sábado, 29 de noviembre de 2008

El tiempo de la Plegaria Litúrgica (1ª parte).

El Año Litúrgico.


Año litúrgico es el círculo de épocas religiosas y fiesta que comienzan el primer domingo de Adviento y terminan el sábado siguiente al domingo 24 de Pentecostés.
En la liturgia romana podemos distinguir dos ciclos: semanal y anual. En la semanal se conmemora la obra de la Creación y en el anual le de la Redención. El ciclo semanal nos ofrece un carácter trinitario, mientras que el anual lo tiene soteriológico y escatológico, aunque ambos se dirigen a glorificar a Dios; fuente de poder e infinita santidad que resplandece también en sus santos, los cuales, como estrellas alumbran el ciclo litúrgico de la Iglesia.
El día litúrgico comienza por la tarde a la hora de vísperas y no a media noche como el día natural.
El año litúrgico no comienza el 1º de enero, sino el primer Domingo de Adviento; se divide en dos partes: ciclo de Navidad y ciclo de Pascua, en cada uno de los cuales se conmemoran los dos misterios: el de la Encarnación, en el primero, y el de la Redención, en el segundo.
Ambos ciclos tienen tiempos que preceden, acompañan y siguen a estas dos grandes festividades alrededor de las cuales gira todo el año litúrgico.

Ciclo de Navidad.

El ciclo de navidad
tiene como preparación el Adviento, que consta de cuatro semanas que preceden al Nacimiento de Jesucristo, durante el cual suspiramos por su venida como lo hicieron los profetas y patriarcas. La Iglesia nos presenta en la Liturgia el estado lastimoso “de una gente pecadora, de una raza maligna, de unos hijos malvados que han abandonado al Señor” (Isaías, cap. 1) y a la vez nos anuncia al “Admirable Consejero, Dios fuerte, Príncipe de la Paz” (Isaías, cap. 9).
Adviento. Las misas de estos domingos conservan el Aleluya, signo de alegría, y en el tercer Domingo llamado Gaudete, canta la Iglesia: Alegraos siempre en el Señor. Os lo vuelvo a decir, alegraos. El Señor está cerca; no os apuréis por nada y en el cuarto Domingo pide: que los cielos viertan su rocío y las nubes lluevan al Justo: Abrase la tierra y germine el Salvador. En este tiempo debemos esperar a Cristo que vino por mí, que por el bautismo vino a mí y que realmente vino para mí.
Témporas. Se llaman Témporas a cuatro pequeñas partes del año en cuyos días ha establecido la Iglesia oficios especiales acompañados de ayuno y abstinencia, queriendo así santificar las cuatro estaciones del año.
Témporas de Adviento. Eran las más importantes de todas las Témporas porque sólo en éstas se ordenaban diáconos y sacerdotes. Se celebraban en la tercera semana de Adviento. El miércoles se proclamaban los nombres de los candidatos por si alguno conocía algo indigno en los ordenados. Los fieles se unían al obispo en la oración y ayuno durante estos días, asistían a la misa única que se celebraba en distinta iglesia de Roma (era misa estacional) y el sábado, o más bien en la noche, se celebraba la “vigilia”, con doce estaciones de Isaías y Daniel, hoy reducidas a cinco, y tenían lugar las ordenaciones.

Extraído de Nociones de Liturgia de Juan Ruano Ramos.
Una Voce Sevilla.

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