jueves, 24 de marzo de 2011

Creo en Jesucristo. El redentor prometido (I).

El nombre de Jesús-Salvador, de Cristo-ungido o consagrado. En el Antiguo Testamento se llamaban ungidos del Señor los Profetas, Sacerdotes y Reyes. Jesucristo es nuestro Profeta, Sacerdote y Rey por excelencia. Lo primero, porque nos reveló los misterios de Dios y nos enseñó cuanto tenemos que creer, esperar y obrar para nuestra salvación. Lo segundo porque se sacrificóen la cruz por la redención de los hombres y todavía se ofrece diariamente por nosotros en el altar y porque es nuestro continuo medianero e intercesor en el cielo. Lo tercero, porque fundó un reino espiritual, que es la Iglesia, cuya cabeza es y será El para siempre.

Jesucristo es el único Hijo de Dios, porque sólo Jesucristo es Hijo de Dios por naturaleza, y Dios verdadero como el Padre. Nosotros también somos hijos de Dios, pero no por naturaleza, como Jesucristo, sino hijos adoptivos por gracia.

Es Jesucristo nuestro Señor, porque El es nuestro Dios, que nos creó y conserva y Nuestro Redentor que nos rescató con el precio de su sangre.

Tengamos presente, además, cómo después de la culpa, no abandonó Dios a nuestros primeros padres, sino que les prometió un Redentor. Dios se escogió un pueblo para que conservase esa promesa y para que de ese pueblo elegido naciera el Redentor.

La humanidad vivió de esa esperanza muchos siglos y los que se salvaron en el Antiguo Testamento, por la fe en ese Redentor que había de venir se salvaron. Para alentar esa esperanza en el pueblo de Dios se renovó varias veces esa promesa y fue figurado el Mesías en cosas y personas de la Antigua Ley, como por ejemplo, en el cordero pascual, la serpiente de bronce, el sacrificio de Isaac, el justo de Abel, etc., y fue profetizado y anunciado por varones santos a quienes Dios comunicó el don de conocer el porvenir.

Jesucristo es mi Redentor porque no con oro ni plata, sino con el precio infinito de su sangre nos rescató y nos devolvió nuestros derechos a la gloria (1ª carta de San Pedro, I, 18-19).

Trataré de conocer y apreciar los beneficios de la Redención. La gracia santificante que nos hace participar de la naturaleza divina, el derecho a la gloria, la liberación de la tiranía del demonio, al elevación de la naturaleza humana, la celestial doctrina de Cristo y el poder pertenecer a la institución por El fundada, la Santa Iglesia. (1939).

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