Las Témporas son una tradición antigua muy querida de la Iglesia romana. Cuatro veces al año, al comienzo de cada estación, se consagran tres días de la semana (miércoles, viernes y sábado) al ayuno y la oración, para atraer las bendiciones de Dios sobre la nueva estación y sobre las ordenaciones, que antiguamente tenían lugar durante la vigilia nocturna del sábado al domingo.
El Adviento, de institución más reciente, ha impreso en las Témporas de diciembre un carácter de espera y de preparación, que ha hecho pasar a segundo plano la idea del ayuno y de la penitencia. En la misa del miércoles destaca singularmente la Santísima Virgen, tanto por la profecía de Isaías, que anuncia el nacimiento del Mesías de una virgen, como por el evangelio que es de la Anunciación. Esta misa conocida con el nombre de Missus est (las dos primeras palabras del evangelio), es muy grata al pueblo cristiano, fiel en honrar a la Santísima Virgen en este misterio que prepara el nacimiento del Salvador.
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Evangelio
Lucas 1.26-38
Missus est
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La adorable escena del anuncio hecho a María, abre la era de la salvación. En contraste con la maldición que provoca Eva, se proclama a María bendita entre todas las mujeres, y el arcángel Gabriel le comunica los prodigiosos designios de Dios: dar al mundo, por medio de ella, al Redentor que ha de reinar sobre el trono de David. Asegurada de que este nacimiento milagroso ha de preservar su virginidad, consiente María y se cumple en ella, por virtud del Espíritu Santo, el misterio de la unión entre Dios y el hombre.
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