El sacerdote, revestido de cota y estola, se dirige al altar, saca del sagrario el copón, mientras el acólito, en nombre de los fieles, reza el Confiteor (Yo pecador).El oficiante se vuelve al pueblo y dice:
“El Dios Todopoderoso tenga misericordia de vosotros, y habiendo perdonado vuestros pecados os lleva a la vida eterna. Así sea. El Señor Todopoderoso y misericordioso os conceda el perdón, la absolución y la remisión de vuestros pecados, Así sea”.
Toma el copón en su mano izquierda y con los dedos pulgar e índice de la mano derecha toma una de las hostias y la levanta mostrándola al pueblo y diciendo: “He aquí el Cordero de Dios; he aquí el que quita el pecado del mundo”. En seguida repite tres veces la súplica humilde del centurión, cuando el Señor le comunicó que iría a su casa: “Señor, yo no soy digo de que entres en mi morada, pero habla solamente y mi alma quedará sana”.
Estas ceremonias tan sencillas, contienen los actos preparatorios de fe, humildad, amor y gratitud, para que los fieles aviven sus sentimientos de fe, humildad, etc.
El sacerdote, al depositar, la Hostia Consagrada en el lengua del comulgante, dice: “El Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna”.
Vuelto al altar, el sacerdote purifica la patena y reza la antífona O sacrum convivium con los versículos y pide al Señor en la oración que conceda “que de tal modo veneremos los Sagrados Misterios de su Cuerpo y Sangre, que sintamos siempre en nosotros el fruto de su redención”. En el tiempo pascual dice: “Oh Señor, infundid en nosotros el Espíritu de vuestra caridad, para que con vuestra piedad hagáis que tengan un solo corazón y una sola alma aquellos a quienes habéis alimentado con los Sacramentos pascuales. Por Cristo Nuestro Señor. Así sea”.
Finalmente el sacerdote bendice a los que han comulgado: “La bendición de Dios Omnipotente, Padre e Hijo + y Espíritu Santo descienda sobre vosotros y permanezca siempre. Así sea”.
Los fieles, después de la Sagrada Comunión deben dar la conveniente acción de gracias, para la glorificación de Jesucristo y santificación propia.
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