En el libro de inventarios y copias de escrituras, el presbítero Galaz escribió en 1908: “Al costado de la Casa Parroquial se encuentra un sitio ocupado por los escombros de la que fue iglesia destruida totalmente por el terremoto de 1906, en 16 de agosto, actualmente se demuelen los muros aún en pie que eran de ladrillo con barro, dentro se guarda el altar mayor de mármol, enteramente estropeado por la caída de la techumbre y muralla encima”. En el mismo libro, se encuentra la relación redactada con fecha 29 de noviembre de 1911 en que se da cuenta de la nueva construcción de la Iglesia Parroquial actual:
“La iglesia ha sido edificada sobre los antiguos cimientos y se la ha agregado el ábside del fondo. La construcción es de fierro y cemento armado. Mide cuarenta y siete metros de largo; diez metros de ancho; el alto general diez metros en los muros; dos capillas a los costados del presbiterio formando cruz de seis metros de ancho por seis de largo y siete de alto; a la entrada de la puerta principal hay dos capillas; una sirve de baptisterio y en la otra está la escala de subida al coro con tres descansos y plataforma arriba, toda de madera de pino y varanda (sic).
“El encielado de la Iglesia es de tabla de pino compuesta con tijerales armados al descubierto y consolas, formando arquería, estilo inglés. El piso del presbiterio, pórtico, capillas del frontis, pasillo del centro y de las puertas laterales, que forman cruz es de ladrillo de composición, negro y blanco, quedando cuatro cuadros, cuyo piso es entablado con raulí sobre durmientes de roble y soleras de cemento y con ventiladores; las dos capillas cabezales están entabladas con pino, como asimismo el cielo con tablas y soleras (...) de pino descubierto”.
En este mismo inventario el cura Galaz se refiere al altar mayor con estos términos: “El altar mayor es el mismo de precioso y rico mármol que existía antes, destruido por el terremoto y restaurado totalmente, imitando con yeso, cemento y pintura los pedazos de molduras o mármoles perdidos en los escombros”. Entre los católicos de Casablanca siempre ha sido una certeza, la tradición de que el altar de mármol de Carrara iba destinado a la catedral de Santiago; sin embargo, la carreta que lo llevaba quedó detenida en el valle de Acuyo y el altar fue a dar a la parroquia. Como dato significativo, en el nº 39 del inventario se indica de la existencia de “dos ángeles adoradores grandes de yeso pintados y /alas/ doradas de yeso, nuevos”. Pues bien, estos ángeles permanecieron en el templo hasta el terremoto del 3 de marzo de 1985, el que finalmente los destruyó. El presbítero José Miguel Galaz anotó el 9 de julio de 1915: “Con esta fecha hice entrega del presente libro de inventarios de la Parroquia de Casablanca y sus capillas de Lo Vásquez, Peñuelas, San José y Las Dichas a mi sucesor Pbro. Don Jerónimo Ordóñez”.
Monseñor Eladio Lazcano levantó la torre, que hasta hace poco era el único referente en altura de la ciudad. Los últimos grandes arreglos al interior del templo los efectuó el padre Jaime Ringeling. Este párroco dejó establecidas durante sus funciones varias capillas como la de la Villa Santa Bárbara en la ciudad, y las de Melosilla y La Vinilla, entre otras en la zona rural. En los últimos años, el templo se ha visto enriquecido, además, con dos hermosos vitrales laterales, uno dedicado a Santa Teresa de Los Andes, y el otro a San Alberto Hurtado.
Otro dato histórico interesante de consignar es que el 9 de junio de 1993 al tomar posesión de la diócesis de Valparaíso, monseñor Jorge Medina Estévez hizo su ingreso oficial a la misma a través de nuestra parroquia. Ese día fue recibido por el Obispo auxiliar de Valparaíso, monseñor Javier Prado Aránguiz y por el entonces cura párroco, Jaime Ringeling Leigh y el diácono Eddie Morales en una sobria ceremonia en el templo parroquial, en que el cardenal Medina oró ante el Santísimo y procedió a autentificar una nota testimonial. Terminado este acto, el cardenal se dirigió al Santuario de Virgen de Lo Vásquez y desde allí a la toma de posesión en la Catedral de Valparaíso. Al cardenal Medina le cupo el honor de anunciar al mundo la elección del Papa Benedicto XVI.
“La iglesia ha sido edificada sobre los antiguos cimientos y se la ha agregado el ábside del fondo. La construcción es de fierro y cemento armado. Mide cuarenta y siete metros de largo; diez metros de ancho; el alto general diez metros en los muros; dos capillas a los costados del presbiterio formando cruz de seis metros de ancho por seis de largo y siete de alto; a la entrada de la puerta principal hay dos capillas; una sirve de baptisterio y en la otra está la escala de subida al coro con tres descansos y plataforma arriba, toda de madera de pino y varanda (sic).
“El encielado de la Iglesia es de tabla de pino compuesta con tijerales armados al descubierto y consolas, formando arquería, estilo inglés. El piso del presbiterio, pórtico, capillas del frontis, pasillo del centro y de las puertas laterales, que forman cruz es de ladrillo de composición, negro y blanco, quedando cuatro cuadros, cuyo piso es entablado con raulí sobre durmientes de roble y soleras de cemento y con ventiladores; las dos capillas cabezales están entabladas con pino, como asimismo el cielo con tablas y soleras (...) de pino descubierto”.
En este mismo inventario el cura Galaz se refiere al altar mayor con estos términos: “El altar mayor es el mismo de precioso y rico mármol que existía antes, destruido por el terremoto y restaurado totalmente, imitando con yeso, cemento y pintura los pedazos de molduras o mármoles perdidos en los escombros”. Entre los católicos de Casablanca siempre ha sido una certeza, la tradición de que el altar de mármol de Carrara iba destinado a la catedral de Santiago; sin embargo, la carreta que lo llevaba quedó detenida en el valle de Acuyo y el altar fue a dar a la parroquia. Como dato significativo, en el nº 39 del inventario se indica de la existencia de “dos ángeles adoradores grandes de yeso pintados y /alas/ doradas de yeso, nuevos”. Pues bien, estos ángeles permanecieron en el templo hasta el terremoto del 3 de marzo de 1985, el que finalmente los destruyó. El presbítero José Miguel Galaz anotó el 9 de julio de 1915: “Con esta fecha hice entrega del presente libro de inventarios de la Parroquia de Casablanca y sus capillas de Lo Vásquez, Peñuelas, San José y Las Dichas a mi sucesor Pbro. Don Jerónimo Ordóñez”.
Monseñor Eladio Lazcano levantó la torre, que hasta hace poco era el único referente en altura de la ciudad. Los últimos grandes arreglos al interior del templo los efectuó el padre Jaime Ringeling. Este párroco dejó establecidas durante sus funciones varias capillas como la de la Villa Santa Bárbara en la ciudad, y las de Melosilla y La Vinilla, entre otras en la zona rural. En los últimos años, el templo se ha visto enriquecido, además, con dos hermosos vitrales laterales, uno dedicado a Santa Teresa de Los Andes, y el otro a San Alberto Hurtado.
Otro dato histórico interesante de consignar es que el 9 de junio de 1993 al tomar posesión de la diócesis de Valparaíso, monseñor Jorge Medina Estévez hizo su ingreso oficial a la misma a través de nuestra parroquia. Ese día fue recibido por el Obispo auxiliar de Valparaíso, monseñor Javier Prado Aránguiz y por el entonces cura párroco, Jaime Ringeling Leigh y el diácono Eddie Morales en una sobria ceremonia en el templo parroquial, en que el cardenal Medina oró ante el Santísimo y procedió a autentificar una nota testimonial. Terminado este acto, el cardenal se dirigió al Santuario de Virgen de Lo Vásquez y desde allí a la toma de posesión en la Catedral de Valparaíso. Al cardenal Medina le cupo el honor de anunciar al mundo la elección del Papa Benedicto XVI.
El Cardenal Medina, Pbro. Don Jaime Ringeling y el Diác. Eddie Morales. Al fondo Msr. Javier Prado.
También desde el punto de vista histórico, nuestra parroquia y la ciudad misma están indisolublemente unidas a la figura de San Alberto Hurtado Cruchaga, pues como es bien sabido en los Perales de Tapihue pasó parte de su infancia el sacerdote jesuita. “Los cuatro años en Casablanca, más los largos períodos que pasaría luego en fundos de sus parientes, mantuvieron a Alberto Hurtado muy próximo a la vida campesina... Su costumbre de llamar patroncito a la gente en forma familiar /.../ tiene un obvio origen campesino”. Lo más probable es que, en más de una oportunidad, haya pasado a orar al templo parroquial en sus habituales visitas a casa de sus parientes en los campos de Casablanca.
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