El primer motivo por que la primera revelación del Nacimiento de Jesús se hizo precisamente a los pastores y de la manera que relata el Evangelio, es la voluntad de Dios. El se escoge sus órganos, según sus santos y sabios Consejos. Así como más tarde escogió a los pobres apóstoles, así ahora a los pastores.
Por ellos debía ser dada a conocer por primera vez la venida del Señor. Y así fue, efectivamente. Los pastores, a su regreso de la gruta del pesebre, contaron lo visto por todas partes, y su narración producía gran admiración en el pueblo. Después, desaparecen los pastores. Nada se sabe de ellos, ni antes ni después de la angélica aparición. Un rayo de la gloria del recién nacido, cayó sobre ellos, y esto bastó para hacerles famosos para siempre y para que fuesen objeto del cariño de todos los cristianos.
El segundo motivo fue porque esto decía con el carácter de Cristo. El Salvador fue y quiso ser pobre… El mismo Salvador es el Dios de la paz, y por esto, alrededor del pesebre, no quiere ni a soldados poderosos, ni a sabios soberbios, sino a quienes se ocupaban en trabajos suaves y pacíficos, siendo también ellos suaves, pacíficos y humildes. El es el Dios de los patriarcas y de los pastores, y el mismo Pastor supremo de nuestras almas, y el Cordero inmolado por nuestros pecados. Por esto los que vemos alrededor del pesebre son pastores… El es el Redentor de todos, y especialmente de los pobres y de los pequeños… El Salvador, es finalmente, el Doctor de la abnegación; escoge para sus primeros cortesanos a hombres sencillos, pacientes, endurecidos en las privaciones y acostumbrados al trabajo, a las incomodidades y a la soledad.
Finalmente, pudo ser también un motivo el querer rectificar nuestras naturales tendencias y nuestros principios, según los cuales nosotros habríamos tal vez llamado en primer lugar a los parientes, poderosos, ricos y sabios. El Salvador sigue otros principios. El llama ante todo a los que Dios quiere sean llamados, y estos son los humildes, los pobres y los despreciados. Ellos son los primeros miembros del reino de Cristo, como más adelante lo había de decir el Apóstol: “Y así, hermanos, ved vuestra vocación que no sois muchos sabios según la carne, no muchos poderosos, no muchos nobles. Mas escogió Dios los menos sabios según el mundo” (I Cor I, 26); “para no destruir la virtud de la Cruz de Cristo” (Ibid., I, 17).
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