“Tal vez pueda aclarar un poco en primer lugar el concepto de Participatio actuosa –“participación activa”-, que es en efecto una palabra clave en la Constitución de la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II. En él se alberga la idea de que la liturgia cristiana es en forma y esencia un proceso comunitario. La liturgia incluye la oración en la que se alternan el sacerdote y los fieles, la aclamación, la proclamación, la oración comunitaria. “Nosotros”, “Vosotros” y “Tú” son las fórmulas con las que se llama a las personas. El “yo” apareció sólo en oraciones aisladas y relativamente tardías. Pero si los textos litúrgicos están impregnados de “nosotros”, “vosotros” y “tú” y todo ello forma parte de un Actio (“Drama”), en el que el “guión” exige que todos actúen (…) Este fue el descubrimiento que suscitó una nueva presencia de las palabras y acciones antiguas en el movimiento litúrgico. (…) Pero naturalmente también una idea buena puede reducirse, hacerse unilateral y, debido a su simplificación, acabar perdiendo el sentido. Algunos pragmáticos de la reforma litúrgica parecían opinar que tendría que hacerse todo en alto y en común y así la liturgia sería atractiva y eficaz por si misma. Pero habían olvidado que las palabras pronunciadas también tienen un sentido, cuyo cumplimiento forma parte de la “participatio actuosa”. Se les había pasado por alto que el Actio no consiste sola y exclusivamente en un alternar el estar de pie, sentado o de rodillas, sino en procesos internos que constituyen el verdadero carácter dramático del todo.
“La palabra “oremos” es una invitación a la interiorización; en “levantemos el corazón” las palabras y el ponerse de pie son solamente “la punta del iceberg”. Lo verdadero acontece en lo profundo, que mira hacia las alturas. En la expresión “ved el Cordero de Dios” (en la liturgia en español no se nombra el verbo “ver”, sino que se dice simplemente: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado…”. Los comentarios sobre la acción de ver se refieren sólo al canon en alemán. N.d.T.) se hace alusión a un ver especial, que no se consigue con una simple mirada a la Sagrada Forma. Cuando se dejaba de lado esta dimensión interior, daba la impresión de que la liturgia se había vuelto todavía más “aburrida” e “incomprensible”, de modo que al final se vieron obligados a sustituir la Biblia por Marx y el sacramento por la fiesta, porque se quería conseguir el efecto de la liturgia de modo inmediato y por lo externo.
“Frente a la mera agitación superficial que se introdujo en algunos sitios, la antigua participación callada era mucho más realista y dramática: participar en la acción esencial de la comunidad de la fe y su marcha desde lo más profundo superando los fosos del silencio. Pero esto no dice nada en contra de la “participación activa” en el sentido ya mencionado, sino sólo contra su deformación. No existe un método infalible para que participe todo el mundo, y además siempre, del “Actio”. Incluso pienso que una de las ideas más determinantes, que se ha olvidado con el Concilio, es que no se puede establecer desde fuera el efecto de la liturgia. La fe conlleva un continuo proceso de educación y sólo en él adquieren las palabras su sentido. En el Evangelio, inmediatamente después de la profesión de fe de Cristo, encontramos este pasaje: “Y Él se puso a enseñarles” (Mc 9,29ss.). O sea, no hay una fórmula que hable por sí misma”.
Fuente: Ratzinger, Joseph: “La fiesta de la fe. Ensayo de Teología Litúrgica”. Bilbao: Desclée de Brouwer. 1999.
“La palabra “oremos” es una invitación a la interiorización; en “levantemos el corazón” las palabras y el ponerse de pie son solamente “la punta del iceberg”. Lo verdadero acontece en lo profundo, que mira hacia las alturas. En la expresión “ved el Cordero de Dios” (en la liturgia en español no se nombra el verbo “ver”, sino que se dice simplemente: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado…”. Los comentarios sobre la acción de ver se refieren sólo al canon en alemán. N.d.T.) se hace alusión a un ver especial, que no se consigue con una simple mirada a la Sagrada Forma. Cuando se dejaba de lado esta dimensión interior, daba la impresión de que la liturgia se había vuelto todavía más “aburrida” e “incomprensible”, de modo que al final se vieron obligados a sustituir la Biblia por Marx y el sacramento por la fiesta, porque se quería conseguir el efecto de la liturgia de modo inmediato y por lo externo.
“Frente a la mera agitación superficial que se introdujo en algunos sitios, la antigua participación callada era mucho más realista y dramática: participar en la acción esencial de la comunidad de la fe y su marcha desde lo más profundo superando los fosos del silencio. Pero esto no dice nada en contra de la “participación activa” en el sentido ya mencionado, sino sólo contra su deformación. No existe un método infalible para que participe todo el mundo, y además siempre, del “Actio”. Incluso pienso que una de las ideas más determinantes, que se ha olvidado con el Concilio, es que no se puede establecer desde fuera el efecto de la liturgia. La fe conlleva un continuo proceso de educación y sólo en él adquieren las palabras su sentido. En el Evangelio, inmediatamente después de la profesión de fe de Cristo, encontramos este pasaje: “Y Él se puso a enseñarles” (Mc 9,29ss.). O sea, no hay una fórmula que hable por sí misma”.
Fuente: Ratzinger, Joseph: “La fiesta de la fe. Ensayo de Teología Litúrgica”. Bilbao: Desclée de Brouwer. 1999.
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