UN RECORRIDO POR LAS CEREMONIAS DE LA MISA, HISTORIA, SIGNIFICADO Y ACTUALIDAD DE LA FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO.
Conferencia pronunciada por el Rvdo. P. D. José Calvín Torralbo (FSSP) en la ciudad de Sevilla, el 4 de enero de 2009, festividad del Santísimo Nombre de Jesús.
Todo aquel que se acerca sin prejuicios y con un mínimo de interés a la liturgia tradicional, experimenta una sensación análoga a la que se siente al visitar una de las numerosas y antiguas catedrales que jalonan nuestra geografía.
No es lo mismo y no tiene nada que ver con la visita de un museo. El museo es una colección de objetos muertos, retirados de la vida. Nada siente el alma al entrar en un museo, si no es la melancolía de lo pasado.
Por el contrario la liturgia inmemorial es una realidad viva hoy como ayer. Sus palabras y sus ritos nos ponen en contacto con las pasadas generaciones y suscitan en el alma del creyente un sentimiento de “comunión” con la Iglesia de todos los tiempos.
Porque el rito que vamos a recorrer no ha sido la obra ni de un solo hombre ni de un solo día. En palabras de Pablo VI, “la ordenación general (del misal de S. Pío V) remonta, en lo esencial, a S. Gregorio Magno” (1). El cardenal Ratzinger (hoy Benedicto XVI) explica que, de hecho, no existe una liturgia tridentina y que esta expresión no era usada por nadie antes de 1965. Y añade que, en sentido estricto, tampoco existe un Misal de san Pío V. El Misal publicado en 1570 por orden de S. Pío V, salvo en pequeños detalles no se diferencia en nada del primer misal impreso un siglo antes, el cual a su vez era copia de los misales manuscritos usados en la curia romana (2).
En su célebre libro “El sacrificio de la Misa” el gran liturgista Jugmann decía:
“La ejecución de esta obra (la liturgia de la Misa) ha sido un proceso de lenta evolución que ha durado muchos siglos. De ahí que, lo mismo que un edificio construido a lo largo de centurias, la liturgia de la Misa, ni en su conjunto ni en sus diversas partes, presenta una idea simple arquitectónica. (…) Podríamos compararla a un vetusto y milenario castillo que, con sus tortuosos pasadizos y angostas escaleras, con sus altas torres y extensos salones, causa extrañeza a quien lo visita. Sin duda es más fácil vivir en un moderno chalecito. Pero hay en la vetustaconstrucción un aire de nobleza incomparable. En sus muros alientan ideales arquitectónicos de muchas generaciones, junto a la herencia espiritual de los siglos pasados.” (3)
Vamos pues a comenzar nuestro “recorrido” por éste edificio venerable, legado de nuestros mayores, cuyas puertas han sido reabiertas a todos por el Papa Benedicto XVI para que nuestra generación tenga la posibilidad de conocer el patrimonio litúrgico que nos transmitieron nuestros mayores.
La visita de un edificio comienza por el exterior. La fachada es lo primero que aparece a nuestra vista, y nos da una idea del edificio que vamos a visitar.
La fachada de la liturgia clásica se compone de dos elementos: por un lado el latín; por otro la orientación del altar.
Es curioso que, en teoría, ninguno de éstos dos elementos son exclusivos de la forma extraordinaria. En teoría la misa de Pablo VI puede ser celebrada en latín y de cara al altar. Pero una tal práctica es inusitada. De manera que el uso del latín y la celebración de cara al altar son los elementos que “saltan a la vista” y que permiten a la masa de los fieles identificar la forma extraordinaria respecto a la forma ordinaria.
Próximo capítulo "LA ORIENTACION DEL ALTAR".
(1) Pablo VI, Constitución apostólica Missale Romanum, 3 abril 1969.
(2) Josph Ratzinger, La célébration de la foi, éditions Téqui, Paris 1995.
(3) Jungmann, El sacrificio de la Misa, B.A.C., Madrid 1963, pag. 15-16
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