miércoles, 10 de diciembre de 2008

Cuando las pilas se agrietaron...

Me ha sucedido en más de una oportunidad que al poner mis dedos en las pilas ubicadas a la entrada de nuestros templos, mi mano ha chocado en la dureza de la piedra o el mármol... ¡La pila estaba seca! Me ocurrió hace poco en un principal templo de Valparaíso y en ...¡mi parroquia!, aunque en esta es habitual que esté en esta condición de sequedad. Una vez le hice la observación al encargado, y me manifestaba que no le ponía agua porque los niños jugaban con ella...
La costumbre de persignarse al entrar al templo para saludar al Santísimo con la respectiva genuflexión, nos la enseñaron desde pequeño, más aún si iba unida con una jaculatoria como : “Que esta agua nos recuerde nuestro nacimiento en Cristo”. Efectivamente, cada vez que hago la señal de la cruz habiendo untado mis dedos en la pila de agua bendita recuerdo el día en que nací a la vida nueva de los hijos de Dios por medio de las aguas del bautismo...
Nuestra hermana el agua desde siempre estuvo unidad por el querer de Dios a la Historia de la Salvación, y su presencia es constante a lo largo de las páginas de la Sagrada Escritura, desde el Génesis al Apocalipsis.
En la liturgia tradicional antes del inicio de la Sancta Missa el sacerdote realiza el rito del asperges del pueblo fiel, rezando esta oración: “Aspérges me, Domine, hisopo, et mundábor: lavábis me, et super nivem dealbábor” (Me rociarás con tu hisopo, Señor, y seré limpio; me lavarás y quedaré más blanco que la nieve”). Y cada año en la vigilia pascual se bendice el agua de la pila bautismal en que recibirán el sacramento los nuevos catecúmenos..., y al final de nuestros días, el último rito que realiza el celebrante sobre el cuerpo mortal es la aspersión de este con el hisopo...
Las pilas para hacer la señal de la cruz estén secas... y la sequedad lleva al agrietamiento, al resquebrajamiento... Mutatis mutandi, a la sequedad de nuestros espíritus al resquebrajamiento de nuestra vida espiritual... Esta siempre la hemos fortalecido con pequeños detalles, como el persignarse con agua bendita al salir por la mañana de nuestras casas, pidiendo e implorando los auxilios divinos, pues en las casas había cerca de la puerta una piletita que nos servía para consagrarle al Señor nuestro día... Y recordando que de la cruz de Cristo desciende esa agua que sacia la sed del espíritu y purifica el corazón...“Vidi aquam egrediéntam de templo a látere dextro, allelúia; et omnes ad quos pervénit aqua ista salvi facti sunt et dicent: allelúia, allelúia! (Vi el agua que salía del Templo, del lado derecho, aleluya, y todos los que tocó esta agua se han salvado y cantan: aleluya, aleluya)”.

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