“Exhortamur ne in vacuum gratiam Dei recipiatis”, os exhortamos a no recibir en vano la gracia de Dios. Porque la gracia divina podrá llenar nuestras almas en esta Cuaresma, siempre que no cerremos las puertas del corazón. Hemos de tener estas buenas disposiciones, el deseo de transformarnos de verdad, de no jugar con la gracia del Señor.
“No me gusta hablar del temor, porque lo que mueve al cristiano es la Caridad de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo y que nos enseña a amar a todos los hombres y a la creación entera; pero sí debemos hablar de responsabilidad, de seriedad. No queráis engañaros a vosotros mismos: de Dios nadie se burla, nos advierte el mismo Apóstol.
“Hay que decidirse. No es lícito vivir manteniendo encendidas esas dos velas que, según el dicho popular, todo hombre se procura: una a San Miguel y otra al diablo. Hay que apagar la vela del diablo. Hemos de consumir nuestra vida haciendo que arda toda entera al servicio del Señor. Si nuestro afán de santidad es sincero, si tenemos la docilidad de ponernos en las manos de Dios, todo irá bien. Porque El está siempre dispuesto a darnos su gracia y, especialmente en este tiempo, la gracia para una nueva conversión, para una mejora de nuestra vida de cristianos.
“No podemos considerar esta Cuaresma como una época más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único: es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros –hoy, ahora- una gran mudanza.
“Ecce nunc tempus acceptabilis, ecce nunc dies salutis: este es el tiempo oportuno, que puede ser el día de la salvación. Otra vez se oyen los silbidos del buen Pastor, con esa llamada cariñosa: ego vocati te nomine tuo. Nos llama a cada uno por nuestro nombre, con el apelativo familiar con el que nos llaman las personas que nos quieren. La ternura de Jesús, por nosotros, no cabe en palabras. (…)
“Ecce nunc dies salutis, aquí está frente a nosotros, este día de salvación. La llamada del buen Pastor llega hasta nosotros: ego vocati te nomine tuo, te he llamado a ti, por tu nombre. Hay que contestar –amor con amor que paga- diciendo: ecce ego quia vocasti me, me has llamado y aquí estoy. Estoy decidió a que no pase este tiempo de Cuaresma como pasa el agua entre las piedras, sin dejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como El desea ser querido. (…)
“Pero en esta Cuaresma no podemos olvidar que querer ser servidores de Dios no es fácil. (…) En los momentos más dispares de la vida, en todas las situaciones, hemos de comportarnos como servidores de Dios, sabiendo que el Señor está con nosotros, que somos hijos suyos. Hay que ser conscientes de esa raíz divina, que está injertada en nuestra vida, y actuar en consecuencia. (…)
“El cristiano es realista, con un realismo sobrenatural y humano, que advierte todos los matices de la vida: el dolor y la alegría, el sufrimiento propio y el ajeno, la certeza y la perplejidad, la generosidad y la tendencia al egoísmo. El cristiano conoce todo y se enfrenta con todo, lleno de entereza humana y de la fortaleza que recibe de Dios.
“María, Madre nuestra, auxilium christianorum, refugium peccatorum: intercede ante tu Hijo, para que nos envíe el Espíritu Santo, que despierte en nuestros corazones la decisión de caminar con paso firme y seguro, haciendo sonar en lo más hondo de nuestra alma la llamada que llenó de paz el martirio de uno de los primeros cristianos: veni ad Patrem, ven vuelve a tu Padre, que te espera”.
Fuente: De una homilía de San Josemaría Escrivá, pronunciada el 2 de marzo de 1952, I Domingo de Cuaresma; en “Es Cristo que pasa”.
“No me gusta hablar del temor, porque lo que mueve al cristiano es la Caridad de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo y que nos enseña a amar a todos los hombres y a la creación entera; pero sí debemos hablar de responsabilidad, de seriedad. No queráis engañaros a vosotros mismos: de Dios nadie se burla, nos advierte el mismo Apóstol.
“Hay que decidirse. No es lícito vivir manteniendo encendidas esas dos velas que, según el dicho popular, todo hombre se procura: una a San Miguel y otra al diablo. Hay que apagar la vela del diablo. Hemos de consumir nuestra vida haciendo que arda toda entera al servicio del Señor. Si nuestro afán de santidad es sincero, si tenemos la docilidad de ponernos en las manos de Dios, todo irá bien. Porque El está siempre dispuesto a darnos su gracia y, especialmente en este tiempo, la gracia para una nueva conversión, para una mejora de nuestra vida de cristianos.
“No podemos considerar esta Cuaresma como una época más, repetición cíclica del tiempo litúrgico. Este momento es único: es una ayuda divina que hay que acoger. Jesús pasa a nuestro lado y espera de nosotros –hoy, ahora- una gran mudanza.
“Ecce nunc tempus acceptabilis, ecce nunc dies salutis: este es el tiempo oportuno, que puede ser el día de la salvación. Otra vez se oyen los silbidos del buen Pastor, con esa llamada cariñosa: ego vocati te nomine tuo. Nos llama a cada uno por nuestro nombre, con el apelativo familiar con el que nos llaman las personas que nos quieren. La ternura de Jesús, por nosotros, no cabe en palabras. (…)
“Ecce nunc dies salutis, aquí está frente a nosotros, este día de salvación. La llamada del buen Pastor llega hasta nosotros: ego vocati te nomine tuo, te he llamado a ti, por tu nombre. Hay que contestar –amor con amor que paga- diciendo: ecce ego quia vocasti me, me has llamado y aquí estoy. Estoy decidió a que no pase este tiempo de Cuaresma como pasa el agua entre las piedras, sin dejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de nuevo al Señor, queriéndole como El desea ser querido. (…)
“Pero en esta Cuaresma no podemos olvidar que querer ser servidores de Dios no es fácil. (…) En los momentos más dispares de la vida, en todas las situaciones, hemos de comportarnos como servidores de Dios, sabiendo que el Señor está con nosotros, que somos hijos suyos. Hay que ser conscientes de esa raíz divina, que está injertada en nuestra vida, y actuar en consecuencia. (…)
“El cristiano es realista, con un realismo sobrenatural y humano, que advierte todos los matices de la vida: el dolor y la alegría, el sufrimiento propio y el ajeno, la certeza y la perplejidad, la generosidad y la tendencia al egoísmo. El cristiano conoce todo y se enfrenta con todo, lleno de entereza humana y de la fortaleza que recibe de Dios.
“María, Madre nuestra, auxilium christianorum, refugium peccatorum: intercede ante tu Hijo, para que nos envíe el Espíritu Santo, que despierte en nuestros corazones la decisión de caminar con paso firme y seguro, haciendo sonar en lo más hondo de nuestra alma la llamada que llenó de paz el martirio de uno de los primeros cristianos: veni ad Patrem, ven vuelve a tu Padre, que te espera”.
Fuente: De una homilía de San Josemaría Escrivá, pronunciada el 2 de marzo de 1952, I Domingo de Cuaresma; en “Es Cristo que pasa”.
1 comentario:
Que tengas una buena cuaresma.
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