El Tiempo de Septuagésima comprende las tres semanas que preceden a la Cuaresma de la cual puede decirse que es una preparación. Se instituyó primeramente en las Iglesias Orientales, en las cuales, como no obligaba el ayuno los jueves y los sábados de Cuaresma, se quiso de esta manera completar los cuarenta días de preparación a la Pascua. Más tarde, probablemente en los tiempos de San Gregorio Magno, se introdujo también en las Iglesias latinas; pero la obligación del ayuno comenzó solamente el lunes después de Quincuagésima, y más tarde, el miércoles de Ceniza.
El tiempo en que entramos encierra profundos significados. En él nos encontramos con la afirmación del dogma del pecado original con todas sus desastrosas consecuencias; vemos dibujarse la dulce figura del Redentor Jesús, que se inmolará sobre la cruz para librarnos del pecado.
Este es el tiempo, más a propósito para considerar la gravedad del pecado, nuestras miserias, las obligaciones contraídas con la divina Justicia, nuestra impotencia para resucitar a la vida de la gracia. Estos pensamientos, con todo, no nos deben hacer desesperar de la salvación eterna; nuestra consideración debe fijarse en el Salvador, que inmolándose sobre la Cruz, nos reconciliará con Dios. La oración debe brotar confiada y frecuente de nuestro corazón a fin de que podamos hacer fructuosa la Redención en nuestras almas.
El tiempo en que entramos encierra profundos significados. En él nos encontramos con la afirmación del dogma del pecado original con todas sus desastrosas consecuencias; vemos dibujarse la dulce figura del Redentor Jesús, que se inmolará sobre la cruz para librarnos del pecado.
Este es el tiempo, más a propósito para considerar la gravedad del pecado, nuestras miserias, las obligaciones contraídas con la divina Justicia, nuestra impotencia para resucitar a la vida de la gracia. Estos pensamientos, con todo, no nos deben hacer desesperar de la salvación eterna; nuestra consideración debe fijarse en el Salvador, que inmolándose sobre la Cruz, nos reconciliará con Dios. La oración debe brotar confiada y frecuente de nuestro corazón a fin de que podamos hacer fructuosa la Redención en nuestras almas.
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DOMINGO DE SEPTUAGESIMA.
Estación en San Lorenzo extramuros
Estación en San Lorenzo extramuros
(Semidoble de 2ª clase - Ornamentos morados)
ORATIO
ORATIO
Preces pópuli tui, quæsumus, Dómine, cleménter exáudi: ut, qui juste pro peccátis nostris afflígimur, pro tui nóminis glória misericórditer liberémur. Per Dóminum.
Te rogamos, Señor, escuches benignamente las oraciones de tu pueblo, haciendo que los que nos sentimos justamente atormentados a consecuencia de nuestros pecados, seamos salvos misericordiosamente para honra de tu nombre. Por Jesucristo Nuestro Señor.
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