domingo, 24 de mayo de 2009

Domingo después de la Ascensión.

El día de la Ascensión nos llenábamos de alegría por el triunfo de Cristo, que es también el nuestro; pero hoy su ausencia arroja sobre nosotros un velo de melancolía. Él ha subido a los Cielos, y, aunque es verdad que prometió no dejarnos huérfanos, el Espíritu Consolador no ha venido todavía. Llena de nostalgia, la Iglesia "eleva su voz hacia Él y busca su rostro" (Introito). Antiguamente le buscaba hasta de una manera sencilla, reuniéndose como lugar de estación en la iglesia de Santa María "ad Mártyres", en el viejo Panteón de Agripa, donde se guardaba el lienzo de la Verónica. Es una Misa llena de calor, de añoranza y de esperanza. San Pedro nos habla del poder de la caridad (Epístola), que realiza la unidad de los que creen en Cristo. El Evangelio nos prepara a recibir el Espíritu Santo, que es el que ha de infundir en nosotros el temple viril de los mártires. La Iglesia ama y padece. En el amor se verá si vive en nosotros el Espíritu de Dios; pero el amor se prueba en las contradicciones y en los sufrimientos. En la prueba recordemos las palabras de Cristo: "Padre: cuando estaba con ellos, Yo los guardaba; pero Yo vuelvo a Ti. No te ruego que los saques del mundo, sino que los libres del mal" (Comunión).
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S. Sequéntia sancti Evangélii secúndum Joánnem. (Joann. 15, 26-27; 16, 1-4)
M. Glória tibi, Dómine.
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En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando viniere el Consolador, que yo os enviaré del Padre, el Espíritu de Verdad que del Padre procede, El dará testimonio de mí, y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Esto os he dicho para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas mas, llega la hora en que cualquiera que os diere muerte, pensará hacer un servicio a Dios. Y esto os harán, porque no conocieron al Padre ni a mí. Mas, esto os lo he dicho, para que cuando viniere la hora, os acordéis de que ya os lo tenía anunciado."
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M. Laus tibi, Christe.

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