, en la participación de este misterio, una gracia de vida y de libertad espirituales. Dios, dice San Pablo, nos resucita con Cristo: Conresuscitavit nos; y dice también, hablando de la gracia propia de este misterio: Si consurrexistis cum Christo, quae sursum sunt quaerite…, non quae super terram. Si habéis resucitado con Cristo, buscad y apreciad, no lo que es de la tierra, lo que, siendo creado, encierra germen de corrupción y de muerte, sino lo que está arriba, lo que os encamina a la vida eterna: Ut quomodo Christus surrexis a mortuis per gloriam Patris, ita et nos in novitate vitae ambulemus.
“Después de asociarnos Cristo a su vida de resucitado, hácenos participar del misterio de su Ascensión. ¿Cuál es la gracia especial de este misterio? San Pablo nos lo dice: Deus… consedere fecit nos in caelestibus in Christo Jesu. El gran Apóstol –que con todos estos ejemplos aclara admirablemente y con amor la exposición de nuestra unión con Cristo, como miembros de su cuerpo místico-, nos dice, en términos muy explícitos, que “Dios nos ha hecho sentar con Cristo en el reino de los cielos”. Por esto un autor antiguo escribía: “Acompañemos, mientras aquí vivimos, a Cristo en el cielo por medio de la fe y del amor, de suerte que podamos seguirle corporalmente el día señalado por las promesas eternas”.
“¿No es esto lo que la Iglesia nos hace pedir en la colecta de la fiesta? Ut qui Redemptorem nostrum in caelos ascendisse credimus, ipse quoque mente in caelestibus habitemus. “¡Ojalá pudiésemos, por nuestros deseos, vivir ya en el cielo, a donde creemos que nuestro Redentor y Jefe ha subido!”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, nuestra vida, 1927.
“Lo mismo en Pascua, cuando cantamos el triunfo de Cristo saliendo del sepulcro, vencedor de la muerte, bebemos, en la participación de este misterio, una gracia de vida y de libertad espirituales. Dios, dice San Pablo, nos resucita con Cristo: Conresuscitavit nos; y dice también, hablando de la gracia propia de este misterio: Si consurrexistis cum Christo, quae sursum sunt quaerite…, non quae super terram. Si habéis resucitado con Cristo, buscad y apreciad, no lo que es de la tierra, lo que, siendo creado, encierra germen de corrupción y de muerte, sino lo que está arriba, lo que os encamina a la vida eterna: Ut quomodo Christus surrexis a mortuis per gloriam Patris, ita et nos in novitate vitae ambulemus.
“Después de asociarnos Cristo a su vida de resucitado, hácenos participar del misterio de su Ascensión. ¿Cuál es la gracia especial de este misterio? San Pablo nos lo dice: Deus… consedere fecit nos in caelestibus in Christo Jesu. El gran Apóstol –que con todos estos ejemplos aclara admirablemente y con amor la exposición de nuestra unión con Cristo, como miembros de su cuerpo místico-, nos dice, en términos muy explícitos, que “Dios nos ha hecho sentar con Cristo en el reino de los cielos”. Por esto un autor antiguo escribía: “Acompañemos, mientras aquí vivimos, a Cristo en el cielo por medio de la fe y del amor, de suerte que podamos seguirle corporalmente el día señalado por las promesas eternas”.
“¿No es esto lo que la Iglesia nos hace pedir en la colecta de la fiesta? Ut qui Redemptorem nostrum in caelos ascendisse credimus, ipse quoque mente in caelestibus habitemus. “¡Ojalá pudiésemos, por nuestros deseos, vivir ya en el cielo, a donde creemos que nuestro Redentor y Jefe ha subido!”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, nuestra vida, 1927.
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