viernes, 6 de marzo de 2009

Jesucristo, autor de nuestra redención V.

“Verdad es que ahora, Cristo ya no merece más (no siendo posible el mérito sino hasta el instante de la muerte); pero sus méritos está adquiridos y sus satisfacciones permanecen. Porque “este Pontífice, por ser eterno, posee un sacerdocio que no tiene fin; de aquí que pueda salvar para siempre a aquellos que por El se acercan a Dios”. San Pablo insiste particularmente en mostrar que Cristo en su calidad de Pontífice Supremo, sigue actual e incesantemente intercediendo en el cielo por nosotros.
“Jesús subió al cielo como precursor nuestro”: Praecursor pro nobis introivit Jesus. Si está sentado a la diestra de su Padre, es “para interceder por nosotros”: Ut appareat nunc vultui Dei pro nobis. “Siempre vivo, intercede por nosotros sin cesar”: Semper vivens, ad interpellandum pro nobis. Sin descanso, Cristo muestra continuamente a su Padre las cicatrices que ha conservado de sus llagas; porque El es nuestro Jefe, hace valer sus méritos en nuestro favor, y porque es digno de ser siempre escuchado de su Padre, su oración surte efecto sin cesar: Pater, sciebam quia Semper me audis. ¿Qué confianza tan ilimitada no debemos tener en tal Pontífice, que es el Hijo muy amado de su Padre, y ha sido nombrado por El nuestro jefe y nuestra cabeza, que nos da parte en todos sus méritos y en todas sus satisfacciones?
“Sucede a veces que cuando gemimos bajo el peso de nuestras flaquezas, de nuestras miserias, de nuestras faltas, prorrumpimos con el Apóstol: “Desgraciado de mí; siento en mí una doble ley: la ley de la concupiscencia que me arrastra hacia el mal, y la ley de Dios que me empuja hacia el bien. ¿Quién me librará de esta lucha? ¿Quién me dará la victoria?” Escuchad la respuesta de San Pablo: Gratia Dei per Jesum Christum Dominum nostrum. “La gracia de Dios que nos ha sido merecida y dada por Jesucristo nuestro Señor”. En Jesucristo hallamos todo lo necesario para salir victoriosos aquí abajo, en espera del triunfo final en la gloria.
“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono” de Aquel que es la fuente “de la gracia”; porque si así lo hacemos, “obtendremos misericordia”.
Fuente: Dom Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma. Conferencias espirituales. 1917.

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