“Tal es la gracia del Bautismo expresada según el simbolismo, simbolismo que mejor que ahora adquiría todo su relieve y su completa significación al ser administrado el Bautismo en la noche pascual.
“Oigamos ahora a San Pablo: “¿Por ventura ignoráis que todos los que hemos sido bautizados para llegar a ser miembros del cuerpo místico de Cristo, lo hemos sido con la representación y en virtud de su muerte?” Es decir, que la muerte de Jesús es para nosotros el modelo y causa meritoria de nuestra muerte para el pecado por el Bautismo. ¿Por qué morir? Porque Cristo, nuestro modelo, ha muerto: Complantati facti sumus similitudini mortis ejus. Pero ¿qué es lo que muere? La naturaleza viciada, corrompida, el “hombre viejo”: Vetus homo noster simul cruxifixus est. ¿Para qué? Para que nos veamos libres del pecado: Ut destruatur corpus peccavit et ultra non serviamus peccato. “Hemos sido, por tanto, continúa diciendo San Pablo al explicar el simbolismo, sepultados con Cristo en el bautismo en unión con su muerte, para que de ese modo y a ejemplo de Jesucristo resucitado de entre los muertos en virtud del poder glorioso de su Padre, caminemos también nosotros hacia una nueva vida”.
“Ved aquí indicada la obligación que nos impone la gracia bautismal: “vivir nueva vida”, vida que nos señala, en su resurrección, Cristo, nuestro modelo y ejemplo; precisamente porque “si hemos reproducido, mediante nuestra unión con El, la imagen de su muerte, menester es también que reproduzcamos, con una vida del todo espiritual, la imagen de su vida de resucitado; nuestro hombre viejo ha sido crucificado con El, es decir, ha sido destruido por la muerte de Cristo, para que no seamos ya esclavos del pecado, puesto que el que ha muerto se halla libre del pecado”. Así, pues, en el Bautismo hemos renunciado para siempre al pecado.
“Pero esto solo no basta: hemos recibido además el germen de la vida divina, y debemos también desarrollar en nosotros ese germen, como nos recuerda a renglón seguido San Pablo: “Porque si hemos muero con Cristo, creemos que hemos de vivir igualmente con El”, sin que cese nunca ese vivir, “pues Cristo –que no sólo es modelo, sino que infunde además en nosotros su gracia,- una vez resucitado no vuelve a morir: la muerte no tiene ya dominio sobre El; una vez por todas ha muerto al pecado, y en adelante vive siempre para Dios, y es inmortal”.
“Concluye San Pablo con esta aplicación dirigida a aquellos que, por el bautismo, participan de la muerte y vida de Cristo, su modelo: “Así, ni más ni menos, vosotros considerad también que realmente estáis muertos al pecado por el Bautismo y que vivís ya para Dios en Jesucristo, a quien estáis incorporados por la gracia bautismal: Ita et vos existimate. Vos mortuos quidem ese peccato, vivientes autem Deo in Christo Jesu”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.
“Oigamos ahora a San Pablo: “¿Por ventura ignoráis que todos los que hemos sido bautizados para llegar a ser miembros del cuerpo místico de Cristo, lo hemos sido con la representación y en virtud de su muerte?” Es decir, que la muerte de Jesús es para nosotros el modelo y causa meritoria de nuestra muerte para el pecado por el Bautismo. ¿Por qué morir? Porque Cristo, nuestro modelo, ha muerto: Complantati facti sumus similitudini mortis ejus. Pero ¿qué es lo que muere? La naturaleza viciada, corrompida, el “hombre viejo”: Vetus homo noster simul cruxifixus est. ¿Para qué? Para que nos veamos libres del pecado: Ut destruatur corpus peccavit et ultra non serviamus peccato. “Hemos sido, por tanto, continúa diciendo San Pablo al explicar el simbolismo, sepultados con Cristo en el bautismo en unión con su muerte, para que de ese modo y a ejemplo de Jesucristo resucitado de entre los muertos en virtud del poder glorioso de su Padre, caminemos también nosotros hacia una nueva vida”.
“Ved aquí indicada la obligación que nos impone la gracia bautismal: “vivir nueva vida”, vida que nos señala, en su resurrección, Cristo, nuestro modelo y ejemplo; precisamente porque “si hemos reproducido, mediante nuestra unión con El, la imagen de su muerte, menester es también que reproduzcamos, con una vida del todo espiritual, la imagen de su vida de resucitado; nuestro hombre viejo ha sido crucificado con El, es decir, ha sido destruido por la muerte de Cristo, para que no seamos ya esclavos del pecado, puesto que el que ha muerto se halla libre del pecado”. Así, pues, en el Bautismo hemos renunciado para siempre al pecado.
“Pero esto solo no basta: hemos recibido además el germen de la vida divina, y debemos también desarrollar en nosotros ese germen, como nos recuerda a renglón seguido San Pablo: “Porque si hemos muero con Cristo, creemos que hemos de vivir igualmente con El”, sin que cese nunca ese vivir, “pues Cristo –que no sólo es modelo, sino que infunde además en nosotros su gracia,- una vez resucitado no vuelve a morir: la muerte no tiene ya dominio sobre El; una vez por todas ha muerto al pecado, y en adelante vive siempre para Dios, y es inmortal”.
“Concluye San Pablo con esta aplicación dirigida a aquellos que, por el bautismo, participan de la muerte y vida de Cristo, su modelo: “Así, ni más ni menos, vosotros considerad también que realmente estáis muertos al pecado por el Bautismo y que vivís ya para Dios en Jesucristo, a quien estáis incorporados por la gracia bautismal: Ita et vos existimate. Vos mortuos quidem ese peccato, vivientes autem Deo in Christo Jesu”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma, 1927.
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