Bendición de las arras.
Las arras son trece monedas que el esposo da a la esposa en señal de matrimonio.
El sacerdote pide al Señor que bendiga esas arras, que hoy entrega el esposo a su esposa, así como bendijo a Abraham con Sara, a Isaac con Rebeca, a Jacob con Raquel; que derrame sobre ellos la gracia de su salud, la abundancia y la constancia de las obras; que florezcan como la rosa plantada en Jericó, que teman a Nuestro Señor Jesucristo y que le adoren.
Luego en una bellísima oración invoca al Señor, para que venga como santificador y bendiga a los esposos con sus dones.
Bendición de los anillos.
Los anillos son el símbolo del amor, de la unión y de la fidelidad. El sacerdote bendice los anillos a fin de que los que los lleven, cumplan con la voluntad de Dios, vivan en su amor y tengan larga vida.
El sacerdote rocía con agua bendita las arras y los anillos, coloca uno en el cuarto dedo de la mano derecha del esposo, y da el otro anillo al esposo para que este se lo coloque a la esposa. Al colocarle el anillo y al darle las arras al esposo dice a la esposa: Esposa, este anillo y estas arras os doy en señal de matrimonio. Yo lo recibo responde ella.
El sacerdote toma la mano derecha de los esposos y los acerca más al altar, recitando el Salmo 127, y les desea que Dios bendiga sus palabras, que sean felices eternamente.
Misa de Desposorios y bendición nupcial.
La Santa Iglesia desea que los esposos reciban la bendición nupcial en la Misa. Esta Misa está llena de simbolismos: la Epístola (San Pablo a los efesios) recuerda a la mujer que está sometida al marido; al marido le dice que debe amar a su mujer como Cristo amó a su Iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla. En el Evangelio (S. Mateo 19, 3-6) se proclama la unidad e indisolubilidad del matrimonio.
Después del Paternóster, el celebrante se vuelve hacia los esposos y pronuncia dos oraciones para que Dios mire propicio sobre su sierva; para que su yugo sea de amor y de paz; para que casta y fiel se una en Jesucristo e imite a las mujeres santas: que sea amable con su marido, como Raquel, sabia como Rebeca, de larga vida y fiel como Sara; que siempre conserve la fe y los mandamientos, que sea grave en sus modales, venerable en el pudor, instruida en las doctrinas celestiales; sea fecunda en sucesión; pura e inocente en sus costumbres y que llegue al descanso de los bienaventurados.
Al final de la Misa, antes de la bendición, vuelto el celebrante a los desposados, dice: El Dios de Abraham, el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob sea con vosotros; y El os colme de bendiciones para que veáis a los hijos de vuestros hijos, hasta la tercera y cuarta generación, y después, tengáis en fin, la vida eterna, con el auxilio de Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(1935).
No hay comentarios:
Publicar un comentario