viernes, 23 de enero de 2009

De la enseñanza del Cardenal Ratzinger (por gracia de Dios, Papa Benedicto XVI) 2ª parte.

“En nuestra reforma litúrgica hay una tendencia, a mi parecer equivocada, de adaptar completamente la liturgia al mundo moderno; hacerla más breve, hacer desaparecer lo que se considera incomprensible, traducirla a un lenguaje más sencillo, más llano. De este modo, la esencia de la liturgia y la misma celebración quedan completamente desvirtuadas; porque en liturgia no hay que entender las cosas sólo de forma racional, como se entiende una conferencia, sino de modo más completo, participando con todos los sentidos y dejándose compenetrar por una celebración que no ha sido inventada por una comisión, sino que nos llega desde la profundidad de los siglos, y, en definitiva, desde la eternidad.
“Cuando el judaísmo perdió el templo, empezaron a celebrar sus fiestas y ritos en las sinagogas, y los ritos de las grandes fiestas también se empezaron a celebrar en las casas de los creyentes. Esos ritos dependen de formas determinadas de vida y, por tanto, no pueden comprenderse superficialmente, sino en su contexto y con la exposición de la historia de la fe; sólo en ese marco pueden interpretarse, y no aisladamente. El sacerdote no es un “showman” al que se le ocurre algo que luego comunica hábilmente a los demás. Al contrario, puede ser muy mal “showman”, porque él está en representación de algo que no depende en absoluto de él.
“La liturgia, como es natural, debe ser inteligible. Es muy importante que se lea y se interprete bien la Palabra de Dios. Pero entender debidamente la palabra de Dios requiere otra clase de comprensión. No es una novedad que debe ser estudiada por diversas comisiones. De ser así, se reduciría a algo que se realiza conforme a las reuniones de las comisiones de estudio en Roma, en Tréveris o en París. Por el contrario, tiene que conservar siempre su continuidad, manteniendo las últimas indicaciones, todo, para que a través de ella yo pueda encontrarme con lo eterno en una misma comunidad festiva a lo largo de los siglos; eso es muy diferente a algo planificado por un comité o una comisión de festejos.
“(…) En eso se debe ver además la potente fuerza de la Tradición no manipulable. Su belleza y su grandeza se imponen incluso a quien no sabe precisar ni comprender todos sus detalles. En el centro está entonces la Palabra, que es anunciada y explicada”.
Fuente: Ratzinger, Joseph: La sal de la tierra. Quién es y cómo piensa Benedicto XVI. Una conversación con Peter Seewald. Madrid: Ediciones Palabra. 2005).

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