“Hay otro símil muy frecuente en la pluma de San Pablo, y, si cabe, todavía más expresivo, ya que lo toma de la vida misma, y sobre todo porque nos da un concepto más profundo de la Iglesia, manifestando las relaciones más íntimas que existen entre ella y Cristo. Estas relaciones se resumen en la frase del Apóstol: “La Iglesia es un cuerpo y Cristo es su cabeza”.
“Formamos con Cristo un cuerpo que va desarrollándose y debe llegar a su plena perfección. Como lo veis, no se trata aquí del cuerpo natural, físico, de Cristo, nacido de la Virgen María; ese cuerpo alcanzó mucho ha el desarrollo completo; desde que salió vivo y glorioso del sepulcro, el cuerpo de Cristo no es ya capaz de crecimiento, pues posee la plenitud de la perfección que le compete.
“Pero, como dice San Pablo, hay otro cuerpo que Cristo se va formando al correr de los siglos; ese cuerpo es la Iglesia, son las almas que, por gracia, viven la vida de Cristo. Esas almas constituyen juntas con Cristo un cuerpo místico cuya cabeza es Cristo. “Cristo se va formando con nosotros”, y “nosotros debemos crecer con El”. Esta idea sonríe extraordinariamente al gran Apóstol, que la subraya, comparando la unión de Cristo y de la Iglesia a la que media en el organismo humano entre la cabeza y el cuerpo (…) En otra parte llama a la Iglesia “complemento de Cristo”, como los miembros son complemento del organismo, y concluye: “Sois todos uno en Cristo”.
“La Iglesia forma, pues, un solo ser con Cristo. Según la bella expresión de San Agustín, eco fiel de San Pablo, Cristo no puede concebirse cumplidamente sin la Iglesia; son inseparables, del mismo modo que la cabeza es inseparable del cuerpo vivo. Cristo y su Iglesia forman un solo ser colectivo, el Cristo total: TOTUS CHRISTUS caput et corpus est: Caput Unigenitus Dei Filius et corpus ejus Ecclesia. ¿Por qué es Cristo cabeza y jefe de la Iglesia? Porque el Hijo de Dios posee la primacía. Ante todas las cosas, la primacía de honor: Deus exaltavit illum et donavit illi nomen quod est super omne nomen: “Dios otorgó a su Hijo un nombre sobre todo nombre para que toda rodilla se le doble”; luego la primacía de autoridad: Data est mihi omnis potestas: “Todo poder me ha sido dado”; pero sobre todo una primacía de vida, de influencia interior: Deus omnia subjecit sub pedibus ejus et ipsum dedit caput supra omnem Ecclesiam: “Dios se lo ha sometido todo, e hizo de El cabeza de la Iglesia”.
Fuente: Don Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma”. 1917.
“Formamos con Cristo un cuerpo que va desarrollándose y debe llegar a su plena perfección. Como lo veis, no se trata aquí del cuerpo natural, físico, de Cristo, nacido de la Virgen María; ese cuerpo alcanzó mucho ha el desarrollo completo; desde que salió vivo y glorioso del sepulcro, el cuerpo de Cristo no es ya capaz de crecimiento, pues posee la plenitud de la perfección que le compete.
“Pero, como dice San Pablo, hay otro cuerpo que Cristo se va formando al correr de los siglos; ese cuerpo es la Iglesia, son las almas que, por gracia, viven la vida de Cristo. Esas almas constituyen juntas con Cristo un cuerpo místico cuya cabeza es Cristo. “Cristo se va formando con nosotros”, y “nosotros debemos crecer con El”. Esta idea sonríe extraordinariamente al gran Apóstol, que la subraya, comparando la unión de Cristo y de la Iglesia a la que media en el organismo humano entre la cabeza y el cuerpo (…) En otra parte llama a la Iglesia “complemento de Cristo”, como los miembros son complemento del organismo, y concluye: “Sois todos uno en Cristo”.
“La Iglesia forma, pues, un solo ser con Cristo. Según la bella expresión de San Agustín, eco fiel de San Pablo, Cristo no puede concebirse cumplidamente sin la Iglesia; son inseparables, del mismo modo que la cabeza es inseparable del cuerpo vivo. Cristo y su Iglesia forman un solo ser colectivo, el Cristo total: TOTUS CHRISTUS caput et corpus est: Caput Unigenitus Dei Filius et corpus ejus Ecclesia. ¿Por qué es Cristo cabeza y jefe de la Iglesia? Porque el Hijo de Dios posee la primacía. Ante todas las cosas, la primacía de honor: Deus exaltavit illum et donavit illi nomen quod est super omne nomen: “Dios otorgó a su Hijo un nombre sobre todo nombre para que toda rodilla se le doble”; luego la primacía de autoridad: Data est mihi omnis potestas: “Todo poder me ha sido dado”; pero sobre todo una primacía de vida, de influencia interior: Deus omnia subjecit sub pedibus ejus et ipsum dedit caput supra omnem Ecclesiam: “Dios se lo ha sometido todo, e hizo de El cabeza de la Iglesia”.
Fuente: Don Columba Marmión: “Jesucristo, vida del alma”. 1917.
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