jueves, 8 de julio de 2010

El Confiteor.

El Confiteor es una especie de confesión de los pecados, muy necesaria para excitar al celebrante y fieles a sentimientos de confusión, vergüenza y arrepentimiento a la vista de los pecados. El Confiteor consta de dos partes: la confesión de las faltas y una petición. En la primera se reconoce pecador y en la segunda pide a la Santísima Virgen y a los Santos y a todos los asistentes que rueguen por él a Dios Nuestro Señor. Sigue la absolución del sacerdote (Misereatur… Indulgentiam), la que unida al Confiteor borra los pecados veniales, como todos los sacramentales. Antes del Confiteor el sacerdote signándose dice: V. Nuestro auxilio está en el Nombre del Señor. R. Que hizo el cielo y la tierra, palabras que indican que en todos los actos de nuestra vida debemos recurrir a Dios Omnipotente, refugio y fuerza nuestra. Antes de subir al altar pide al Señor que vivifique a todos a fin de que todo el pueblo se alegre en El, que muestre su misericordia, que dé la salud, y que escuche su oración; saluda al pueblo diciendo: El Señor sea con vosotros, y el pueblo responde: Y con tu espíritu.
Antiguamente, antes de subir al altar, el celebrante se postraba en tierra, como actualmente en los Oficios matutinos del Viernes y Sábado Santos, en señal de profunda humildad y anonadamiento, a la vista de la sublimidad de los misterios por celebrar.
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El sacerdote sube al Altar. La incensación.
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Invita al pueblo a orar diciendo: Oremos y subiendo al Altar continúa: Borra, Señor, te lo rogamos, nuestras iniquidades, a fin de que podamos entrar al Santo de los Santos con nuestros corazones puros. En seguida besa al Altar, diciendo: Te pedimos, Señor, por los méritos de los Santos cuyas reliquias están aquí, y de todos los demás Santos, que te dignes perdonar todos mis pecados. El beso al Altar es signo de adoración y de amor a Nuestro Señor Jesucristo a Quien representa el Altar, y de veneración a los Santos cuyas reliquias encierra el Altar.
En las Misas solemnes, el sacerdote después de besar el altar inciensa el Crucifijo tres veces, en honor de las tres divinas Personas, inciensa las reliquias de los Santos, miembros gloriosos del cuerpo místico de la Iglesia, cuya cabeza es Jesucristo y el altar que representa a Jesucristo; se inciensa también al celebrante, ministro del Sumo Sacerdote Jesucristo. Esta primera incensación remonta al siglo X. Mientras inciensa, los ministros, diácono y subdiácono le toman la casulla, rito de simbolismo arcaico, que era necesario cuando las casullas cubrían los brazos del celebrante, para dejarlos más libres para incensar.
El incienso representa la oración de los Santos. Nuestras oraciones han de subir al cielo, como el perfume en las nubes de incienso; pero, como el incienso sale del fuego, así nuestras oraciones han de salir de corazones encendidos en las llamas de la caridad.

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