“Hay, empero, una disposición general muy importante, que dimana de la naturaleza de la unión, y sirve admirablemente de preparación habitual a nuestra unión con Cristo, y muy particularmente a la perfección de esa unión: es la donación total de uno mismo a Jesucristo, renovada con frecuencia. Esa donación al Verbo hecho carne comenzó en el bautismo; allí, por vez primera, Cristo tomó posesión de nuestra alma, y nosotros empezamos por la gracia a asemejarnos a Dios y a vivir unidos a El. Pues bien, cuanto más fijos permanezcamos en esa disposición fundamental, que empezó en el Bautismo, de morir para el pecado y vivir para Dios, tanto más será nuestra preparación remota para recibir la abundancia de la gracia eucarística. Guardar apego al pecado venial, a imperfecciones deliberadas, a negligencias voluntarias, a infidelidades meditadas, son cosas que desagradan al Señor que viene a nosotros. (…)
“¿Qué es lo que impide a Cristo el identificarnos completamente con El cuando viene a nosotros? ¿Son tal vez nuestras flaquezas de cuerpo y espíritu, las miserias inherentes a nuestra condición de desterrados, las servidumbres, con que se halla esclavizada nuestra humana naturaleza? Ciertamente que no (…)
“Lo que pone trabas a la perfecta unión, son los hábitos malos, conocidos y no desaprobados, y a los que, por falta de generosidad, no nos atrevemos a tocar, así como el apego voluntario a nosotros mismos o a las criaturas: mientras no trabajemos eficazmente por desarraigar esos malos hábitos y por romper esas ligaduras a fuerza de una constante vigilancia sobre nosotros mismos y de la mortificación, Cristo no podrá hacernos participantes de la plenitud de su gracia. (…)
“Si un alma toma la resolución de corregirse de los malos hábitos que en sí halla; si seriamente se esfuerza por destruirlos; si se acerca a Cristo en la Comunión para hallar en El la fuerza que necesita para servirle de veras, tenga por cierto que el Señor la mirará con misericordia, bendecirá sus esfuerzos y la recompensará colmadamente.
“Cuando el Señor halla un alma así dispuesta, entregada del todo y sin reserva a su divino querer, compórtase respecto a ella con aquella virtud divina que, no encontrando obstáculo ninguno, obra maravillas de santidad. La carencia de esa dispositio unionis es la razón de que muchas almas adelanten tan poco en la perfección, aunque comulguen a menudo. (…) Pidamos al Señor que El mismo nos ayude a adquirir poco a poco esa disposición fundamental; es sumamente estimable, porque acomoda singularmente a nuestra alma a la acción del Sacramento de amor y unión divina”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.
“¿Qué es lo que impide a Cristo el identificarnos completamente con El cuando viene a nosotros? ¿Son tal vez nuestras flaquezas de cuerpo y espíritu, las miserias inherentes a nuestra condición de desterrados, las servidumbres, con que se halla esclavizada nuestra humana naturaleza? Ciertamente que no (…)
“Lo que pone trabas a la perfecta unión, son los hábitos malos, conocidos y no desaprobados, y a los que, por falta de generosidad, no nos atrevemos a tocar, así como el apego voluntario a nosotros mismos o a las criaturas: mientras no trabajemos eficazmente por desarraigar esos malos hábitos y por romper esas ligaduras a fuerza de una constante vigilancia sobre nosotros mismos y de la mortificación, Cristo no podrá hacernos participantes de la plenitud de su gracia. (…)
“Si un alma toma la resolución de corregirse de los malos hábitos que en sí halla; si seriamente se esfuerza por destruirlos; si se acerca a Cristo en la Comunión para hallar en El la fuerza que necesita para servirle de veras, tenga por cierto que el Señor la mirará con misericordia, bendecirá sus esfuerzos y la recompensará colmadamente.
“Cuando el Señor halla un alma así dispuesta, entregada del todo y sin reserva a su divino querer, compórtase respecto a ella con aquella virtud divina que, no encontrando obstáculo ninguno, obra maravillas de santidad. La carencia de esa dispositio unionis es la razón de que muchas almas adelanten tan poco en la perfección, aunque comulguen a menudo. (…) Pidamos al Señor que El mismo nos ayude a adquirir poco a poco esa disposición fundamental; es sumamente estimable, porque acomoda singularmente a nuestra alma a la acción del Sacramento de amor y unión divina”.
Fuente: Dom Columba Marmión: Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.
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