sábado, 22 de enero de 2011

Padres de la Iglesia (I).

Los numerosos nombres de Cristo, Catequesis X, 3-4, Cirilo de Jerusalén.
*
“Tú cree “en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios”. Decimos “un solo Señor Jesucristo”, porque es una filiación única; decimos “único”, para que su actividad múltiple, que se expresa mediante nombres diversos, no te lleve a hablar impíamente de hijos diversos. Se le llama PUERTA (Jn 10, 7), pero no pienses, por esta denominación, que se trata de una puerta de madera, sino racional, viva y que se da cuenta de quiénes pasan. Se le llama CAMINO (Jn 14, 6), pero no porque sea pisado por los pies, sino porque conduce hacia el Padre. Se le llama OVEJA, pero no desprovista de razón, sino que por su preciosa sangre limpia al mundo de sus pecados. Es llevada ante el esquilador y sabe cuándo conviene guardar silencio (cf. Hch 8, 32; véase Is 53, 7-8). Pero esta misma oveja cambia a la vez su nombre por el de PASTOR cuando dice: “Yo soy el buen pastor” (Jn 10, 11). Es oveja por su humana naturaleza, pero es pastor por el amor a los hombres que muestra su divinidad. Pero, ¿quieres saber cómo nos referimos a ovejas racionales? Dice el Salvador a los apóstoles: “Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos” (Mt 10, 16). También se le llama LEÓN (cf. Gn 49, 9; Ap 5, 5), pero no porque sea devorador de hombres, sino que con tal denominación se muestra la dignidad regia de la propia naturaleza y su propio vigor en el que puede confiar. Se le llama también león en oposición al “adversario, el Diablo”, que “ronda como león rugiente buscando a quien devorar” (1 P 5, 8). Pues viene el Salvador, no mudando su mansedumbre natural, sino como el poderoso león de la tribu de Judá (Ap 5, 5), trayendo la salvación a los que creen y aplastando al adversario. Se le llama PIEDRA (1 P 2, 4), no inanimada ni tampoco extraída con manos humanas (cf. Dn 2, 34), sino “piedra angular” (cf. Sal 116, 22; cf. Mt 21, 42 par), en la que quien crea no será confundido (cf. Is 28, 16).
Se le llama CRISTO (Mt 1, 16), aunque no ha sido consagrado por manos humanas, sino ungido por el Padre para un sacerdocio eterno superior a las cosas de los hombres (cf. Hch 4, 27). Se le cuenta entre los que han muerto (Ap 1, 18), pero sin permanecer entre los muertos, como todos los demás en el Hades (cf. Hch 2, 31), sino el único libre entre los que murieron. Se le llama HIJO DEL HOMBRE (Mt 16, 13) no como cada uno de nosotros, que hemos tenido nuestro nacimiento en nuestra tierra, sino como quien ha de venir sobre las nubes a juzgar a los vivos y a los muertos (Mt 24, 30). Se le llama SEÑOR (Lc 2, 11), no de manera abusiva, como a los “señores” que hay entre los hombres, sino como quien tiene un poder natural y eterno. Se le llama JESÚS (Mt 1, 21) con nombre apropiado, que hace referencia a su labor como médico. Se le proclama HIJO, que no ha llegado a serlo por adopción sino que por naturaleza (Mt 3, 17) ha sido engendrado. Son muchas realmente las denominaciones de nuestro Salvador. Pero que esta multitud de nombres no te haga pensar en una multitud de hijos. Y que no pienses, a causa de los errores de los herejes, que dicen que uno es Cristo, pero otro es Jesús, y otra es la puerta, y así sucesivamente. Frente a todo ello te previene la recta fe: en un solo Señor Jesucristo. Aunque las distintas denominaciones sean muchas, bajo ellas es una única realidad la que se entiende”.

No hay comentarios: