“En el último día, cuando aparezcamos delante de Dios, no podremos decirle: Dios mío, he tenido grandes dificultades que vencer, triunfar era imposible, mis muchas faltas me desalentaban, porque Dios nos respondería: “Hubiera sido verdad, si te hubieras encontrado solo, pero yo te he dado a mi Hijo Jesús; El lo ha expiado, lo ha salvado todo; en su sacrificio hallas todas las satisfacciones que yo tenía derecho a reclamar por todos los pecados del mundo; todo lo mereció por ti en su muerte, ha sido tu redención y con ella mereció ser tu justificación, tu sabiduría, tu santidad; en El debieras haberte apoyado; en mi pensamiento divino, Jesús no es sólo tu salvación, sino también la fuente de tu fortaleza, porque todas sus satisfacciones, todos sus méritos, todas sus riquezas, que son infinitas, eran tuyas desde el bautismo, y desde que sentó a mi diestra, ofrecíame sin cesar por ti los frutos de su sacrificio; en El debieras haberte apoyado, pues por El yo te hubiera dado sobreabundantemente la fuerza para vencer todo mal, como El mismo me lo pidió: Rogo ut serves eos a malo; te hubiera colmado de todos los bienes, pues por ti y no por Sí mismo me interpela sin cesar.
“¡Ah, si conociésemos el valor infinito del don de Dios! Si scires donum Dei!, y sobre todo, ¡si tuviésemos fe en los inmensos méritos de Jesús, pero una fe viva, práctica, que nos llenase de una confianza invencible en la oración, de entrega total en las necesidades de nuestra alma! Entonces, imitando a la Iglesia, que en su liturgia repite esta fórmula cada vez que dirige a Dios una oración, nada pediríamos que no fuera en su nombre, porque ese mediador siempre vivo, reina en Dios con el Padre y el Espíritu Santo: Per Dominum nostrum Jesum Christum, qui tecum vivit et regnat.
“Si viviésemos de estas verdades, nuestra vida sería un cántico nunca interrumpido de alabanza, de acción de gracias a Dios, por el don inestimable que nos ha hecho en su Hijo Jesucristo: Gratias Deo super inenarrabili dono ejus”.
Fuente: Dom Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.
“¡Ah, si conociésemos el valor infinito del don de Dios! Si scires donum Dei!, y sobre todo, ¡si tuviésemos fe en los inmensos méritos de Jesús, pero una fe viva, práctica, que nos llenase de una confianza invencible en la oración, de entrega total en las necesidades de nuestra alma! Entonces, imitando a la Iglesia, que en su liturgia repite esta fórmula cada vez que dirige a Dios una oración, nada pediríamos que no fuera en su nombre, porque ese mediador siempre vivo, reina en Dios con el Padre y el Espíritu Santo: Per Dominum nostrum Jesum Christum, qui tecum vivit et regnat.
“Si viviésemos de estas verdades, nuestra vida sería un cántico nunca interrumpido de alabanza, de acción de gracias a Dios, por el don inestimable que nos ha hecho en su Hijo Jesucristo: Gratias Deo super inenarrabili dono ejus”.
Fuente: Dom Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.
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