domingo, 23 de enero de 2011

El Evangelio del Domingo

Con la milagrosa curación de un leproso y del criado del Centurión de Cafarnaúm inaugura Jesús la conversión de los gentiles, enseñándonos con esto a no despreciar ni dar por perdido a nadie, por alejado que esté de Dios.
*
(SAN LUCAS II, 21)
En aquel tiempo: habiendo bajado Jesús del monte, le siguió mucho gentío, y vino un leproso y le adoraba diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Y extendiendo Jesús la mano, le tocó, diciendo: Quiero: queda limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra. Y le dijo Jesús: guárdate de decírselo a nadie; mas vete, preséntate al sacerdote, y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio*. Y habiendo entrado en Cafarnaúm se llegó a El un centurión y le rogó diciendo: Señor, tengo un criado postrado en cama, paralítico y sufre mucho. A lo que respondió Jesús: yo iré y le curaré. Señor, replicó el centurión, yo no soy digno de que entres bajo mi techo; pero dí una sola palabra y será curado mi criado. Pues yo soy un hombre que, aunque bajo la potestad de otro, luego que digo a uno de los soldados que mando: ve, va; y a otro: ven, y viene; y lo mismo cuando mando a un siervo mío: haz esto, y lo hace. Oyéndolo, pues, Jesús quedó admirado, y dijo a los que le seguían: en verdad, en verdad os digo, que no he encontrado tanta fe en Israel. Y también os digo: muchos vendrán del Oriente y del Occidente, y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mientras que los hijos destinados a este reino serán arrojados a las tinieblas infernales, donde habrá llanto y crujir de dientes. Entonces dijo al centurión: anda que te sucederá como has creído: y sanó el criado en aquella hora.
*Era necesario que el sacerdote lo declarara limpio de la lepra, para que el enfermo recobrara la patente de ciudadanía.

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