“Contemplemos un poco esta intervención de los ángeles en la vida de Jesús, porque así entenderemos mejor su papel –la misión angélica- en toda vida humana. La tradición cristiana describe a los Ángeles Custodios como a unos grandes amigos, puestos por Dios al lado de cada hombre, para que acompañen en sus caminos. Y por eso nos invita a tratarlos, a acudir a ellos.
“La Iglesia, al hacernos meditar estos pasajes de la vida de Cristo, nos recuerda que, en el tiempo de Cuaresma, en el que nos reconocemos pecadores, llenos de miserias, necesitados de purificación, también cabe la alegría. Porque la Cuaresma es simultáneamente tiempo de fortaleza y de gozo: hemos de llenarnos de aliento ya que la gracia del Señor no nos faltará, porque Dios estará a nuestro lado y enviará a sus Ángeles, para que sean nuestros compañeros de viaje, nuestros prudentes consejeros a lo largo del camino, nuestros colaboradores en todas nuestras empresas. In manibus portabuntte, ne forte offendas ad lapidem pedem tuum, sigue el salmo: los Ángeles te llevarán con sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra alguna.
“Hay que saber tratar a los Ángeles. Acudir a ellos ahora, decir a tu Ángel Custodio que esas aguas sobrenaturales de la Cuaresma no han resbalado sobre tu alma, sino que han penetrado hasta lo hondo, porque tienes el corazón contrito. Pídeles que lleven al Señor esa buena voluntad, que la gracia ha hecho germinar de nuestra miseria, como un lirio nacido en el estercolero. Sancti Angeli, Custodes nostri: defendite nos in proelio, ut non pereamus in tremendo iudicio. Santos Ángeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo juicio.
“¿Cómo se explica esa oración confiada, ese saber que no pereceremos en la batalla? Es un convencimiento que arranca de una realidad que nunca me cansaré de admirar: nuestra filiación divina. El Señor que, en esta Cuaresma, pide que nos convirtamos no es un Dominador tiránico, ni un Juez rígido e implacable: es nuestro Padre. Nos habla de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras faltas de generosidad: pero es para librarnos de ellos, para prometernos su Amistad y su Amor. La conciencia de nuestra filiación divina de alegría a nuestra conversión: nos dice que estamos volviendo a la casa del Padre”.
Fuente: San Josemaría Escrivá: “Es Cristo que pasa”. Homilía 1952.
“La Iglesia, al hacernos meditar estos pasajes de la vida de Cristo, nos recuerda que, en el tiempo de Cuaresma, en el que nos reconocemos pecadores, llenos de miserias, necesitados de purificación, también cabe la alegría. Porque la Cuaresma es simultáneamente tiempo de fortaleza y de gozo: hemos de llenarnos de aliento ya que la gracia del Señor no nos faltará, porque Dios estará a nuestro lado y enviará a sus Ángeles, para que sean nuestros compañeros de viaje, nuestros prudentes consejeros a lo largo del camino, nuestros colaboradores en todas nuestras empresas. In manibus portabuntte, ne forte offendas ad lapidem pedem tuum, sigue el salmo: los Ángeles te llevarán con sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra alguna.
“Hay que saber tratar a los Ángeles. Acudir a ellos ahora, decir a tu Ángel Custodio que esas aguas sobrenaturales de la Cuaresma no han resbalado sobre tu alma, sino que han penetrado hasta lo hondo, porque tienes el corazón contrito. Pídeles que lleven al Señor esa buena voluntad, que la gracia ha hecho germinar de nuestra miseria, como un lirio nacido en el estercolero. Sancti Angeli, Custodes nostri: defendite nos in proelio, ut non pereamus in tremendo iudicio. Santos Ángeles Custodios: defendednos en la batalla, para que no perezcamos en el tremendo juicio.
“¿Cómo se explica esa oración confiada, ese saber que no pereceremos en la batalla? Es un convencimiento que arranca de una realidad que nunca me cansaré de admirar: nuestra filiación divina. El Señor que, en esta Cuaresma, pide que nos convirtamos no es un Dominador tiránico, ni un Juez rígido e implacable: es nuestro Padre. Nos habla de nuestros pecados, de nuestros errores, de nuestras faltas de generosidad: pero es para librarnos de ellos, para prometernos su Amistad y su Amor. La conciencia de nuestra filiación divina de alegría a nuestra conversión: nos dice que estamos volviendo a la casa del Padre”.
Fuente: San Josemaría Escrivá: “Es Cristo que pasa”. Homilía 1952.
No hay comentarios:
Publicar un comentario