lunes, 26 de julio de 2010

El Canon propiamente dicho.

Canon es una palabra griega que significa regla: así llama la Iglesia las oraciones entre el Sanctus y el Pater Noster, porque son la regla o parte casi invariable de la Santa Misa desde la más alta antigüedad. El Canon recibió también el nombre de Acción, misterio de la Acción santísima y Acción del sagrado misterio. En ciertas Misas tienen alguna pequeña variante el Communicantes y el Hanc igitur.
El Canon parece ser de origen apostólico: en un comienzo no estaba escrito, debiéndose recitar de memoria. En el siglo IV fue fijado definitivamente; en el siglo V San León, y en el siglo VI, San Gregorio Magno agregaron algunas palabras, y desde entonces no ha sufrido modificación alguna.
En el principio, las oraciones del Canon se decían en voz alta; en el siglo V, en señal de respeto y veneración por los Santos Misterios que se celebraban comenzó a decirse el Canon en voz baja y en las iglesias cuyo altar estaba debajo de un ciborio, después de la Secreta corríanse las cortinas, que interponiéndose entre el celebrante y los fieles, ocultaban el altar y al celebrante. En la Iglesia Latina ya no se corren cortinas, pero el Canon se recita en voz baja, excepto en las Misas de ordenación de Presbíteros en que concelebran el Obispo y los Presbíteros que reciben la Ordenación.
Podemos considerar en el Canon las oraciones que preceden a la Consagración, las que la acompañan y las que siguen a la Consagración.
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Antes de la Consagración.
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Esta parte comprende cinco oraciones: Te igitur, Mememto, Communicantes, Hanc igitur, Quam oblationem.
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Te igitur.
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Concluido el Prefacio, el celebrante extiende y levanta las manos, da una mirada al Crucifijo, se inclina profundamente y dice el Te igitur, pidiendo al Padre clementísimo, por Jesucristo su Hijo y Nuestro Señor que acepte y bendiga la oblata, que ofrece por la Iglesia, por el Papa, por el Obispo y por todos los fieles: es la primera aplicación del fruto general de la Santa Misa. Durante esta plegaria besa el altar y bendice tres veces la oblata con la señal de la Cruz.
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El Memento de los vivos.
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El sacerdote interrumpe el Canon para hacer la aplicación del fruto especial de la Misa por la intención encomendada, por las intenciones propias, por todos los asistentes y por todas sus intenciones.
Antiguamente se escribían en los dípticos (pizarrillas dobles) los nombres del Papa, del Obispo y de los benefactores insignes de la Iglesia, y el diácono, desde el ambón, leía estos nombres, en voz alta; desde el siglo VIII, probablemente, no se leían, sino que se colocaban sobre el altar, y en el siglo XII se suprimieron totalmente. Este Memento se llama también infra-acción, porque se dice dentro del Canon (Acción).
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Communicantes.
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El celebrante pide a Dios que por los méritos y ruegos de la gloriosa Madre de Nuestro Señor Jesucristo, de los Apóstoles, de los doce Mártires más célebres de los primeros siglos y de todos los Santos, se digne enviar a todos los que participan del Sacrificio su protección. En algunas iglesias agregaban los nombres de sus Santos propios. De los innumerables Communicantes propios que hubo al principio, la Iglesia ha conservado los de Navidad, Epifanía, Jueves y Sábado Santos, Pascua de Resurrección, Ascensión y Pentecostés: todos ellos recuerdan el Misterio celebrado. El Communicantes es anterior al siglo V; por esto sólo se hace mención de los Mártires, únicos Santos venerados por la Iglesia durante los cuatro primeros siglos.

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