miércoles, 3 de junio de 2009

Acallad las campanas…


Érase una vez en un lejano reino donde había un rey descreído que siempre hacía de las suyas, pues como buen monarca que se precie, gustaba que sus súbditos le obedecieran en todo y le rindieran pleitesía. En realidad, el rey no hacía más que seguir el modelo de aquellos hombres que detentan el poder con mano férrea olvidándose que el poder es servicio.
En este lejano reino, para desconcierto de su monarca, sonaban de vez en cuando unas campanas que el rey le parecían perturbadoras, porque no le dejaban dormir la siesta. Así que, como buen monarca, mandó emisarios para que quienes tenían la osadía de tocar las campanas supieran que a él no le agradaba que su siesta fuera interrumpida con los sonoros y alegres campaniles…
Los emisarios cumplieron su misión, pero los súbditos hicieron caso omiso a las advertencias, y siguieron tocando el campanario porque tenían muy en claro que las campanas como instrumento de percusión llamaban a la oración desde tiempos inmemoriales en ese reino…
Tal fue el enojo y el desconcierto del rey ante la desobediencia de esos súbditos indóciles, que montó en cólera, tomó su hermoso corcel enjaezado con bellos aderezos como correspondía a su alta alcurnia, y a su séquito real de abnegados lacayos, y partió raudo a poner orden…
Llegado al lugar, hizo reunir al pueblo, y con sonora y estridente voz dijo: ¡Acallad, las campanas…! Y sus servidores cortaron los gruesos cordeles con que se hacían sonar los badajos… Luego partió alegre a su corte…
Según cuenta la leyenda, el rey ahora dormía tranquilamente su siesta, la que era de vez en cuando perturbada por unos sueños inquietantes donde él se veía convertido en el badajo del campanario que había hecho acallar… Y también cuenta la leyenda que los súbditos desobedientes hacían sonar pequeños campaniles convocando a la oración…, esperando que algún día el monarca aquel se convirtiera realmente...

No hay comentarios: