“Una de las intenciones del corazón de Jesús al instituir el sacramento de la Eucaristía, fue el que ella sea el pan celestial que conserve y aumente en nosotros la vida divina; pero aun hay otro fin que Cristo se propuso y complementa el primero: Qui manducat meam carnem et bibit meum sanguinem in me manet et ego in eo. “El que come mi carne y bebe mi sangre en mí mora, y yo en él”. ¿Qué quiere decir la palabra manera, “morar”?
“Morar en Cristo”, es, en primer lugar, tener parte por su gracia en su filiación divina; es ser uno con El, siendo como El hijo de Dios, aunque a título diverso. Es la unión primaria y fundamental, la que el mismo Cristo señala en la parábola de la viña: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que mora en mí y yo en él, da frutos abundantes”.
“Esa unión no es la única: “Morar” en Cristo, es hacerse uno con El en todo lo tocante a nuestra inteligencia, voluntad y acción. “Moramos” en Cristo por la inteligencia, al acatar por un acto de fe simple, puro e íntegro cuanto Cristo nos enseña (…) Por la fe respondemos “así es”, Amén, a cuanto el Verbo encarnado nos dice; creemos en su palabra, y de este modo, nuestra inteligencia se identifica con Cristo. La Sagrada Comunión nos hace morar en Cristo por la fe; no podemos recibirle si no aceptamos por fe cuanto El es y cuanto dice (…) Cristo es alimento de nuestra inteligencia al comunicarnos toda verdad.
“Morar en El es también someter nuestra voluntad a la suya y hacer que toda nuestra actividad sobrenatural dependa de su gracia. Es decir, que debemos permanecer en su amor, acatando reverentes su santísima voluntad: Si praecepta mea servaveritis, MANEBITIS IN DILECTIONE MEA, sicut et ego Patris mei praecepta servavi, et maneo in ejus dilectione. Es anteponer sus deseos a los nuestros, abrazar sus intereses, entregarnos a El enteramente, sin cálculo ni reserva alguna, pues no puede permanecer quien no es fijo y estable, con a confianza omnímoda de la esposa para con su esposo.
“Nuestro Señor también mora en el alma: Et ego in eo. (…) Cristo se da al alma para ser en ella, por medio de su gracia y la acción de su Espíritu, fuente y principio de toda su actividad interior. Et ego in eo; está en el alma, mora en ella, pero no inactivo; quiere obrar en ella, y cuando el alma se entrega de veras a El, a su voluntad, tan poderosa se manifiesta entonces la acción de Cristo, que esa alma llegará a buen seguro a la mayor perfección, según los designios que Dios tenga sobre ella. (…) El anhelo del alma es no hacer más que una cosa con el Amado; la Comunión, en la que el alma recibe a Cristo en alimento, realiza ese anhelo, transformando poco a poco al alma en Cristo”.
Fuente: Dom Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.
“Morar en Cristo”, es, en primer lugar, tener parte por su gracia en su filiación divina; es ser uno con El, siendo como El hijo de Dios, aunque a título diverso. Es la unión primaria y fundamental, la que el mismo Cristo señala en la parábola de la viña: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que mora en mí y yo en él, da frutos abundantes”.
“Esa unión no es la única: “Morar” en Cristo, es hacerse uno con El en todo lo tocante a nuestra inteligencia, voluntad y acción. “Moramos” en Cristo por la inteligencia, al acatar por un acto de fe simple, puro e íntegro cuanto Cristo nos enseña (…) Por la fe respondemos “así es”, Amén, a cuanto el Verbo encarnado nos dice; creemos en su palabra, y de este modo, nuestra inteligencia se identifica con Cristo. La Sagrada Comunión nos hace morar en Cristo por la fe; no podemos recibirle si no aceptamos por fe cuanto El es y cuanto dice (…) Cristo es alimento de nuestra inteligencia al comunicarnos toda verdad.
“Morar en El es también someter nuestra voluntad a la suya y hacer que toda nuestra actividad sobrenatural dependa de su gracia. Es decir, que debemos permanecer en su amor, acatando reverentes su santísima voluntad: Si praecepta mea servaveritis, MANEBITIS IN DILECTIONE MEA, sicut et ego Patris mei praecepta servavi, et maneo in ejus dilectione. Es anteponer sus deseos a los nuestros, abrazar sus intereses, entregarnos a El enteramente, sin cálculo ni reserva alguna, pues no puede permanecer quien no es fijo y estable, con a confianza omnímoda de la esposa para con su esposo.
“Nuestro Señor también mora en el alma: Et ego in eo. (…) Cristo se da al alma para ser en ella, por medio de su gracia y la acción de su Espíritu, fuente y principio de toda su actividad interior. Et ego in eo; está en el alma, mora en ella, pero no inactivo; quiere obrar en ella, y cuando el alma se entrega de veras a El, a su voluntad, tan poderosa se manifiesta entonces la acción de Cristo, que esa alma llegará a buen seguro a la mayor perfección, según los designios que Dios tenga sobre ella. (…) El anhelo del alma es no hacer más que una cosa con el Amado; la Comunión, en la que el alma recibe a Cristo en alimento, realiza ese anhelo, transformando poco a poco al alma en Cristo”.
Fuente: Dom Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.
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