“La mayor parte de los cristianos vive en pecado, esperando siempre tener una buena muerte, confiando en que dejarán el estado de culpa, que harán penitencia y que antes de ser juzgados repararán los pecados que cometieron. Mas el demonio los engaña, y no saldrán del pecado más que para ser precipitados al infierno”.
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“Cuanto más nos retrasamos en salir del pecado y volver a Dios, mayor es el peligro en que nos ponemos de perecer en la culpa, por la sencilla razón de que son más difíciles de vencer las malas costumbres adquiridas”.
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“Cada vez que despreciamos una gracia, el Señor se va apartando de nosotros, quedamos más débiles, y el demonio toma mayor ascendiente sobre nuestra persona”.
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“Cuanto más tiempo permanezcamos en pecado, nos ponemos en mayor peligro de no convertirnos nunca”.
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“¿No es verdad, amigo mío, que muchas veces piensas: dejemos hablar al cura, y hagamos nosotros nuestra vida ordinaria? Pues, amigo mío, tú te estás condenando”.
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“¿Cuál será nuestra desesperación en el momento final de nuestra vida terrena, al ver que podíamos salvarnos y que nos hemos condenado?”.
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“A cuántos ha arrastrado el demonio al infierno, con la esperanza de que se convertirían. Hermanos míos, ¿qué pensarán ustedes, que me escuchan y no practican la oración, ni se confiesan, ni piensan en convertirse?”.
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“Un momento más, y aquel pecador que vivía tranquilo en el pecado será juzgado y condenado; un instante más, y llevará consigo sus lamentos por toda la eternidad”.
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“De haberlo querido Dios, todos seríamos iguales. Pero no fue así, previó que por nuestra soberbia, no habríamos resistido someternos unos a otros”.
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“Dios puso en el mundo ricos y pobres, para que unos a otros nos ayudáramos a salvar nuestras almas”.
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“Mi único deseo es amarte, Dios mío, y sé que te amaré en mi hermano…”
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“¡Oh! amoroso Dios, prefiero morir amándote que vivir un instante sin ti”.
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Fuente: El Cura de Ars, Sufrir amando no es sufrir.
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