lunes, 19 de julio de 2010

La homilía. El Credo.

Los escritos de San Justino nos dicen que ya en el siglo segundo existía la costumbre de explicar el Evangelio, después de que se cantaba; esta explicación recibió el nombre de homilía. La homilía ponía término a la Misa de los catecúmenos, a quienes no era permitido asistir a la Misa de los fieles: Las cosas santas son para los santos, decía el diácono: retírense los indignos; o también: Retírense los catecúmenos.
Actualmente la predicación versa sobre el Evangelio leído, o sobre algún punto doctrinal o moral; esta predicación ha de ser siempre sencilla, piadosa, clara, práctica.
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El Credo.
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El Credo, que es la profesión de fe del cristiano, fue introduciéndose en diversa iglesias con motivo de algunas herejías, desde el siglo IV; en el siglo XI lo introdujo en Roma Benedicto VIII.
El Credo que se recita en la Misa es el Símbolo de los Apóstoles, desarrollado por los Concilios de Nicea (325) y el de Constantinopla (381). El Credo es un compendio de todas las verdades que debe creer el cristiano.
Al incarnatus est se dobla la rodilla derecha, para adorar las humillaciones del Verbo Encarnado; cuando el Credo se canta, los fieles se arrodillan al incarnatus est.
El Credo se dice (en las Misas solemnes lo canta el Coro alternando con el pueblo) cuando los fieles se reúnen en mayor número: el día domingo, los días de fiestas, en las fiestas patronales, cuando se celebran las fiestas del Señor, de la Santísima Virgen, de San José, de los Ángeles; en las fiestas de aquellos santos que han trabajado más por la fe, como los Apóstoles, Evangelistas, Doctores, Santa María Magdalena, etc.
Es realmente emocionante oír el Credo cantado por el pueblo que confiesa su fe en aquellas hermosísimas melodías gregorianas, hechas especialmente para fortificar y confirmar a todos en la doctrina.

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