miércoles, 12 de enero de 2011

La Liturgia (II).

“… la liturgia es participación entre el diálogo trinitario entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo; sólo así no es una “hacer” nuestro, sino un opus Dei: acción de Dios en nosotros y con nosotros. Por eso recuerda Guardini que la liturgia no consiste en hacer algo, sino en ser”.
“Debe dejar claro que se abre aquí una dimensión de la existencia que todos buscamos secretamente: la presencia de lo que no se puede fabricar, la teofanía, el misterio y, dentro de él, el visto bueno de Dios que impera sobre el ser y es capaz de hacerlo bueno, de forma que podamos aceptarlo en medio de las tensiones y sufrimientos”.
“Es fundamental que se distribuyan los papeles correctamente y que el objeto de la liturgia no sea la Iglesia misma, sino el Señor; al que ella recibe en la Eucaristía y le sale al encuentro”.
“Los ornamentos litúrgicos –el alba, la estola y la casulla- que el sacerdote lleva durante la celebración de la Sagrada Eucaristía quieren evidenciar, ante todo, que el sacerdote no está aquí como persona particular, como éste o aquél, sino en lugar de otro: Cristo… Los ornamentos litúrgicos nos recuerdan directamente los textos en que san Pablo habla de revestirse de Cristo… Los ornamentos litúrgicos recuerdan todo esto: este hacerse Cristo, y la nueva comunidad que ha de surgir a partir de ahí. Es para el sacerdote un desafío: entrar en la dinámica que lo saca fuera del enclaustramiento de su propio yo, y lo lleva a convertirse en una realidad nueva a partir de Cristo y con Cristo. Les recuerda, a su vez, a los que participan en la celebración, el nuevo camino, que comienza con el bautismo y prosigue con la Eucaristía; camino hacia el mundo que ha de venir, y que, partiendo del sacramento, debe comunicarse y delinearse ya en nuestra vida cotidiana”.
(Fuente: Benedicto XVI/Joseph Ratzinger: Orar).

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