jueves, 24 de septiembre de 2009

Bienaventurada Virgen María de la Merced.


San Pedro Nolasco, inspirado por la Santísima Virgen, funda una orden dedicada a la Merced (Obras de Misericordia). Su misión particular era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos miembros de la orden canjearon sus vidas por la de presos y esclavos. San Pedro fue apoyado en tan extraordinaria empresa por el Rey Jaime I de Aragón. El santo y sus frailes eran muy devotos de la Virgen María, tomándola como patrona y guía. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los Mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, tras la muerte del fundador, los frailes oficialmente toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, pero son mas conocidos como Mercedarios.
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El Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, expresaba el 23 de mayo de 1980 a los religiosos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, comprometidos apostólicamente en 19 países de diversos continentes.
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"...Os agradezco vuestra visita, con la que deseáis manifestarme vuestros sentimientos de fiel adhesión al Magisterio de la Iglesia. En esta oportunidad quiero confirmar la alta estima que nutro hacia vuestra antigua y benemérita Orden, que desde hace más de siete siglos y medio ha ido prodigándose en favor de los miembros más afligidos y oprimidos del Cuerpo místico de Cristo.
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La misión que vuestro Fundador San Pedro Nolasco os confió, en la obra directa de redención y ayuda a los cautivos, y que impregnó toda su actuación apostólica en parroquias, hospitales para pobres, enseñanza y misiones, se halla hoy prolongada en un carisma de servicio a la fe, para proyectar un rayo de esperanza y ofrecer la asistencia de la caridad de Cristo a cuantos se encuentran sometidos a nuevas formas de cautiverio en nuestra sociedad: en centros penitenciarios, en suburbios de pobreza y hambre, en ambientes de droga, en zonas de materialismo en las que se persigue a la Iglesia o se la reduce al silencio, etc.
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Se trata de un vasto campo en el que ha de volcarse sin reserva vuestro espíritu religioso y la disponibilidad total a la que os abre la vivencia generosa de los consejos evangélicos y la profesión de vuestro cuarto voto. Esa será la manera de ser fieles hoy a vuestro carisma, en la línea trazada por San Pedro Nolasco y recogida ya en las primitivas constituciones de 1272.
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No cabe duda de que es un exigente compromiso eclesial al que os invita vuestra vocación. Para mantener viva esa entrega, es necesario que seáis almas de profunda vida interior y que renovéis vuestras fuerzas en el contacto con el Modelo de toda perfección: Cristo Jesús, Buen Pastor y Salvador. Por ello os repito a vosotros: “Vuestras casas deben ser sobre todo centros de oración, de recogimiento, de diálogo -personal y comunitario- con Aquel que es y debe ser el primero y principal interlocutor en la sucesión laboriosa de las horas de cada jornada vuestra” . En esa escuela sublime el religioso apagará la sed de Dios que debe ser una característica en su vida y se llenará de ese amor grande que da sentido nuevo a la propia existencia.
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Hablando a Religiosos cuyo Fundador puso tanto empeño en la devoción a la Madre de Dios y nuestra, no puedo menos de exhortaros a mantener y profundizar ese gran amor mariano que es una nota peculiar de vuestra Orden. Tomad de la “Madre de la Misericordia” y “Consuelo de los afligidos” el ejemplo e inspiración en cada instante. Ella os guiará a su Hijo y os enseñará el valor de cada alma, a la que prodigar celosamente el cuidado de vuestro ministerio..."
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En la foto, el Altar de la Parroquia de Lagunillas, Casablanca, Chile con la Vírgen de la Merced al centro.

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