viernes, 13 de marzo de 2009

Reflexiones cuaresmales I.

Durante el rito litúrgico del Miércoles de Ceniza, el sacerdote, al imponernos las cenizas, pronuncia unas palabras que constituyen una llamada urgente a examinarnos: acuérdate de que eres polvo y al polvo has de volver. Así reza una de las fórmulas previstas. Es un recuerdo muy expresivo de nuestra condición de criaturas mortales: llegará el momento en el que el Señor nos llamará a su presencia, juzgará nuestros pensamientos, palabras y acciones, y nos dará la recompensa —de gloria, de purificación o de condena— que haya merecido nuestra existencia.La consideración de esta realidad no ha de asustarnos, sino movernos a dolor por nuestras faltas, a propósitos de mejora y a la alegría del encuentro definitivo con la Trinidad. Lo recuerda el Santo Padre en su última carta encíclica: ya desde los primeros tiempos, la perspectiva del Juicio ha influido en los cristianos, también en su vida diaria, como criterio para ordenar la vida presente, como llamada a su conciencia y, al mismo tiempo, como esperanza en la justicia de Dios.Es lo que pone de manifiesto la otra fórmula que puede emplearse en ese rito: convertíos y creed en el Evangelio. Somos pecadores, necesitados del perdón de Dios; por eso, se nos invita a un cambio profundo, a enderezar el rumbo de nuestra peregrinación terrena hacia la meta definitiva: la felicidad eterna con Dios. Deseo que, con un sentido de optimismo, veamos en estas palabras la exigencia de mejorar día tras día: si mantenemos esa pelea, para nosotros el Juez divino no será Juez —en el sentido austero de la palabra— sino simplemente Jesús "nuestro" Jesús: un Dios que perdona.Meditemos, por tanto, lo que escribió San Josemaría: considerad esta maravilla del cuidado de Dios con nosotros, dispuesto siempre a oírnos, pendiente en cada momento de la palabra del hombre. En todo tiempo —pero de un modo especial ahora, porque nuestro corazón está bien dispuesto, decidido a purificarse—, Él nos oye, y no desatenderá lo que pide un corazón contrito y humillado (Sal 50, 19).
Fuente: Carta de Mons. Javier Echevarría. (2008).

No hay comentarios: